«Si tienes prisa, ya estás muerto», avisan en Colombia. El exceso de velocidad, tan natural en estos tiempos que vuelan, conduce raudo, y antes de hora, a la tumba. Se hace camino al correr, predican los dueños del futuro. Cuanto más rápido, mejor. Así nos va. Sin tocar tierra. Sin plantar la mirada. Velocidad: […]
«Si tienes prisa, ya estás muerto», avisan en Colombia. El exceso de velocidad, tan natural en estos tiempos que vuelan, conduce raudo, y antes de hora, a la tumba. Se hace camino al correr, predican los dueños del futuro. Cuanto más rápido, mejor. Así nos va. Sin tocar tierra. Sin plantar la mirada.
Velocidad: 150 metros por segundo. V150. Un campo y medio de fútbol, en un parpadeo. De Bilbao a La Coruña, unos 540 kilómetros, en una hora. El Proyecto V150 ha batido el récord de velocidad ferroviaria. Un tren francés, un TGV, alcanza los 574,8 km/h en un punto de la línea París-Estrasburgo y la hazaña, retransmitida en directo por los informativos de las principales televisiones galas, dispara la autoestima nacional. Francia acelera y gana.
La prisa mata, a las personas y a los pueblos. AHT Gelditu! Elkarlana, la Asamblea contra el TAV, el Tren de Alta Velocidad vasco, llama a parar el TAV, «un proyecto antisocial, antiecológico, despilfarrador de recursos e inapropiado para Euskalherria». La mayor y más cara infraestructura jamás proyectada en este país, 6.000 millones de euros, «acentuará el desequilibrio territorial, pues sólo contempla la conexión rápida entre capitales» y «no solucionará los graves problemas de tráfico y transporte existentes, pues desatiende los desplazamientos intracomarcales, el 97% de los desplazamientos diarios motorizados». Centenares de personas y colectivos han firmado ya (www.ahtgelditu.org) su manifiesto.
Elías Contreras, indígena zapatista, reflexiona sobre el pausado caminar de los caracoles. «Resulta que en ese tiempo el tiempo iba muy despacito, entonces el caracol iba rápido en ese tiempo. Y lo que pasó es que, cuando el tiempo se cambió de tiempo, no le avisaron a tiempo al caracol. Entonces el caracol no camina despacio, lo que pasa es que tiene otro tiempo». Y otra belocidad, con b de bicicleta. «A los siete años mis padres me regalaron una bicicleta y nunca me volvieron a ver», cuenta Paul Morand, viajero de los viajeros. Vamos despacio, sí. Y vamos lejos.