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Igualdad, género y grupos de hombres

Privilegios masculinos

Fuentes: Diagonal

Tras la eclosión del feminismo en los ’60, en las décadas siguientes surgieron grupos de hombres donde éstos podían replantearse su rol social. Hay, ante la violencia de género, instituciones y medios de comunicación que apoyan iniciativas de hombres contra las agresiones. Publicamos unas reflexiones sobre ello. La mayoría de los varones que conozco, de […]

Tras la eclosión del feminismo en los ’60, en las décadas siguientes surgieron grupos de hombres donde éstos podían replantearse su rol social. Hay, ante la violencia de género, instituciones y medios de comunicación que apoyan iniciativas de hombres contra las agresiones. Publicamos unas reflexiones sobre ello.

La mayoría de los varones que conozco, de muy diversa edad y condición, afirman que las mujeres en España, en estos momentos, tienen prácticamente las mismas oportunidades que los hombres para hacer lo que quieran.

Esta opinión refleja una resistencia profunda, consciente o inconsciente, a reconocer que todos los hombres tenemos privilegios odiosos (según el D.R.A.E., «que perjudican a otros») por el simple hecho de ser hombres. O, dicho de otra forma, que en un mundo de supremacía masculina o patriarcado, hay cosas de las que disfrutamos todos los hombres que son injustas porque las conseguimos a costa de y en perjuicio de las mujeres. Muchas de esas ventajas las disfrutamos independientemente de que las queramos o no y se superponen a otros tipos de privilegios que cada uno puede tener por su procedencia, extracción social, etc.

Hay abundante literatura al respecto, no sólo especializada sino también de divulgación, de forma que quien no se haya enterado de los múltiples mecanismos sociales y habilidades aprendidas -perfeccionadas durante siglos- que nos permiten a los hombres mantener la supremacía y sacar ventaja de la misma es porque no quiere.

Aunque los hombres no seamos culpables de haber heredado esos privilegios, sí somos responsables de lo que hacemos con lo que hemos recibido. Y esa responsabilidad empieza por reconocer la propia situación de privilegio odioso. Y continúa por tratar de cambiar las cosas (re)nunciando a las ventajas injustas que se pueda y (de)nunciando públicamente aquellas otras de las que nos beneficiaremos de todas maneras. La renuncia supone asumir preocupaciones y tareas no deseadas, perder poder, dinero, posición social y laboral. Y la denuncia comprometida seguramente puede implicar serios problemas con muchos otros hombres.

Lo anterior no supone una nueva edición de la típica actitud heroica varonil para salvar a las mujeres. Las mujeres están hartas, con razón, de hombres salvadores que hagan las cosas ‘por ellas’ y, por otro lado, han demostrado y siguen demostrando que se pueden salvar perfectamente por ellas mismas. De lo que se trata es de que los hombres, cada hombre, nos salvemos a nosotros mismos de nosotros mismos. Simplemente, que cada hombre asuma su responsabilidad de ser una persona decente. Y en ese camino podremos llegar a converger y compartir la vida en términos de relación verdaderamente humana con las mujeres concretas que nos rodean, si ellas quieren, lógicamente.

Ese cambio personal tiene consecuencias políticas, quizá tan importantes como muchas leyes que se puedan promulgar. No sólo estaremos dinamitando por su base el sistema de supremacía masculina y su implícita violencia de género, sino que a la vez estaremos haciendo más fácil y menos traumática, para hombres y mujeres, la liquidación de ese sistema y la transformación social que necesitamos.

Mi objetivo al escribir estas líneas era poner de manifiesto la injusticia básica en la que se asienta nuestra vida de acomodados varones y la deshonestidad que supone no reconocerlo y no hacer nada por cambiar esta situación. Con los progresos que han significado la ley de igualdad y mejoras anteriores, mucha gente (especialmente hombres) no admite que la española siga siendo una sociedad profundamente sexista y que el sexismo produzca efectos perjudiciales concretos y cotidianos en la vida de las mujeres.

Es hora de mirar la realidad cara a cara. Los hombres tenemos la obligación ética de comprometernos en la ruta de la igualdad. Por supuesto, es necesario estimular el cambio ‘desde fuera’, con leyes, medidas políticas y campañas de comunicación. Pero el verdadero cambio tiene que venir de dentro de cada uno y por cada uno.

Mariano Nieto Navarro, del grupo Stopmachismo, Hombres Contra la Desigualdad de Género.