«Viajar a Chernóbil es turismo extremo; trabajando junto a las autoridades se podría aumentar el número de turistas.» Anatoliv Pakhlya, jefe de la Empresa Estatal de Turismo de Ucrania- Como veo últimamente al lobby pronuclear muy de capa caída, después de que las peores previsiones se hayan cumplido en Fukushima, y tras el patinazo de […]
«Viajar a Chernóbil es turismo extremo; trabajando junto a las autoridades se podría aumentar el número de turistas.» Anatoliv Pakhlya, jefe de la Empresa Estatal de Turismo de Ucrania-
Como veo últimamente al lobby pronuclear muy de capa caída, después de que las peores previsiones se hayan cumplido en Fukushima, y tras el patinazo de los primeros días cuando aseguraban que lo de Japón era la mejor prueba de que la nuclear es muy segura, voy a ofrecerles un argumento que tal vez no habían tenido en cuenta, a ver si se animan un poco, que me da pena verlos tan mustios.
Ahí va: el accidente de la nuclear japonesa acabará siendo una bendición para el turismo. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Sí, así dicho suena un poco bestia, pero hay que desarrollarlo un poco: digamos que lo de Fukushima ha sido un susto, hay muchos evacuados, trabajadores que enfermarán, una contaminación todavía incalculable y un amplio territorio que quedará cerrado por mucho tiempo, todo eso es cierto. Pero dentro de un par de décadas los turistas pagarán lo que les pidan por visitar la zona y hacerse unas fotos con los reactores en ruinas.
Y si no, miren Chernóbil: coincidiendo con el veinticinco aniversario, y al calor de Fukushima, ha vuelto a la actualidad, y entre otras cosas hemos sabido que la central ucraniana y sus alrededores son uno de los principales destinos en la república ex soviética.
El propio gobierno va a organizar excursiones para los amantes del «turismo extremo», y lo hace para recuperar la iniciativa, pues ya había turoperadores privados que montaban visitas por su cuenta y riesgo. Aunque aún no se conocen bien los efectos sobre la salud, sólo en el último año más de diez mil turistas han pagado 160 euros por un paseo que incluye una ruta por la ciudad abandonada, una comida en la cantina de la central, y el uso de un contador que mide la radiactividad.
Según dice el gobierno ucraniano, lo de Fukushima ha puesto más de moda el turismo nuclear, y ha aumentado el número de solicitudes. Así que ya tiene el lobby pronuclear otro motivo tan inesperado como pintoresco con que refrescar su entusiasmo y convencernos de los beneficios: lo que hoy parecen peligros y daños, mañana serán riqueza. ¿Quién dijo miedo?