Se venden millones. Parecen la tecnología más eficiente, «imprescindible», inofensiva. Su propaganda con modelos publicitarios está siempre en todo medio de difusión masiva. Parece que no hay nada malo en tenerlos, regalarlos… Pero muchos podemos ser sin querer cómplices de los que están destruyendo a la segunda área verde del planeta después del también amenazado […]
Se venden millones. Parecen la tecnología más eficiente, «imprescindible», inofensiva. Su propaganda con modelos publicitarios está siempre en todo medio de difusión masiva. Parece que no hay nada malo en tenerlos, regalarlos… Pero muchos podemos ser sin querer cómplices de los que están destruyendo a la segunda área verde del planeta después del también amenazado Amazonas: las selvas y bosques del Congo, centro enorme de biodiversidad y hogar de innumerables especies, ahora severamente amenazadas. Este informe explica por qué. La tragedia que se oculta detrás de los teléfonos celulares.
Las montañas orientales del Congo son una región de diversidad biológica inmensa donde viven animales en mucho peligro de extinción (hipopótamo, rinoceronte, bonobo, okapi, y uno de nuestros parientes más cercanos: el gorila de montaña (Gorilla beringei). El Parque Nacional de Virunga y sus zonas aledañas, de este lugar estamos hablando, eran hasta hace poco uno de los lugares más bellos y luminosos de la Tierra, un paraíso, pero la codicia de algunos hombres y de empresas multinacionales, pueden acabar rápida y definitivamente con este paraíso y, por supuesto, con el legendario gorila de montaña (a cuyo servicio y estudio, en ese lugar, estuvo dieciocho años la célebre zoóloga Dian Fossey, hasta que fue asesinada).
Coltán y niobio. ¿Qué son? Cobalto y uranio son más conocidos. Más todavía: oro, diamantes, cobre y estaño. Son todos minerales que hay en las montañas de esta región de la República Democrática del Congo (RDC), en áreas que por ser parques nacionales – declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO – deberían ser zonas protegidas.
Pero no lo son (aunque algunos fueron asesinados por defenderlas, sólo en el Volcán Virunga mataron casi cien guardaparques), y la desolación que cada vez hay mas en el lugar hace ver la crueldad de estas multinacionales y la hipocresía internacional -que se lava las manos en vez de elegir el cuidado de la vida en vez del «progreso» comercial tecnológico.
¿Para qué se usan los cuatro primeros minerales que nombramos? El coltán, abreviatura de colombio – tantalio, está en algunos suelos de una antigüedad de tres mil millones de años, como aquellos de la región del Valle de la Hendidura de África. Se usa con el niobio para fabricar los condensadores para manejar el flujo eléctrico de los teléfonos celulares. Los otros dos, cobalto y uranio, son elementos esenciales para la industria nuclear, química, aerospacial y de armas de guerra. Los dos primeros prácticamente sólo se encuentran en esta región del mundo (alrededor del 80% de las reservas mundiales de coltán están en el Congo).
Por el control – sobre todo – de estos cuatro minerales escasos hay en África una guerra tremenda. Desde 1996, esta nación vive una tragedia donde (según Amnistía Internacional) ya murieron más de 3,9 millones de personas por las invasiones y guerras patrocinadas por los poderes multinacionales para controlar la minería de la región.
El motivo del genocidio es estos minerales que buscan las corporaciones.
En 1996, EE.UU. patrocinó una invasión de fuerzas militares de las vecinas Rwanda y Uganda. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército rwandés comenzó a ganar más de 20 millones de dólares por mes con la minería del coltán. Aunque el precio del metal ha caído, Rwanda mantiene su monopolio de la explotación y comercio del metal del Congo. Hay cientos de informes sobre abusos de los derechos humanos en esa región minera. El coltán sale de las minas a puestos comerciales clave, donde lo compran mercaderes extranjeros que lo envían al exterior, principalmente a través de Rwanda. Las empresas con capacidad tecnológica suficiente convierten al coltán en el codiciado tantalio en polvo y lo venden a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros fabricantes que lo usan en teléfonos celulares y otros aparatos de tecnología «de punta».
El periodista Keith Harmon Snow, de Z-Magazine, enfatizó en un artículo reciente que cualquier análisis geopolítico del Congo y de las razones por las que viene sufriendo una guerra casi inacabable desde 1996, requiere una comprensión del crimen organizado por negocios multinacionales. La guerra del Congo se formó con las inversiones de corporaciones multinacionales de EE.UU., Alemania, China y Japón en la región, sus ejércitos y los cuerpos supra – gubernamentales que los apoyan.
Según Snow el proceso está apoyado en todos los niveles por las más grandes corporaciones, que incluyen a la Cabot Corporation y al OM Group, de EE.UU; a la HC Starck de Alemania; y a Nigncxia, de China. Todas éstas tienen vínculos con el Panel de Expertos de Naciones Unidas para las atrocidades en la RDC. Las redes criminales preparadas y mantenidas por esas compañías multinacionales hacen extorsión, soborno, violación y matanzas.
Esas corporaciones tienen beneficios sin precedentes con la minería del Congo – hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC-, pero casi nunca se menciona a estas compañías mineras en los informes sobre derechos humanos.
Un trabajo de otro periodista que usa el seudónimo Sprocket dice que Sam Bodman, ejecutivo máximo de Cabot durante el boom del coltán, fue llamado por el Presidente Bush en diciembre de 2004 para ser Secretario de Energía. Bajo la dirección de Bodman, de 1987 a 2000, Cabot fue una de las más grandes contaminadoras de EE.UU., lanzando 60.000 toneladas anuales de emisiones tóxicas transportadas por el aire.
Keith Harmon Snow añadió que Nicole Seligman, vicepresidenta ejecutiva y consejera general de Sony, fue consejera legal de Bill Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton pasaron a puestos altos en Sony Corporation.
Un artículo reciente firmado por Snow y David Barouski, detalla el tejido de corrupción estadounidense y los variados conflictos de interés entre corporaciones mineras como Barrick Gold (la misma que con el apoyo del gobernador Gioja llegó hace poco a la provincia argentina de San Juan) y el gobierno de EE.UU. bajo George Bush (padre), Bill Clinton y George W. Bush.
En todo esto participan también distribuidores norteamericanos de armas como Simax y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, llamadas «proveedores de Defensa» como Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel.
También participan las organizaciones pseudo humanitarias como CARE, que es financiada por Lockheed Martin; el Comité de Rescate Internacional (International Rescue Committe), que tiene a Henry Kissinger en su consejo de inspectores; «Conservation», cuyos intereses mantienen la vanguardia en la penetración occidental en África Central; y empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación de circulación nacional como The New York Times.
Sprocket cerró su artículo sobre el genocidio y la tragedia ambiental del Congo señalando que no es sorprendente que esta información no esté incluida en los folletos y manuales que vienen con los teléfonos celulares, computadoras o joyas de diamante. Los teléfonos móviles -sugiere Sprocket- deberían traer etiquetas en rojo que dijeran:
«¡Advertencia!: Este artificio se creó con materiales crudos del África central, minerales raros, no renovables, vendidos para consolidar una guerra sangrienta de ocupación que también ha causado la eliminación virtual de especies expuestas en peligro de extinción. Cuando usted compre un teléfono celular, sepa lo que está comprando. ¡Que tenga un buen día!»
La gente necesita comprender – dice Sprocket- que hay una relación directa entre estos aparatos cada vez más «avanzados» que hacen más cómodas y modernas nuestras vidas, y la violencia, desorden y destrucción que están arruinando este mundo.
Actualización de Sprocket
Hay grandes fortunas que se han hecho fabricando electrónica de alta tecnología, vendida a conveniencia para que la disfruten los consumidores norteamericanos y europeos, los japoneses y los ricos y los «nuevos ricos» de Latinoamérica, China y la India, pero ¿a qué costo? Los conflictos en África se tapan con la desinformación, en EEUU y a otros intereses occidentales rutinariamente se les baja el perfil o se omiten en los grandes medios de comunicación corporativos.
El 5 de junio de 2006, la historia de tapa de la revista Time titulada «Congo: El Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo» no fue ninguna excepción. Aunque el artículo mencionó brevemente al coltán y su uso en los teléfonos celulares y en otros aparatos electrónicos, no dijo nada sobre el resultado de ésta y otras materias primas de la región en que se hace esta guerra. La historia periodística describió la guerra como una tragedia lastimosa y horrible, pero sin decir nada de las actividades de las corporaciones y de los gobiernos extranjeros que formaron la violencia, ni de los que sacan de esta guerra resultados financieros y políticos muy convenientes para ellos.
En un artículo escrito por Johann Hari y publicado por The Hamilton Spectator el 13 de mayo de 2006, los medios de comunicación corporativos dieron un paso en dirección a la verdadera razón de la tremenda cantidad de cadáveres que continúan amontonándose en la República Democrática del Congo: «El único cambio a través de las décadas ha sido cuales recursos naturales se sacan para consumo occidental: caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y ahora coltán y casiterita».
Lo más perturbador de todo esto en los medios de comunicación corporativos es que no dicen nada de que este conflicto llevó a la población nativa a una vida no-humana. Incluso, reconociendo la importancia del mantenimiento de las especies en peligro, como el gorila de las tierras bajas orientales, casi llevado a la extinción por la cacería, se considera muy poco la pérdida del hábitat de los lugareños desplazados de sus aldeas por la guerra, ni el aspecto ambiental de la historia.
El próximo paso, una vez entendida la explotación y la violencia introducida entre los habitantes de África central, es responsabilizar a corporaciones como Sony y Motorola de alimentar con el hambre y la destrucción los juguetes de alta tecnología que consumen EEUU. y las clases opulentas del Mundo. Estas corporaciones no desean movimientos de protesta que empañen su reputación. Y sobre todo, tampoco desean llamar la atención hacia el coltán que mata a los gorilas, ni sobre las guerrillas que subvenciona.
Esta civilización moderna tiene que darle más valor a los seres vivientes, sean gorilas o humanos, que son afectados por la fabricación de los juguetes habituales de alta tecnología, como los teléfonos celulares. Hay que exigirle una existencia más compasiva a las empresas corporativas que crean mercados destructivos, y al sistema de medios de comunicación que ha fabricado nuestro consentimiento.
No se trata de cuestionar el uso de los teléfonos celulares (aunque ésa sería una gran solución). Lo que debemos cuestionar es la apropiación de nuestro planeta por un modelo que consume los recursos, en vez de respetar la vida de los hogares y las comunidades.