Recomiendo:
0

Luces y sombras del 15-M

Fuentes: Rebelión

Tanto se ha escrito en las últimas semanas sobre un movimiento todavía tan iniciático, y con tanta repercusión mediática, que no es fácil hacer un análisis pausado y con perspectiva; así que lo que en este breve artículo intentaremos será reflexionar en forma de flashes sobre algunas de las cosas que nos puede aportar. Precisamente, […]

Tanto se ha escrito en las últimas semanas sobre un movimiento todavía tan iniciático, y con tanta repercusión mediática, que no es fácil hacer un análisis pausado y con perspectiva; así que lo que en este breve artículo intentaremos será reflexionar en forma de flashes sobre algunas de las cosas que nos puede aportar.

Precisamente, esa sensación de volatilidad tan característica de las movilizaciones post-materialistas de nuestro entorno, destaca como uno de los primeros rasgos a tener en cuenta. Lo que un viernes nos parece la «revolución» o «transformación» definitiva del sistema, el lunes siguiente parece ya olvidado y volvemos a nuestra cotidianeidad (trabajo, hipoteca, planes de vacaciones…); y no sólo es cuestión de los medios de comunicación, que indudablemente juegan y favorecen esta dinámica del gran titular, sino que en el seno de una movilización espontánea e impredecible como esta es un arma de doble filo: el impacto y simplicidad del discurso que tanta gente puede juntar en momento álgido, es también una debilidad en cuanto que dificulta un discurso coherente y realmente «radical», es decir que haga frente a la raíz de la situación que se quiere denunciar.

Así, afrontamos lo que a mi juicio es lo más interesante de reflexionar, esto es, cuál es el objeto de la protesta, o, en palabras del propio movimiento, la o las razones de la indignación. Creo que la respuesta es la sensación de hartazgo de la ciudadanía respecto del funcionamiento general del sistema político, que en tiempos de crisis ha demostrado, con más evidencia que nunca su pliegue total al sistema económico. Nuestro sistema político se organiza según los principios de la democracia representativa y nuestro sistema económico según los del capitalismo neoliberal. Exigir «democracia real ya» no ha sido más que la constatación de que los principios del sistema neoliberal anulan, en buena medida, los principios de la democracia, o dicho de otra forma, que la democracia real existente no funciona como la ciudadanía espera. No es un problema exclusivo del Estado Español, en toda Europa hace ya unos cuantos años que la socialdemocracia (teórica defensora del modelo de Estado de Bienestar) abandonó la esperanza de intervenir en la economía para corregir las desigualdades generadas por el mercado. Esa ha sido la razón de su fracaso electoral a nivel europeo (a punto de consumarse también en el Estado), el no ser capaces de distinguirse de la derecha, no tener un proyecto, ya no digo de izquierdas, siquiera socialdemócrata, al más viejo estilo keynesiano. Ni que decir tiene, que en vez de profundizar en esta línea, los medios de comunicación, interesadamente, han preferido los aspectos folklóricos (organización del campamento, limpieza…) o de procedimiento (forma de acción), frente a los contenidos o razones de la indignación.

Además, el 15-M ha detectado algo que confirman las encuestas de opinión, que la clase política, especialmente los dos grandes partidos que se reparten la «gestión» del sistema, son un estorbo para las aspiraciones de mayor profundidad democrática de la ciudadanía. La lógica partidista se mueve entre la defensa de sus intereses particulares (corrupción, puestos y dinero a cambio de apoyos políticos…), y la total sumisión a los poderes económicos representados por las grandes multinacionales y el capital financiero, con el que los bancos, fruto de su avaricia e irresponsabilidad, han hundido economías de países enteros no sólo de los ya «empobrecidos» desde hace décadas, sino ahora ya de la propia Unión Europea. Ahora que toca aplicarlas en Europa, algunos parecen darse cuenta de la gravedad y la injusticia de las recetas «neoliberales» del FMI o el Banco Mundial dedicadas a salvar los bancos y condenar a la miseria a miles de personas como ya han comprobado en América Latina, África o Asia. Movilizaciones como las de Grecia sí que son un claro ejemplo de quién está aliado con quién y para quién trabaja la clase política. Algunas de las iniciativas surgidas de las asambleas del 15-M que han ocupado simbólicamente entidades bancarias, o que se han bloqueado procesos judiciales de desahucio por la imposibilidad de las familias de hacer cargo a las deudas contraídas con los bancos, así como la denuncia de los recortes presupuestarios en acción social aplicados en Cataluña, son acciones que refuerzan un camino que merece la pena profundizar y consolidar, sobre todo porque más allá de «lamentar la gravedad de la crisis» como suelen hacer los políticos, identifican a los culpables de la misma y denuncian las prácticas inmorales de sectores que quieren seguir manteniendo intactos sus privilegios.

De las asambleas de las plazas céntricas de las ciudades, también se ha dado un paso y se está haciendo el esfuerzo de descentralizar el movimiento y llevarlo a los barrios. Todavía es muy pronto para saber cómo está funcionando esta nueva dinámica porque además las dinámicas y los ritmos de los espacios locales suelen ser más lentos y en cierto sentido más complejos cuando se enfrentan a la problemática cotidiana, pero es un ejercicio necesario en cuanto que, como se demostró hace pocos años con el boom del movimiento antiglobalización, después de una fase de irrupción las iniciativas transformadoras deben tener su base real en el ámbito local. Son la práxis y la cotidianeidad vinculadas a la realidad y a la vida de las personas las que hacen realmente revolucionarios los cambios sociales y políticos.

Por último, una breve reflexión desde Euskal Herria en la que las diferencias se pueden establecer en un doble sentido. Por un lado la persistencia de un conflicto político derivado de la imposibilidad real de ejercer el derecho a la autodeterminación, hace tiempo que ha demostrado las carencias del sistema democrático español que en los últimos años ha acentuado su estrategia judicial de recortes en derechos civiles y políticos. El actual y esperanzador escenario, cada vez más factible, de ausencia de violencia política, hará más evidente esta realidad y exigirá a la sociedad y a la clase política mayores esfuerzos para la gestión de la complejidad social e identitaria. Por otro lado, la existencia de una sociedad civil organizada (pluralidad y fuerza de movimientos sociales, sindicatos no plegados al sistema, asociacionismo con conciencia ciudadana…) más activa y con mayor vinculación con la problemática social, económico y cultural, relativiza la necesidad de un movimiento de este tipo en nuestro entorno. No pretendo decir que no pueda aportar elementos positivos y novedosos, creo que la movilización es casi siempre buena en sí misma, sino que si lo hace tiene que hacerlo en colaboración con el tejido social existente, unos replanteándose formas a veces demasiado estancadas, otros aprendiendo de la larga experiencia de lucha acumulada.

Imanol Telleria, Profesor de Ciencia Política y miembro de Parte Hartuz.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.