Kepa Arbizu, en Tercera Información[1], señala con razón sobre «INSIDE JOB», un documental recientemente estrenado en España: «[…] quizás lo más importante y demoledor que tiene este documental, que nunca escatima en dar nombres propios, es su demostración de la fagocitación que las grandes empresas financieras han hecho del mundo de la política. La Reserva […]
Kepa Arbizu, en Tercera Información[1], señala con razón sobre «INSIDE JOB», un documental recientemente estrenado en España: «[…] quizás lo más importante y demoledor que tiene este documental, que nunca escatima en dar nombres propios, es su demostración de la fagocitación que las grandes empresas financieras han hecho del mundo de la política. La Reserva Federal, el gobierno, sus asesores, agencias de calificación, en todas ellas aparecen representantes de entidades privadas y que lógicamente alentaron el desmedido descontrol económico en su propio beneficio. Por si eso fuera poco, la economía como ciencia también queda devaluada por la misma práctica». En otra aproximación a IJ, puede leerse el siguiente comentario sobre esta película que describe a «esos forajidos de cuello blanco» que han hundido en la miseria y en la desesperación, sin apenas alteración de un músculo de su cuerpo ni un quark de su alma, a millones y millones de personas: «Tras empezar en Islandia… la escena se traslada a Nueva York, al corazón de la bestia, donde banqueros privados y públicos, ejecutivos y políticos que intercambian sus papeles con desvergonzada naturalidad y protegidos por leyes que ellos mismos han decretado […] estimulados continuamente por ese polvito blanco que les hace sentirse dioses y putas de superlujo cuando se relajan del extenuante trabajo de robar al prójimo».
«Inside Job» ha sido considerado el mejor documental de 2010. Probablemente sea, no pretendo discutirlo, el mejor documental usamericano del año. Sin embargo, no consigo ver, esforzándome, que aporte demasiadas novedades al lenguaje cinematográfico de los documentales y algunas tomas celestes, frecuentas en la película, pueden poner a más de un espectador de los nervios y pensar incluso en algún momento en el lujo impúdico que la misma película critica. La escena final con una toma desde helicóptero de la estatua de la libertad, uno de los símbolos fálicos más manipuladores de los que se tiene noticia, debe ser probablemente para consumo interno, para el público anglosajón o muy americainzado, que, en mi opinión, es el destinatario esencial de IJ.
No niego virtudes a IJ. Las escenas iniciales sobre Islandia son, en mi opinión, lo mejor del documental aunque se dé cuenta de los éxitos y consecuencias de las importantísimas movilizaciones ciudadanas en la isla europea a las que sí hace referencia; las relaciones de las élites políticas, financieras y académicas, a lo largo y ancho de las administraciones Reagan, Clinton, Bush II y Obama, están muy bien documentadas; la fuerte y mayoritaria masculinidad de todo este bloque de poder insaciable queda netamente reflejada; el cinismo de algunos intelectuales usamericanos es descomunal, de libro de texto crítico; la entrevista, con notas incluidas, a un joven lobbista de Washington pasará sin duda a la historia universal del amoralismo satisfecho y debería ser de obligada visión en cualquier departamento de Filosofía moral que se precie; las difíciles situaciones en las que, en ocasiones, no en todo momento ni a todos los participantes, Charles Ferguson, el director, guionista y productor del documental, consigue colocar a los entrevistados son aciertos indiscutibles que recuerdan la cara de Charlton Heston en el Bowling for Columbine de Michael Moore; las declaraciones y reflexiones del que, creo recordar, es responsable del Banco Central de la República Popular de China demuestran, un vez más, la enorme sensatez (no digo que sea socialista) de los responsables chinos (su último comentario sobre ingenieros e «ingenie(s)ros financieros» es, junto con las declaraciones de Raghuram G. Rajan, de lo mejor del documental) y, por acabar en el algún punto, la explicación de uno de los nudos importantes de este inconmensurable desaguisado, el circuito: hipotecas basura, entidades financieras, agencias de rating, derivados financieros, aseguradoras, inversionistas, permite su compresión a personas no muy puestas en el tema.
Pero, mirado como se quiera mirar, «Inside Job» no es, ni de lejos ni apurando la generosidad, una aproximación enrojecida a la crisis ni siquiera una mirada con aristas críticas anticapitalistas. No sólo porque el término «capitalismo» (y sus derivaciones) jamás se pronuncia a lo largo de 120 minutos de documental; no sólo porque presenta inocentemente a las élites responsables, y a sus felices hooligangs, como un grupo de cocainómanos practicantes asiduos de la prostitución y del lujo irresponsable (no siempre lo son como es sabido: Botín es un contraejemplo conocido); no sólo porque importantes (y moderadas) voces críticas de la cultura americana no aparecen en documental, Krugman, Stiglitz, por ejemplo; no sólo porque su aproximación a etapas anteriores del capitalismo americano es demasiado complaciente y acrítica; no sólo porque pone el foco exclusivamente en el vértice financiero-político-académico del sistema, y hay otros nudos en el mapa, o no habla, por ejemplo, pudiendo hacerlo, de uno de los Reyes de este mambo de cinismo, crueldad e irresponsabilidad, el señor Rodrigo Rato, sino porque, además, en algunos momentos, que no son frecuentes desde luego, cae en la ingenuidad de presentarnos como voces críticas, como voces más humanistas y responsables, nada y nada menos que a algunas decisiones del Parlamento europeo; a algunas ministros de Economía de la Unión (entre ellos, a Elena Salgado); al mismísimo especulador George Soros (especulador y filántropo en la hoja que se reparte a la entrada de los cines donde se proyecta en Barcelona) cuyo rostro cínico-popperiano adquiere, una vez más, dimensiones inconmensurables (la escena en que aparenta no saber mucho del tema de las «complejidades financieras», apuntando que él es de otra época, es para enmarcar con marco especial); a voces tan acríticas, sea cual sea su pose, como la de la ministra de Finanzas francesa de Chou Chou Sarkozy, el diseñador del ataque imperial contra Libia, e incluso la de Dominique Strauss-Kahn quien en un momento de la entrevista tiene el rostro, impenetrable sin atisbo de duda, de señalar, lamentándolo con cara de circunstancias, a los desfavorecidos del mundo como principales perjudicados por la situación. Por lo demás, dejando aparte las referencias a China, Singapur y algún otro país asiático, el mundo en IJ es sinónimo de los países capitalistas más desarrollados del mundo anglosajón. Los otros prácticamente no existen.
La voz del narrador, el magnífico decir de Matt Damon, el que fuera alumno de Howard Zinn, es un aliciente para ver este documental que merecería (y exige) una recreación con mayores tonalidades críticas, algo más de profundidad histórica y política, y menos tomas panorámicas (aunque el nuevo intento mantenga en banda sonora la canción de Peter Gabriel que, con acierto, usa Ferguson para abrir su documental).
PS: Por eso no logro estar convencido de la afirmación con la Kepa Arbizu abre su artículo en Tercera Información: «Mucho se ha hablado durante estos últimos años de la crisis económica . Quizás ese haya sido el problema, muchas palabras, demasiadas, pero poca reflexión e interés por parte de los medios de comunicación masivos, y por supuesto de los partidos políticos, de llamar a las cosas por su nombre e ir al fondo de la cuestión. «Inside job», premiado como mejor documental en los Oscar de este año, es precisamente la labor que se arroga y que la realiza de una soberbia manera».
Nota:
[1] http://www.rebelion.org/
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