¿Cortina de humo azul?
Los llamados a marchas «por la vida», las desesperadas prédicas desde los púlpitos del país y las amenazantes llamadas telefónicas a legisladores que votarían a favor de ampliar las causales de aborto en el Distrito Federal indican que los sectores conservadores de la sociedad mexicana, incluida la Iglesia Católica y el Partido Acción Nacional (PAN), junto con Felipe Calderón, están decididos a crispar el ambiente político mexicano.
Cuatro causas permiten el aborto en el DF: violación, riesgos a la salud de la mujer, daño congénito al feto e inseminación artificial no consentida.
A ella se pretende sumar una quinta, que será votada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) a mediados de abril: consiste en que el aborto se lleve a cabo en las 14 primeras semanas, en que «a juicio de la mujer no interrumpir el embarazo afecte su proyecto de vida», como explicó a Cimacnoticias el diputado Jorge Díaz.
El debate es básicamente el mismo, desde hace muchos años: por un lado, los opositores a legislar sobre el derecho al aborto alegan la defensa de «los derechos humanos de las personas» (sic), la idea de que el cigoto es «una persona humana» (sic) y la obstinación por pensar y pro decidir sobre el cuerpo de las mujeres.
Y, por otra parte, la defensa de un derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo; el reconocimiento de que el aborto es un problema de salud pública y la obligación del Estado a garantizar el ejercicio de los derechos humanos.
De ambos lados se invoca la Constitución: el Artículo 14, según el Episcopado mexicano, estaría prohibiendo el aborto, porque «nadie podrá ser privado de la vida».
El Instituto de las Mujeres del Distrito Federal recuerda que el Artículo cuarto señala como una garantía individual de las mujeres y los hombres el derecho de toda persona a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos. Y argumenta también, con gran razón, la laicidad del Estado mexicano.
HOY, HOY, HOY
El hecho es que hoy morirán de 2 a 3 mujeres en el país por «causas relacionadas con la maternidad» y serán mil las que fallezcan en el 2007.
Y mueren también en el Distrito Federal, porque aquí se realiza el 14 por ciento de los abortos ocurridos en todo México, dice la organización IPAS México. 60 mil abortos en 2006.
El aborto es la tercera causa de muerte materna en la capital de la República.
Hoy mismo, 547, quizá 548, mujeres están abortando. No es extraño, porque, 80 por ciento de las mujeres no deseaban tener un hijo al momento de embarazarse, según la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica 2006 e IPAS México.
Es también un asunto de dinero, han repetido una y otra vez las organizaciones de mujeres y lo saben quienes han pasado por la experiencia del aborto: no es lo mismo una intervención en una clínica de prestigio que utilizando ganchos para tejer o tés venenosos. La salubridad cuesta.
Y lo padecen sobre todo las jóvenes, porque el 26 por ciento de las mujeres que abortan tienen entre 15 y 20 años de edad; 30 por ciento entre 21 y 25 años y 25 por ciento cumplieron entre 26 y 30 años.
De la economía proviene el hecho de que el aborto sea un problema de salud pública: su práctica clandestina trae consecuencias de salud que pueden llevar a la muerte a quienes no querían ser madres. Tercera causa de muerte también en el ámbito nacional.
Y AYER
Nadie, dice una periodista latinoamericana, se embaraza para abortar y nadie lo hace con felicidad, porque es una situación extrema, un recurso desesperado ante una realidad adversa.
Es un hecho histórico: en el siglo XVI, con la conquista, las mujeres preferían abortar, dicen las crónicas; en el siglo XX, en los campos de concentración nazis, las mujeres abortaban. Un recurso extremo ante el sometimiento, ante la injusticia y la pobreza. Una medida desesperada ante el hoyo negro del futuro incierto.
Las mujeres que abortan en México son, en su mayoría, madres, casadas y católicas, indican las cifras oficiales, con o sin llamados desde el púlpito o excomuniones, con o sin marchas de vestidos blancos, con o sin leyes, con o sin debates y amenazas telefónicas.
¿Para qué crispar entonces el ambiente? ¿Por qué el «posicionamiento» de Calderón ante una reforma local? ¿Por qué las amenazas telefónicas? ¿Por qué el terrorismo azul?
En este contexto de histerias conservadoras, corre un chiste cruel en la Ciudad de México: «la iglesia se opone al aborto, porque se quedará sin niños a quienes abusar».