Se has confirmado las sospechas sobre la presencia del virus H1N1 en un cuartel del Ministerio de Defensa en Hoyo de Manzanares. Si no ando errado 11 soldados continúan con fiebres altas y un número elevado de militares están aislados en el acuartelamiento, en la Academia de Ingenieros de esa localidad madrileña. No parece que […]
Se has confirmado las sospechas sobre la presencia del virus H1N1 en un cuartel del Ministerio de Defensa en Hoyo de Manzanares. Si no ando errado 11 soldados continúan con fiebres altas y un número elevado de militares están aislados en el acuartelamiento, en la Academia de Ingenieros de esa localidad madrileña.
No parece que ninguno de ellos esté en grave peligro ni se sabe que ningún ciudadano de Hoyo de Manzanares esté en situación de riesgo. La población está alerta claro está. Es razonable. El pasado miércoles, dos días después que se conocieran los primeros casos de soldados con síntomas similares a las personas afectadas por la nueva gripe, un grupo de alumnos de un colegio público de la localidad visitó el cuartel.
De la falta de coordinación, del error de algún responsable, de la metedura de pata de algunas personas implicadas en la visita de los escolares, no es necesario añadir nada. Es tan obvio como increíble. Seguramente, padres, madres y tutores habrán elevado sus quejas y habrán puesto, con razón, el grito en el cielo. Cabe, eso sí, dos breves observaciones sobre el nombre del colegio y sobre la misma visita, asuntos que muestran una vez más el inmenso e inalterado poder político-cultural de las derechas españolas, incluidas, claro está, la vasca y la catalana.
El colegio público que ha visitado las instalaciones militares lleva por nombre «Virgen de la encina», o «Virgen del encinar», no puedo precisarlo. ¿Cómo es posible una cosa así en un país donde supuestamente rige una Constitución no confesional? ¿Qué responsables han permitido o han acordado una denominación de ese jaez? ¿Cómo es posible que una institución pública, un espacio público al servicio de la ciudadanía, como ocurre por lo demás en el caso de varios hospitales del país, tenga asignado un nombre de esas características? ¿Qué sentirán alumnos y familiares que tengan otras creencias o sean agnósticos, ateos, laicos o arreligiosos? ¿Cómo se va a fomentar la racionalidad de un alumnado al que seguramente se le contará que, en tiempos y en el lugar donde ahora se levanta el colegio, una Virgen se apareció a algún campesino o campesina en una encina cercana? ¿Cómo es posible que con dinero se financien, se sigan financiando negocios privados que lleven como nombre designaciones tan anti-ilustradas como, pongamos por caso, «Esclavas de María» o «Sirvientas Inmaculadas de la Virgen del Torrente»?
Y luego está, por lo demás, el mismo tema de la visita. No sólo es la imprudencia o irresponsabilidad de acudir al cuartel cuando ya se conocía la probable existencia del brote, sino que además cabe preguntar qué actividad escolar es esa que lleva a niños y niñas de 9, 10 u 11 a visitar instalaciones militares. ¿Pero no habíamos quedado en que había que fomentar la cultura de la paz y la concordia especialmente entre niños y jóvenes? ¿De qué se trata? ¿Qué vean como normal, como parte esencial del paisaje, manifestaciones y asuntos bélicos más o menos sofisticados, adornados de excelencias académicas? ¿Esta es una de las cosas que la escuela pública debe enseñar a los escolares? ¿Se imaginan a un maestro de la Institución Libre de Enseñanza llevando de visita a sus alumnos a alguna instalación militar?
Obsérvese por lo demás que los dos aspectos señalados remiten, una vez más, a las dos aristas centrales del conservadurismo cultural español: la Iglesia católica y el Ejército político salvador de la Patria y sus esencias inalterables.
Seguramente muchos padres, madres y tutores habrán montado en cólera por la visita, por cualquier visita similar, y probablemente también hayan reclamado cambios en el nombre del colegio, de su propio colegio. No es necesario indicar que ambas vindicaciones, sean atendidas o no, se les escuche o no, son justas y razonables.
Addenda: No lo es, en cambio, no es una forma prudente de cuidar la razón pública, las vallas publicitarias que el PSC-PSOE ha distribuido por el centro de la ciudad de Barcelona. Se observan las caras de algunos líderes de la derecha occidental -Berlusconi, Bush II, Aznar, Chirac entre otros- y se destaca un interrogante: «¿los responsables de la crisis pueden ser los que nos hagan salir de ella? Por la Europa social. Vota…» La puerilidad del enculpamiento es tan evidente que no merece comentario. Los cuatro jinetes del Apocalipsis, ellos solitos, como representantes del mal. No las grandes corporaciones, no el sistema financiero, no el mismo modo de producción capitalista, no el conjunto de las fuerzas políticas postradas a sus pies, sino sólo seis dirigentes políticos conservadores, sin que el social-liberalismo tenga para nada vela en ese entierro de codicia y corrupción.
Por lo demás, detalle a tener en cuenta, mister Blair no aparece en escena. El corresponsable de la invasión militar de Iraq es de la Segunda Internacional, es de la casa, y los de casa no están ni han estado implicados en este desaguisado abisal. Pues será eso.