Desde hace mucho tiempo aparecen con frecuencia en Rebelión, y en páginas amigas, traducciones hechas por Germán Leyens. El traductor es una persona que a menudo pasa desapercibida entre tanto texto y, sin embargo, es muy importante para transmitir informaciones, ideas y pensamientos. Rebelión cuenta con un creciente e importante colectivo internacional de traductores. Decidí, aconsejado y apoyado por otros amigos, entrevistar a Germán para tratar de mostrar a una de las personas que se ocultan tras las líneas: «traducido para Rebelión…»
Podríamos empezar, si le parece, por un breve apunte biográfico. ¿Cómo llegó a interesarse por la traducción?
En realidad intenté mis primeras traducciones en mi juventud en Chile, tratando de ganar unos pesos con traducciones técnicas (El resultado debe haber sido horrendo). Unos años después -en 1959- participé en la organización del Festival Mundial de la Juventud en Viena, en parte haciendo traducciones. Luego trabajé unos años en el Consejo de Redacción de la revista «Mundo Estudiantil» de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE), que aparecía, si no me equivoco, en inglés, francés y castellano. Y luego vino lo que llamo un «agujero negro» de 35 años en mi vida, durante los cuales trabajé en dos firmas transnacionales relacionadas con productos químicos y plásticos, en las que pasé unos pocos años en relaciones públicas, en varios idiomas, y el resto en apoyo técnico, ventas, desarrollo y dirección de empresas en diversos países. Aprendí mucho sobre el sistema, las corporaciones, el comercio, la industria. En mis años de trabajo en la UIE y en las transnacionales conocí gran parte del mundo.
Luego me permitirá preguntarte por algunas de estas cuestiones. ¿Qué idiomas traduce? ¿Qué tipo de escritos?
Traduzco sobre todo del inglés al castellano. También del alemán y del francés. Depende de la disponibilidad de material interesante y bien documentado. Básicamente sólo materiales relacionados con la situación actual en todos los terrenos.
¿Desde cuándo traduce? ¿Ha calculado alguna vez el número de páginas que ha traducido?
Poco antes de jubilarme comencé a traducir ‘en serio’. Primero en el equipo de traductores de Znet en español y después en Rebelión. En total debe ser desde hace unos 12 o 13 años. Incluso si tomo sólo un promedio de cuatro páginas por día, saldría demasiado como para atreverme a mencionarlo.
Lo menciono yo si no le importa: unas 18.000 páginas. ¡Qué barbaridad! ¡Al paso que va batirá alguna marca mundial!
¿Traducir es su medio de vida o es un trabajo que hace por gusto o con alguna finalidad política?
Afortunadamente mi jubilación me alcanza para vivir y no tengo que traducir para ganarme la vida. De ahí que pueda dedicar tanto tiempo a las traducciones. Lo hago porque me satisface, la satisfacción resulta del hecho de que puedo hacer una minúscula contribución para tratar que cambien las cosas en el mundo y porque aprendo mucho.
Usted mismo comentaba antes que trabajó durante años en una empresa privada. ¿Cómo llegó desde allí a Rebelión? Si no estoy errado, usted formó parte del equipo de editores de la página.
Llegué a Rebelión porque me entusiasmó el sitio y su actitud. Lógicamente antes de jubilarme comencé a pensar en lo que haría al abandonar mi empleo. Al analizar objetivamente mis posibilidades y limitaciones llegué a la conclusión de que la forma más útil de emplear mis conocimientos bajo las circunstancias dadas era traducir. En realidad sólo participé en un par de reuniones del equipo de editores a título de información.
¿Cómo organiza su trabajo? ¿Selecciona usted mismo sus traducciones?
Mi trabajo lo organizo como sigue: 1) Leo en Internet los sitios, sobre todo en inglés, en los que pueda aparecer algo que me parezca interesante por su contenido y que represente mi propia opinión sobre el tema en cuestión. Toma bastante tiempo, pero sólo traduzco lo que me interesa transmitir a otros. 2) Anuncio al colectivo de traductores mi intención de traducir a fin de evitar una posible duplicación del trabajo. 3) Guardo el texto y lo traduzco 4) Lo dejo estar unas horas antes de revisarlo y someterlo para su publicación.
Por lo tanto, en general selecciono el material a traducir, excepto cuando hay textos presentados al colectivo de traducción que me interesen y yo tenga el tiempo necesario para colaborar.
¿Tiene como modelo el hacer y los resultados de algún traductor?
Desgraciadamente no.
¿Qué es para usted una traducción bien hecha? ¿Es posible conseguirla? ¿No hay una cierta inconmensurabilidad entre los lenguajes naturales? ¿No se pierde siempre algo cuando se traduce?
Una traducción bien hecha es un asunto algo complicado y quisiera haber logrado hacerla alguna vez. Hay que comprender perfectamente las intenciones del autor, lo que no siempre es fácil ya que algunas veces el texto original contiene errores y otras uno carece de los conocimientos necesarios. Controlo con ayuda de un buscador todos los puntos que me parecen dudosos o donde me faltan los conocimientos. Luego hay que esforzarse por redactar un texto que sea aceptable a lectores cuyo conocimiento del idioma generalmente puede ser superior al propio, respetando las diferencias entre el castellano ibérico y el latinoamericano. La tarea es lograr una lectura agradable, comprensible y que refleje con la mayor exactitud posible las intenciones del autor. Indudablemente cuesta evitar que se pierda algo al traducir, aunque sea sólo porque el lenguaje del autor se basa en un entorno cultural y experiencias históricas diferentes y en el caso de medios internacionales como Rebelión hay que tratar de transmitir las intenciones del autor a públicos tan distintos como el español, el norte, centro y sudamericano. El otro problema son los giros estilísticos propios del ambiente de los diferentes autores y la dificultad de convertirlos en los que sean aceptables a nuestros lectores y a la gran diversidad cultural que representan.
¿Puede dar usted algunos consejos a una persona joven que empiece a traducir?
Pienso que es importante acercarse al tema con modestia, una buena dosis de espíritu crítico tanto hacia el original en idioma extranjero como hacia lo que uno está haciendo. No tomarlo a la ligera, es una responsabilidad seria para el que se propone transmitir un texto a otros para que lo comprendan y se sientan motivados. Y buscarse buenos diccionarios.
«Trabajar cansa», decía Pavese. ¿Traducir puede llegar a agotar o es siempre un placer?
Confieso que si no fuera un placer, en parte porque refleja mis convicciones, no lo haría. Es un trabajo muy cansador física e intelectualmente, pero trabajar en equipo y en un medio tan exitoso como Rebelión lo justifica.
Desde un punto de vista cultural, para personas, como yo, que nos manejamos francamente mal en otros idiomas, ¿dónde reside la importancia de la traducción?
La importancia de la traducción es que hace llegar materiales precisamente a aquellos que no dominan otros idiomas. De ahí la importancia de encontrar materiales informativos que sirvan a la divulgación de antecedentes e informaciones, más que de opiniones personales, que se pueden encontrar en el idioma del lector.
¿Cree usted posible un idioma universal, tipo esperanto, que facilite la comunicación entre seres humanos? ¿Juega ese papel el inglés en estos momentos?
Creo que el inglés juega ese papel actualmente y lo jugará en el futuro.
¿Cree que nuestra civilización capitalista es compatible con la comunicación efectiva entre la ciudadanía? ¿La traducción puede acercar pueblos y culturas?
No me cabe la menor duda de que la traducción acerca pueblos y culturas. Por otra parte, el capitalismo por su propia esencia y objetivos no desea una comunicación efectiva de la ciudadanía. Cuando la esencia del sistema es el lucro y la existencia de explotados y explotadores, consumidores y especuladores, y los medios de información están en manos de una clase y de corporaciones la consecuencia inevitable es que la comunicación dominante refleje los intereses correspondientes. Por desgracia, a mi juicio, hasta ahora no se ha logrado una comunicación efectiva y polifacética de calidad en otros sistemas por más que se haya logrado una extensión de la cultura a capas más amplias de la población.
Si no estoy errado, traduce usted especialmente artículos sobre la situación política y la historia de Israel. ¿Está especialmente interesado en el tema? ¿Qué opinión le merece la actual política israelí?
En realidad creo que no me especializo en el conflicto israelí/palestino, aunque es inevitable prestarle considerable atención ya que refleja de la manera más atroz la actitud del imperialismo. El tema, por otra parte, me interesa y me duele, por razones muy personales. Me ha llevado a comprender muchas cosas, entre otras la facilidad con la que se puede llevar a las masas al chovinismo y al fascismo.
Si no es una indiscreción, ¿tiene usted orígenes judíos?
Así es.
Hablaba también que intentó sus primeras traducciones en su juventud, en Chile. ¿Cómo llegó al país de Violeta Parra, Gabriel Mistral, Pablo Neruda y Salvador Allende?
Mis padres emigraron a Chile desde Alemania antes de la guerra debido al antisemitismo imperante en Alemania nazi.
Explicaba usted que en 1959 participó en la organización del Festival Mundial de la Juventud en Viena. ¿Cómo fue eso? ¿Qué festival era ese? ¿Quiénes participaban?
Si no me equivoco los Festivales de la Juventud siguen existiendo, aunque con la desaparición de la URSS y la caída de los regímenes ‘socialistas’ en Europa Oriental, han perdido importancia. Los Festivales, organizados por la Federación Mundial de la Juventud Democrática y la Unión Internacional de Estudiantes congregaban a representantes, masivos en algunos casos, de la juventud y los estudiantes progresistas de todo el mundo. Su programa incluía importantes eventos culturales, seminarios y discusiones políticas, manifestaciones de solidaridad, etc. La CIA y sus aliados se esforzaban por crear un ambiente inamistoso y organizaban contramanifestaciones e intrigas de todo tipo.
Hablaba también usted de un «agujero negro» de 35 años en los que trabajó en dos firmas transnacionales relacionadas con productos químicos y plásticos. ¿Cómo fue eso? ¿Cómo llegó allí?
Al terminar mi trabajo en la UIE llegué a Alemania Occidental y tuve que buscar trabajo donde lo encontrara. Aproveché mi experiencia periodística, conocimientos de idiomas y de la industria del plástico y de la goma (obtenida en Chile) y después de algunos meses difíciles (estaban conmigo mi esposa y nuestra hija y no tenía ingreso alguno) encontré empleo.
La experiencia no fue insustantiva, decía usted, aprendió mucho sobre el sistema, las corporaciones, el comercio, la industria. ¿Puede decirnos algunas de las cosas más importantes de este aprendizaje?
Bueno, aprendí mucho en tecnología y en publicidad. Pero lo más importante fue conocer el ambiente existente en empresas dominantes en la industria: la corrupción, los carteles, la negligencia, la prepotencia estadounidense, el desprecio por los principios más elementales de honestidad, humanidad y democracia. También aprendí que siempre existe un margen que puede ser utilizado para introducir un ambiente de comprensión y motivación entre la gente, que refuerce la creatividad y la participación para llevar al éxito, aunque por desgracia éste es aprovechado, en el sistema existente, por los que lo controlan: empresarios, bancos y grandes corporaciones.
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