Acaba de comenzar el curso académico en que los nuevos planes de estudios, adaptados a las directrices del Espacio Europeo de Educación Superior, se introducen en nuestras universidades. De todas las «agoreras previsiones» que los estudiantes antibolonia formularon el curso pasado, a estas alturas ya hay dos que son una realidad: el descenso de la […]
Acaba de comenzar el curso académico en que los nuevos planes de estudios, adaptados a las directrices del Espacio Europeo de Educación Superior, se introducen en nuestras universidades. De todas las «agoreras previsiones» que los estudiantes antibolonia formularon el curso pasado, a estas alturas ya hay dos que son una realidad: el descenso de la inversión de fondos públicos en investigación y el desigual reparto de recursos económicos para las universidades.
1. Menos fondos públicos para I+D
En el EEES se abre la puerta al capital privado para que invierta en centros de investigación (universidades, etc.). Quienes defendían el EEES nos llamaban alarmistas pues, decían, nadie había hablado de una reducción del montante de dinero público destinado a la investigación. Pues bien, la crisis económica se ha ocupado de que los temores se hagan realidad: los presupuestos presentados por el gobierno para este año prevén una reducción del 15% en los fondos destinados a la investigación. Las protestas de instituciones como la Real Academia de Ingeniería no se han hecho esperar. En teoría, la entrada de capital privado en la universidad debería compensar este recorte, pero lo lógico es pensar que debido a la crisis no solo sea el gobierno el que modere el gasto en ciencia, sino que también las empresas reduzcan sus gastos.
2. Desigual reparto de recursos económicos para las universidades
Otra de las quejas de los antibolonia el año pasado era que unas universidades recibirían más fondos que otras, de manera que la brecha existente en cuanto a calidad iría aumentando entre las «universidades buenas» y las «malas». De entrada, si se reduce la inversión pública y se sustituye por la privada, las universidades que recibirán más fondos serán aquellas donde se enseñe e investigue lo que más interese a las empresas, de modo que las universidades adaptarán su actividad docente e investigadora a sus demandas para poder atraer fondos.
Pero lo peor de todo no es esto. Si un empresario prefiere darle su dinero a una universidad en vez de a otra, pase, pero lo indignante de esta historia es que también los fondos públicos van a repartirse de manera desigual. Las universidades a las que el Ministerio de Educación otorgue el estatus de Campus de Excelencia Internacional recibirán mayor financiación , es decir, en vez de tratar de poner a las «universidades malas» al nivel de las buenas, se aumenta la desigualdad. Podría argumentarse a favor de esta estrategia que tenemos demasiadas universidades y que no todas pueden ser buenas. De acuerdo, pero en tal caso debería aumentarse considerablemente el número y la cuantía de las becas a fin de facilitar la movilidad de los estudiantes. De tal aumento no se ha escuchado nada hasta la fecha.
Si le echamos un ojo a la convocatoria que regula el proceso de selección de universidades para que sean consideradas Campus de Excelencia Internacional, veremos que en el artículo 22 se especifican los criterios de evaluación, algunos de los cuales dan ganas de reír o de llorar según se miren:
– Número de alumnos en titulaciones adaptadas [se entiende que al EEES]. Esto fomenta que la universidad oferte más plazas en carreras que tienen más demanda por parte de los estudiantes, en detrimento de carreras que menos gente quiere estudiar y que quizá por eso sea más necesario proteger. Por mucho que solo dos personas quisiera estudiar, por ejemplo, lituano, seguiríamos necesitando a alguien que sepa traducir del lituano al castellano en la UE o en las embajadas.
– Número de programas de posgrado con impartición en inglés. Encima de subir los precios de los posgrados, se fomenta que se impartan en inglés a costa de dificultar aún más el estudio a nivel de máster. De todos es sabida el escaso nivel de inglés entre nuestros estudiantes. Ya podrían poner como criterio el acceso del estudiantado a clases de inglés gratuitas.
– Graduados procedentes de otras comunidades españolas matriculados en los programas de posgrado. Esto es una desventaja para los centros que imparten docencia en una lengua distinta del castellano, y evidentemente también para las universidades ubicadas en ciudades pequeñas.
– Inversiones de capital privado y asociaciones con empresas. Esto significa que el empresario no solo decide dónde invertir, sino que decide también dónde va a invertir el Estado. ¿Privatizar la universidad? ¿Para qué? ¡Es mucho mejor poner el dinero público al servicio de los fines de las empresas! Luego nos hablan de aumentar la autonomía de las universidades.
La reforma universitaria, comúnmente denominada plan Bolonia se nos intentó vender como la gran solución a los males de la Universidad, pero a día de hoy no son solo indicios lo que nos hace pensar en una degradación de la educación superior, sino que podemos ya remitirnos a los hechos.
http://txangurroblog.blogspot.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.