En un artículo absolutamente recomendable -«Golpes de estado y otras viejas noticias» [1]-, además de otros asuntos referidos a las declaraciones del presidente boliviano sobre una fundación del PP y el intento de golpe de Estado en Bolivia, Andy Robinson explica que según le comentó Mark Weisbrot, el día del estreno en Madrid de la […]
En un artículo absolutamente recomendable -«Golpes de estado y otras viejas noticias» [1]-, además de otros asuntos referidos a las declaraciones del presidente boliviano sobre una fundación del PP y el intento de golpe de Estado en Bolivia, Andy Robinson explica que según le comentó Mark Weisbrot, el día del estreno en Madrid de la reciente película de Oliver Stone de la que él es guionista, en la cobertura del evento del golpe venezolano, The Washington Post y The New York Times siguieron al pie de la letra las consignas del Departamento de Estado. La estrategia, que recuerda la seguida en el reciente caso de Honduras, tuvo dos movimientos. Primer compás: no se ha producido ningún golpe; segundo movimiento: cuando ya la afirmación no resultaba creíble, giro temático y énfasis en «no ha habido intervención estadounidense». Por supuesto.
Andy Robinson señala también que varios compañeros periodistas asistentes al estreno le comentaron que en España, apenas una semana antes del intento de golpe contra el presidente Chávez de 2002, ellos habían acudido a un encuentro «con uno de los banqueros mas poderosos de España», estrechamente vinculado al entonces Gobierno del Partido Popular. Robinson no da el nombre del banquero poderoso, pero no es improbable que fuera una de las máximas autoridades del BS, del BVVA o de instituciones muy afines.
El banquero en cuestión, otra autoridad del país en la sombra, alardeando tener información privilegiada, contando cosas importantes como muestra de que él no era cualquier tontín insignificante, dijo a los periodistas «que Chávez dejaría en breve de ser un estorbo en la región». Así, tal cual, con estas palabras: Chávez era un estorbo a punto de ser eliminado.
¿Qué puede inferirse de ello? Lo que infiere Robinson razonablemente: que el gobierno Aznar tenía constancia de que iba a producirse un golpe de estado; el poderosos banquero tenía fuentes privilegiadas. Sin duda. Los estorbos anti-neoliberales se arrojan a la basura. Sin reciclar desde luego. Por lo demás, según cuenta Stone en la película, Pedro Carmona, el laureado presidente de la asociación empresarial venezolana Fedecámaras, había volado días atrás del golpe «a Madrid para que le tomasen las medidas para una faja presidencial». Tan estúpidos y engreídos como siempre. Tal como eran y siguen siendo.
¿Dijeron algo los periodistas asistentes al encuentro tomando pie en una información que no era ningún chascarrillo ni ningún cotilleo sobre encuentros y desencuentros de «famosos»? De esa agua no bebieron. Al poder no se le toca ni un pelo. Menos si el poder diseña un golpe. Bush II y su amigo José María Aznar estuvieron involucrados en un golpe de estado, como es sabido hoy urbi et orbe, pero no se osaron alzar voces críticas aquellos días a pesar de tener información viva y de primera mano.
La voz la alzó el presidente Chávez tiempo después. ¿Recuerdan la intervención de la primera autoridad del Estado español ante este nudo crítico? ¿Recuerdan su zafio grito de prepotencia y chulería: tú, chusma, por qué no te callas y aceptas que estás a nuestro servicio y que no cuentas ni un grano de sal en nuestro mundo? ¡Cállate! ¡Qué te has creído! ¿Acaso crees que puedes denunciar a los golpistas y a sus amigos españoles?
Que esa zafiedad corriese como la pólvora entre nuestra ciudadanía y que muchos ciudadanos fueran partidarios del insulto monárquico, que algunos programas hicieran chistes y defendieran el insulto de la primera autoridad del Reino de España, es claro indicio de lo que todos sabemos aunque a veces cueste asentar en nuestra mentes era verdad, la verdad de sus mentiras: no son medios de información ni siquiera medios de desinformación sino, claramente, así se comportan en numerosas ocasiones, medios de intoxicación.
En los viejos tiempos, cuando el lenguaje era algo nuestro, medios de inculcación ideológica al servicio de los poderes que agitan injusticias y explotación sin piedad y sin apenas límites.
Nota:
[1] Publicado en La Vanguardia. http://www.rebelion.org/
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