Alejandro Pozo ha participado en las jornadas «Gaur egungo Espainia inperiala: Desenmascarando la política exterior» que se han celebrado en el centro social Zabaldi de Iruñea, en la que también han participado otros ponentes como Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, que destacó que, al margen de quién gobierne, la política exterior […]
Alejandro Pozo ha participado en las jornadas «Gaur egungo Espainia inperiala: Desenmascarando la política exterior» que se han celebrado en el centro social Zabaldi de Iruñea, en la que también han participado otros ponentes como Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, que destacó que, al margen de quién gobierne, la política exterior española se debe a la OTAN y a la UE.
El Ejército español trata de venderse ante la opinión pública presentando sus operaciones en el exterior como humanitarias cuando, evidentemente, son militares.
Desde hace unos cuantos años, el Ejército español ha realizado una operación de marketing tratando de presentarse como un organismo que realiza acción humanitaria
Evidentemente, aprovechan la palabra «humanitario» para definir lo que hacen los ejércitos en el exterior. Se trata de un término que tiene una gran aceptación social. Siempre que pueda el Ejército español, o cual- quier otro ejército del mundo, va a vender lo que hace en el exterior como si fuera una ONG.
Pero los ejércitos siguen haciendo lo que siempre han hecho. Aunque su discurso se centra en la cuestión humanitaria, sus actividades no son tales. Prueba de ello es que en 2004, en base a datos oficiales, sólo el 0,006% del gasto militar se destinó a acción humanitaria. Ese mismo año, en el video promocional de las Fuerzas Armadas en Navidades el 100% de las imágenes eran de acción humanitaria.
¿Es cierto que el Ejército español se ve obligado a recurrir a este tipo de marketing para tratar de legitimar su propia existencia ante la sociedad?
Casualmente, vi en el Reino Unido un spot de las Fuerzas Armadas para pedir nuevos reclutas y aparecían imágenes de combate. Eso nunca podría distribuirse en el Estado español porque despertaría un rechazo social. En parte, por la mala imagen que tiene el Ejército, fruto de su pasado y también de la movilización ciudadana. Tiene serios problemas para justificar su existencia si no recurren a la cuestión humanitaria.
De hecho, encuestas recientes demuestran que apenas un cuarto de la población española estaría dispuesta a aumentar el gasto militar para modernizar el armamento. En cambio, tres cuartas partes de la población estarían a favor de mejorar la eficacia de las fuerzas extranjeras en la acción humanitaria.
¿Toda esa «acción humanitaria» responde a las necesidades de esas poblaciones o a los intereses de estructuras militares como la OTAN?
Decir «ejércitos humanitarios» es de por sí una contradicción, ya que la acción humanitaria, tal y como la recoge el derecho internacional, es aquella que se caracteriza por su imparcialidad y su independencia. Es decir, se presta ayuda únicamente en función de las necesidades. Se atiende a la población más necesitada sin atender a cuestiones como a qué bando pertenece. Por definición, un Ejército nunca puede ser independiente porque es parte de los gobiernos. Y nunca va a poder ser imparcial, porque ha tomado partido en un conflicto armado. El Ejército español en Afganistán no atiende a las poblaciones más vinculadas a los grupos armados de resistencia. Los Ejércitos, al igual que las agencias gubernamentales de cooperación, son utilizados para favorecer los intereses nacionales en el extranjero. Esto no lo digo yo, sino la Ley de Defensa Nacional de 2005, que es la que aplican. Menciona el tema de la acción humanitaria, pero siempre será algo secundario. Hay que hay que diferenciar es la acción humanitaria del socorro. Como en el caso de los soldados españoles en Pakistán que vieron un accidente de autobús. Es un imperativo moral ayudar a los heridos, pero es muy diferente planificar una serie de actividades.
Por el hecho de pertenecer a la OTAN, España pierde soberanía respecto a sus fuerzas armadas. Por eso está en Afganistán, aunque probablemente al Gobierno no le guste.
Resulta evidente que si hubiera una verdadera voluntad de realizar una acción humanitaria, el Ejército no sería el mejor gestor.
El Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE dijo en un informe de 1998 -la cosa ha ido a más desde entonces- que una misma acción llevada a cabo por un grupo militar es ocho veces más cara que si la hace un grupo civil. En algunos casos, este porcentaje es más elevado. Uno de los ejemplos más significativos ocurrió en el campamento de refugiados kosovares en Dürres (Albania). Si cogemos el dinero que se empleó y lo dividimos por el número de refugiados que se atendió, sale que a cada refugiado le tocaba 1.690.000 pesetas (10.157 euros) en 1999. ¡Podían haber estado en el mejor hotel de Tirana en vez de en un campamento de refugiados!
En la operación del tsunami en el sudeste asiático, la ayuda humanitaria del Ejército consistió en curar a 2.500 personas, para lo que destinaron 2,5 millones de euros. Eso significa que cada consulta que hacían salía a mil euros. Eso no quiere decir que el Ejército sea más ineficiente que las ONG, sino que busca una eficiencia militar, no humanitaria.