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En respuesta al artículo “ETA, la inercia de una guerra imaginaria” (El Viejo Topo)

ETA: La persistencia de un conflicto real

Fuentes: Rebelión

«Zapatero Anticristo» (Texto de una pancarta sostenida por un manifestante en protesta contra el otorgamiento del 2º grado penitenciario a Iñaki de Juana Chaos) Más que palabras José M. Roca publica en el número de febrero de la revista «El Viejo Topo» un artículo titulado «ETA, la inercia de una guerra imaginaria». Este autor resume […]


«Zapatero Anticristo»
(Texto de una pancarta sostenida por un manifestante en protesta
contra el otorgamiento del 2º grado penitenciario a Iñaki de Juana Chaos)

Más que palabras

José M. Roca publica en el número de febrero de la revista «El Viejo Topo» un artículo titulado «ETA, la inercia de una guerra imaginaria». Este autor resume cuarenta años de violencia política en Euskal Herria i en muy pocas páginas, dando traslado a la vez a una ingente cantidad de ideas que son dignas de comentario.

En primer lugar sería preciso abordar una cuestión de forma y de lenguaje, una cuestión no menor. En su artículo, el señor Roca maneja con frecuencia y sin el rigor suficiente términos cargados de connotaciones ideológicas que conviene señalar. Por poner un ejemplo, utiliza la palabra «vandalismo» para referirse a lo comúnmente conocido en vascuence como «kale borroka». «Borroka», según el diccionario Vox euskara-castellano, se puede traducir como «lucha, pelea» ii. Pero Roca prefiere «vandalismo» en vez de, no ya a «lucha» o «pelea», sino «enfrentamiento» o simplemente, «disturbio» o «motín». Con ese uso el autor se sitúa ideológicamente y realiza desde su perspectiva una valoración política de calado. Reducir un fenómeno de revuelta permanente, típica de situaciones de conflicto social o político, protagonizado en este caso por parte de la juventud vasca, a una simple cuestión de vandalismo, de gamberrismo, y por tanto de mero orden público, implica una manera de presentar el problema similar a como lo hacían los responsables ministeriales de mediados de los años setenta ante otras protestas populares; implica pretender disminuir, cuando no silenciar, la gravedad social y la dimensión política del fenómeno y, secundariamente, justificar la posterior represión policial y judicial como única solución justa al mismo, negando por tanto la palabra, la argumentación a sus protagonistas. No sabemos si el Sr. Roca realmente piensa que los muchachos de la «kale borroka» son simples gamberros. Si eso es realmente así, parte de sus esfuerzos intelectuales por escribir un artículo de cariz político carecen de sentido.

Siguiendo con cuestiones léxicas, interesa especialmente detenerse en la palabra «terrorismo», tan traída y llevada en estos últimos tiempos. Me permitirán los lectores de esta revista donde continuamente se cuestionan tantos aspectos que se dan por sentados, que me resista a coincidir con el Sr. Roca en darle el mismo significado y que prefiera sustituirla, al menos a los efectos de este artículo, por «lucha armada» o por «violencia política»; más que nada porque su uso ha llegado a un nivel tal de perversión, sobre todo por parte de los agentes del Estado y de los medios de persuasión masivos, que yo al menos ya no sé qué designa exactamente. Sobre esto no me voy a extender, pues el lector puede remitirse a los numerosos estudios publicados que versan sobre el uso interesado del lenguaje, y de este término en particular, por parte del poder iii.

Pasamos a otra palabra de la misma familia, «terror», que el Sr. Roca emplea de una manera aún menos cuidadosa (en tanto en cuanto este vocablo todavía no ha alcanzado un nivel de manipulación tan extremo) cuando llega a sostener que ETA decide en un determinado momento someter a terror a la población vasca. No sabemos en qué documento de ETA basa tal aserto. Convendría que afirmación tan grave fuera apoyada por alguna fuente. Deduzco que se trata, sin embargo, de una elaboración retórica que aleja al texto del rigor intelectual que merece el asunto y le aproxima a cierta tendencia ideológica consistente en propagar subliminalmente una imagen diabólica del enemigo (en este caso ETA) que imposibilita cualquier acercamiento racional y, por tanto, análisis y debate alguno. Así que, si además de vándalos, por un lado, tenemos seres terroríficos, más valdría que dedicáramos el Sr. Roca y yo nuestro intelecto a la redacción de artículos antropológicos o teologales, pero no de cariz político. Mas como bien sabemos, en Euskal Herria no se desarrolla una película de Fu-Manchú, ni los activistas de ETA son agentes del Doctor No; ni por supuesto Amedo y Galindo eran Sir Denis Nayland Smith y James Bond ¿O sí? iv.

Pero dejemos a un lado las sutilezas del lenguaje. El Sr. Roca esgrimiendo diversas citas seleccionadas de Zutik, (un órgano de expresión de ETA), intenta abundar en la idea, mantenida por muchos (sobre todo por los ideólogos de la derecha) de que ETA es un movimiento nacionalista etnicista. Y eso es una inexactitud. Claro que ha habido en la organización armada una corriente etnicista (fundamentalmente en sus inicios), pero no parece haber sido ésta claramente mayoritaria (no al menos de manera prolongada). Y en todo caso la tensión ideológica en el seno de ETA respecto a éste y otros temas ha sido siempre muy intensa. Citaré yo también un texto aparecido en Zutik, concretamente en su número 50, en el que los integrantes, mejor dicho, algunos integrantes de ETA, esgrimen lo siguiente: «Euskadi no es una colonia de Castilla y Andalucía. Euskadi está explotada por la oligarquía como lo están los demás pueblos y nacionalidades que sufren el yugo del franquismo. No hay contradicción entre los intereses del pueblo vasco y del pueblo castellano. (…) Por el contrario, hay una identidad de intereses y un enemigo común ante el que es necesario unirse estrechamente.» v No parecen estas palabras propias de nacionalistas étnicos. Si alguna virtud ha tenido ETA y la izquierda abertzale ha sido precisamente la de desplegar la estrategia justamente contraria, sobre todo a partir de los años setenta: superar el etnicismo de Sabino Arana, su cierto y claro racismo decimonónico, común en los movimientos políticos de la época (y no sólo por cierto, en los conservadores) y plantear el problema de la liberación del pueblo vasco en unos términos distintos. De hecho en su I Asamblea ETA declara expresamente en sus principios fundacionales su repulsa del racismo, y aboga por la supresión de las fronteras estatales. A ETA le interesan los pueblos, las naciones, no las etnias; si bien en esta época temprana (mayo de 1962) todavía hablaba de «elementos extraños al país» vi. ETA y la izquierda abertzale lograrán sumar a ciertos sectores del pueblo trabajador inmigrante a la lucha por la liberación del pueblo vasco, incardinándola inseparablemente con la lucha obrera por el socialismo. Cierto que partiendo de un etnicismo de base cultural, que irá relativizando y postergando a través de un largo proceso. Ya en la «Carta a los intelectuales vascos» ETA afirma: «Nosotros hemos estado y estaremos siempre con los trabajadores que nacidos o no en Euskadi, trabajan por la implantación de una verdadera democracia en nuestro país. Ellos son la base de la futura sociedad vasca. A ellos y a sus hijos, consideramos, desde luego bastante más vascos que a esos capitalistas de largos apellidos euskaldunes (…)» vii. No es preciso comentario alguno.

La obsesión etnicista pertenece más a los enemigos de ETA. Ni en ésta ni en la izquierda abertzale se pierde hoy el tiempo en semejantes disquisiciones. Y no podía ser de otra manera atendiendo al origen de la militancia de las organizaciones de la izquierda abertzale. Pero es que además, el concepto de etnia que siempre manejó ETA es únicamente cultural, en el que el factor que cumple un papel articulador y definitorio es la lengua vasca como elemento común de un pueblo dividido ente dos estados y que habla tres idiomas.

ETA m y la negociación

Sostiene el articulista que ETA militar, después de la escisión de ETA pm, llegará a la conclusión de que no podría vencer al Estado, aunque tampoco perder. De ahí deduce que ETA establece un nuevo objetivo, renunciando a la victoria militar: la negociación con el Estado. Pero aquí de nuevo conviene precisar, si no corregir: ETA m, después de la escisión, más bien se muestra remisa a la negociación directa con el Estado, aunque los contactos existieron. Fue el Estado quien buscó el encuentro en diciembre de 1975, aún con el cadáver caliente del dictador viii. Luego fue la propia ETA pm quien convenció a los milis para que éstos se encontraran con representantes del Estado en una reunión a tres bandas celebrada en Ginebra un año más tarde ix. En ella ETA m dejó claro que no deseaba negociar directamente con el Estado y defendió la postura de que debía ser KAS, colectivo en el que estaba integrada, quien protagonizara el proceso de diálogo. En todo caso el Estado, durante la época de UCD, siguió tratando de negociar directamente con ETA m, hasta que a finales de 1978 alguien decide cortar por lo sano y se atenta contra los máximos interlocutores de la organización vasca: Peixoto y Txomin Iturbe caen heridos, Argala asesinado. El Estado se centrará a partir de ese momento, por un lado en disolver, con la ayuda de Euzkadiko Ezkerra, a ETA pm (a su vez fuertemente dividida al respecto entre los milikis y los zazpikis) y por otro en la vía represiva (incluidos asesinatos) contra el resto de la izquierda abertzale. El triunfo del PSOE supuso la recuperación de los viejos planes que los policías franquistas habían elaborado, siguiendo los manuales de la CIA para luchar contra los comunistas, y la prolongación de la campaña de asesinatos x. En cualquier caso los intentos de diálogo (incluido el proceso de Argel) los ha utilizado el Estado únicamente para lograr que la organización armada decretara la tregua de turno sin ánimo sincero de negociación política. ETA, siempre que accedió a negociar, dirigió sus objetivos a defender, entre otras cosas, aquello que otros grupos políticos de centro y de izquierda abandonaran con una rapidez insólita después de cuarenta años de lucha antifranquista: la ruptura con el régimen totalitario y la creación de una democracia de nueva planta para Hego Euskal Herria y el Estado en su conjunto, desde luego desde su perspectiva nacional. No reconocer el sistema parlamentario reformado convirtió a ETA y a la izquierda abertzale en los grupos políticos más coherentes de entre todos los de la izquierda del Estado.

La inflexibilidad de la izquierda abertzale

Decir, como dice el Sr. Roca, que para ETA la democracia se identifica únicamente con el ejercicio del derecho de autodeterminación, con el reconocimiento de la soberanía y la reunificación territorial es una afirmación gratuita. Sí parece cierto que cualquier demócrata (más si se es de izquierdas) debe defender aquel derecho. ETA, a diferencia del Estado Español, siempre ha asegurado que acatará el pronunciamiento del pueblo vasco en un proceso político de autodeterminación, y la izquierda abertzale también. En este sentido las declaraciones no muy lejanas de José Luis Rodríguez Zapatero diciendo que se respetaría por parte del Gobierno la palabra de los vascos sonó a música celestial a la mayoría de la sociedad vasca, pero inmediatamente después vinieron las matizaciones y rebajas. Es decir, se hizo evidente, una vez más, el engaño.

Prosigue con su lógica argumentativa el Sr. Roca afirmando que para ETA el umbral democrático está en aceptar su plan mínimo: primero la «alternativa KAS», luego la «Alternativa Democrática» y «Ahora el pueblo, ahora la paz». Habría que precisar que algunas de ellas no eran propuestas de ETA sino de una parte de la sociedad vasca, que ETA asumió como suyas. Por otro lado, las iniciativas de la izquierda abertzale, y las de ETA, han ido siendo modificadas a lo largo del tiempo flexibilizándolas según el contexto histórico y político. Comparemos la mencionada alternativa KAS con la reciente propuesta de una autonomía conjunta de la Comunidad Autónoma Vasca y de la Comunidad Navarra, respetando «de facto» el marco constitucional. Más bien habría que interpretar estas alternativas como puntos de partida para la negociación con el Estado. Estado que, éste si, no ha demostrado en sus posturas programáticas la más mínima variación (como bien pudo comprobar ETA pm). No veo cómo en un conflicto entre dos partes sólo haya de ceder una, salvo por victoria militar.

Prueba de la flexibilidad de la izquierda abertzale es la postura de ésta ante las instituciones oficiales, a las que, en opinión de Roca, desprecia. La participación en ellas ha sido objeto de debate muy intenso y, como muy bien se sabe, la izquierda abertzale se ha integrado en su dinámica (cuando se lo permite el Estado). Parece que el autor ha olvidado que en 1989 Herri Batasuna decidió aceptar sus escaños en Las Cortes para acatar (aunque fuera por imperativo legal) las instituciones estatales, tomando posesión de las actas de diputados en el Congreso y presentándose ante el heredero del Caudillo. Pero ni eso. Josu Muguruza cayó asesinado en Madrid en un acto (¿terrorista?) aún no aclarado en todos sus términos por el Estado.

La voluntad aterrorizadora de ETA

Sostiene Roca que «la brutalidad de ETA sobre la población vasca ha generado una espiral que ha suscitado el repudio de sus métodos y disminuido la ayuda a sus acciones». Se deduce de esta frase que la violencia de ETA se dirige contra toda la población vasca, sobre todo el conjunto de la ciudadanía. Pero es un hecho cierto que las acciones armadas de ETA se han centrado fundamentalmente en objetivos concretos: ejército, fuerzas de seguridad del Estado, ertzainas, políticos, etc. Cierto que ETA ha atentado a veces contra población civil, y ello, por cierto, ha originado una contestación en el ámbito de la izquierda abertzale. Cualquiera que vaya a Euskal Herria podrá comprobar que no sólo la población vasca en general no está amedrentada por ETA (salvo algunos grupos específicos) sino que parte de ella (si bien pequeña) experimenta todo lo contrario: es decir, se siente protegida por las acciones de ETA. No olvidemos tampoco que una parte importante de los vascos padece miedo, sí, pero hacia las acciones del Estado. Es cierto que existe repudio contra la violencia de ETA, un repudio sentido en una parte mayoritaria de la población; pero lo que no parece ver el Sr. Roca es el generalizado rechazo de la sociedad vasca hacia las acciones de la otra parte.

Una vez sentado que ETA persigue una política de terror y castigo contra sus conciudadanos, cual jóvenes espartanos a la caza periódica del ilota, es preciso apuntar un motivo: no ser suficientemente nacionalistas. Lo que no nos aclara es qué grado de nacionalismo ha considerado ETA satisfactorio. Supongo que tanto el grupo armado como el Sr. Roca poseen unas escalas bien precisas para calibrar tal nivel. También es de suponer, siguiendo esta lógica, que cuando la población vasca alcance la cuota precisa, ETA decidirá dejar de aplicar el terror. Concedemos que ETA tenga como objetivo matar a aquellas personas que considera forman parte de la maquinaria estatal que sojuzga al pueblo vasco, a la mayoría del pueblo vasco. Concedamos que esa estrategia etarra produzca rechazo pero evitemos lanzar hipótesis dignas de ser acogidas en otro tipo de ámbitos.

Los costes

Afirma Roca que las consecuencias de la estrategia de la «guerra imaginaria» aplicada a lo largo de cuarenta años son tremendas incluso para la propia ETA, y el balance de lo conseguido sólo puede ser calificado de desolador. Los altísimos costes en sufrimiento humano son claros. Aunque de nuevo Roca sólo mira con un ojo: sólo ve las celebérrimas 700 muertes causadas por ETA desde el año 68. El ojo tapado no ve las miles causadas en Euskal Herria por el Estado Español durante los treinta años anteriores, las decenas de muertes producidas durante los cuarenta posteriores, los miles de detenidos, torturados, exiliados antes y después de esa convencional fecha. Los altísimos costes en sufrimiento humano se venían pagando desde tiempo antes de que ETA apareciera. Y hay que recordar que precisamente la «brutalidad» impune del Estado franquista es lo que empuja a la organización a la lucha armada, de la misma manera que la «brutalidad» impune del Estado democrático impide desactivar esa espiral de violencia a la que se refiere el Sr. Roca.

Por tanto no se puede responsabilizar a ETA de dividir a la sociedad vasca. Había sido dividida mucho antes. La dividieron los militares españoles en julio del 36. Parte de la sociedad vasca los secundó. Otra se opuso. Una guerra civil desgarró Euskal Herria. Una guerra que, como en el resto del Estado, partió en dos al país. Esta división fue prolongada por el Nuevo Estado Español al señalar por decreto, por ejemplo, la traición de dos de las provincias vascas. Parece ser que (en este caso sí) el Estado Español no consideró suficientemente nacionalistas a Guipúzcoa y Vizcaya. Parece ser que, aquí sí, se puede hablar de castigo colectivo. Las partes subsistieron durante décadas. Lo que sí se evidencia es que hoy la sociedad vasca aparece menos dividida que hace cuarenta años.

El Sr. Roca cita unos informes que dimensionan en cifras las supuestas pérdidas económicas consecuencia de la violencia de ETA. No vamos a dudar de que se hayan originado. Eso parece evidente. Lo que ya no parece tanto es la objetividad de los informes citados, por lo menos de aquéllos encargados por el señor Garzón, unos informes que fueron planeados, redactados e impulsados con un único fin: dar cobertura pericial a iniciativas judiciales dirigidas a embargar los bienes muebles e inmuebles de las organizaciones políticas y sociales de la izquierda abertzale, con una intencionalidad claramente política. Todo ello planificado desde un tribunal de excepción (la Audiencia Nacional), fuertemente politizado, en un contexto de caza de brujas impulsada por el gobierno Aznar y su aparato mediático, es decir por una de las partes del conflicto. Una Audiencia Nacional, no lo olvide el Sr. Roca, heredera directa del Tribunal de Orden Público franquista y una anomalía de esta democracia «reformada». Ni que decir tiene que esos peritajes sirvieron a su fin, aunque no se muestran como una fuente de información imparcial y objetiva. Aun así acepto que la violencia de ETA ha originado unos costes económicos. Aceptará el Sr. Roca que las agresiones del Estado también, aunque Garzón, siguiendo su dinámica de limpiar la casa ajena y mantener la propia sucia, no haya impulsado ninguna iniciativa al respecto.

El fracaso de ETA

Sigue con el desolador balance: «Desde el punto de vista del objetivo final perseguido: la independencia de Euskalherria, cuarenta años de terrorismo no han conseguido acercarlo ni un milímetro, sino al contrario». Concedamos que ETA no haya alcanzado muchas de sus metas, pero sí ha conseguido logros estimables. En primer lugar poner en un aprieto grave al Estado Español durante años, un aprieto político importante. ETA ha colocado siempre en primer plano de la agenda política el conflicto vasco. En segundo lugar ETA y la izquierda abertzale lograron en un momento determinado integrar en la lucha nacional a una parte no pequeña de la juventud y de la clase obrera llegada del resto del Estado Español. Otro logro ha consistido en servir de modelo de lucha y organización a la izquierda estatal extraparlamentaria frente a la falacia cada vez más evidente del juego político corrupto de los reformistas. También, y a pesar de que lo que sostiene el Sr. Roca, ETA supuso un revulsivo en Iparralde para el despegue del sentimiento abertzale que, aunque minoritario, es creciente, y para el impulso de iniciativas como la recuperación del autonomismo dentro de la República Francesa, o la conciencia de la conservación del vascuence, iniciativas que en Ipar Euskal Herria son mayoritariamente apoyadas tanto por abertzales como por no abertzales, a pesar de las trabas impuestas por el Estado Francés. Introdujo la lucha nacional en la lucha sindical, en la lucha obrera, en la feminista, en la de los barrios, en la lucha internacionalista, en la lucha juvenil, etc. Y por ultimo, el gran logro de ETA ha sido contribuir notablemente a dar el primer impulso, no para la creación, pero sí para el desarrollo y consolidación de la izquierda abertzale, una izquierda socialista, arrebatando la iniciativa de la lucha nacional a la derecha nacionalista.

Los neofranquistas redimidos

Roca dixit: «ETA ha logrado que la derecha centralista asuma los valores que tradicionalmente han sido propios de la izquierda como la libertad, la igualdad y los derechos humanos, mientras que la izquierda que sigue a ETA las ha perdido. En el País Vasco, la derecha es demócrata y la izquierda abertzale es totalitaria». Permítanme que me frote los ojos porque yo no alcanzo a ver este hecho por ninguna parte. Yo veo una derecha orgullosa de su tradición franquista, sabedora de su condición de vencedora aún hoy, sobre todo hoy (no solamente en el País Vasco sino en el resto del Estado) que apoya e impulsa medidas contra la libertad de los ciudadanos en todo el Estado, entre ellos los ciudadanos vascos. Veo una derecha que no respeta la igualdad jurídica (supongo que el Sr. Roca se refiera a ésta), a no ser que llamen igualdad al hecho de que sus partidarios puedan votar al Partido Popular y los seguidores de Batasuna no; o al hecho de que en Navarra (donde gobierna esa «derecha centralista-regionalista») los euskaldunes no disfruten de los mismos derechos para hablar su idioma materno que los erdaldunes. No veo a una derecha defensora de los derechos humanos en aquella que condecora a los represores franquistas colaboradores del régimen nazi xi. Parece ser que para el Sr. Roca democrático es aquel grupo político que ilegaliza a otros; es democrático aquel grupo político que indulta a vulneradores de derechos humanos. Y suponemos que es totalitario aquel que no renuncia a la defensa del derecho de autodeterminación y aquel que, a pesar de solidarizarse con las víctimas de ETA, no condena explícitamente la lucha armada. Claro que por esta razón deberíamos tachar de totalitarios a la inmensa mayoría de los movimientos de liberación nacionales, a buena parte de los grupos políticos y a absolutamente a todos los Estados del planeta, incluido al Español.

La izquierda destrozada por ETA

La izquierda ha sufrido un destrozo. Concedido. Estoy de acuerdo que la izquierda ha sufrido un daño por la práctica de la lucha armada, y de hecho ésa es una de las razones por las que ahora no tiene sentido. Además, desde el punto de vista estrictamente militar, la estrategia armada de ETA ha seguido una línea completamente equivocada, puesto que ha contribuido a distorsionar la percepción del conflicto desorientando con ello no sólo a la base popular de ETA sino a algunos sectores más o menos «neutrales».

ETA, según el Sr. Roca, ha llegado a subordinar hasta hacerlo desaparecer el antagonismo entre capital y trabajo en el País Vasco. Creo más bien que quien ha protagonizado principalmente la disolución de este antagonismo ha sido el resto de los partidos de la presunta izquierda, en particular el PSE-PSOE (con los antiguos etarras de Euskadiko Ezkerra). Y aquí es donde hay que buscar la causa del verdadero destrozo de la izquierda: en la asunción entusiasta de los principios de la política neoliberal, del engaño y la mentira por parte del que parecía ser el principal partido de la izquierda estatal, el PSOE. La izquierda abertzale y ETA han proseguido con la batalla y el enfrentamiento de los trabajadores contra el empresariado y contra el capital vasco. La izquierda abertzale no ha hecho desaparecer ese antagonismo sino que lo ha unido a la lucha nacional.

¿Conflicto?, ¿qué conflicto?

Concluyendo: el artículo del Sr. Roca adolece en su análisis (además de una sobreabundancia de adjetivos impropios) del defecto básico de la izquierda y el centro estatalistas (y, por supuesto de la derecha): la negación de un conflicto de naturaleza política que enfrenta a la mayor parte de la sociedad de Hego Euskal Herria con el Estado Español; la negación, por tanto de que existen dos partes enfrentadas; la negación de que la violencia de ETA es la expresión violenta de ese conflicto; la ocultación de la violencia estatal; el olvido de las víctimas del Estado; la ceguera ante una demanda popular mayoritaria por el ejercicio del derecho de autodeterminación y, lo que resulta gravísimo para la izquierda estatal, el abandono de un principio básico: la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos, de todos los pueblos que lo demandan, entre ellos el vasco.

Notas

i Sobre el término Euskal Herria se puede consultar el informe de la Real Academia de la Lengua Vasca, Euskaltzaindia de fecha 18 de julio de 2003. En este artículo este término y el castellano País Vasco designan una misma realidad territorial, es decir los siete territorios históricos donde se habla vascuence.

ii Akordagoikoetxea, Jon (Director): Hiztegi Handia. Castellano-Euskara. Euskara-Gaztelania, Spes Editorial, S.L., Barcelona, 2002. Para aclarar al lector erdaldún, lucha de clases se dice en vascuence «klase borroka».

iii Ver por ejemplo Collins, J. y Glover, J.: Lenguaje colateral. Claves para entender una guerra, Ed. Páginas de Espuma, Madrid, 2003.

iv Puedo seguir, por ejemplo, valorando la utilización de otra expresión, «anexión de Navarra», pero no deseo dilatar la cuestión. Aunque no quiero desaprovechar la oportunidad para ofrecer, en lo que a Navarra se refiere, otro término (que obedece a la mitología diabólica de Occidente) aún no utilizado por ciertos agitadores que, desde estas páginas, regalo con entusiasmo: «Anschluss». Aun así encarezco a que antes de ser empleada, se consulte algún libro de historia contemporánea de Austria.

v Citado en Bruni, Luigi: ETA. Historia política de una lucha armada, Txalaparta, Tafalla, 2001, p. 77. En esta cita de Zutik se puede comprobar que tal publicación, al contrario de lo que deja entrever Roca, no es un mero «boletín oficial» de la organización armada, sino que cumple el papel de órgano de debate entre las diferentes sensibilidades ideológicas que confluyen en ella, entre las cuales, cómo no, aparece la que puede asimilarse al nacionalismo etnicista.

vi Id., p. 41. Por otro lado debería aclararse el concepto de «etnia», y lo que es más importante, la evolución histórica de su significado en los últimos 50 años.

vii Íd., p. 58.

viii Egaña, I. y Giacopucci, G.: Los días de Argel. Crónica de las conversaciones entre E.T.A. y el Gobierno español, Txalaparta, Tafalla, 1992, pp.38-40.

ix Ugarte, Á con Medina, F.: Espía en el País Vasco. Memorias del primer hombre que negoció con ETA, Plaza y Janés, Barcelona, 2005, p. 235.

x Aún así en 1982, se intentó algún nuevo contacto con ETAm, frustrado por la policía francesa. Ver Egaña, I y Giapocci, G.: Op.cit., pp. 45 y ss.

xi Me refiero a Melitón Manzanas.