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En Argelia y en Italia los versos libres de Martí

Fuentes: Cubarte

La traducción y edición en Argelia y en Italia de los Versos Libres de José Martí, donde – en ambos países – el culto por la poesía proviene de culturas inmemoriales, constituye, sin duda, para argelinos, italianos y cubanos, un hecho de gran relevancia. Fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la «guerra necesaria» […]

La traducción y edición en Argelia y en Italia de los Versos Libres de José Martí, donde – en ambos países – el culto por la poesía proviene de culturas inmemoriales, constituye, sin duda, para argelinos, italianos y cubanos, un hecho de gran relevancia.

Fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la «guerra necesaria» contra la Metrópoli española, proclamado por los obreros patriotas de Tampa y Cayo Hueso como el Apóstol, Martí es considerado por los más calificados críticos e historiadores un genio político y un genio literario. Figura máxima de Nuestra América en el siglo XIX, dedicó su vida a la liberación de su patria, a la unidad latinoamericana y caribeña y a la dignidad del hombre a escala universal.

Gabriela Mistral, la gran poeta chilena, primer premio Nobel de Literatura de Latinoamérica que tan hondamente penetró en las letras y en los actos de Martí, lo llamó «el hombre más puro de nuestra raza», y el argentino Ezequiel Martínez Estrada, «uno de los espíritus más libres que ha conocido la historia», completando en el siglo XX lo que dijo Domingo Faustino Sarmiento en su tiempo, en el plano estético, después de leer en La Nación de Buenos Aires algunas de las crónicas enviadas por Martí desde Nueva York: «En español nada hay que se parezca a esta salida de bramidos de Martí, y después de Víctor Hugo nada presenta la Francia de esta resonancia de metal».

Nacido en La Habana el 28 de enero de 1853, de padres españoles (Leonor Pérez Cabrera, de Islas Canarias; Mariano Martí Navarro, de Valencia), Martí se formó en una factoría colonial sustentada en el trabajo esclavo y en el seno de una familia pobre y numerosa. (Mariano, inicialmente oficial de artillería, después celador de policía, y ya viejo, sastre. Doña Leonor, ama de casa. Después de Pepe, tuvieron siete hembras).

Dos poderosas fuerzas éticas y literarias confluyeron en la formación del carácter y la sensibilidad del joven Martí, además de la fragua familiar: el ejemplo y las ideas del Presbítero Félix Varela y Morales («quien nos enseñó primero a pensar»), más el crisol intelectual y afectivo del educador José de la Luz y Caballero («a quien llamaría el padre amoroso del alma cubana»), y la lectura copiosa de poetas cubanos, sobre todo de José María Heredia, de quien recibe el resplandor épico, y de Rafael María de Mendive, su maestro en el Colegio San Pablo, que lo acogió en su casa y le trasmitió – con dulzura piadosa – los conceptos de patria y libertad que otras figuras le proporcionaron en variadas formas.

Al producirse el alzamiento de Carlos Manuel de Céspedes en la Demajagua, el 10 de octubre de 1868, el joven estudiante que ha madurado en las confrontaciones habaneras y reflexionando acerca de lo que ocurre en su patria y en las Cortes Españolas, toma partido por Yara frente a Madrid. En la pieza teatral Abdala pone en labios del personaje principal:

El amor, madre, a la patria,
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas:
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca.

Un condiscípulo del Colegio San Pablo se alista en el Ejército de España y su amigo Fermín Valdés Domínguez y él le escriben una carta en la que lo llaman apóstata y al ser descubierto el documento ambos son acusados de «infidencias». Martí, ante el tribunal que lo juzga, asume toda la responsabilidad y es condenado a 6 años de presidio, donde trabaja 12 horas diarias en las Canteras de San Lázaro, con grillete al pie. Su vida cambia radicalmente.

En lo adelante, ya no serán los conflictos familiares ni las experiencias junto a sus compañeros de estudio. Al ser deportado a España publica en Madrid El presidio político en Cuba (1870), fecha que marca el surgimiento de un poderoso creador artístico y de un excepcional combatiente. Su ulterior proceso vital hasta el momento en que escribe los Versos libres, exige la secuencia biográfica que no incluimos.

El acercamiento al cual invitamos a los lectores no se referirá in-extenso ni de manera académica a la metatextualidad explícita o expresa de Versos libres. Para un conocimiento pormenorizado, multidisciplinario, grato a los lingüistas o profesores universitarios no vacilamos en recomendar la lectura de la Edición Crítica de la Poesía Completa de José Martí realizada en el Centro de Estudios Martianos por Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas, publicada en 1993 por la Editorial Letras Cubanas. Hemos pensado en una aproximación popular, de carácter panorámico que promueva en la masa de lectores el deseo de explorar de manera más amplia y detenida las profundas vetas de este libro extraordinario.

El poeta, narrador y ensayista Cintio Vitier sostiene que hasta José Martí se podía hablar de los poetas cubanos ateniéndonos, únicamente a sus versos, y aún haciendo exclusión de sus producciones dramáticas o novelescas, pero con Martí no será posible porque la poesía invade toda su palabra, ya que en él es, no lirismo profesional, sino creación poética en el más vasto sentido. (La poesía está igualmente en sus crónicas, discursos, cartas, cuadernos de trabajo, diarios, apuntes).

Eugenio Florit, en sus Notas sobre la poesía en Martí, afirmó en 1952 que «desde el Ismaelillo hasta los Versos sencillos, desde los Versos libres hasta cualquier dedicatoria de retrato escrita a vuela pluma por el poeta, los hallazgos de imágenes que hacen de él – que hago yo de él – el primero de nuestros poetas, de igual modo que es el primero de nuestros prosistas».

El pensamiento de Martí para Fina García Marruz «es como un órgano en que no hay nota aislada que no levante una cadena de resonancia. Es por ello que va haciendo hora de verlo en su integralidad». Y sugiere Fina García Marruz que el que haya estudiado los Versos libres se da cuenta de que el proceso de depuración de los futuros Versos sencillos empezó en la búsqueda del verso natural, no obstante la diferencia.

Los primeros en valorar en su justa grandeza los Versos libres fueron Rubén Darío y Miguel de Unamuno. El autor de Del sentimiento trágico de la vida, comparó los Versos libres con los poemas de Whitman, de quien Martí dijo que eran grandes e irregulares como montañas. Versos libres es considerada la producción más importante de Martí desde el punto de vista de la innovación poética por su inspirada escritura y vuelo transgresor.

Se trata de un libro formado por 43 poemas «endecasílabos hirsutos» una revelación, ya que – al decir de Unamuno – «no hay en ellos más freno que el ritmo del endecasílabo, el más libre, el más variado y proteico que hay en nuestra lengua, y más que un freno, es una espuela ese ritmo, una espuela para un pensamiento ya de suyo desbocado». Juan Marinello, el autor de Martí, escritor americano, que tantas páginas escribió sobre el mártir de Dos Ríos, dijo: «los Versos libres son, sin duda, lo más martiano de Martí».

Al Margen de los manuscritos con lápiz, anotó Martí: «a los veinticinco años de mi vida escribí estos versos; hoy tengo cuarenta, se ha de escribir viviendo, con la expresión sincera del pensamiento libre, para renovar la forma poética».

Los poemas fueron escritos entre 1878 y 1882, de los 25 a los 30 años, etapa en que Martí vive profundos conflictos de relieve singulares en el curso de su constante búsqueda para encauzar su acción, en la escritura y en la misión política y espiritual que se impuso. Nunca «el más universal de los cubanos» – al decir de Fidel Castro en histórico discurso – logró darle término a este proyecto, aunque para entender al poeta y al hombre el lector debe leer el prólogo que le hizo:

Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestado. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: ¡Oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto! Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.

Glosando criterios de estudiosos de los Versos libres que desde 1913 – cuando fueron editados en plena semicolonia – no se ha cesado en su valoración, se puede hablar de símbolos universales que todos advierten en estas páginas, símbolos de indudable imantación y teluricidad: estrella, yugo, hierro, águila. Martí es un poeta erguido por la rebeldía que asoma con honradez en el bronco tono de versos sin rima, sin consonancia, sueltos en los contrastes, pero ricos en destellos autobiográficos. El mexicano Andrés Iduarte señala que en Versos libres «hay dos agonías a flote: la vida pública y heroica y la vida privada ya definitivamente rota y angustiada».

Midiendo fuerzas con la tradición crítica, Caridad Atencio Mendoza nos acaba de entregar Circulaciones al libro póstumo, una aproximación al poemario martiano, fijando su atención «en aquellos aspectos que estimo han sido insuficientemente visitados, como los referentes al estilo del libro y los márgenes de despliegue de más de un elemento de poética en este».

El aporte de esta poeta y ensayista – investigadora del Centro de Estudios Martianos – nos está subrayando el interés académico de los críticos y la recepción de la poesía de José Martí en las nuevas generaciones de cubanos. Para ella es más profundo el arrobamiento ante el poemario martiano que el grado de desconfianza por una obra trunca trascendente en los marcos del modernismo hispanoamericano, con respecto al resto de las obras de los poetas pertenecientes a este movimiento.

«Al componer versos – dice Caridad Atencio -, el poeta no contempla solo el poema, sino que también se observa a sí mismo», por eso «la condición de Versos libres como iniciador de la poesía moderna en Cuba y de Martí como figura de la modernidad literaria, se convirtió en uno de los temas más importantes y debatidos en los medio académicos y culturales de Cuba e Hispanoamérica».

En su vigoroso libro «Nuestra América«: Cien Años y otros acercamientos a Martí, Roberto Fernández Retamar, con la aguda mirada de crítico, ensayista y poeta, nos dice que no debemos olvidar que para Martí los hombres naturales han vencido en Nuestra América a los letrados artificiales.

Pensamos que aquí está la raíz y el vuelo de los Versos libres, que son brotes urbanos, reflejos de la gran ciudad, como los salmos de Whitman, porque expresan de forma natural lo que se relacionaba con las visiones vistas por el poeta. Martí estudió y escribió en los Estados Unidos sobre el movimiento obrero y el paso del capitalismo premonopolista al capitalismo monopolista e imperialista de aquella nación, y como aclara, tan significativamente Fina García Marruz, lo exterior no es lo externo, la poesía está buscando una exterioridad mucho más profunda, pues las cosas que nos rodean están en relación con nosotros, ligadas indisolublemente a nuestra vida o a nuestra muerte, pero no podemos imaginar algo que no esté fuera de su relación con nosotros.

Fidel Castro ha dicho que Martí es y será guía eterno y que su legado no caducará jamás. En la presentación de la Edición Crítica de las Obras Completas que edita el Centro de Estudios Martianos, ha subrayado que «en la medida que avanzamos hacia el porvenir se agranda la fuerza inspiradora de su espíritu revolucionario, de sus sentimientos de solidaridad hacia los demás pueblos, de sus principios morales profundamente humanos y justicieros».