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Bush: callen al oso

Fuentes: http://apartaderos.blogspot.com/

El gobierno de George W. Bush ha prohibido a sus científicos hablar del oso. Sí, lectoras y lectores, nos referimos a ese oso blanco, que sentado sobre un tempano de hielo al borde del mar azul, estira el cuello y mira el cielo. Pero no se asusten. No es el oso que frecuenta los juegos […]

El gobierno de George W. Bush ha prohibido a sus científicos hablar del oso. Sí, lectoras y lectores, nos referimos a ese oso blanco, que sentado sobre un tempano de hielo al borde del mar azul, estira el cuello y mira el cielo. Pero no se asusten. No es el oso que frecuenta los juegos de beisbol, las playas y las vallas de las autopistas. El gobierno de Bush ha prohibido hablar del hermoso animal que vive en la soledad helada del Artico: el oso polar, oso del norte, oso del mar. Nanuq, como lo llaman los esquimales, ha sobrevivido milenios en uno de los ambientes más hostiles de la Tierra. ¿Pero podrá sobrevivir la codicia que ahora lo amenaza?

En los últimos años, el número de osos polares ha disminuido en un 20%. Y al mismo tiempo que el índice de mortalidad de los cachorros ha aumentado, el peso promedio de los adultos ha disminuido. Este fenómeno, que podría llevar a la extinción de la especie en este siglo, tiene su origen en los cambios del habitat ártico que ha producido el calentamiento global. ¿Cual es la causa de este calentamiento?

En 1824 el físico francés y teórico del calor, Joseph Fourier, descubrió el «efecto invernadero»: la radiación solar calienta la Tierra, que a su vez pierde calor a través de la atmósfera. La temperatura del planeta está determinada por el equilibrio de estos procesos. Si el flujo de calor a través de la atmósfera disminuye, la tierra mantiene más energía térmica y su temperatura aumenta. Los gases que produce la combustión de petróleo, carbón y otros combustibles («gases de invernadero») restringen el flujo de calor en la atmósfera. En el siglo XX, la temperatura global promedio aumentó 0.8 grados centígrados.

El calentamiento global es una amenaza tan seria que, para restringir la emisión de gases de invernadero, se promulgó en 1997 el protocolo de Kyoto. Venezuela apoya este protocolo. Sin embargo el gobierno de Bush, que defiende los intereses corporativos, se opone. A pesar de que los EEUU emiten el 27% de los gases de invernadero.

El gobierno de Bush ha prohibido a sus científicos hablar en público sobre la extinción del oso polar. Esta es una escandalosa limitación de la libertad académica, de la libertad de expresión. Pero siendo la posible extinción del oso polar una de las consecuencias de su política global, es natural que quiera silenciarla. A Bush no le ha temblado la mano para eliminar libertades individuales tan básicas como lo son el derecho a la defensa y al debido proceso.

La extinción del oso polar es sólo una de miles de consecuencias del calentamiento global. ¿Por qué darle relevancia? Porque su efecto sobre la opinión puede ser enorme. Hace unos años, estuvimos en invierno en San Francisco, California. Un hombre en situación de calle pedía ayuda, sentado sobre un cartón en la acera. La gente que pasaba a su lado fingía no verlo. El hombre tenía sobre el pecho un oso de peluche, como diciendo: «yo también soy humano.» La imagen del oso está asociada al calor humano, a la solidaridad. Cuando Bush calla a sus científicos, quiere callar a Nanuq, al oso que vive en el imaginario de la gente.

Pero lo hace en vano. No podrá callar a la humanidad entera.