El cálido aliento del cambio climático ya alcanzó algunas de las regiones septentrionales más frías del planeta, convirtiendo sus paisajes helados en una especie de papilla a causa de aumentos en la temperatura de hasta 15 grados centígrados por encima de lo habitual. Laderas de montañas, a veces de más de un kilómetro de extensión, […]
El cálido aliento del cambio climático ya alcanzó algunas de las regiones septentrionales más frías del planeta, convirtiendo sus paisajes helados en una especie de papilla a causa de aumentos en la temperatura de hasta 15 grados centígrados por encima de lo habitual.
Laderas de montañas, a veces de más de un kilómetro de extensión, resbalaron este verano boreal como una gran alfombra verde hacia valles y ríos en la isla Melville, en la región noroeste del Ártico canadiense, dijo Scott Lamoureux de la Universidad de Queens y líder de un proyecto del Año Polar Internacional.
«El paisaje en su conjunto está cambiando. Es muy difícil encontrar alguna ladera que no haya sido alterada», agregó.
Lamoureux dirigió una expedición científica a la remota y deshabitada isla Melville, cuya topografía y ecología han sido rápidamente modificadas a causa del recalentamiento planetario.
«Cada día tiene un aspecto diferente. Es un proceso de cambios permanentes», comentó a IPS.
Normalmente, los 42.500 kilómetros cuadrados de la isla se encuentran durante todo el año rodeados por banquisa (la capa de hielo formada por agua de mar congelada).
Melville es parte de la región que hasta ahora había sido poco afectada por la marcada reducción del hielo marino de la década pasada.
Pero este verano la parte austral de la isla Melville estuvo libre de banquisa, agregó Lamoureux, quien ha encabezado expediciones a esa zona cada año desde 2003.
En la bahía Mould, al noroeste de la isla, su equipo de investigadores registró en julio temperaturas récord de entre 15 y 22 grados centígrados. Hasta ese momento, el promedio histórico para ese mes era de entre cuatro y cinco grados centígrados.
El calor derritió el permafrost, la capa permanentemente congelada en el nivel superficial del suelo, hasta una profundidad de más de un metro, donde lo que se encuentra es mayoritariamente hielo. Cuando éste se disuelve, afecta a la delgada capa superior de suelo y plantas que se constituyó a lo largo de milenios.
Asimismo, una enorme cantidad de agua y sedimentos se vuelcan a ríos, lagos y océanos. Se están realizando estudios para determinar el impacto en aves, peces, bueyes almizcleros y otras especies que viven allí en el verano.
Dada la magnitud de los cambios, existen pocas dudas de que las consecuencias serán significativas, dijo Lamoureux.
La reducción récord del hielo marino en todo el océano Ártico también modificará los patrones climáticos en la región e incluso en otras partes del mundo. Las nevadas serán más copiosas a causa del incremento de la humedad provocado por una superficie más amplia de aguas abiertas.
Por otra parte, esa agua marina es oscura y absorbe calor, a diferencia del hielo, que refleja los rayos solares. Por lo tanto, la región se volverá más cálida, se derretirá más hielo y así se realimentará todo el proceso.
Otras áreas del Ártico experimentaron marcados cambios durante los últimos 50 años.
«Ahora hay árboles y jardines en Nome, Alaska», dijo Patricia Cochran, presidenta de la Conferencia Circumpolar Inuit, la etnia aborigen de la zona ártica.
«Jamás me imaginé que vería crecer árboles en la tundra», agregó. Su ciudad natal, sobre el mar de Bering y años atrás era demasiado fría para permitir su crecimiento.
«Los castores invadieron el área porque ahora hay comida para ellos. Incluso se los puede encontrar en Barrow, al norte del Círculo Polar», señaló Cochran a IPS desde su oficina en Anchorage, Alaska.
La tundra, nombre que deriva del vocablo lapón «tunturi», que significa «llanura desprovista de árboles», también se está derritiendo.
A causa de esto, ataúdes salen a la superficie en los cementerios, las carreteras se resquebrajan y aparecen grandes hundimientos de terreno en todas partes, incluso en las ciudades, dijo Cochran.
Cada verano aparecen plantas, animales, aves e insectos que nadie había visto con anterioridad. Libélulas y tortugas se hicieron dueñas de zonas que por decenas de miles de años habían sido demasiado heladas para ellas.
«Todos los que vivimos aquí hemos notado los cambios», aseguró Cochran.
Se espera que haya más, incluso si los políticos y las empresas dejan de simular y realmente hacen algo para reducir las emisiones de gases invernadero, que, según los científicos, son los principales responsables del recalentamiento del planeta.
«El océano Ártico estará libre de hielo durante el verano. Sólo queda esperar cuán rápido ocurre eso», dijo Andrew Weaver, climatólogo de la Escuela de las Ciencias de la Tierra y el Océano de la Universidad de Victoria, Canadá.
La estadounidense Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) concluyó este mes que la cubierta permanente de hielo marino del mar Ártico se redujo 2,6 millones de kilómetros cuadrados desde que comenzaron a usarse satélites para medirla en 1979.
«Es una disminución sorprendente», dijo Weaver a IPS.
También tendrá carácter permanente. Aunque el hielo volverá a formarse durante los seis meses de invierno durante los que no hay luz solar, será más delgado y se derretirá más rápido en el verano, agregó.
El hielo marino del Ártico es una masa flotante, por lo que su derretimiento no afectará el nivel del océano, pero «provocará un desastre en el ecosistema», advirtió.
Nuevas investigaciones muestran que los cambios podrían ocurrir de manera abrupta. Los peores escenarios previstos podrían estar en camino de concretarse ahora mismo, dijo Weaver.
Según Lamoureux, algún día se podrían comenzar exploraciones de gas y petróleo en la isla Melville, que cuenta con abundantes reservas, si durante el verano hay una ruta libre de hielo.
El uso de estos combustibles fósiles es la principal razón que determina la desaparición del hielo en el Ártico.
Científicos y las comunidades aborígenes destacan que sería irónico que las emisiones de gases invernadero permitieran extraerlos en mayor cantidad, realimentando y agravando los problemas que provoca el recalentamiento planetario.
Noticia original: http://www.ipsenespanol.net/nota.asp?idnews=86171