Cianótico cojea el viento por entre las avenidas, moreteado y monótono se arrastra entristecido de si. Lo que antes fue caballo alado transparente, ahora es lobo leproso que muerde las gargantas pequeñas, que tienen manitos pequeñas y no pueden defenderse. Vestido de suciedad y sociedad moderna ajena, paga caro no ser canjeable por dinero, paga […]
Cianótico cojea el viento por entre las avenidas, moreteado y monótono se arrastra entristecido de si.
Lo que antes fue caballo alado transparente, ahora es lobo leproso que muerde las gargantas pequeñas, que tienen manitos pequeñas y no pueden defenderse.
Vestido de suciedad y sociedad moderna ajena, paga caro no ser canjeable por dinero, paga horrendas cargas sobre su esqueleto de brisa por ser público, colectivo, libre y popular.
Ciertos señores, al no poder encadenarlo, al no poder atarle grilletes y sumar ganancias privadas a costa de sus costillas transparentes, expectoran hollín sobre su extremidades, y ceniciento de alegrías, tiznado de impotencia, entrega su cuerpo en un ritual milenario, a sabiendas que su vaho viene infectado de un moho gris y forastero, como hostia estropajo sagrado y traslúcido de purezas.
A ratos estruja un racimo de nubes colgadas, buscando lavarse el rostro lleno de cardenales extranjeros sobre el núcleo central de si mismo.
Y los corredores llenos de niños ahogándose, son un atajo al infierno, un pasillo de pesadillas por donde observar la impotencia y la ineficacia inducida adrede por los recolectores de ganancias que no ven negocio en curar sólo por curar.
Y en esos claustros blanquecinos, amarillos, desvencijados, las madres besan a sus hijos y esos besos van envueltos en suspiros buscando llevarles el oxigeno que tanto les falta, y éstas se arrancan fragmentos de aire de sus propias entrañas y alimentan a sorbitos a esos pajaritos que se les mueren entre los brazos.
Y la interminable espera, y la rabia y la impotencia es la cuna donde se mecen todos los miedos, su querubín se le ahoga. Una mano ajena estrangula y tritura la nuez de sus cuellos.
Y los niños comienzan a probar desde niños, el filo de la navaja del explotador sobre sus gargantas.
Comienza a bajar la bandera de sus ojos a media hasta y ella no quiero duelos, ni fallecimientos y espanta a la muerte con un abanico de sonrisas tiernas, y le canta y le cuenta historias y le habla y le dice que todo va a estar bien.
En cuclillas, casi arrodillada, la respiración terrestre observa todo escondida detrás de una ventana, y se seca las mejillas teñidas de higo envenenado amargo y marchito con un par de nimbos prestados, mientras el dique de sus ojos se rompe despacito en interminables grietas, fisuras y hendiduras que nadie ve.
Porque en este hospital pobre de país pobre, todos lloran, los que ríen lloran, los que hablan lloran, los que se esconden en los casilleros y vestuarios a enjuagarse la impotencia con agua propia, lloran.
Los horarios de negreros, las peripecias de siempre, la improvisación, las mentiras blancas, la siembra de úlceras por doquier, la falta de recursos e insumos, las peleas evitables e inevitables, los reclamos justos e injustos, los sueldos miserables, el deterioro de los instrumentos, las paredes húmedas, las ventanas y puertas oxidadas, la pintura descascarándose por todas partes..
Y las manos son pocas, los doctores son pocos, las enfermeras son pocas, las camas son literas traídas desde alguna cárcel de animales, y las mascarillas escasean, y los tubos son grandes caros y escasos y falta de todo, sólo la desgracia abunda en este hospital para pobres.
Niños pobres que no valen ni la mitad de lo que valen los otros. Que aprendan desde críos la palabra espera, como espera han tenido sus padres, como espera han tenido sus abuelos y todas las generaciones que aguardan una vida mejor.
El aire limpio se paga, sino quédate en esa cámara de gas que se ha convertido la ciudad, donde largas hileras de seres humanos franquean una cortina de humo que corta y surca la respiración.
Que se te llene y rellene el cuerpo de piedras invisibles que enrojecen la loza de tus ojos, que el hollín invisible se anide como piojo negro regalado y esparcido por máquinas, automóviles y fábricas que vomitan el humus inherente de la modernidad de plomo sobre tu pelo.
En este pasillo del dolor, en este Hospital Pobre de País Pobre, todo falta, sólo la desgracia abunda.
Y la tos viene cargada de flema empapelada de ceniza, tos que es el grito de auxilio, primario y de alerta de pulmones cansados de seres extraños que allanan sus dominios y se cuelgan como murciélagos nauseabundos sobre la casa aérea de su plantaciones de oxígeno sobre la sangre, esa que riega las arterias tapizadas de barricadas humeantes, ésa que debería correr a torrente infinito sobre las praderas internas pero que, sin embargo, no puede.
El tufo infernal que producen los automóviles es una de las grandes causas de la contaminación, miles de bocas inmundas repartiendo su halitosis monóxidica de carbono y su cubo de carbón imperceptible sobre el espacio.
La lengua del viento es papel lija que raspa los cuerpos despojados de armaduras.
Imagino una ciudad sin automóviles, ninguno, ninguno de ellos. ¿Cuánto espacio ganaríamos?
Y las casas pobres mal hechas, construidas con lo que se encuentra, con lo que sea, con lo que Dios mande, donde el frío adorna cada rincón, donde las sábanas, los muebles, la ropa y hasta los sueños y anhelos están húmedos y congelados, sumado a las bajas temperaturas que obligan a esos mismos pobres a encender estufas viejas y defectuosas, braceros, hornos, fogones, y cocinillas, anafes, fogatas, piras, y todo lo que arda, asfixiando más y más todos los rincones.
Hacinados, amontonados como bestias pobres que viven en establos llamados casas se transmiten unos a otros mil gérmenes y gripes y virus que bailan y se mudan de garganta en garganta.
En el invierno la pobreza se nota más. Y en ese mismo invierno las enfermedades respiratorias recorren cual carnaval de fantasmas de niebla las casas por doquier. Miles de langostas grises escondidas en el viento trepan y se hunden en las caras que viajan desnudas por la ciudad. Y el plato favorito de estas hordas invisibles son los niños y los viejos.
El peso de la ceniza, del polvo de la pavesa, el rescoldo moderno va hundiendo los corazones hasta que estos no aguantan más y se rinden. Y caen los viejos como palomas de plaza en plazas públicas, abandonados en pasillos y buses, esperando su turno para respirar un poco de aire limpio.
Mientras tanto, otros, cortan leña en abundancia para sus chimeneas, para sus salamandras, las cuales trepan arañando el cielo, rasgando el cendal transparente del entorno y contorno de las alturas.
Mudan sus mansiones y caserones en las afueras de las ciudades y desde lo alto, principalmente, observan esa noria hundida y ahumada en que se ha transformado la urbe, que ahora no es más que una ubre que amamanta sebo mortal podrido y vegetal a quienes respiren.
La caspa de los neumáticos va tatuando camisas, ojos, cabellos, cuellos, generaciones, entorno y contorno del horno de barro donde nos freímos a fuego lento día tras día.
Y llueve vinagre desde el cielo, sazonando humanos, lagos y plantas.
La pobreza tiene mil formas horribles de manifestarse.
Y el Monóxido de carbono, es el mismo puñal que usaban fascistas y nazis para asesinar a millones.
El puñal es el mismo, sólo la empuñadora es distinta.
Un Gas que no tiene ni forma, ni volumen fijo, una rémora ahumada, oscura, que se adosa a la espalda de esa ballena blanca herida, arponeada de modernidad que es el viento.
La calidad del aire es directamente proporcional a la calidad de personas que administran los recursos para la limpieza de este.
Habría que demandar a las compañías automotrices por daños graves en contra de la humanidad.
Lentos lejanos tiempos eran aquellos, en que se transportaban las personas a caballo.
Y mírennos ahora, a lomo de burro, asnos y cerdos nos movemos para todas partes.
El pecho de los niños comienza a silbar, una flauta agonizante, un acorde de réquiem, una última nota de desgarro interno. El tambor de su pecho pronto dejará de sonar.
Las madres embarazadas amamantarán a sus hijos con lunares de magma escondido.
Leche, sedimento, lava y arena arrimada a sus pechos.
Y los señores sacuden cada día sus alfombras persas sobre los niños,
Y la capa de ozono tiene un tajo abierto por donde el sol va destilando gotas hirviendo de luz sobre todas las formas de vida, con quemaduras tan profundas que las ampollas y úlceras solares afectarán a las futuras generaciones.
El azufre flota en el aire llevando un infierno itinerante y aéreo a todos aquellos que respiren
Pronto viviremos conectados a respiradores artificiales, pero no en una camilla olvidada. Serán ciudades enteras, países completos y las playas, y los bosques y las montañas serán sólo recuerdos.
La peste negra ahora se llama contaminación .
Porque obviamente en este país pobre, sale más barato hacer arder los combustibles fósiles, esos que riman y se conjugan y se coordinan con los cerebros fósiles que están a cargo del aire.
El efecto invernadero es invernáculo, es decir, el invierno del infierno sobre la tierra.
Y las medidas de restricción, las alertas ambientales no son más que un circo mediocre y barato donde ciertos payasos no se atreven a decirles a sus respectivos amos que cambien los filtros o se muden de procedimientos.
Se aprovechan de la ignorancia de la gente, y en eso son duchos y versados.
Aldeas que se dicen ciudades, villorrios que se dicen capitales y no son más que pueblos miserablemente pequeños con más carros y automóviles que seres humanos.
Y duele la cabeza constantemente, los mareos son el acorde obligado para la canción de náusea y vómitos que se vendrá. Cuesta caminar, los zapatos se hacen anclas, los pies descalzos se hacen ladrillos mojados, una agitación lejana salta en el vientre de las muñecas y en los cuellos.
Cuesta ver, desorientado y confundido la respiración se hace un parto, el pecho pide auxilio y se desmaya.
Si el humo te estranguló los alvéolos uno por uno, verás tú nombre grabado en una piedra.
(Donde los alvéolos no son más que coliflores sucias, añejas y ahumadas y los bronquios son meros brócolis pisoteados)
Desde principios del Siglo XX, se ha utilizado el plomo como aditivo para aumentar la calidad de combustión (antidetonante) de la gasolina medida por su índice de octano. El plomo ha sido la forma más barata de obtener calidad octanal en una refinería.
El Plomo es un elemento químico de la tabla y mesa periódica de las capitales y ciudades del mundo.
Imaginemos el daño cerebral que pudiese causar una bala disparada en el cráneo de un ser humano. Imaginemos miles de disparos microscópicos desapercibidos diariamente sobre nuestras cabezas.
Son pequeñas partículas de plomo que matan neuronas en manadas de axiones y dendritas.
El plomo se encarga, aparte de envenenar todo aquello que esté a su paso, de hacernos más ineptos de lo que ya somos y prueba de ello es el nivel cultural de varios países por ahí.
El plomo causa necrosis neuronal, degeneración axónica (parte chica de las neuronas), edema cerebral, cáncer, alteraciones menstruales, infertilidad, aumenta el riesgo de abortos, donde los fetos son los encargados muchas veces de beberse el plomo para salvar a sus madres de la muerte. (Antiguamente se aplicaba como espermicida y para inducir abortos), además, muchos de esos fetos pueden sobrevivir y presentar mutaciones leves y mutaciones severas.
Los niños son más propensos a la absorción de plomo con síntomas como Coeficientes Intelectuales más bajos, cambios de comportamiento (agresivos) y desconcentración. En niños de corta edad los efectos del plomo pueden llegar a un retardo mental muy serio.
Suma y sigue, dolor de cabeza, vértigo, migrañas, gastritis, acidez, cefaleas, daño a los riñones, taquicardia, esterilidad, anemia, psicosis, delirios de grandeza, insomnio, pérdida del sueño, convulsiones, daños neurológicos irreversibles, hasta estados de coma y muerte.
Alguna de las gracias que contiene la bencina con plomo que arrojan los vehículos, aparte del monóxido de carbono, hidrocarburos sin quemar, y óxidos de nitrógeno.
La otra, la nafta o gasolina de mejor octanaje, esa que no usa plomo también tiene sus «cualidades» escondidas.
Para reducir las cantidades emitidas de emisiones contaminantes al aire se han incorporado dispositivos llamados conversores catalíticos o catalizar. De manera simple, los gases que vienen del motor atraviesan el catalizador antes de ser expulsados a la atmósfera reduciendo los efectos contaminantes hasta un 85%.
Pero esto también tiene sus inconvenientes.
Existen diferentes formas de obtener gasolina sin plomo, cada una de ellas presenta características tóxicas y formas diferentes de obtención.
Substancias aromáticas como el benceno, el cual produce cáncer y leucemia, después vendrían el Tolueno y el xileno. Las isoparafinas, las cuales producen tumores renales y hepáticos. También están los «compuestos oxigenados» que son irritantes y también producen cáncer.
Detalles del [WINDOWS-1252?]Octanaje…
Polución, ó el humo diluido que lleva envuelto el polen escondido de chimeneas florales e invernales, carbón floral que va deshojando asmas por doquier, disneas que son yunques en los pechos,
Apagados y extinguidos los fuegos, arden callados como fiebres sin llamas sobre los cuerpos enfermos y cansados.
La neumonía no es más que una ninfa del viento que va sembrando gripes, resfríos y padecimientos.
Y lobos vestidos con piel de hienas proponen globalizar las hambrunas y las erosiones, a costa de generar dudosos «bio» combustibles por doquier
El nivel cultural, el nivel de desarrollo de una nación se mide por los niveles de contaminación, que no es más que la corrupción de nuestro ambiente.
Y el humo entra como serpiente silente incolora y letal por todos los rincones llevando envuelta el pelaje de bestias que son eso, simples animales hambrientos.
Y las escamas untadas de crepúsculos y arena infectada, flotan y se arrastran por doquier.
Obviamente las partículas contaminadas obedecen a intereses particulares.
Prohibido respirar.
Hasta las palabras saben ahumadas.
Con infinito afecto y agradecimiento al Dr. Leonardo Medina, y a sus luces y sus sombras.