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Doce infinitivos para la decepción a propósito de Pablo Milanés

Fuentes: La Jiribilla

Nunca imaginé que esta docena de razones para preguntarme qué pasa por su cabeza las pudiera motivar un cantor de la talla de Pablo Milanés. 1. Descalificar con desprecio el trabajo de otra persona y, de paso, a la persona propiamente dicha de manera procaz, por haber recibido una crítica, es una iniquidad (vaya lógica […]

Nunca imaginé que esta docena de razones para preguntarme qué pasa por su cabeza las pudiera motivar un cantor de la talla de Pablo Milanés.

1. Descalificar con desprecio el trabajo de otra persona y, de paso, a la persona propiamente dicha de manera procaz, por haber recibido una crítica, es una iniquidad (vaya lógica la de «¿Así que dices que me equivoqué cuando dije X? Bueno, mi repuesta es que tus poesías son una mierda y además que tú eres una rata y un cornudo»). ¡Más altura, por favor!

2. Atribuir incapacidad a otro para ser influenciado no parece razonable. Si yo fuera Ana Belén, por ejemplo, le pediría a Pablo lo siguiente: «Por favor, no sigas diciendo que yo no soy susceptible de ser influenciada. Preferiría que dijeras una verdad que, además de indiscutible, me humaniza: como todo el mundo, recibo y ejerzo influencias.»

3. Desaprovechar una oportunidad excepcional, una vez puesto a hacer juicios políticos, para denunciar el bloqueo que nos aplican a nosotros los cubanos de Cuba, allí donde más lo defienden, entraña a mi juicio una sospechosa flaqueza.

4. Querer ganar más dinero para sumarlo a lo que ya se tiene, es comprensible. Pero es demasiado grande el precio de enlodarse así – procurando y consiguiendo no tocar ni con el pétalo de una rosa a nadie del exilio, ni siquiera a Posada Carriles – a cambio de esos dólares.

5. Actuar como si Carlos Alberto Montaner fuera un simple habitante más de Miami y no una pieza sibilina e importante del mecanismo desestabilizador de la Revolución montado en esa ciudad, pasa difícilmente como una distracción.

6. Dar golpes machistas y humillantes, y prestarse a la manipulación de la prensa de la derecha miamera no parece muy compatible con la tan loable aspiración de ser un adalid de la concordia y la unión. Con solicitar que no le politizaran la entrevista y no contestar a las preguntas que violaran eso, tenía. Con ceñirse a valorar lo que dijo Edmundo y no a Edmundo, también tenía.

7. Renegar de la parte de la propia obra que compromete su éxito de taquilla es quizás lo más penoso que le pueda pasar a un cantor. Ni siquiera se trata de que lo haya hecho, sino de garantizarles a los asistentes potenciales que lo haría…. Ignoro cómo se puede dormir tranquilo después de eso.

8. Recurrir al autoelogio sin el menor rubor resulta ser un recurso un poco triste, por mucho que la especulación de Edmundo acerca de un hipotético destino gris para Pablo si no fuera por la Revolución haya sido inadecuada.

9. Aseverar que la prensa anticubana (el grupo Prisa, el Herald, Radio Martí, etc) no tiene su propia agenda sino que se ocupa de servirle a él, genera estupor. Cualquier entrevista entraña por definición una simbiosis. Solo una ofuscación mayor o algo mucho más inconfesable puede conducir a no reconocerlo.

10. Negar que defender a la Revolución en la boca del lobo sin ser una persona blindada por su dinero o su fama, exige mucha más valentía que hacer unas críticas a la Revolución siendo (y sabiendo que se es) un tipo rico e intocable. No sé ni quien es Edmundo en realidad; pero esa es una verdad como un puño y cualquiera lo comprende.

11. Estar en contra de que se agreda físicamente a unas damas (cualquiera sea su color) es no solo comprensible sino enteramente compartible. Hacer un homenaje a unas damas (cualquiera sea su color) que siguen protestando para mantenerse cobrando lo que les manda el enemigo (no caracterizado así por mí misma sino por José Martí) es, como mínimo, una extraña conducta en alguien que se dice antimperialista.

12. Reclamar que Granma publique un libelo de este corte, donde el autor utiliza un lenguaje y unos recursos propios de un bravucón de baja calaña (no sería lo mismo si se tratara de un documento serio) es propio de alguien obnubilado por el despecho.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2011/n538_08/538_30.html