El rey Juan Carlos I, elegido español de la historia Con independencia de que las encuestas sólo sirven para ratificar lo que todo el mundo sabe o para descubrir lo que a nadie le importa, Antena-3, a falta de mejores ideas, organizó una encuesta para determinar quién es el español de la historia. Y no […]
Con independencia de que las encuestas sólo sirven para ratificar lo que todo el mundo sabe o para descubrir lo que a nadie le importa, Antena-3, a falta de mejores ideas, organizó una encuesta para determinar quién es el español de la historia.
Y no voy a entrar en lo excluyente de una inquietud que no parecía interesarse por las españolas, al margen de que algunas lograran colarse entre las respuestas, ni en el absurdo de pretender que a una pregunta idiota le sobreviva una respuesta inteligente.
En cualquier caso, la Casa Real, en la persona de Juan Carlos I, se llevó el título, convirtiéndose en el «español de la historia», en la primera y principal referencia de la historia de este reino, por delante de la reina (4), del príncipe (7), de Felipe González (10), de Zapatero (16), de Franco (23), y de Lola Flores (24).
Ni los muchos negocios plebeyos que su realeza administra y disfruta, ni sus problemas de dicción que el alcohol no disimula, ni sus repetidos accidentes o desapariciones han restado credibilidad a su imagen en el corazón de sus súbditos.
Tampoco sus incomprendidas hazañas por los Cárpatos en la cacería de osos drogados y de otras especies en vías de extinción han servido para poner en entredicho la admiración que el pueblo dispensa a su monarca, esa pasión con que vive y acompaña sus vacaciones de invierno y de verano, sus descensos por los Alpes y sus regatas por el Mediterráneo, ese entusiasmo con que celebra los augustos advenimientos y enlaces de más príncipes y princesas, esa fascinación por la nobleza que con tanto mimo respetan y sirven los medios de comunicación.
Sin embargo, por una vez, las encuestas, además de confirmar lo sabido o revelar lo que a nadie le importa, han servido, también, aunque no fuera ese su propósito, para establecer una medida, tan rigurosa como la que se desprende de los tres mil ciudadanos entrevistados, sobre la salud mental de los españoles.
Y si a alguien se le antoja que el resultado obtenido, sea por la encuesta o por la medición, es patético, quizás pueda reconfortarse sabiendo que entre los primeros veinte de la lista no figura ningún futbolista y que ante encuestas semejantes practicadas en Estados Unidos, Alemania o Portugal, los triunfadores fueron Ronald Reagan, Adenauder y Oliveira Salazar.