NOTA: Daniel Aguilar, director de la revista electrónica «Apuntes de Ciencia y Tecnología», nos pidió, por mediación de José Antonio Tapia, en junio de 2010 a Eduard Rodríguez Farré y a mi mismo un breve artículo contrario a las prácticas y finalidades de la industria nuclear en el que intentáramos no repetir argumentos expuestos en […]
NOTA: Daniel Aguilar, director de la revista electrónica «Apuntes de Ciencia y Tecnología», nos pidió, por mediación de José Antonio Tapia, en junio de 2010 a Eduard Rodríguez Farré y a mi mismo un breve artículo contrario a las prácticas y finalidades de la industria nuclear en el que intentáramos no repetir argumentos expuestos en otros textos. Tras varias versiones previas corregidas amablemente por José Antonio Tapia, enviamos finalmente el escrito que el lector/a tiene ante sus ojos.
Daniel Aguilar, el máximo responsable de la revista, nos escribió una nota en julio de 2010. La siguiente:
«Hola Salvador. Soy el director de Apuntes de Ciencia y Tecnología, ara la que escribiste el artículo contra el uso de la energía nuclear junto a Eduard Rodriguez Te escribo porque, después de discutirlo con José Tapia, creemos que el artículo tendría que reescribirse para ajustarse a los contenidos que pide la revista. En particular, se tendrían que hacer dos modificaciones:
1) Centrarlo más en los perjuicios de la energía nuclear desde un punto de vista general y científico (ahora nos parece demasiado centrado en cuestiones laborales y de malas prácticas en centrales y administraciones concretas).
2) Apoyar los datos y opiniones con las referencias correspondientes, porque hay muchas afirmaciones sin fuente. En particular cuando se trata de datos, sería preferible que se citasen además las fuentes originales (artículos científico, libros, informe, sitio web académico, etc.), según las instrucciones para autores.
Si estás de acuerdo con las modificaciones que sugiero, ¿crees que podrías hacerme llegar la versión corregida del artículo para finales de septiembre? Naturalmente, no dudes en contactarme si tienes cualquier objección o duda. Saludos, Daniel» [los énfasis son míos, las erratas no]
Como no conseguimos estar de acuerdo con las modificaciones sugeridas ni entendimos bien las críticas apuntadas -una de ellas nos pareció extrañísima: «demasiado centrado en cuestiones laborales». ¿Centrado en exceso en «cuestiones laborales?»; otra, «hay muchas informaciones sin fuente», no pudimos corroborarla por mucho que lo intentamos, y una tercera, «malas prácticas en centrales y administraciones concretas», no alcanzamos a ver que fuera ningún error-, no reescribimos nuestra aportación. El lector juzgará si obramos de forma equivocada. Sólo la nota final es un añadido posterior.
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Intentaremos no repetir en este artículo argumentos ya conocidos, a saber, la contaminación global generada por la industria nuclear; los peligros y costos de mantenimiento de los residuos radiactivos; los riesgos para la salud humana; las consecuencias atómico-bélicas; el ser las centrales nucleares blancos idóneos en potenciales atentados terroristas o ataques en enfrentamientos bélicos; las inversiones multimillonarias con serviles intervenciones públicas; las frecuentes promesas incumplidas de la industria; la rentabilidad económica de las centrales nucleares, escasa, si no nula, cuando se suman todas las partidas de costes y «externalidades»; la finitud de los yacimientos de uranio; las limitaciones temporales insuperables de la apuesta nuclear. Nosotros mismos hemos desarrollado este tipo de razones con más detalle y espacio en otras ocasiones [1]. Pretendemos señalar aquí algunos aspectos generalmente menos mencionados del inventario de argumentos antinucleares.
Philippe Billard es un técnico nuclear que ha sido despedido por la firma francesa Endel [2], una de las cuatro grandes empresas subcontratadas de las centrales nucleares administradas por EDF (Electricité de France). Billard se ha negado a ser un nómada del sector, uno de los 18.000 trabajadores que son obligados a cambiar semanalmente de destino y central en el país vecino. El Tribunal Laboral de Ruán empezó a examinar su caso el pasado 1 de junio de 2010. El juicio es previo a otro más importante, este segundo ante la justicia penal.
Además de técnico nuclear, Billard es sindicalista y fundador de la asociación «Salud-Subcontratistas», cuya finalidad, que nos parece muy razonable, es conseguir que el país más nuclearizado civilmente del mundo reconozca que más de 20.000 trabajadores no son asalariados de las centrales nucleares controladas por EDF, sino contratados por subcontratistas en cascada. La férrea y eficaz ley de mercado, se dirá, tiempos modernos, nada nuevo bajo la tierra y el sol europeos. Pero sí hay algo (parcialmente) nuevo: los trabajadores de las empresas subcontratistas, las personas que no casualmente están a cargo de las tareas más peligrosas con la correspondiente absorción extra de radiaciones, no tienen seguimiento médico fijo. No lo tienen porque estas poderosas instituciones antidemocráticas que llamamos «empresas» se encargan, o encargan, de poner piedras piramidales del tamaño de un obelisco en el camino. En los alrededores de este escenario se ubican las razones del despido de Billard. Este técnico nuclear se implicó sindicalmente para que los asalariados que trabajan para las subcontratas denunciaran a las autoridades… ¡los accidentes de trabajo que sufrían! No solían hacerlo, no suelen hacerlo. Tienen miedo y el miedo paraliza el verbo y la acción. Es fácil entender las razones en tiempos de crisis, penumbra e incertidumbres. Anne Thébaud Mony, una investigadora del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (INSERM), ha añadido una sugerente (y terrible) hipótesis: «es la misma industria nuclear la que organiza que no haya seguimiento médico de los trabajadores más expuestos». ¡Un sector de la industria civil que se encarga organiza el no seguimiento médico de sus propios trabajadores! Potenciales víctimas sin luz y, por tanto, sin cómputo y sin cuidados. ¿Una sociedad que aspire a la justicia y equidad puede permitir una industria que opere con estos procedimientos?
Mycle Schneider, un experto en temas energéticos, ha señalado que de los 45 reactores que están siendo construidos en todo el mundo, 22 están atrasados y 9 no tienen una fecha oficial de encendido. En unos devastadores informes financieros [3], el New York Times ha arrojado luz sobre la construcción nuclear francesa en Okiluoto, Finlandia, y el virtual colapso de Atomic Energy of Canada. En Finlandia, el renacimiento nuclear tiene problemas. Cuatro años después de iniciado un proceso de construcción que debía haber terminado este 2010 el coste de la planta de 4200 millones de dólares ha aumentado más de un 50% [4]. Areva, el grupo gubernamental francés, no es capaz de informar con exactitud cuándo estará listo el reactor. Los inspectores finlandeses que siguen la construcción sostienen que la multinacional francesa «permitió que subcontratistas inexpertos trataran de hacer agujeros en los sitios equivocados en un vasto recipiente de acero que sella el reactor».
El proyecto de segunda «nueva generación» en Flamanville también ha excedido el presupuesto y su cumplimiento está atrasado. Han aparecido grietas en componentes críticos de acero y hormigón. Algunas informaciones señalan que soldadores no cualificados realizaron trabajos críticos.
Desde hace años, la industria nuclear francesa se presenta como una industria reciclable en la que, aseguran, el 96% de los elementos radiactivos son reutilizables [5]. La cifra hace palidecer de envidia al más pintado y, claro está, a los departamentos de publicidad de las industrias más contaminantes. El sector nuclear, éste es uno de los «nuevos» argumentos más extendidos, se presenta como industria limpia y reciclable, que funciona en un circuito casi cerrado. Y por si faltara algo, asegura además la independencia energética de las naciones. La realidad es muy distinta. Cerca del 13% de los materiales radiactivos producidos en Francia por sus plantas nucleares duerme en algún recóndito lugar de… Siberia, en el complejo atómico de Tomsk-7, una ciudad de 30.000 habitantes vedada a los periodistas, a la que desde mediados de los años noventa llegan anualmente más de 100 toneladas de uranio «empobrecido». Allí se enriquece el uranio de recuperación, produciendo un 10% de material reutilizable por EDF y un 90% de uranio muy empobrecido que se convierte en propiedad de una empresa rusa y que se almacena en grandes depósitos a cielo abierto. Ciertamente, no es demasiado peligroso… salvo que, por ejemplo, un avión se estrellase contra él.
No sólo es Francia. Organizaciones ambientalistas alemanas» [6] han revelado algunos detalles del tráfico ilegal de residuos radiactivos entre Alemania y Rusia, un tráfico conocido pero cuyas dimensiones reales eran desconocidas hasta hace poco. Desde 1996 hasta la actualidad, la instalación de enriquecimiento de combustible nuclear en Gronau, Westfalia, ha enviado 22.000 toneladas de residuos, en su mayoría de hexafluoruro de uranio (UF6), a Siberia. De esta cantidad enorme, sólo el 10%, como en el caso francés, ha regresado a Alemania después del enriquecimiento que se realizaba en la planta de Seversk, Tomsk-7. Según la asociación Ausgestrahlt, que se basa en fuentes medioambientales rusas, el resto, alrededor de 20.000 toneladas, ha sido abandonado en un vertedero al aire libre, almacenados en bidones de metal que ahora corren el peligro de pérdidas por haberse oxidado.
También en España los acontecimientos se agolpan. Dejando de lado el caso del Almacén Temporal Centralizado (el ATC) [7], el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha tomado la decisión de prolongar la vida de la central nuclear de Almaraz I (Cáceres) por diez años, cuando ésta cumple casi 30 años de funcionamiento [8]. Esta decisión es, preludio de lo que sucederá con Almaraz II, dentro de dos años. Tras largos años de funcionamiento y diversas vicisitudes que incluyen una multa de 90 millones de pesetas impuesta por el CSN y el cambio de los generadores de vapor, tal como ha recordado el físico antinuclear Francisco Castejón, las dos centrales de Almaraz deberían cerrarse tras cumplir los 30 años. Era obvio que el CSN aceptaría la prolongación del permiso de funcionamiento dado que las empresas propietarias de la central han invertido esfuerzos y dinero en una ampliación de potencia de las dos unidades en el último período. Seguramente, con acuerdos previos que se han mantenido en secreto. En su dictamen sobre Almaraz, el CSN introduce un concepto nuevo que, según Castejón, opinión que compartimos, no deja de resultar inquietante, la «autorización condicionada». Se trata de imponer a la central una serie de condiciones, 13 en el caso de Almaraz I, que deberá cumplir en el futuro para seguir funcionando. La pregunta se impone por sí misma: si la central, como se dice, funciona a la perfección, ¿por qué se le imponen mejoras? ¿Sólo como mejoras extras, como modernización exigente? Si se detectan anomalías, parece razonable que la planta debería paralizarse al menos cautelarmente y la central Almaraz, no debe olvidarse, ha presentado un problema endémico de refrigeración. El Tajo no tiene el caudal suficiente para garantizar el enfriamiento del núcleo en caso de accidente.
A todo lo anterior se suman reiteradas desinformaciones, el intento de generación de consenso pronuclear incluso en la adversidad con riesgos, y los peligros subsiguientes que ello comporta. Un ejemplo reciente de finales de julio de 2007 es el terremoto de intensidad 6,8 que golpeó la provincia de Niigata, en la isla de Honsu, a 200 km de Tokio y puso fuera de funcionamiento la gigantesca planta nuclear Kashiwazaki-Kariwa, una de las más grandes del mundo [9]. Nueve personas fallecieron y un millar resultaron heridas a causa del terremoto. Se destruyeron o dañaron unas 800 casas; vías y puentes quedaron impracticables; se cortó el suministro de agua, gas y electricidad; se averiaron instalaciones industriales de la zona. El accidente generó preocupación sobre la seguridad de «lo nuclear». Se cree que la planta, propiedad de la Compañia de Energía Eléctrica de Tokyo, puede estar situada sobre una falla sísmica. Los informes elaborados hablaron de fugas radiactivas, de conductos obsoletos, de tuberías quemadas, aparte de los incendios. Varios centenares de barriles de residuos radioactivos se vinieron abajo. Marina Forti [10], una periodista especializada en problemas ambientales, hablaba de más de 1000 litros de agua radioactiva vertidos al mar, no del litro y medio del que se habló el primer día después de lo sucedido, y de fugas de isótopos radiactivos en la zona. Los mismos responsables de la central, después de dudas y vacilaciones, lo admitieron finalmente: el terremoto provocó un desastre [11]. Lo sucedido no fue una «pequeña fuga» radiactiva, sin consecuencias para el medio ambiente.
Posteriormente, cuando se calmaron las aguas de la indignación ciudadana, una agencia japonesa divulgó que un centenar de barriles de escoria de baja radiactividad resultaron afectados por el terremoto; otros, sin precisar el número, se desprecintaron. Un portavoz de la empresa admitió finalmente que «sólo» la mitad de los 22.000 barriles almacenados cerca de la central nuclear estuvieron bajo control los días siguientes al accidente. También aceptó el portavoz empresarial que se habían producido emisiones a la atmósfera de «pequeñas cantidades» de sustancias radioactivas como cobalto 60, yodo y cromo 51. Unas 12.000 personas tuvieron que ser evacuadas de Kashiwazaki, una ciudad de 95.000 habitantes situada cerca de la central. El portavoz de TEPCO reconoció que los reactores de la central nuclear fueron diseñados para resistir terremotos, pero sólo, insistió, hasta determinada intensidad, inferior a la magnitud del seísmo registrada aquel lunes de julio de 2007. Con ello se desplomó uno de los últimos y reiterados mitos sobre seguridad de la industria nuclear: la confiada creencia cientificista, que no científica, de que es posible construir plantas capaces de resistir todo tipo de terremotos.
El ahora ex primer ministro japonés, Shinzo Abe, declaró poco después de lo ocurrido que creía que las centrales nucleares sólo podían ser gestionadas con éxito contando con la confianza de la ciudadanía. Confianza ciega o cegada, quiso decir. Hace treinta años uno de nosotros [12] ya mencionó que el secreto y la tergiversación empresarial y gubernamental sobre los riesgos ambientales y sanitarios de determinadas actividades industriales habían sido puestos en evidencia de forma notoria durante un accidente nuclear en otro central japonesa, en la Tsuruga. En aquella ocasión, entre enero y marzo de 1981, hubo fugas de los depósitos de residuos de la central, desde los que unos 40.000 litros de líquidos radiactivos se vertieron en las cloacas de la vecina ciudad de Tsuruga, donde vivían unas 100.000 personas. El accidente, entonces el más grave desde el comienzo de la nuclearización nipona, no fue conocido por los habitantes de la ciudad, ni por la ciudadanía en general, hasta el 20 de abril, unos tres meses después. Luego se supo que la empresa propietaria, la Compañía Japonesa de Energía Atómica, conocía los hechos desde el principio y que hizo todo lo posible para ocultarlos.
Los partidarios de la industria nuclear, no todos ellos científicos ni tecnólogos informados como es sabido, parecen olvidar un aspecto que es esencial. Los futuros tecnológicos no están asegurados. Cuando los soviéticos enviaron el primer satélite al espacio, el presidente Kennedy afirmó que en cinco años EEUU iba a enviar un hombre a la Luna. Lo lograron, tenían ya antes la tecnología para ello. Pero, con la euforia del momento, inmediatamente después, se habló de otra finalidad que presentaba el mismo desarrollo: vamos a invertir, se dijo, vamos a poner todos los medios de investigación disponibles y vamos a curar el cáncer también en cinco años. Los medios que iba a poner Estados Unidos eran inmensos. Se invirtieron, efectivamente, enormes cantidades de dinero. Han pasado cuarenta años desde entonces y no se ha conseguido. El caso de la llegada a la Luna era una cuestión de inversión, de medios, de dinero, porque ya se tenía una tecnología. La habían conseguido los tecnólogos alemanes en la II Guerra Mundial. Se trataba de desarrollar algo de lo que ya se tenía la teoría y de lo que se poseía también las técnicas iniciales para hacerlo. Respecto al cáncer, sin embargo, seguimos sin encontrar la solución. Sabemos muchas cosas, hemos mejorado mucho. El cáncer se está tratando mejor, mucho mejor, que hace 30 años. Pero no se ha alcanzado una curación. Es la cirugía, es la quimioterapia, pero seguimos teniendo el mismo concepto que se tenía entonces, una noción que sigue siendo rudimentaria [13].
Por más dinero que se ponga, que se ha puesto ya, en temas como la eliminación, reciclaje completo o la trasmutación de residuos, éstos se acaban almacenando. El rechazo del principio de precaución, las apuestas fáusticas incontroladas presentan esos riesgos. La sabiduría y el hacer humanos exigen prudencia, equilibrio, y la industria nuclear y los intereses económicos y militares que la alimentan, no suelen cultivar ninguna de esas virtudes. El corolario son los importantes riesgos que se derivan para la población de muchos lugares del mundo.
Una central nuclear genera electricidad. Además de reducir consumos innecesarios y lograr mayor eficacia, tenemos otros medios para producir esa energía eléctrica. Si en lugar de electricidad se tratase de sillas, armarios de cocina o camas de hospital, y uno de los procedimientos posibles, suponiendo varios en litigio, tuviera peligros e inconvenientes semejantes, ¿alguien que intentase obrar racionalmente y de forma responsable, sin intereses ocultos, apostaría por un procedimiento tan costoso, arriesgado y que produce residuos cuya actividad radioactiva se mantiene miles de años?
PS. Rafael Poch de Feliu señalaba recientemente en su artículo «Alemania y el ‘ajuste simétrico»[14] una conocida y repetida arista de la situación directamente relacionada con las prácticas y finalidades de la industria nuclear. La decisión del gobierno alemán de Angela Merkel de prolongar una media de doce años la vida de las diecisiete (¡17!) centrales nucleares del país, señalaba, «ejemplifica la situación porque ilustra cuales son las fuerzas y factores que determinan las decisiones. Ha sido calificada de «revolución» por la canciller Merkel. Se trata, dice, de un «recurso puente» que apunta hacia una hegemonía de las renovables en la generación de electricidad a largo plazo. Las compañías eléctricas pagarán para contribuir a esa «revolución» unos 30.000 millones ha dicho el Ministro de Economía, Rainer Brüderle». Pero, apunta el magnífico corresponsal de La Vanguardia, con la prolongación de la vida de las centrales «las compañías podrían ingresar hasta 100.000 millones en beneficios, un buen negocio». Efectivamente, un buen negocio.
El poder de las multinacionales y las practicas lobbystas son descritas del modo siguiente por Poch de Feliu en su trabajo: «Muchos observadores constatan que el haber dado marcha atrás a la ley del año 2000 que regulaba el cierre de las últimas centrales en 2020, lo que denota es el éxito de una política más agresiva del lobby eléctrico ante la clase política. Todas las compañías tienen a sus lobbystas en los pasillos políticos de Berlín (y de Bruselas), pero en este caso, los propios jefes de los cuatro principales consorcios (Johannes Teyssen, de Eon, Jürgen Grossmann de RWE, Hans-Peter Villis, de EnbW, y Tuomo Hatakka de Vattenfall) se han dejado de diplomacia y han intervenido personalmente, saltando al ruedo y criticando la política energética del gobierno hasta lograr un cambio».
El acuerdo, por si faltara algo en la degustación de privilegiados, está blindado: en caso de cambios en el calendario pactado -por ejemplo, por la acción política de un gobierno adverso a la ampliación de la vida de las centrales que contara con la presencia de «Die Linke»-, las eléctricas pagarían menos.
Wolfgang Mayrhuber, el Presidente de Lufthansa, recordaba Poch de Feliu, «interesado en la supresión de un impuesto al transporte aéreo, se ha quejado de la comprensión que las eléctricas han sabido encontrar en el gobierno. «A nosotros no nos hacen tanto caso», ha dicho. «Los tiempos de la diplomacia han pasado a la historia», señala el Handelsblatt»
Hubert Weiger, presidente de la Federación alemana para el Medio ambiente y la protección de naturaleza, recordaba también Poch de Feliu en su escrito, lo señaló con meridiana y cartesiana claridad: «La codicia de las empresas nucleares por conseguir más beneficios determina la política energética del gobierno».
Notas.
[1] E. Rodríguez Farré y S. López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobe los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente (El Viejo Topo, Barcelona, 2008), y «El poder del lado oscuro de la fuerza: Presiones, falacias e intereses atómico-nucleares», Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, nº 106, 2009, pp. 107-139. Igualmente, Salvador López Arnal: «Nucleares, no. Entrevista a Eduard Rodríguez Farré». El Viejo Topo , nº 224, septiembre 2006, pp. 36-43.
[2] Véase Andrés Pérez, «Los ‘nómadas’ nucleares franceses, a juicio», Público, 1 de junio de 2010, p. 37.
[3] Véase, Harvey Wasserman «El catastrófico aspecto económico de la energía nuclear», CounterPunch. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=86450 (trad. G. Leyens).
[4] A pesar de ello, el gobierno finés, con reducido margen parlamentaria, ha acordado la construcción de dos nuevas centrales.
[5] Laure Noualhat «Francia. Nuestros residuos nucleares se esconden en Siberia». http://www.liberation.fr/economie/0101596550-nos-dechets-nucleaires-sont-caches-en-siberie) (traducción de. J. Aldao).
[6] «22.000 toneladas de residuos radiactivos alemanes en Rusia». http://mir.it/servizi/ilmanifesto/estestest/?p=936 Il Manifesto (trad. G. Larrabeiti).
[7] Salvador López Arnal: «Eduard Rodríguez Farré: Una conversación sobre residuos radiactivos y almacenes temporales centralizados», http://canariasinsurgente.typepad.com/almacen/2010/03/entrevista-a-eduard-rodr%C3%ADguez-farr%C3%A9-una-conversaci%C3%B3n-sobre-residuos-radiactivos-y-almacenes-temporal.html
[8] Francisco Castejón, «Almaraz tiene que cerrar ya», Diagonal, junio de 2010, p. 18.
[9] E. Rodrígues Farré y S. López Arnal, «El poder del lado oscuro de la fuerza», art cit, pp. 108-111.
[10] M. Forti, «Japón: el desastre en la central nuclear más grande del mundo acaba con uno de los últimos mitos de la industria nuclear» http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1332 (trad. L. Març).
[11] E. Rodríguez Farré y S. López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobe los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, op cit, pp. 188-193.
[12] Rodríguez Farré, « El síndrome de Tsuruga (Energía nuclear y violencia institucional)», Mientras Tanto , No. 8, 1980.
[13] Sin olvidar los avances. Antes moría de leucemia casi el 90% de los enfermos; hoy en día se pueden llegar a salvar casi 80% o incluso 90% de los casos.
[14] http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100912/54002419923.html
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