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No toda ley es justa

Garzón, un Juez cuestionado por la pandilla de jueces

Fuentes: La Oreja Que Piensa

La representación clásica de la Justicia es una mujer con los ojos vendados, una balanza en una mano y en la otra una espada. Nunca me gustó esa alegoría de la ceguera de la justicia y menos con la espada. Creo que la Justicia tiene que mirar de frente, buscar el equilibrio de la Verdad […]

La representación clásica de la Justicia es una mujer con los ojos vendados, una balanza en una mano y en la otra una espada.

Nunca me gustó esa alegoría de la ceguera de la justicia y menos con la espada. Creo que la Justicia tiene que mirar de frente, buscar el equilibrio de la Verdad e impartir Justicia; reparar el daño hecho a las personas y a la sociedad.

Siempre recuerdo a Henry Thoreau, quien decía que toda persona amante de la libertad debe ser respetuosa de la ley, respetarla y hacerla respetar; señalaba que no toda ley es justa, que las leyes injustas deben ser desobedecidas hasta su total nulidad.

Así asumió su compromiso con la sociedad en los hechos concretos y proclamó la «Resistencia Civil, no violenta» que lo llevó a la cárcel, negándose a pagar los impuestos para la guerra contra México.

Esa misma decisión la asumieron el Mahatma Gandhi en el movimiento de liberación de la India; Luther King; Lanza del Vasto; el Dalai Lama; los movimientos indígenas; los campesinos sin tierras; o los obreros y las luchas en defensa de los DDHH de Argentina y otros países latinoamericanos, los cuales tuvieron ese camino de inspiración y compromiso en la resistencia contra las dictaduras militares que asolaron la vida de nuestros pueblos.

Las Fuerzas Armadas buscaron la impunidad jurídica y negociaron con dirigentes políticos, sectores eclesiásticos y empresariales y utilizaron todos los medios para impedir el derecho de Verdad y Justicia de los pueblos.

Esa situación de impunidad motivó a los organismos de DDHH a recurrir a instancias internacionales, abrir espacios a fin de alcanzar el derecho a la justicia que en nuestros países se nos negaba.

Recuerdo el primer encuentro con el Juez Baltasar Garzón en Madrid, todavía no lo había autorizado la Audiencia Nacional para asumir el juicio en Argentina.

En ese primer encuentro le entregué mi testimonio como sobreviviente de la dictadura militar; fue un manuscrito en varias hojas de cuaderno. El encuentro fue alentador, se abría una posibilidad y esperanza de poder juzgar a los responsables de crímenes de lesa humanidad en España a partir de ciudadanos y ciudadanas españoles.

En la Argentina las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dictadas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, con la complicidad de dirigentes peronistas, radicales y los militares, buscaron la impunidad e imponer el olvido. Su discurso era: «el pasado hay que dejarlo, hay que mirar hacia delante para retornar a la democracia». Negaron el derecho al pueblo y a los familiares de las víctimas a saber la verdad.

Frente a la impunidad jurídica en nuestro país, los organismos de DDHH recurrimos a otras instancias, en Francia, Alemania, Italia, Suecia y España, para lograr que la justicia asuma la responsabilidad con los ciudadanos de sus países, víctimas de la dictadura militar, y que apliquen el derecho internacional.

El trabajo fue avanzando lento pero firme. El juez Baltasar Garzón asumió con responsabilidad esa tarea y tuvo que sortear muchas dificultades con coraje y voluntad de llevar adelante el juicio contra los represores argentinos y chilenos. La detención del dictador Augusto Pinochet en Londres provocó un fuerte detonante internacional de avanzar en cuanto a superar la impunidad y someter a juicio a los represores.

El juez Garzón es incómodo para quienes pretenden ocultar la verdad y mantener la impunidad jurídica, y buscan destituirlo para evitar que investigue los crímenes de lesa humanidad provocados por el franquismo. Mientras juzgaba crímenes en países como Argentina y Chile le permitieron avanzar sin grandes cuestionamientos, pero cuando abre la causa sobre lo ocurrido en España el Tribunal Supremo español busca todos los caminos y artimañas para impedirlo y apartar al juez de sus funciones, acusándole de prevaricar en la causa contra los responsables de crímenes cometidos durante el franquismo.

España, después de la muerte del generalísimo Franco, quien se proclamaba «caudillo de España por la gracia de Dios», buscó la complicidad del silencio y el olvido. Se impuso que la época vivida por el pueblo durante el franquismo quedase en el pasado oscuro y que de eso no se hablara.

Sacrificaban el derecho de Verdad y Justicia en lo que consideraban «el bien superior de retornar a la democracia, sin conflictos, y no revolver heridas del pasado».

Los jueces cómplices de la impunidad buscan separarlo y suspenderlo mientras dure el proceso en su contra, a pedido de organizaciones de derecha franquistas que han iniciado la querella contra Garzón.

Lamentablemente hay sectores que dicen ser «progresistas» que se han sumado a la campaña de lograr la destitución de Garzón.

Es necesario que los organismos de derechos humanos, movimientos sociales, magistrados, colegios de abogados, iglesias y sindicatos, actúen en defensa del Juez Garzón en España, en América Latina y a escala internacional.

Hacemos un llamado al Tribunal Supremo Español para que actúe con ecuanimidad y le decimos que la Justicia no es ciega: los pueblos tienen los ojos abiertos.

Juan Gelman dice: «En la Argentina habemos jueces que violan el derecho de gentes, el derecho humanitario internacional, los derechos de los agredidos, la moral y la ética más corrientes, movidos tal vez por viejas complicidades. El juez Garzón no pertenece a esa tribu y que lo juzguen por hacer justicia no se entiende. No lo entendemos en América Latina. Tampoco en otras partes del mundo».

Adolfo Pérez Esquivel es Premio Nobel de la paz.