Aquellas personas que esperaban que con el PSOE en el Gobierno las cosas iban a cambiar para los migrantes residentes en la península se han dado con un ladrillo en la boca -o en la cabeza, según se prefiera-. Quienes creían que el PSOE es un partido de izquierda y que por el hecho de […]
Aquellas personas que esperaban que con el PSOE en el Gobierno las cosas iban a cambiar para los migrantes residentes en la península se han dado con un ladrillo en la boca -o en la cabeza, según se prefiera-. Quienes creían que el PSOE es un partido de izquierda y que por el hecho de serlo harían políticas que están al lado izquierdo de la razón se han equivocado.
Ahora, y desde unos años para acá, no podemos distinguir dónde empiezan y terminan los planteamientos políticos e ideológicos de la extrema derecha, de la derecha y de la socialdemocracia. Entre todos ellos tal vez encontraríamos solamente matices, pero nimios, exiguos y aún en ellos, serían básicamente iguales. En el Estado español quien inició las reformas a la Ley de Extranjería fue precisamente la extrema derecha, que estuvo en el poder durante el Gobierno de José María Aznar. Le siguió, le sigue, el PSOE.
La primera vez que se dio la reforma en el Gobierno de Aznar los colectivos que trabajaban -y trabajan- en el tema de las migraciones pusieron el grito en el cielo. Y no era para menos. Los gobiernos del Estado español empezaban a dar argumentos con un ligero tufo a racismo y xenofobia. Y los colectivos, asociaciones, ONGs, etcétera salieron a las calles. Las movilizaciones se sucedían una detrás de otra contra la reformas a las leyes de extranjería. Las reformas que le siguieron suponían, en primer lugar, limitar el movimiento de las personas migrantes, prohibirles la sindicalización hasta estigmatizar a los migrantes por el simple hecho de serlo. Sólo por el simple hecho de querer buscar una vida mejor en la supuestamente opulenta Europa.
Las subsiguientes reformas, y viendo que la solidaridad continuaba siendo un noble ejercicio de lucha de miles de personas y no sólo de las afectadas directamente por esas normas, ya no sólo estigmatizaban a los migrantes, ahora también atacaban a quienes mostraban algún atisbo de empatía y lucha. De ese modo se castiga no sólo a los migrantes, también la solidaridad de algunos nacionales para con esas personas es contemplada ahora como delito.
El PSOE tenía que atajar a quienes se ofrecían a ayudar a este colectivo. Para ello siguieron el ejemplo del discurso xenófobo de países como Italia y el Estado francés, entre otros. Este Gobierno no se iba a quedar atrás y así, poco a poco, estas reformas empiezan a convertir la solidaridad en delito.
Ahora en países como en el Estado español el migrante es un delincuente por el simple hecho de migrar. Y aquellos que muestran un grado de empatía a la miseria a la que se condena a esas personas también son considerados como delincuentes por parte de estos dirigentes -y gobiernos- con un rancio olor a fascismo.
Eso que en un principio veíamos tan lejano, y que un poco más tarde ya sentíamos tan cerca, ha llegado al Estado español de la mano de un partido que se dice de izquierdas. Son ellos los que han propuesto esta reforma, otra más, a la Ley de Extranjería y, con esta aprobación, los derechos más elementales -ya no de los migrantes, también de los nacionales- se convierten en delito.
Txanba Payés. Poeta salvadoreño residente en Euskal Herria.