«Es decepcionante que, durante 18 años, no haya podido lograr una penetración constatable en la sociedad cubana o alguna influencia en el gobierno cubano», señala el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense al evaluar las vías para hacer más efectivo el trabajo contra Cuba de las emisoras de Radio y Televisión Martí. El informe […]
«Es decepcionante que, durante 18 años, no haya podido lograr una penetración constatable en la sociedad cubana o alguna influencia en el gobierno cubano», señala el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense al evaluar las vías para hacer más efectivo el trabajo contra Cuba de las emisoras de Radio y Televisión Martí.
El informe lo brindó el senador por Massachusetts John Kerry, actual presidente del citado Comité, quien fuera el candidato demócrata a la presidencia derrotado por George W. Bush en 2004.
En 1983, comenzó a operar una emisora radial abiertamente patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos destinada a promover el derrocamiento del gobierno cubano. En 1991 se le sumó otra de televisión con el mismo patrocinio e iguales fines.
Ambas emisoras se incorporaron (no reemplazaron) al ejército mediático con fachada de organizaciones no gubernamentales o privadas que, dirigido por organismos de inteligencia y subversión de Estados Unidos, libra una guerra propagandística contra Cuba transmitiendo cientos de horas diarias hacia el territorio cubano desde hace más de medio siglo.
Irónicamente, ambas fueron bautizadas con el apellido del héroe nacional cubano cuya caída en combate hace 115 años recuerdan los cubanos en estos días. Martí fue el líder independentista que con mayor clarividencia advirtió en el siglo XIX de los peligros del naciente imperialismo norteamericano, cuando los cubanos luchaban contra el colonialismo español.
Desde el primer momento, contra Radio y TV Martí se alzaron voces en Estados Unidos, y en todo el mundo, censurando su existencia en nombre de la cordura y la legalidad.
Las violaciones del derecho internacional eran evidentes: Se agredían los principios del respeto a la soberanía de los pueblos, los de la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones y los fundamentos básicos de las relaciones internacionales. Se violaba, así mismo, el Convenio Internacional de Telecomunicaciones del que son signatarios Estados Unidos y Cuba, que prohíbe transmisiones extra fronteras en frecuencias superiores a las establecidas para ello y excluye hacerlo en canales y bandas previamente inscritos en el Registro Internacional de Frecuencias como era el caso de las que utilizan Radio y TV Martí.
A la falta de justificación jurídica y política para la operación de estos engendros se agrega el hecho de que ellas constituyen una pesada carga económica: 700 millones de dólares en 27 años, algo insostenible en las condiciones de la crisis económica que impone recortes en los gastos fiscales, causa desempleo y reduce los niveles de vida en muchos sectores poblacionales de EE.UU.
Pero no fueron estas las razones por las que el Comité del Senado se mostró preocupado por la existencia de Radio y TV Martí.
De acuerdo con lo trascendido de sus reuniones, el acento del análisis ha estado en el resultado nulo del trabajo de estos medios en su objetivo de subvertir el orden constitucional y desestabilizar al gobierno cubano.
Aunque fue tratado el tema del desvío fraudulento del dinero invertido, que ha propiciado el surgimiento de varias considerables nuevas fortunas en Miami; nepotismo, corrupción y politiquería en los procesos administrativos, así como violaciones administrativas por parte de dirigentes de las entidades mediáticas del gobierno de los Estados Unidos supervisoras de su Oficina de Transmisiones hacia Cuba (OCB), nada de esto centró los debates.
Tampoco se ha valorado como razón básica del fracaso que la radio audiencia de Radio Martí sea ínfima y que TVM prácticamente jamás se haya visto en la isla, ni se atendieran las denuncias sobre la presunta falsificación o manipulación de sondeos de opinión para hacer ver que TVM cuenta con alguna teleaudiencia en Cuba.
O que sus programas sean aburridos; la información lenta, unilateral e inexacta; el lenguaje chabacano y ofensivo; y su línea informativa prisionera del sector extremo de la derecha de la comunidad cubana en Estados Unidos sin admitir concesión alguna a la objetividad en aras de la credibilidad en informaciones sobre Cuba.
Se ha especulado que Estados Unidos pudiera haber estado movido a realizar este análisis por el hecho de que ha tenido en la «blogosfera», con mercenarios retribuidos con menos recursos que los exigidos para las grandes emisoras de radio y TV, resultados comparativamente mejores, con apenas algo más de seis millones de dólares para la propaganda subversiva contra Cuba a cargo de «ciberdisidentes» retribuidos por la USAID por vías secretas.
Según el informe de Kerry, para corregir los problemas que se imputan a las emisoras de radio y TV Martí, éstas deben «volver a sus orígenes» y trasladarse a Washington integrándose a la Voz de América (VOA). Para la extrema derecha cubana de Miami esto equivale al cierre de ambas emisoras, un importante medio para su enriquecimiento y el mantenimiento de su hegemonía sobre otros sectores de la comunidad cubana en Estados Unidos.
Lo verdaderamente inmoral de toda esta historia que abordó el Comité senatorial es que no se resolviera desmontar el andamiaje de Radio y TV Martí por su incompatibilidad con las normas de la convivencia internacional, sino apenas rectificar aspectos estructurales a fin de lograr mejores resultados para sus aviesos fines.
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