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Venezuela

El factor femenino en la Revolución Bolivariana

Fuentes:

En este mundo globalizado de hoy, en franco y acelerado estado de descomposición, en el que la perversión capitalista patriarcal ha distorsionado el elemento erótico-femenino que llevamos por naturaleza, como herencia de nuestra existencia humana en este planeta a punto de extinguirse, mediante el adoctrinamiento ideológico impuesto principalmente por la Religión, es muy difícil tratar […]

En este mundo globalizado de hoy, en franco y acelerado estado de descomposición, en el que la perversión capitalista patriarcal ha distorsionado el elemento erótico-femenino que llevamos por naturaleza, como herencia de nuestra existencia humana en este planeta a punto de extinguirse, mediante el adoctrinamiento ideológico impuesto principalmente por la Religión, es muy difícil tratar de resaltar su verdadera importancia y necesidad para alcanzar la meta final de nuestra sobrevivencia y emancipación como especie.

Y es que no siempre lo femenino fue sinónimo de perversión, distorsión y degradación sexual, de explotación mercantilista del cuerpo y dócil sumisión del espíritu y el intelecto de las mujeres, tal y como lo es hoy en día. En el pasado, en los albores de la Humanidad, muy posiblemente en África, existieron sociedades matriarcales en las que no se conocí an diferencias entre sus miembros, ni de raza ni de sexo (o de «género» como se dice actualmente). En ellas la única diferencia estribaba en que unos se dedicaban a la caza y la recolección, por lo que sólo desarrollaron habilidades técnicas y aptitudes físicas, y otros permanecían cerca de las fuentes de agua y los refugios naturales para cultivar la tierra y cuidar a los hijos, por lo que desarrollaron, aparte de las necesarias habilidades manuales para cultivar la tierra, un profundo sentimiento de conservación de los recursos, de ternura hacia sus descendientes, y de reflexión y contemplación del mundo que estaba a su alrededor. De esa realidad existencial deviene su forma de ver el mundo, su «cosmogonía», en el que sus «diosas» eran femeninas, y por medio de estas auto-proyecciones se enseñaba y exaltaban las cualidades, habilidades, valores y los elementos de la naturaleza m ás apreciados por esa sociedad: nacimiento, vida, alimentación, refugio, seno, conocimiento, amor, ternura, lluvia, tierra, naturaleza, en suma, todo lo que hoy en día encarna la «mujer», la «Madre».

No se utilizó esta cosmogonía para distorsionar la realidad, sino más bien para reflejarla intelectualmente, con fines pedagógicos, ilustrativos. Pero algo ocurrió en este planeta, y por extensión, en dichas sociedades: endogamia, cambios climáticos, eventos geológicos, acumulación de alimentos y herramientas, etc., que contribuyeron a que ese equilibrio se rompiera y surgiera de repente la tragedia humana que hoy en día conocemos como el Proceso de Trabajo, la acumulación, consumo y destrucción de capital, el saqueo de los recursos naturales y la degradación del ser humano.

Nació entonces, mediante un doloroso parto, la sociedad patriarcal machista capitalista actual, que le dio un golpe de estado a la sociedad matriarcal originariamente comunitaria y socialista, destruyendo todos sus valores e implantando los suyos de la manera más violenta y despiadada. Se impuso entonces la división del trabajo, la división de la sociedad en clases: ricos y pobres, explotadores y explotados, buenos y malos, dioses y demonios, en la que sólo los «hombres» pensaban, filosofaban, dirigían, dominaban, y las mujeres sólo hacían, trabajaban, seguían, obedecían; y para tapar toda esta cruda realidad, para que los expulsados del paraíso, inicialmente las «mujeres», la aceptaran sumisamente, inventaron toda una mitología patriarcal en la que imperaba el «macho», demonizando todas las cualidades femeninas y sacralizando todas las cualidades masculinas, mediante un adoctrinamiento sistemático. Toda esta batalla original contra la mujer tiene su escenario específico en la Grecia Antigua, llamada irónicamente la «Cuna de la Civilización Occidental» y base filosófica fundamental para la actual Religión Católica Cristiana y la posterior ideología capitalista democrático-burguesa que hoy en día está terminando de globalizarse.

Terribles productos de esta victoria del «macho» sobre la «hembra» son la hasta hoy vigente discriminación de las «mujeres» de todo lo que tenga que ver con la dirección del Estado patriarcal, negarle educación y derechos políticos (¡hasta bien entrado el siglo XX!), la Santa Inquisición, la quema de brujas, su status de objeto y propiedad del «hombre», a ser explotado, intercambiado y desechado como una mercancía más.

A pesar de la implantación de este nuevo sistema cerrado, es posible encontrar a lo largo de la historia «patria» (la del «Padre», del «macho», el «hombre», en contraposición a la depuesta «Matria», la «Matriz», el «Alma Mater», la «Madre», la «hembra», la «mujer»), a mujeres que pensaban, teorizaban, filosofaban, aunque muy pocas, dadas las condiciones en que ellas se encontraban: Aspasia de Mileto, protectora de Protágoras; Hiparquía de Tracia; Hipatia de Alejandría (considerada la mujer científica y filósofa mas importante de la antigüedad); Hildegarda de Bingen; Madame de Sevigné; Isabel de Bohemia; Lady Conway; Flora Tristán; Clara Zetkin; María Montessori; Edith Stein; Simone de Beauvoir; Simone Weil; Hanna Arendt; Ayn Rand; María Zambrano, por nombrar a las más conocidas y las que esa misma historia oficial permite conocer, ya que no estamos en capacidad de nombrar a muchas cuyos datos no conocemos pues seguramente reposan en los archivos de El Vaticano y la CIA, como las llamadas «brujas» de la Edad Media, verdaderas científicas obligadas a estudiar y experimentar en la clandestinidad, de las que sólo podemos imaginarnos hasta qué nivel llegaron sus descubrimientos por la saña con que fueron tratadas y siguen siendo vilipendiadas hasta la fecha.

Dentro de esa corriente de mujeres pensantes nos encontramos que durante el mes de enero de este nuevo y promisorio año 2007 se estarán recordando el 152º aniversario del nacimiento de Eleonora Marx (hija de Carlos Marx, fundador junto a Federico Engels del Socialismo Científico-Filosófico), quien fungiera como su secretaria y participara activamente en el incipiente movimiento socialista obrero europeo y se quitó la vida al descubrir que su esposo la engañaba; as í como también el 88º aniversario del vil asesinato de Rosa Luxemburgo, filósofa socialista marxista polaca, militante activa del Partido Social Demócrata de Alemania y fundadora del Partido Comunista de Alemania.

Estos recordatorios nos sirven también para iniciar una sana y constructiva reflexión acerca del factor femenino en la Revolución Bolivariana Socialista de Venezuela y el papel que necesariamente deben jugar las mujeres en la construcción y orientación del nuevo Partido Socialista Unido de Venezuela y el Socialismo del Siglo XXI, en el contexto de una sociedad capitalista patriarcal, machista, que está llegando al punto culminante de su materialización total: la llamada Globalización.

Y no es sólo necesario sino hasta lógico que sean las mujeres quienes dirijan esos procesos, ya que según estadísticas generadas por los principales organismos multilaterales, la mayoría de los habitantes del planeta Tierra son mujeres, y al mismo tiempo esas mismas cifras nos indican que la mayoría de la población mundial es pobre, dando como lógico resultado que la mayoría de habitantes de este mundo son MUJERES POBRES, madres solteras que tienen que trabajar y al mismo tiempo alimentar y educar a sus hijos y que, por lo tanto, son ellas las llamadas a ser la vanguardia en la lucha por la construcción del socialismo en Venezuela y en el resto del mundo, que son ellas hacia quienes van dirigidos todos nuestros esfuerzos pero que deben ser ellas mismas quienes tomen la iniciativa. En este sentido hay que hacer honor a las políticas y programas impulsados por el Presidente Chávez dirigidas a la educación, capacitación laboral y asistencia social a las jóvenes y a las mujeres adultas en estado de indefensión, como lo son Robinson, la Universidad Bolivariana, el Banco de la Mujer, Vuelvan Caras, Madres del Barrio y Negra Hipólita, por sólo nombrar las más conocidas.

Pero este es apenas un paso de los muchos que faltan para emanciparse verdaderamente, y allí entra el elemento aportado por Rosa y Eleonora, dignos ejemplos de la importancia del aporte específico que las mujeres tienen para ofrecer en esta etapa de la lucha llevada a cabo por el género humano: la perspectiva de clase.

Y es que, lamentablemente, en Venezuela nunca han habido mujeres con consciencia de clase, de formación marxista, que las ayude a enfocar su verdadera realidad. Contamos con el ejemplo de Manuela Sáenz, la compañera del Libertador Simón Bolívar, comprometida con los ideales de la Revolución Francesa, al igual que el padre de la patria, quien dio su vida por implantar en Venezuela y el resto de América Latina un modelo republicano democrático representativo. También podemos nombrar a las mujeres que combatieron a la dictadura del General Juan Vicente Gómez a través de la Agrupación Cultural Femenina (1934), que luego de muerto el tirano se unieron a la Asociación Venezolana de Mujeres para convocar el Primer Congreso de Mujeres que plante ó profundas reformas al Código Civil; y en la guerrilla izquierdista de los añ os sesenta, en el que las mujeres jugaron un papel poco relevante en el plano teórico-polí tico, limitándose a servir de apoyo logístico y en algunos casos de apoyo sentimental.

En cambio lo que el sistema sí ha resaltado como el paradigma de la mujer venezolana ha sido, por un lado, el que se ajusta al ideal de «belleza» impuesto por el mismo, expresado en los archiconocidos concursos de belleza, en los que se reproduce la imagen de una mujer modificada artificialmente para encajar en ese estándar distorsionado, así como también las llamadas «telenovelas», en el que se trata de representar el ser y la existencia de la mujer venezolana como un cúmulo de comportamientos enfermizos, todo esto con el fin de reforzar el mecanismo en el que la mujer es una mercancía más, encarnados en caricaturas como Ruddy Rodríguez, Irene Sáez, Daniela Alvarado y Daniela Kosán, entre otras. Y por el otro encontramos el paradigma de la mujer venezolana encuadrada dentro de la ideología democrático burguesa que sólo luchan por reivindicaciones y reformas dentro del sistema, expresando concepciones reaccionarias y siempre en defensa de los intereses de la clase dominante, con lo cual no se diferencia de los hombres imbuidos de la misma ideología, logrando el tan ansiado milagro de la igualdad de géneros, al menos en este caso, encarnadas por Isa Dobles, Marta Colomina, Liliana Hernández, Ángela Zago, Patricia Poleo, Sofía Imber y Cecilia Sosa, entre otras.

En cuanto a la lucha contra el capitalismo y el imperialismo, la construcción del socialismo y la conquista de derechos y garantías para las mujeres, Rosa Luxemburgo y Eleonora Marx, desde su perspectiva marxista, nos enseñaron que esta se refiere, en el mundo real en el que vivimos y existimos, a la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado, enseñándonos mediante sus libros, discursos, artículos publicados y sus aportes constantes en el campo de la organización de los sindicatos y los partidos revolucionarios, que el capitalismo no divide a la sociedad en géneros, razas ni religiones, sino en clases, advirtiendo contra la estrategia burguesa de plantear los conflictos sociales en esos términos mediante el adoctrinamiento y manipulación de la ideología imperante, para que no caigamos en ella y no veamos la realidad de la explotación económica, la discriminación social, la dominación política, la alienación humana y la militarización genocida, y que por lo tanto, para lograr su abolición, una idea desarrollada magistralmente por Rosa, no deben admitirse desviaciones reformistas que sólo buscan maquillar y reciclar al monstruo, y que de todas maneras esa es una tarea de los mismos líderes capitalistas, así como tampoco participar en su dinámica autodestructiva interna, como las guerras intraimperialistas, ya que todos los trabajadores del mundo no deben malgastar sus energías para el lucro de sus opresores internos y externos, sino más bien para su propia liberación, como reza la letra de La Internacional.

De allí su énfasis en el internacionalismo proletario sin distingo de raza, género o religión, pues como ellas lo demostraron el capitalismo tiene la paradójica virtud de lograr dos milagros: igualar y desigualar, al mismo tiempo, a hombres y mujeres de la misma «raza», género y religión. Para demostrar esto hagamos un pequeño ejercicio intelectual, preguntándonos: ¿un blanco rico es igual a un blanco pobre?, ¿un negro rico es igual a un negro pobre?, ¿una mujer rica es igual a una mujer pobre?, ¿un musulmán o católico rico es igual a un musulmán o católico pobre?. En este caso, la condición de clase iguala a un negro con un blanco (cuando ambos son ricos), al hombre con la mujer (cuando ambos son ricos), al católico con el musulmán (cuando ambos son ricos), desmontando los mitos de la «lucha racial», la lucha por la «igualdad de género» y la guerra entre religiones. Por el otro lado, irónicamente, el elemento unificador de los oprimidos de la Tierra no proviene del socialismo, sino del propio capitalismo, pues la condición de clase los iguala, facilitando así la lucha por la libertad, pues la de la igualdad ya est á «ganada», pues un blanco pobre es igual a un negro pobre; una mujer pobre es igual a un hombre pobre; un musulmán pobre es igual a un católico pobre.

Otro hecho histórico que sirve para demostrar la validez de la concepción marxista de la realidad lo constituye la lucha anti-Apartheid en Sudáfrica. Por décadas la mayoría «negra» discriminada y explotada por la minor ía «blanca» luchó por acabar con ese odioso ré gimen, por medio de múltiples organizaciones sociales y políticas, encabezadas por el Congreso Nacional Africano (CNA) de Nelson Mandela, quien pasó 27 años en la cárcel. Una vez liberado Mandela, luego de muchos muertos y campañas internacionales de solidaridad, los «blancos» les restituyeron sus derechos civiles y políticos a los «negros» y abolieron las leyes discriminatorias del Apartheid en la década de los noventa. Hoy en día, casi dos décadas después, sigue existiendo en Sudáfrica una mayoría «negra» explotada y empobrecida, sólo que esta vez la minoría dominante y privilegiada no es «blanca» sino sus propios ex-camaradas de lucha, la nueva clase media política «negra» del CNA. Tantos muertos que costó esa causa, tantos sacrificios, exiliados, encarcelados, torturados para que todo siguiera igual o peor; y todo, según mi opinión, por no plantear desde un principio la batalla desde la perspectiva de la lucha de clases ya que, al fin y al cabo fue la explotación económica de una clase dominante (que por un accidente histórico era «blanca») la que empobreció a la mayoría negra dominada y no su pertenencia a una «raza» negra inferior.

De la misma manera, un hipotético gobierno de sólo mujeres, inclinado hacia el feminismo clásico burgués de tipo meramente reivindicativo dirigido a impulsar reformas superficiales al sistema, u orientado hacia la «perspectiva de género», tiene todas los condiciones para caer en lo mismo, en donde una élite de mujeres ricas domine y discrimine a una mayoría de mujeres pobres, dando como resultado un simple cambio de género en la dirección del Estado y el gobierno, una especie de revancha para imponer una dictadura feminista democrático burguesa (algo así como sustituir a Bush con Margaret Thatcher, la «Dama de Hierro», sustituir los pantalones con una falda), con lo cual quedaríamos en lo mismo.

Estas dos revolucionarias socialistas demostraron que la verdadera tarea de las mujeres a nivel mundial no es trabajar como esclavas en el hogar patriarcal y servir como carne de cañón en el mercado del sexo pervertido, sino sacar a la Humanidad de su miseria capitalista terrenal y trascender hacia su verdadera existencia originaria, maternal, creativa, cósmica. Ellas nos siguen motivando con su constancia y valentía para recuperar ese lado femenino, vital, erótico, perdido en todos nosotros por obra y gracia de la represión física y la manipulación mental capitalista. Ellas nos siguen demostrando que sí es posible trascender las barreras machistas y que las mujeres cuentan con todas las capacidades intelectuales para brindar serios aportes en la lucha emancipatoria, como en cierta medida lo han demostrado, específicamente en el campo de la lucha polí tica, nuestros propios paradigmas de lo que debería ser una verdadera mujer: Adina Bastidas, Cilia Flores, Tibisay Lucena, Lina Ron, Iris Varela, Eva Golinger, entre otras; como en su época lo hicieron la educadora salvadoreña M élida Anaya Montes, fundadora de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, una de las organizaciones fundadoras del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, la lideresa socialista alemana Clara Zetkin, defensora de los derechos de la mujer, y las rusas Alexandra Kollontai (una de las primeras feministas marxistas, junto a Rosa Luxemburgo) y Nadezhda Krupskaya (esposa de Vladimir Lenin).

Si bien su formación teórica no es la adecuada para profundizar el socialismo en Venezuela, su meritoria labor social y política es necesaria en esta etapa para sentar las bases para el surgimiento de las futuras lideresas socialistas marxistas, que poco a poco van conociendo estas verdades sobre la mujer que hasta ahora se habían mantenido ocultas, para que ninguna se sintiera motivada a descubrirlas y cambiar el sistema. Sirva este humilde y breve aporte para que se inicie el estudio del tema en todas las escuelas, liceos, universidades, cooperativas, empresas de producción social, círculos de estudio, partidos políticos, movimientos sociales, y de esa manera se profundice aun más en su conocimiento y en el descubrimiento de nuevos métodos de lucha.

Mientras tanto, más allá de los tabú es culturales impuestos por la Religión y de las falacias inmutables esparcidas por la «ciencia oficial», tenemos que reconocer que ante la ausencia de mujeres socialistas de formación marxista en la historia de Venezuela, el factor femenino en la Revolución Bolivariana ha recaído en el mismísimo Presidente Chávez, quien ha hecho todos los esfuerzos por deslastrarse de la imagen y forma de actuar paternalista represiva característica de todos los líderes mundiales que han existido dentro del capitalismo, con su amor liberador por los excluidos de Venezuela, la gran mayoría; con sus políticas democráticas para consolidar la seguridad agroalimentaria, la educación, la salud, pero también para asegurar la vida, dando a luz nuevas ideas, promoviendo nuevos proyectos, nuevas instituciones, nuevas organizaciones populares, con el fin que sus beneficiarios, el pueblo, ejerzan el poder directamente y construyan su propio destino, como lo haría una madre responsable, no sobreprotectora, que se enorgullece de su deber cumplido y se regocija al ver que sus hijos poco a poco van valiéndose por sí mismos, en fin, plasmando en hechos concretos las cualidades que caracterizan a una «Mujer», a una «Madre», agregándole de este modo un punto extraordinario a su ya destacada personalidad, que lo ha convertido en uno de los líderes populares más importantes de la historia mundial.

Con esto quiero decir que el papel de las mujeres dentro de la Revolución Bolivariana no sólo es adquirir una conciencia de clase más que de género, para de esa manera liquidar al sistema capitalista corporativista globalizado imperante, en vías de extinguirse y junto con él a la humanidad y al planeta entero, sino también reavivar las cualidades femeninas escondidas en ellas mismas y en los hombres, para que de esta manera con estos dos elementos en nuestras manos, dependientes uno del otro, recuperemos el camino perdido hace ya mucho tiempo y tengamos la oportunidad de sobrevivir como una sola especie, en armonía con nuestra Madre Tierra y con el resto del universo.

Levántense pues, mujeres de Venezuela, hagan brotar de nuestra aquejada tierra el dulce aroma de la eterna primavera, abonándola con su ternura constante, regándola con su canto arrullador, restableciendo con su sabiduría ancestral el sagrado equilibrio de la Madre Naturaleza.