Corre, rápido, pasa a la ofensiva. Tira a dar antes de que arramblen contigo. Sé inflexible. Golpea al adversario justo donde más le duele. Estás en peligro. Áspero juego éste de la campaña electoral. Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) lo ha aprendido. Hay que reaccionar rápido, piensa, lanzarse a la yugular del PSOE, su adversario político, […]
Corre, rápido, pasa a la ofensiva. Tira a dar antes de que arramblen contigo. Sé inflexible. Golpea al adversario justo donde más le duele. Estás en peligro.
Áspero juego éste de la campaña electoral. Gaspar Llamazares (Logroño, 1957) lo ha aprendido. Hay que reaccionar rápido, piensa, lanzarse a la yugular del PSOE, su adversario político, que no su enemigo, para no verse arrasado de nuevo en unas elecciones generales. Y éstas no son tampoco fáciles para Izquierda Unida. Le acosan el tormento del voto útil, el bipartidismo «feo y dañino» que patrocinan José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Le sublevan las «subastas fiscales» con que PSOE y PP intentan «engañar» a los ciudadanos. Le indigna que no se quiera un modelo distinto.
El candidato, el tercer y último candidato a la Moncloa, dice sentirse fuerte. Animado. Y convencido de que aún hay partido hasta el domingo. Que tiene hueco. Público le entrevistó en Barcelona, mediada la campaña y con los sondeos a la contra.
El PSOE hizo una evaluación optimista del primer trayecto de la campaña. Pero decía que aún faltaba el asalto de esta semana. Y usted, ¿qué reflexión ha hecho de su campaña, de la situación de IU en el mapa electoral?
Es evidente que el presidente está forzando la máquina, empuja la mayoría absoluta. Me niego a creer que estamos, como en 2004, en la dialéctica PP-PSOE. ¡Si Ferraz ve cómo Rajoy va hundiéndose! Pero advierto que la campaña bipartidista está volviéndose como un bumerán contra sus autores. Mueven a sus forofos y poco más, y provocan la indignación de los electores de IU. Lo veo en mis mítines. Estoy contento, y sorprendido, por cómo me responde la gente, cómo llena los pabellones -y eso es un indicador- y cómo logramos colocar el mensaje en circunstancias difíciles.
¿Entonces, se encuentra anímica y físicamente fuerte?
Sí, desde luego. No me canso en los mítines. Es más, lo paso bien en las campañas. Las disfruto. Y, si hay retorno positivo, como ahora, me encuentro más estimulado y optimista.
¿Pero no siente que lidera una campaña paralela, que tal vez predica en el desierto?
Creo que no. Estamos combinando bien la agenda de propuestas con la opinión política, con los temas que van emergiendo día a día. Pero no, no hago campaña en el desierto, si acaso con menos medios y con la exclusión flagrante de los debates. Y con un programa muy diferenciado en la mano. Ellos, PP y PSOE, rebajan impuestos, regalan cheques, hacen asistencia social, tratan al electorado como clientes menores de edad… No hago demagogia, sino una apuesta firme por el cambio social y ambiental.
Una campaña alternativa.
Y seria, porque soy coherente entre lo que propongo y los recursos que necesito. ¿Eso es clamar en el desierto? ¡No! Es que nos dirigimos a nuestro oasis. No apelo al 100% de los ciudadanos, como hago ya durante la legislatura, sino a mi electorado potencial, el que estaría dispuesto a votar en primer o en segundo lugar a IU. Un 15%. Y a ese sector le gusta oír hablar de calidad en el empleo, convergencia social con Europa, compromiso con el Estado federal, derecho al aborto, retirada de las tropas de Afganistán, aconfesionalidad del Estado o la emergencia del precariado, esas nuevas clases medias, los 11 millones de trabajadores con sueldos por debajo de 1.000 euros y horarios enormes.
Insiste en que la disyuntiva es IU o CiU. Pero el presidente, la pasada semana en La Sexta, se inclinó por ustedes y PNV como hipotéticos socios. ¿Tiene algo más que la sospecha de que preferirá a CiU?
No, dependerá del resultado que arrojen las urnas. Conociendo a Zapatero, sé que le encantan las legislaturas a la carta, el zigzagueo, la política del camaleón. Se ha movido muy cómodo con una derecha brutal, una izquierda leal y el resto de partidos disponible. ¿Qué mejor margen de maniobra? Pero eso ya no es bueno para el país. No vale el esquema que le sirvió para salir del aznarato. La siguiente legislatura debe ser… no ambigua, sino clara, diáfana. ¿Qué va a hacer, irse con la derecha a hacer políticas de derecha o venirse con nosotros a la izquierda? Eso lo impondrá nuestra fuerza en las urnas.
¿Pero no ha hablado con Zapate-ro de esto? ¿Su relación sigue siendo fría desde 2006?
En campaña no hablamos. Somos todos enemigos a muerte. He charlado sobre impresiones de encuestas con el PSOE. Nada de política. Pero ellos saben que en los últimos Presupuestos les dijimos que se acabó, que no aguantaríamos más. O con CiU o con nosotros. Para todo.
¿Y por qué no incluye al PNV en ese cajón de la «derecha nacionalista», con CiU? ¿Porque gobiernan con ellos Euskadi?
No, por la naturaleza de ambas fuerzas políticas. El PNV es un partido conservador, sí, pero con hondo contenido social. Cuesta menos pactar con ellos políticas progresistas. Con CiU, imposible. Ha votado en contra de todas las iniciativas sociales que hemos propuesto. Convergència Democràtica [el socio mayoritario, de Artur Mas] representa el capitalismo, la derecha económica catalana, y Unió [el hermano menor, de Josep Antoni Duran], la parte opusdeísta. Una mezcla explosiva. CiU es tan conservador como el PP pero más atildado, más moderno.
¿Entonces un Gobierno PSOE-IU-PNV cabría en su cabeza?
Visualizo una victoria ajustada del PSOE, y con unos grupos a su izquierda con los que podrá configurar una mayoría amplia, estable.
Esquerra no está por la labor.
No, pero… ¿y BNG? Posibilidades las habrá. El PSOE deberá decidir.
Ha repetido que quiere que IU entre en el «área de Gobierno»? ¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado en la cultura de su organización? ¿Qué tabúes se han roto?
Ninguno. Se quebraron desde el momento en que IU gobierna municipios, comunidades autónomas. ¿Por qué no puede gobernar el Estado? No es cuestión de tabúes, sino de las condiciones de la próxima legislatura, muy distintas a la anterior, que fue excepcional. Nos esperan cuatro años más normales, de consolidación de una línea política.
¿En qué punto rompería la negociación con el PSOE? ¿Qué condiciones inexcusables le pondría?
Hay cuatro cláusulas importantes. Una, el cambio social, la convergencia con la UE, el aumento del gasto social año a año para construir un verdadero Estado del bienestar en España. ¡Nos separan 70.000 millones de euros de Europa! Dos, dar seguridad al precariado, reducir la tasa de precariedad del 31% al 22-23% en cuatro años. Tercero, apostar por las libertades y derechos civiles y la garantía de aconfesionalidad del Estado. Y cuarto, la revitalización democrática, con una nueva ley electoral.
¿Las cuatro son irrenunciables?
Veremos. Digo que son importantes.
¿Llamazares sería ministro?
Lo nuclear es que IU logre un acuerdo programático que haga girar al PSOE a la izquierda. Lo secundario es dónde estemos. O en un pacto de legislatura o en el Gobierno. Y para el Ejecutivo, hay banquillo. El propio coordinador general…
¿Abandonaría en ese caso la dirección de IU?
No me lo planteo. No puedo vender la piel del oso antes de cazarla. Sólo digo que si se traba un acuerdo, podemos comprometernos. Tenemos gente para el Ministerio de la Mujer, para Trabajo, para Medio Ambiente. ¿Yo? No, no tengo ambición personal. Me encanta la política, el Parlamento. Nunca he experimentado la gestión.
Alguna vez habrá hecho la reflexión de «¿Y si fuera ministro?»…
No a priori. Mis esfuerzos se concentran ahora en la táctica, en las urnas y en influir en el Gobierno.
¿Propondría si no a Rosa Aguilar, la alcaldesa de Córdoba?
Sería una gran ministra, sí. Igual que Joaquín Nieto [número dos por Madrid] o Montse Muñoz [alcaldesa de San Fernando de Henares].
Y por la parte catalana, de Iniciativa per Catalunya Verds…
Sí, claro, Joan Herrera [el portavoz en el Congreso] podría ser un excelente ministro de Medio Ambiente.
¿Vicepresidente de Sostenibilidad?
Por supuesto.
¿Está seriamente preocupado por la llamada al voto útil el 9-M?
Debo defender mi voto. Confrontar con una estrategia egoísta, inmoral, desleal y fraudulenta de Zapatero.
¿También obscena?
No, no me metería en eso. Sí inmoral porque pretende traicionar la buena voluntad de la gente que confiando en el PSOE se encuentra con un giro a la derecha. Desleal, porque hace tabla rasa de la colaboración leal que le dimos en estos cuatro años. Y fraudulenta porque atenta contra la izquierda. Frente a eso, voto libre, valiente.
¿No le han llegado a inquietar las encuestas? ‘Público’, ‘El Mundo’ y ‘El País’ les dan cuatro diputados.
Es normal que me preocupen. Sufrí el voto útil en 2004. 300.000 sufragios marcharon al PSOE para acabar con el PP. Ahora la coyuntura es distinta.
¿Se imagina el 9-M tomando una decisión ardua, difícil?
Siempre he sido coherente. Tengo todos los escenarios en mi cabeza. Uno es la mejora de los resultados de 2004. También la mayoría de izquierdas, la más factible. Y otros escenarios menos favorables. En todos ellos, tengo ya tomada la decisión.
¿Y en alguno de ellos figura la dimisión como coordinador?
No lo voy a decir ahora. No toca eso en campaña. Tengo que convencer a los míos aunque maneje opciones.
¿Y cuándo tomó esa decisión?
Hace tiempo. Lo he hablado y discutido con mis compañeros.
¿Cómo medirá el éxito, el fracaso?
Éxito es que podamos determinar un cambio de izquierdas en España.
Sí, pero… ¿cuántos diputados?
Depende. Podemos obtener ocho y no servir de nada porque el PSOE tenga mayoría absoluta. Y en cambio quedarnos con seis y decidir.
El escaño de Valencia baila. Si lo perdiesen, ¿asumirán responsabilidades los que no querían a Isaura Navarro como candidata?
Seguro que no. Tengo que claro desde que llegué que en IU toda la culpa se atribuye al coordinador y a la dirección federal. Más para mal que para bien.
¿Porque la federación es ingrata o porque es suicida?
No, porque no hay reparto de competencias ni de culpas. En algunas cosas seguimos siendo infantiles. No hemos madurado. Somos paradójicos, extraños: la responsabilidad de las municipales, de las autonómicas y de las generales es exclusiva del coordinador.
¿Y eso debe cambiar?
Sí, en el futuro. Pero sé que de las generales sólo yo soy responsable.
¿Cambiarlo es el reto de la IX Asamblea, que sucederá al 9-M?
Creo que sí. En el congreso debemos superar cosas como el debate interno permanente. Las diferencias deben resolverse en la asamblea y pasar página. Hay que superar la lógica de la única responsabilidad de la dirección federal y los reinos de taifas en que se han convertido algunas federaciones. Superar la separación entre lo ideológico y lo práctico, conciliarlo con la táctica del día a día.
¿Cómo encajarlo en la refundación de IU de la que tanto habla?
Revitalización, refundación, relanzamiento… Que le pongan el nombre que quieran. Es volver a los fundamentos, revitalizar un proyecto.
¿Fortalecer la dirección federal?
Pues también. Hacer de ella un núcleo sólido, sin que vaya en demérito de las federaciones. Y debemos ser una IU más flexible, abierta. Y mucho más ágil. Somos muy lentos.
¿Al estilo de Iniciativa?
No, IU tiene un modelo propio. Sólo faltaría que les diera argumentos a los críticos para que me den caña.
¿Qué lugar debe ocupar el PCE?
El que le permita encontrarse cómo y no de continuo enrabietado.
¿Qué moraleja saca de tanta disensión en los últimos meses?
Que tanto tiempo de tensión no da resultado, que tendrán que cambiar su actitud, conmigo o sin mí. Ser más positivos y menos mandones.
¿Su razón de ser era descabezar al coordinador general?
A grandes rasgos es una cuestión de poder, sí, desde la VI Asamblea, en 2000, cuando fui elegido coordinador. Pero no tienen política alternativa porque no la hay. ¿Qué harían? ¿Confrontar con el PSOE y ser equidistantes con una derecha montaraz? Suicida sería. IU siempre ha sido muy firme con el PP y crítica con la izquierda gobernante. Y unitaria.
¿No se arrepiente de haber expulsado de la Permanente a Felipe Alcaraz, Willy Meyer y Manuel Monereo, tres críticos con usted?
No, no tengo contrición católica ni sentimiento de culpa. Pero algunas decisiones, vistas con distancia, pudieron ser equivocadas. No ésta.
¿Era quizá oportuna, necesaria? Aquello desencadenó una ola…
No, tenían todo calculado. La dirección debía marcar su autoridad. Nos maltrataban, nos tildaban de membrillos. Nunca habíamos cargado contra nadie, siempre integramos. Quisimos, después de las primarias, mostrar autoridad. No podíamos mantener a quien desde la dirección combatía a la dirección.
Aquello salió mal y perdieron a Isaura Navarro por Valencia.
¿Por qué salió mal? Separo el capítulo de la expulsión en la Permanente con lo que pasó en Valencia. La apuesta era arriesgada: buscar un acuerdo, convencer a unos y otros. Y en ese sentido, sí, fracasé, pero desde el momento en que el federal pensó en el mal menor, me sumé a él.
¿Eso dañará sus resultados?
No, tendremos diputado. Con el pacto con el Bloc pelearíamos por el escaño en Alicante. Pero está hecho. Y sé que me llevaré bien con Antonio Montalbán. El grupo parlamentario pone los pies en la realidad.