Con traducción de Beatriz Morales Bastos y prólogo de Alfonso Sastre, la editorial Hiru ha publicado recientemente un libro de Jacques Bouveresse, Bourdieu, sabio y político. El texto original fue editado en 2004. Bourdieu, sabio y político está dividido en los siguientes apartados: 1. «Lo que he aprendido de Bourdieu». 2. «El espíritu del escalador». […]
Con traducción de Beatriz Morales Bastos y prólogo de Alfonso Sastre, la editorial Hiru ha publicado recientemente un libro de Jacques Bouveresse, Bourdieu, sabio y político. El texto original fue editado en 2004.
Bourdieu, sabio y político está dividido en los siguientes apartados: 1. «Lo que he aprendido de Bourdieu». 2. «El espíritu del escalador». 3. «A Pierre Bourdieu, la filosofía agradecida». 4. «Conformismo y resistencia». 5. «Los medios de comunicación, los intelectuales y el sociólogo». 6. «El sabio y el político», el capítulo que da propiamente título al libro, y 7. «El conocimiento de sí mismo y la ciencia».
No pretendo escribir una reseña sobre el ensayo sino dar un toque de atención, una llamada entusiasta a su lectura. Diez razones para ello, sucintamente:
1. Bouveresse sorprende no sólo por su exquisita aproximación a la obra y el estar en el mundo de Bourdieu, a quien sitúa en la altura que realmente le corresponde, sino por la modestia filosófica que despliega a lo largo de las páginas de su libro. El elogio del filosofar y hacer de Bourdieu no oculta a un tiempo ligeras discrepancias. Un ejemplo: «Personalmente yo siempre he tenido tendencia a reaccionar espontáneamente de una manera que está más cerca de la Chomsky que de la de Bourdieu y a dudar sistemáticamente de la posibilidad de llegar en el terreno del conocimiento social y político a construcciones teóricas ambiciosas y convincentes a la vez» (p. 13).
2. El libro del gran filósofo analítico francés contiene multitud de ideas de interés para entender, en su justa medida, la relación entre el saber y el compromiso político, entre ciencia y política.
3. No conozco muchos ensayos filosóficos que incluyan una batería tan equilibrada de sólidos argumentos contrarios al relativismo gnoseológico. En la magnífica senda de Paul Boghossian, El miedo al conocimiento. Contra el relativismo y el constructivismo (Alianza, Madrid, 2010, traducción de Fabio Morales) y de la no menos excelente reseña crítica de unos de los grandes filósofos actuales: John R. Searle, «¿Por qué creerlo?». Revista de Libros, nº 170, febrero de 2011, pp. 21-24.
4. Si el lector/a tiene dudas de la importancia de las aproximaciones sociológicas, el capítulo que cierra el volumen las disolverá de un plumazo. De este modo, por ejemplo, «[…] no es escandaloso sugerir que el hecho de que se haya optado, por ejemplo, por la lógica y la epistemología antes que por la metafísica y la moral puede tener relación con cierto origen social y también con la posición ocupada en el momento considerado en un campo intelectual que ofrecía al individuo concernido unas posibilidades y más o menos excluía otras, convertía ciertas elecciones en razonables, naturales o prometedoras y otras, por el contrario, en más o menos incongruentes e incluso inconcebibles, etc» (p. 142).
5. Bourdieu, sabio y político contiene, en mi opinión, uno de los mejores textos de epistemología informada y argumentada, nada sofisticada ni oscura, ni tampoco ciertamente incomprensible, que yo he leído desde hace mucho tiempo: «El sabio y el político», el penúltimo capítulo. Una joya gnoseológica.
6. Bouveresse muestra, una vez más, no sólo su enorme tacto político sino su admirable sensibilidad cultural. Sus referencias a sus conversaciones privadas con Bourdieu, el mimo y la honradez intelectual con las que las presenta y recuerda son, sin exageración, inolvidables.
7. No es él el único caso desde luego, pero la mirada crítica que Jacques Bouveresse muestra de algunas tendencias, mayoritarias en los media, de la filosofía francesa es modélica, un ejemplo a seguir, un punto de referencia para no hablar de oídas y con conocimiento de causa.
8. No es fácil encontrar un nervio, un coraje intelectual (y también político) como el desplegado a lo largo de las páginas del libro por este profundo conocedor de la obra de Robert Musil, Wittgenstein y Karl Kraus.
9. Uno de las perlas del libro: «Por lo demás, tampoco estoy seguro de que a Bourdieu, que desconfiaba más que nadie de la tentación de la cólera, incluida la «justa» o la «cólera santa, le habría gustado verse descrito como encarnación de «un género de genio colérico». Es algo que seguramente se puede decir de Kraus, pero Bourdieu era precisamente muy diferente de él y concebía tu trabajo de una manera completamente distinta. Sin embargo, me abstendré de toda conclusión definitiva sobre este punto. Aun cuando, según pude juzgarlo, Bourdieu no lo creyera, después de todo no se excluye que la cólera, que se suele considerar mala consejera, en algunos casos también pudiera conducir a una comprensión mejor incluso de la ciencia» (p. 25). No es el único regalo. Otro más: «Bourdieu que en un principio era filósofo, pedía precisamente mucho más [que Rousseau]. Y quería comprender por qué incluso en un tipo de investigación que pasa por ser el más puro y desinteresado que existe, la mentira encontrada por uno mismo cuenta mucho más, como dice Rousseau, que la verdad descubierta por otros. Lo que constituye una amenaza para la verdad no es el hecho de pensar y de recordar sin cesar -como hizo Bourdieu- que nadie prefiere, de forma natural y constante, la búsqueda de la verdad a la búsqueda de su propio interés, sino la ignorancia de este hecho y de las razones que lo explican» (p. 151) [las cursivas son mías]
10. Y, para finalizar el decálogo, el prólogo de Alfonso Sastre que en absoluto desmerece el libro. Sus palabras finales: «Hoy por hoy, en el pórtico de este libro, sólo deseo ponderar la intensidad y la importancia del pensamiento que se produce en la actividad de intelectuales como Bourdieu y Bouveresse. ¡Bienvenidos sean a nuestro corralito!»
No se lo pierdan, vale la pena.
PS1: En Bourdieu, sabio y político se habla de filosofía, de sociología y de otras disciplinas científicas como oficio, como trabajo aprendido y practicado. Bouveresse, sabido es, ha aprendido parte de su excelente hacer filosófico en la lectura y estudio de Wittgenstein y Musil. No es de extrañar por ello que una cuidada selección de las afirmaciones y reflexiones que este ensayo contiene permitirían un espléndido opúsculo de aforismos. Un ejemplo. «Un mejor conocimiento del mundo real puede ser útil a la causa de los más desfavorecidos porque es verdadero (objetivamente). Pero no porque un discurso sobre el mundo social pueda dar (momentáneamente al menos) la impresión de ser útil a la causa que se defiende -aunque sea la mejor- se vuelve verdadero» (p. 147).
PS2: Del coraje político-filosófico de JB esta carta es otra muestra que merece ser recuperada:
A propósito de una medalla de la Legión de Honor. Una carta de Jacques Bouveresse a Valérie Pécresse, ministra francesa de Enseñanza superior.
Nota de Éditions Agone: Como reacción a la concesión de una Legión de Honor, una distinción que jamás ha solicitado, Jacques Bouveresse nos ha remitido la carta, fechada el de 17 de julio de 2010, mediante la que rechaza este «honor».
Señora ministra:
A través de rumores públicos y de la prensa acabo de conocer con sorpresa una noticia, confirmada por la lectura del Diario oficial de 14 de julio; a saber, la de que figuro en la lista de personas promovidas a la Legión de honor, bajo la firma de su ministerio, con el grado de «caballero».
Sin embargo, no solamente jamás he solicitado en forma alguna una distinción de este tipo, sino que, por el contrario, he manifestado claramente, cuando la cuestión me fue propuesta hace ya bastante años (1), y una vez más al poco de haber sido elegido miembro del Colegio de Francia en 1995,que no desearía en ningún caso recibir distinciones de este tipo. Si hubiera sido informado de sus intenciones, fácilmente hubiera podido precisarle a usted que no he cambiado de actitud en este asunto y que deseo más que nunca que mi voluntad sea respetada.
En tales condiciones, de ningún modo me es posible aceptar la distinción que se me ha propuesto y, ciertamente, menos aún -me perdonará, así lo espero, que se lo diga con toda franqueza- de un gobierno como el del que usted forma parte, del que todo me separa radicalmente, y cuya política en relación a la Educación nacional y a los servicios públicos en general me parece especialmente inaceptable.
Por consiguiente, me atrevo a esperar que usted considerará esta carta como la expresión de mi más firme y definitivo rechazo a aceptar el supuesto honor que se me hace con esta iniciativa y que tomará las medidas necesarias para que mi petición sea tenida en cuenta.
Dándole las gracias por anticipado, le ruego, señora ministra, que acepte la expresión de mis más respetuosos sentimientos. JB
[1] Una proposición surgida del ministro de cultura de un gobierno de Mitterand, Jack Lang (la traducción es de Jordi Torrent Bestit y del firmante de esta nota)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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