Vanesa fue durante años corresponsal de EITB en Francia, hoy es una locutora de telediarios que subraya con sus gestos y dientes largos las noticias. Hay locutores del PNV, constitucionalistas, antiabertzales y hay también algunos normales. Que son quienes leen el guión sin espasmos. Supuestamente había dudas sobre el origen del incendio en el aparcamiento […]
Vanesa fue durante años corresponsal de EITB en Francia, hoy es una locutora de telediarios que subraya con sus gestos y dientes largos las noticias. Hay locutores del PNV, constitucionalistas, antiabertzales y hay también algunos normales. Que son quienes leen el guión sin espasmos. Supuestamente había dudas sobre el origen del incendio en el aparcamiento de coches de Baracaldo, con querencia indisimulada por parte de los cabestros de turno de atribuirlo a los rebeldes e insumisos al poder. Pues no. Y de mala gana hubo que rebobinar. Y Vanesa, que por lo visto se vio defraudada, comentó de mala leche la noticia: «el de Baracaldo no pero… el de Hernani sí» (que fue en fechas anteriores). Sin embargo Vanesa comentando el fraude cometido en Irún por el peneuvista Bravo no aludió al PNV, experto en este campo, recordándonos por ejemplo que: «también el PNV metió mano en la caja pública con el negocio de las máquinas tragaperras». Me acordé de los ricos cafés de antaño servidos en muchos bares de Bilbao. Con los camareros actuales el café ha perdido aroma. El camarero de verano es estudiante en primavera y quizá zapatero en invierno. En nuestros días el buscarse la vida significa, muchas veces, desfile de oficios y conlleva con frecuencia una cierta sumisión, chico para todo, un reír las gracias al jefe de turno. No sé si es el caso de Vanesa, pero el label de personalidad nunca fue fácil, como ya en la segunda mitad del siglo XVI lo demostró Giordano Bruno o, en nuestros días, Arnaldo Otegi o Eva Forest por citar tan solo un ejemplo de antes y dos de ahora.
El 4 de junio Noticias de Navarra, Gipuzkoa y Álava nos desayunaban con un editorial conjunto, de empresa, titulado Tierra quemada. Y se acusaba con trazo grueso «a la izquierda abertzale oficial de ser interlocutor de poco fiar por su frívola falta de discreción… y desvelar supuestos acuerdos«. Y sorprende que esto censure y no más bien loe un medio de comunicación, que supuestamente trata de informar e informar bien a los lectores de lo que realmente ocurre. Porque yo sí quiero saber si se han reunido o no las partes, si ha habido acuerdos o si tan sólo son «supuestos», y en qué medida se nos ha o se nos está engañando. Porque yo si espero y no quiero esperar en vano. Y quiero conocer quién nos ha defraudado en este año de esperanza. Porque como a Günther Anders tampoco a mí me gustaría llamar cobardía a esa esperanza. Me pareció que Tierra quemada ennieblaba y restaba credibilidad a la información de esos periódicos. Yo agradezco de verdad a la izquierda abertzale y a Gara el que se nos informe del proceso y los contactos, de los desplantes, silencios y negaciones, de que el gobierno no viera prioritario el acuerdo político, de que el acuerdo de 2005 que dio pie al alto el fuego fuera incumplido en su totalidad. Yo sí quise saber qué hizo el PNV en la reunión de Loyola. Sin duda alguna, quienes más pasos dieron en este proceso, mayor interés mostraron y más se movieron fueron ETA y la Izquierda abertzale. De eso no cabe ninguna duda tras la lectura de los documentos aportados hasta ahora. Y me alegro de que así fuera.
En la constitución de los ayuntamientos del 16 de junio estuve ante las puertas de la casa consistorial de Lekeitio: 6 del PNV, 5 de la ilegal ANV y 2 de EA. Vi a un puñado de ertzainas, embozados, con armas y dinamita, defendiendo a la Audiencia nacional y a un numeroso grupo de lekeitiarras reclamando respeto a la decisión del pueblo. A esto, al reclamar lo suyo, Vocento y otros medios tildan de amenaza, violencia, coacción y no sé si de terrorismo. Más bien la verdad es lo contrario: son los medios y los burukides los que violentan a concejales sensatos a perpetrar el robo contra lo ciudadanos del pueblo. Los mismos concejales del PNV y EA se resisten a seguir las indicaciones de sus partidos. Se oponen a que se les imponga el usurpar los asientos de sus convecinos por mucho que ordene Madrid o se amenace con castigos futuros desde Sabinetxea. Parafraseando a Gabriel Albiac diríamos que estos «demócratas» no son una broma. Por mucho que lo repitan. Ni siquiera una broma pesada. Son una vergüenza. Callarlo sería más vergüenza todavía. Vergüenza para el pueblo, para quienes les propusieron, para quienes les votaron, ellos sabrán por qué.
«Hay periodistas indecentes y colaboradores de periódicos que se ven obligados a comulgar con ruedas de avión y a bajarse las bragas ante personajes como Jesús de Polanco y el propio Cebrián, por conservar un cagado rincón en el gallinero desde el cual cacarear», dice Manuel García Viñó en su libro El País. Lo mismo se podría decir también de algunos colaboradores de El País en el País Vasco. El profesor Juan Risaco Condobrín decía a propósito de Vázquez Montalbán, al poco de su muerte, lo que se podría decir de escritores que antes fueron al menos rosa y luego se volvieron grises y pardos cuando en sus vidas asomó «primero el desencanto, después la integración, más tarde la frivolidad y finalmente, quizá, el cinismo, es decir, el escepticismo absoluto y los juegos de ingenio. La industria cultural no tolera ninguna libertad: la integración en el sistema transforma a los mejores ingenios en ingeniosos, a lo más inteligentes en frívolos comentaristas. Algún día se estudiarán los itinerarios intelectuales de tanta gente inteligente que no fueron capaces de resistir los ataques de la bestia. Unos, porque se vendieron; otros, los peores, porque era eso lo que buscaban: venderse. Hubo otros, en fin, que lucharon y, aunque sucumbieron, dejaron en sus obras las huellas de su lucha y también de su decadencia y su claudicación». Todos ellos son los que van doblando el espinazo a golpe de tecla, son los denominados lameculos. Por eso, en este inicio de verano y a pocos días de los Sanfermines, un brindis por los periodistas, concejales, escritores, taberneros, jóvenes y mayores… que son viento de libertad en la profesión y aportan dignidad a la vida.