La activista boliviana María Galindo, cuyo libro ‘Ninguna mujer nace para puta’ se presentó recientemente en Donostia, reflexiona sobre los mecanismos de explotación del «Estado proxeneta». El pensamiento feminista plantea que vivimos en un Estado patriarcal. Es decir, que el Estado de manera intrínseca e indisoluble es patriarcal y que no hay inclusión ni perspectiva […]
La activista boliviana María Galindo, cuyo libro ‘Ninguna mujer nace para puta’ se presentó recientemente en Donostia, reflexiona sobre los mecanismos de explotación del «Estado proxeneta».
El pensamiento feminista plantea que vivimos en un Estado patriarcal. Es decir, que el Estado de manera intrínseca e indisoluble es patriarcal y que no hay inclusión ni perspectiva de equidad que resuelva ese carácter porque eso forma parte de su sentido.
El Estado patriarcal es una definición muy importante para el desarrollo de estrategias políticas y visiones feministas, porque nos permite enfrentar de manera más profunda las estrategias liberales de inclusión que no sólo han fracasado en la mejora de la calidad de vida de las mujeres, sino que han creado una serie de filtros de confusión en la lucha de las mujeres. Un ejemplo : cómo los organismos internacionales hablan de «salud sexual y reproductiva» tirando por tierra toda la lucha feminista para separar la sexualidad de la reproducción.
Lo que sucede con el concepto de Estado patriarcal es que, si bien es un concepto central para el feminismo, es al mismo tiempo abstracto, amplio y resbaladizo, difícil de ejemplificar y de aclarar en la práctica política concreta. En su lugar, el ‘Estado proxeneta’, una conceptualización paralela a la de Estado patriarcal, nos permite desnudarlo como concepto y entrar en un nivel más profundo de análisis.
El concepto de ‘Estado proxeneta’ que les propongo es posible desde la mirada de la puta a la sociedad, con varias implicaciones teóricas. Primero, el carácter masculino del Estado : ya no sólo relacionado con su patrón patriarcal que viene de padre, sino con su patrón proxeneta que viene de explotador y mutilador del cuerpo de las mujeres. El decir ‘Estado proxeneta’ nos aclara el lugar de objetos sexuales de intercambio que ocupamos las mujeres en todas las sociedades y culturas del mundo. Nos aclara también la negación de nuestra condición de sujetos, por eso las mujeres en un Estado patriarcal, que es un Estado proxeneta, actuamos y existimos por fuera de la historia y de la política. Eso no se resuelve con ningún concepto de inclusión ni política de derechos, porque instala una crítica más profunda e irreconciliable con el Estado, sea éste del norte o del sur, sea socialista o capitalista. Por eso el universo de la prostitución es un pendiente de todos los sistemas políticos, de todas las ideologías y de todas las culturas del mundo, de norte a sur y de este a oeste. El ‘Estado proxeneta’ es definitivamente una manera de jerarquizar las relaciones sociales en una determinada sociedad. Estado proxeneta es un concepto útil y clarificador para todos los movimientos sociales, para todas las mujeres y no sólo para las mujeres en situación de prostitución.
Denuncia esa relación de dependencia, de clientelismo y de cooptación donde el Estado ocupa todo el espacio de la vida social y política, y donde el Estado es lo relevante, lo importante, lo trascendente, lo histórico. Es como si más allá del Estado no hubiera política, ni sueño de transformación, ni objetivo, ni horizonte, es como si la relación con el Estado se comiera todo o fuera todo. El ‘Estado proxeneta’, además, te utiliza. La relación burocrática con el Estado, que tiene como característica la incapacidad que tiene como aparato de resolver los problemas, no tiene capacidad directa y por eso te utiliza como parte del mecanismo de resolución. Una relación protagonizada por algún funcionario o funcionaria mediocre que halla en el pequeño espacio que ocupa el terreno ideal para ejercer, reiterar y subrayar ese espacio de ‘poder’ frente a ti. Ese funcionario o funcionaria y sus mecanismos de postergación, humillación, arbitrariedad, impunidad y corrupción son el rostro del Estado frente a vos puta, a vos desempleado, a vos viejo, a vos vieja, a vos vendedora ambulante. Es la cara del proxeneta que vive de ti con tu dinero. El Estado es tan proxeneta en el momento en que te da la concesión clientelar como en el momento en que te mete en la cárcel.
En ese contexto, y a partir de este concepto, el debate entre regulacionismo o abolicionismo, debates ambos que pasan por el intervencionismo estatal, se constituyen en una ‘zona roja’ ideológica en torno a la prostitución, y en una especie de estancamiento conceptual en relación a la interpretación y desarrollo de estrategias políticas en cuanto a la prostitución y en relación al complejo universo de las mujeres. ¿Y cómo se relaciona el Estado proxeneta con nuestros cuerpos ?
En Bolivia, primero se protege la salud del cliente. Segundo, se utiliza la salud y el cuerpo como un instrumento policiaco de control y extorsión de la mujer en situación de prostitución, otorgándole un carnet que va con foto, que debe renovar anualmente, sellar semanalmente y además pagar. Se utiliza la salud como un mecanismo de señalamiento y aislamiento. Además se convierte a la mujer en situación de prostitución en vagina : la revisión dura cinco minutos y es sólo vaginal, si tiene un problema de riñones o pulmones no cuenta. Una mujer en situación de prostitución lo primero que necesita es recuperar su cuerpo entero : todas las mujeres en un ‘Estado proxeneta’ y patriarcal hemos sido expropiadas de nuestro cuerpo y nuestro placer y necesitamos recuperarlo.
Para nosotras no hay política desde las mujeres posible sin que pase por esta recuperación. Por eso la puta nos aporta desde su lugar una visión que nos clarifica y enriquece. Para todos los sistemas de machos y fachos la mujer es una puta. Mueran los sistemas. Vivan las putas.
María Galindo, pertenece al colectivo de Mujeres Creando en Bolivia (www.mujerescreando.org)