Recomiendo:
0

Sobre la educación

Tanta tela de tontería

Fuentes: Rebelión

Con esta redundancia de «tes» abro en tres giros lentos mi grifo de la tristeza. Bien podría ser el caudal del estupor, de la atonía, de la gelidez, pero no, emite pura desazón. Viene rondando en la prensa de los últimos días, cual rapaz a punto de sorprender a su despistada presa, la noticia en […]

Con esta redundancia de «tes» abro en tres giros lentos mi grifo de la tristeza.

Bien podría ser el caudal del estupor, de la atonía, de la gelidez, pero no, emite pura desazón.

Viene rondando en la prensa de los últimos días, cual rapaz a punto de sorprender a su despistada presa, la noticia en el País de la rebaja de 1800 millones de € (este si es turrón del bueno) en las espaldas del sistema educativo (no quieren que nos de lumbago, no vaya a ser que pidamos a la vez todos la baja). Esta suculenta cantidad será principalmente sustraída del sueldo de esos privilegiados que nos hacemos llamar profesores (luego vendrá la reducción de vacaciones. ¡Qué nos habremos creído!). ¿Han visto ya las manifestaciones, los encierros, la lucha, el alzamiento, la protesta airada, las revueltas, los pupitres hechos leña, el vuelo de adoquines, los debates en los medios?… ¡Ah! ¿Qué no? Ya me extrañaba. La algarabía que se oye debe obedecer a la concesión del Nobel a los de «la Roja», que es lo poco que les falta.

¿Ya comprenden de dónde mana la tristeza?

Mirando en derrededor observo que hay personajes públicos muy bien considerados. Reciben cantidades industriales de dinero a cambio de hacer bien poco. Me sorprende la desproporción. ¿Es más importante el trabajo de estos entretenedores de masas que la labor, digamos, de los investigadores de la malaria? (¿Malaria?, si aquí no hay malaria).

Veneramos a unos tipos en calzones que juegan con una bola y escupen continuamente al suelo. Evito dar nombre para no herir sentimientos, pero los ejemplos nos darían para rodear varias veces el planeta. Lo que ganan (olé por ellos), no puede ser por la valía de su trabajo sino porque quienes les patrocinan saben que hay muchos ojos mirándoles, mucha gente embobada queriendo parecerse a ellos, mucha gente abstraída con sus recreaciones; eso engorda ciertos capitales. En la escala de consideración social sería más lógico que por encima estuvieran, los filósofos, los pacifistas, los que hacen tareas altruistas, los científicos, los investigadores, los artistas comprometidos con su tiempo…y sí, los profesores. Pero el orden real de la pirámide responde a los mismos cánones productivos que prostituyen la escuela. No es extraño ver a las autoridades copando los palcos de honor de los estadios, viajando a donde sea necesario para unirse a la foto de los triunfadores (eso sube mucho la testosterona del poder). Esta clase de éxito es visible, es fácil y rentable, es de potencial inmediato. ¿Alguien ha imaginado lo que sucedería si se suspendiera la liga de fútbol durante varios fines de semana, si anulasen las motos, la F1, las olimpiadas, si no inocularan las cadenas de televisión sus brebajes vacuos? La gente saldría a la calle pidiendo el pan y la sal.

Claro que, analizando cómo logra una circunscripción territorial granjearse bondades de futuro, descubrimos que a falta de árboles que que den euros, básicamente los países inteligentes lo logran invirtiendo en educación de calidad. De las patadas a un balón gana el galáctico de turno y su camarilla, aves de paraíso fiscal. Quienes templan y abonan, quien se empeñan y construyen son los profesores y maestros. De la corrección de sus tareas de hoy dependerán los hábitos y tendencias sociales de mañana, las capacidades emprendedoras de la gente (esto aun no se pilla). Nos dicen: «Inversión en i+D+i+…» Quieren sumar demasiado en el escalafón final del camino, en el que sale en las fotos. ¿Hay gente formada para sacar rendimiento a eso? La inversión fetén ha de hacerse en la base para preparar y educar a los niños y que luego sepan aprovechar y potenciar esa suma de letras tan rimbonbante. ¡Esto no da votos, claro! ¿Quién va a invertir en algo que no se ve? ¿Quién se preocupa de algo que dará frutos tras 20 años de trabajo? (El político de turno, a quien increíblemente dejamos intervenir en la gestión educativa, jamás pondrá interés en el tema porque su vista no alcanza más allá de cuatro años. Palabritas, palabritas, palabritas y después suele sacar a sus hijos a estudiar a lugares que sí se cuidan estas cosas. Tontos estos, no son).

Como ejemplo de despilfarro hemos podido no hace mucho ver cómo la Sra. Merkel ha venido de pesca con un barco arrastrero por la escuela española. En los diferentes gobiernos patrios aplaudían con las orejas porque era una oportunidad de empleo. ¿Cabe mayor ignorancia? ¿Dónde va a ir todo lo invertido en educación por este país durante los últimos 15 años? Se van a aprovechar de ello quienes no han gastado nada en producirlo. ¡¡Negocio redondo!! Porque además sólo escogen las piezas excelentes, no a los peces empanados.

Pero nuestra nariz está pegada al escaparate de las apariencias instantáneas, de las fotos retocadas, de gentes con rostros repletos de botox, sonrisas congeladas y bustos desbordados que además viven en casas no se qué; y babeamos por llevarnos a la boca el pastel. Queremos los mismos resultados fáciles y evidentes, soluciones relumbrantes que ponernos para aparentar. Por eso confiamos que otros nos hagan magia con sus botas,evitándonos así rozar la mediocridad.

La sociedad evoluciona por el aporte de diversos afluentes. Es algo imparable. Hoy día, nuestras ciudades están repletas de multiculturalidad y así mismo las escuelas. ¿Alguien ha dispuesto los medios para que los docentes pueden hacer frente a este radical cambio? Se ha incorporado a las aulas la sacrosanta informática, la total conectividad, el mundo frío de las pantallas ¿Alguien ha formado a los educadores para dar el salto de un paradigma analógico a uno digital? La pedagogía oficial ya se ha dado cuenta (por fin) de que en este mundo sobreinformado la escuela no debe centrarse únicamente en los contenidos, en la mera memorización, en dar una calificación estandarizada, sino en la construcción de un individuo que sea flexible emocionalmente, ágil en su pensamiento, creativo en sus respuestas de cara a una vida cada vez más indeterminada y cambiante ¿Alguien ha reparado en formar a los profesores para que asimilen estas pautas lógicas y necesarias? Las respuestas harían pasar el caudal de mi grifo de la pena a la rabia y para ello la palabra no es el mejor lenguaje.

¿Somos conscientes los docentes de cosas tan simples como éstas? ¿Estamos adocenados? ¿Estamos tontos de tontería? ¿Nos importa algo nuestra tarea? ¿Nos hemos parado a pensar de la vital importancia de nuestro actos y actitudes para el futuro de un niño? Hasta que todos los que habitamos las escuelas no entendamos esto, la sociedad no nos valorará en su justa medida. Mientras no salgamos de nuestras pequeñeces y recuperemos el sentido colectivo todo será perder el tiempo, ese lujo que se nos acaba. Parecemos esclavizados a las trampas hipotecarias del sistema, batallamos de por libre en pequeñas cacerolas, vamos mirando al suelo y esperamos a que llegue la hora de nuestro recreo para disfrutar con imágenes de la cámara superlenta. ¿Cómo vamos a formar a ciudadanos éticamente responsables y comprometidos, dialogantes y sabios, compasivos y ecuánimes, a futuros adultos capaces de saber tejerse una felicidad respetuosa? Les predisponemos inconscientemente a la desorientación, al miedo (motor del mundo), porque estamos funcionando desde ese mismo prisma. Es la consecuencia más lógica de la operación.

Observo un aceptado grado de conformidad general, de confianza en que las cosas se acaban por colocar solas, como por una especie de instinto de supervivencia animal. ¿No es mucho suponer? Así sobreviven muchos, pero no por ello hemos de renunciar a nuestros compromisos vocacionales.

Esperamos que sean otros los que den el paso. Que los sindicatos (si los hubiere) hagan por nosotros (ya es sabido, y a los hechos me remito, que sólo hacen por ellos mismos, sus amigos y sus bolsillos -cuando éstos están llenos el brazo cuesta más alzarlo). Esperamos maquillar los niveles de PISA adiestrando a los alumnos haciendo muchas veces los test. Esperamos que la sociedad los valore motu propio, que los alumnos atiendan en clase, motu propio también, que nos traten con respeto y escuchen, pero ¿les escuchamos y respetamos realmente nosotros, les ofrecemos realmente algo suculento por lo que tengan que atender, disfrutar, participar o esforzarse? Cuando un alumno dice (con el tono que sea): «¿Y esto, profe, para qué quiero saberlo?», nos está haciendo la pregunta más crucial e inteligente que nunca se haya hecho en la escuela. Ellos saben que la vida de fuera no tiene nada que ver con lo que se maneja en las aulas; nada que ver. Lo de fuera es atrayente, seductor, son experiencias reales, cercanas, comprensibles, vitales en definitiva y que sólo podrán bien digerir si les enseñamos a masticarlas.

Todos los días peleo para que los futuros maestros que han llegado a mis manos entiendan estas cosas, para que se sientan como uno de los capiteles que sustentan la sociedad y que su labor es imprescindible y delicada. Cuesta horrores sacarles del traje acartonado que les ha confeccionado el sistema. Mi herramienta es el arte.

David Gamella. Artista plástico y profesor universitario UAH.

Blog del autor: http://dedavidgamella.blogspot.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.