La entrevista realizada por GARA a la organización que acaba de declarar el fin de su actividad armada constituye una pieza periodística de indudable interés, por lo que este diario ha decidido ofrecer también la traducción al castellano del original en euskara. El conjunto de la entrevista ofrece la posición de ETA, que muestra «un […]
La entrevista realizada por GARA a la organización que acaba de declarar el fin de su actividad armada constituye una pieza periodística de indudable interés, por lo que este diario ha decidido ofrecer también la traducción al castellano del original en euskara. El conjunto de la entrevista ofrece la posición de ETA, que muestra «un compromiso absoluto con el proceso de resolución».
La declaración de ETA tiene carácter histórico. Después de 50 años, ¿cómo llega la organización a tomar esta decisión?
La decisión está ligada al momento histórico del proceso de liberación. Y aunque se ha producido ahora, el origen de la reflexión se puede situar, por los menos, una década antes, cuando comenzamos a considerar que en Euskal Herria había condiciones para la materialización del cambio. Sin embargo, visto desde entonces, no ha sido un proceso estructurado y lineal. Podemos decir que ha supuesto un proceso de maduración de una profunda reflexión.
En medio de esa reflexión aparecía una pregunta: si hemos frustrado el intento de asimilación y si hay condiciones para el cambio, ¿qué debemos hacer para que esas condiciones sean factores decisivos para efectuarlo?
Asimismo, surgió una nueva realidad. El potencial que mostró la experiencia de Lizarra-Garazi encendió todas las alarmas en el Estado, que decidió dar un salto cualitativo en su estrategia: dejar a la izquierda abertzale, a través de la ilegalización, fuera del escenario político. Sin base social, sin referente político-institucional, con las opciones de profundizar en la construcción nacional anuladas, el objetivo del Estado consistía en reducir la iniciativa de la izquierda abertzale sólo a lucha armada, con la esperanza de que la represión policial la neutralizara.
Todo ello provocó un parón en el proceso de liberación: el bloqueo. Y lo que era aún más perjudicial, colocó en grave peligro las condiciones creadas. La izquierda abertzale debía tomar la iniciativa, para escapar de esa trampa y para poner las bases del nuevo ciclo político cuyo objetivo debía ser materializar el cambio. Pero no se podía hacer de cualquier forma. Había que dotar de credibilidad al camino a recorrer, y era preciso dar un impulso decisivo para abrir el nuevo ciclo en toda su dimensión. Había que cerrar un ciclo para abrir del todo el nuevo. Y eso incidía de lleno en la lucha armada.
Por tanto, además de sobre el momento histórico, había que debatir específicamente sobre la lucha armada…
Sí, así es. Y no es un debate sencillo. Pero la preocupación principal era la siguiente: si Euskal Herria sigue oprimida y sus derechos conculcados, ¿qué vamos a hacer para destruir el muro levantado por los estados? A nuestro entender, en estos 50 años, la lucha armada ha hecho su aportación, una gran aportación, para llegar al momento en el que estamos y para generar las condiciones existentes. Pero ha mostrado también señales de agotamiento para, de aquí en adelante, fortalecer el proceso y lograr mejores condiciones. En el momento en el que nos encontramos, lograr mayor adhesión hacia nuestro proyecto, acumular fuerzas para confrontar con el Estado como pueblo y activar la mayoría social que está a favor del cambio serán las claves para echar abajo ese muro. Por eso ha tomado ETA esta decisión histórica. Para recoger la cosecha de estos años de lucha y ponerla al servicio de esa estrategia.
Sin embargo, las autoridades españolas dicen que la decisión es fruto de la derrota. ¿Qué les contestarían?
El discurso de la derrota es parte de la estrategia de los estados, fabricado con el objetivo de provocar desánimo en la izquierda abertzale y neutralizar las opciones que esa decisión abre en este momento político. Sin embargo, la realidad es otra bien distinta, y el nerviosismo resulta notorio entre quienes se encontraban cómodos con la situación anterior. Como hemos señalado, los estados prepararon la trampa para acabar con la izquierda abertzale, pero hemos escapado y hemos llevado la confrontación a un nuevo escenario, fuera de su control.
Además, la izquierda abertzale no ha variado sus objetivos políticos, no ha dejado de luchar. Al contrario, se han incrementado el apoyo y las opciones para lograr esos objetivos, y también ha crecido la credibilidad del camino propuesto. El independentismo se ha estructurado firmemente y se ha provisto de nuevos recursos. El reconocimiento de Euskal Herria y de su derecho a decidir es una reclamación de la mayoría de la sociedad vasca. La opresión estatal y su cerrada actitud están cada vez más erosionadas en Euskal Herria. El conflicto está a la vista de todos, y la necesidad de su resolución se encuentra en el centro del debate político. Y España y Francia saben que cada vez tendrán más dificultades para soslayar esa situación. Todavía tenemos un buen trecho por delante hasta lograr la libertad, y no será fácil, pero vamos a ello. Con total determinación.
Sé que no es un registro habitual en ustedes, pero ¿qué es lo que han sentido después de tomar esta decisión?
No es fácil exponer lo que tenemos dentro. Se acumulan muchos sentimientos. Una decisión de este calado te trae a la mente a todos los compañeros que pertenecen o han pertenecido a esta organización. A los compañeros que la lucha se ha llevado para siempre. A quienes aún están presos. A los ciudadanos y ciudadanas que en el conjunto de Euskal Herria han ayudado a ETA. A los miembros de la izquierda abertzale. Te trae al recuerdo los momentos duros de la lucha, sus momentos difíciles, el sufrimiento. Pero, también, los momentos hermosos vividos con los compañeros. Las alegrías que nos ha producido y las tristezas que nos ha dado la lucha.
Hay un gran sentimiento de responsabilidad. Por esos compañeros, por Euskal Herria, por la lucha de liberación. También existe felicidad y orgullo, por todo lo que esta organización, en su pequeñez, ha hecho hasta ahora. Hay convencimiento e ilusión, por el nuevo escenario que se le ha abierto al proceso de lucha. Y esperanza de ofrecer un futuro de libertad a nuestros hijos e hijas.
Y, por qué negarlo, existe el sentimiento de haber perdido algo, el mismo sentimiento que ha tenido mucha gente en Euskal Herria. Porque ETA no sólo somos los miembros que la componemos. ETA, sobre todo, es del pueblo. El camino recorrido hasta ahora ha marcado la vida de todos nosotros. Nos ha dado una forma de ser, una identidad. Se la ha dado a Euskal Herria. Y aun sabiendo que se trata de una decisión para dar impulso a la lucha de liberación, resulta difícil evitar ese nudo interno provocado por tanto sentimiento acumulado.
¿Cómo valoran las reacciones obtenidas por la declaración?
Se puede decir que, en la mayoría de los casos, han seguido el guión preestablecido. No obstante, hay que subrayar que todos han constatado la importancia de la decisión histórica. Todos saben que se ha abierto un nuevo ciclo, y han querido fijar la posición respecto a ese nuevo periodo.
Por otro lado, en general, ha recibido numerosas respuestas positivas en la sociedad vasca y entre los agentes vascos. La decisión ha fortalecido la reclamación de la solución integral, y se demanda pasos concretos a Madrid y París. Ambos gobiernos no han dado la talla. ¿Cómo se puede plantear que no se debe hacer nada cuando la sociedad vasca e importantes agentes internacionales les están interpelando directamente? El Gobierno de Gasteiz también ha andado despistado, lejos de la realidad vasca. Está bien abrir una ronda de diálogo con los diversos agentes, pero resulta bastante vergonzoso que una iniciativa emprendida con urgencia tenga como objetivo decir que no hay urgencia.
En todo caso, más importante que las reacciones actuales será el comportamiento que cada agente tome de cara al futuro, y no sólo por parte de los gobiernos de Francia y España. En Euskal Herria algunos han puesto como excusa la actividad armada de ETA. Eso se ha acabado. ¿Y ahora qué? ¿Qué hará ELA? ¿Qué hará el PNV a favor de Euskal Herria? ¿Qué se va a hacer para lograr el derecho a decidir? ¿Qué van a hacer el PSOE, el PP y UPN ante las demandas de la mayoría de la sociedad vasca?
Se ha destacado la «prudencia» de Rajoy. ¿Comparten esta apreciación?
Es verdad que esa reacción rompe con el discurso negativo, agresivo y sin sentido de hasta ahora. Ante esta coyuntura histórica, quien tiene muchas posibilidades de ser presidente de España debe actuar con responsabilidad, y es de suponer que Rajoy lo ha entendido así.
La declaración es la respuesta que dan ustedes a la Conferencia Internacional, pero va más allá, ¿no?
Sí. Aunque se sitúa en la hoja de ruta que dibuja la Conferencia Internacional, la decisión tiene una dimensión estratégica y responde al ciclo que se ha abierto en el proceso de liberación.
Sin embargo, la conferencia ha supuesto un hito. ¿ETA ha tenido relación, de forma directa o indirecta, con los agentes internacionales?
Sí. Tal y como señalamos en el comunicado de finales de setiembre, llevamos mucho tiempo trabajando por impulsar el proceso de solución y, para ello, resultaba muy importante incrementar la participación de la comunidad internacional. Por eso, no sólo hemos tenido relación, sino que hemos tomado compromisos ante ella.
¿Y con el Gobierno español?
No se ha producido ninguna reunión directa entre ETA y el Gobierno de España. Sin embargo, podemos decir que, en los últimos meses, hemos tenido un conocimiento mutuo y, que nosotros sepamos, el PP está al corriente.
Una de las aportaciones de la conferencia fue la de dirigirse al Gobierno francés. ¿Cómo debería responder?
Tendría que dar una respuesta positiva. Francia es parte del conflicto y debe tener una participación directa en su resolución. Además, en Francia se están alzando cada vez más voces solicitando pasos del Gobierno. No puede eludir por más tiempo su responsabilidad, como si fuera un mero problema español.
¿Ha habido algún tipo de acuerdo, base pactada o algo similar?
En primer lugar, hay que aclarar que el proceso actual es diferente respecto a los que hemos conocido hasta ahora. Ante la cerrazón de los estados, la izquierda abertzale tomó la decisión de iniciarlo desde su propia iniciativa, sin esperar a la voluntad de los estados. Es por eso que ha dirigido su iniciativa y compromisos hacia Euskal Herria y la comunidad internacional, para activar cada vez más fuerzas a favor de la resolución justa y democrática del conflicto, hasta lograr, poco a poco, resquebrajar la estrategia estatal. Fue una decisión valiente y creemos que está siendo fructífera. Los estados mantienen su cerrazón, pero cada vez con mayores dificultades, cada vez con mayor desgaste.
Volviendo a su pregunta, no existe un acuerdo concreto o resolutivo para la superación del conflicto, pero se está dibujando la secuencia de los pasos que debe seguir la vía de solución, componiendo una especie de hoja de ruta. Los pasos que deben dar las diferentes partes están fijados, y hay que avanzar en ellos.
Las elecciones generales españolas están a la vuelta de la esquina y se da como seguro que habrá cambio de gobierno. Teniendo en cuenta las posiciones tan duras que ha mantenido el PP, ¿qué consecuencias puede tener ese hecho?
En nuestra opinión, cuál es el partido que gestiona el Gobierno español no supone una variable decisiva. Además, en comparación con la posición del PP, no se puede decir que el Gobierno del PSOE haya mostrado una especial voluntad para acometer la solución democrática del conflicto.
Sea cual sea el color que tenga el Gobierno de España a partir del 20 de noviembre, tendrá sobre la mesa el conflicto que mantiene con Euskal Herria. Tendrá también el llamamiento concreto hecho por la Conferencia Internacional y por la propia ETA. Y también las reivindicaciones de amplios sectores de la sociedad vasca de que respete los derechos de los presos políticos, de que termine con la estrategia de ilegalización y de que reconozca los derechos del pueblo vasco. A nuestro juicio, más allá de caer en especulaciones, la clave se encuentra en que cada vez más ciudadanos y ciudadanas se comprometan en torno a esas reivindicaciones y la presión aumente.
UNA MIRADA AL PASADO
Es una decisión muy importante. Se puede hablar de hito histórico. Con una mirada retrospectiva, ¿cuáles han sido en la historia de ETA otros momentos decisivos como éste? Es decir, ¿con qué otros momentos históricos se puede comparar el presente?
En el transcurso político de estas cinco largas décadas ha habido muchas resoluciones importantes sujetas a las circunstancias de cada momento. Sin embargo, son tres las decisiones más importantes que ETA ha tomado en su historia, que han marcado y marcarán la historia reciente de Euskal Herria. La primera, en pleno franquismo, cuando se constituyó ETA para hacer frente al Estado español y para liberar Euskal Herria. La segunda, cuando la reforma española no atendió a las reclamaciones de Euskal Herria y se produjo la división entre las fuerzas abertzales, con la decisión de ETA de continuar con la lucha armada. Y la tercera, ésta de ahora, con el anuncio de su fin.
En todo caso, hay que dejar claro que ETA no ha sido jamás un mero grupo armado de naturaleza política, sino una organización política que en un momento histórico decidió practicar la lucha armada.
Sin embargo, el PNV dice que ETA es un error desde su nacimiento o, al menos, que la decisión que se ha adoptado ahora debía haberla tomado hace 30-35 años. Afirma que se equivocaron, tanto ETA como el conjunto de la izquierda abertzale, ante la reforma del franquismo.
En Euskal Herria no hay muchos que vean un error en el nacimiento de ETA. ¿Cómo estaba Euskal Herria? ¿Qué ofrecía el PNV ante esa situación?
El surgimiento de ETA cambió de raíz la situación y dejó consecuencias profundas a futuro. Ante la desesperanza que provocaba la asfixiante opresión, amplió la oferta de la lucha por la libertad, y, junto a ello, impulsó la recuperación política, social y cultural.
Es cierto que hace 34 años la posibilidad del fin de la lucha armada estuvo sobre la mesa. Aquello fue en Xiberta, y la elección del PNV lo malogró, cuando aceptó el marco de partición impuesto por España y cuando prefirió zambullirse en su gestión. A consecuencia de esa elección, el PNV logró ámbitos de poder, a cambio de participar de lleno, junto con las fuerzas españolas, en el intento de neutralizar al independentismo. ¿Cuál es el balance de esa elección en lo que respecta al futuro de Euskal Herria? Siendo durante muchos años la fuerza hegemónica y gestionando las principales instituciones, ¿qué ha hecho el PNV para que el derecho a decidir del pueblo vasco sea reconocido? ¿Cuáles son las opciones que el marco vigente ofrece para la libertad de Euskal Herria? Ha sido la estrategia del PNV la que ha fallado. Y no lo dice sólo ETA, sino cada vez sectores más amplios de la sociedad vasca. Es por eso que el PNV utiliza un discurso tan agresivo contra la izquierda abertzale.
La izquierda abertzale no picó en el anzuelo y, en la fase posterior de la reforma, se comprometió con la defensa de Euskal Herria, a la vez que se involucraba totalmente en el trabajo de la construcción de la nación vasca. En aquella época, frente al entramado jurídico-político que buscaba la desaparición de Euskal Herria, ETA adoptó una trascendente decisión: continuar con la lucha armada. Y mediante la lucha armada, entre otras cosas, se impidió que el modelo de imposición de la reforma se afianzase en Euskal Herria. Mediante la lucha armada, entre otras cosas, Euskal Herria ha llegado a tener abiertas las puertas de la libertad.
Dicen que son ellos quienes han protagonizado la construcción nacional…
Por suerte, ha habido mucha gente en la labor de construir la nación vasca, entre ellos, también militantes del PNV. La construcción nacional la ha hecho el pueblo: en la dinámica por el euskara, en la cultura, en la enseñanza, en defensa de la tierra, en defensa de los derechos de los trabajadores…
El «auzolan» ha suplido la falta de compromiso institucional. Y más aún, el compromiso popular ha tenido que hacer frente a los ataques dirigidos desde las instituciones gestionadas por el PNV. No hay más que ver el daño que ha hecho a los ciudadanos y ciudadanas el modelo neoliberal que ellos han sostenido. Euskal Herria ha seguido adelante gracias a la ciudadanía y al movimiento popular, y así será también en el futuro.
Sin embargo, la historia no es perfecta. ¿Tiene la autocrítica lugar respecto a lo hecho durante todos esos años?
Nosotros no hacemos una lectura lineal de nuestra historia. Sabemos que hemos cometido errores, y que no hemos acertado siempre. Nos esforzamos por aprender de esos errores y de corregirlos en la medida de lo posible. Como organización revolucionaria, nos guiamos por una autocrítica permanente, de la que también son consecuencia los cambios de estrategia o sus adecuaciones.
Con todo, la izquierda abertzale cuenta con una característica que le hace más fiable respecto al resto de fuerzas: que siempre ha antepuesto los intereses de Euskal Herria a cualquier otra cosa, y que ha actuado con valentía y generosidad en su defensa.
¿Xiberta, Argel, Lizarra-Garazi y el último proceso de negociación pueden calificarse de fracasos?
De ninguna manera. Esos hitos históricos no nos satisfacen del todo, en la medida en que no hubo posibilidades de llevarlos a término, pero todos ellos han dejado cosas positivas, todos ellos han dejado enseñanzas.
Quizá Xiberta sea el episodio más decepcionante. Fue la primera ocasión para responder como pueblo a la negación de Euskal Herria, pero no fue posible. Supuso una ruptura profunda, una herida que tres largas décadas después no se ha cerrado. Una herida de la que también se ha alimentado el conflicto. En Argel, logramos sentar al Estado en la mesa de negociación. Aquello supuso el reconocimiento del conflicto y el reconocimiento concreto de una organización que lucha por la libertad; dio credibilidad al camino escogido. Lizarra-Garazi cambió el escenario político de raíz y de forma permanente. Si, con el objetivo de aislar a la izquierda abertzale, el Pacto de Ajuria Enea ideó esa división entre violentos y demócratas, después, en un lado se colocaron los abertzales, los sectores de izquierdas y los demócratas que sostenían que la clave de la resolución del conflicto residía en el derecho a decidir del pueblo vasco, y en el otro, los partidarios de la Constitución española. Las condiciones que hoy en día citamos a menudo fueron sembradas con aquella semilla. Y en el último proceso quedaron establecidas las claves del método y del contenido para la resolución del conflicto.
El proceso de liberación es dinámico y se construye gracias a la acumulación de diferentes experiencias. Por eso, seguramente había que pasar por esas fases para llegar al punto en el que nos encontramos. Se puede decir que hoy nos encontramos con el desarrollo de todo aquello, acumulando fuerzas y estructurando un nuevo proceso negociador. Contamos con toda aquella experiencia.
Sin embargo, no se profundizó suficiente en las oportunidades surgidas. ¿Por qué?
Cada momento histórico necesitaría una lectura específica y, seguramente, no habría una lectura única y perfecta. En estos casos, cada parte tendría que preguntarse a sí misma si hizo todo lo que estaba en su mano.
Ello no quiere decir que todas tengan la misma responsabilidad. La izquierda abertzale ha iniciado cada proceso con la intención de llevarlo hasta el final, con responsabilidad, con el objetivo de alcanzar una solución justa y democrática. ETA ha cumplido todos los acuerdos y cuando los procesos se han roto formalmente ha seguido en la misma línea. El Estado español, en cambio, ha actuado con malicia. No buscaba la paz y la resolución, sino neutralizar la lucha de liberación. Ha buscado la ruptura de los procesos nada más iniciarse, porque consideraba que sería la izquierda abertzale la que pagaría las consecuencias. También hay que citar la posición del PNV. Ha estado mirando a los intereses partidistas, con miedo a la situación que se crearía si un proceso así saliese adelante. En Argel, su posición fue determinante en la ruptura, y en el último proceso se alineó con el Estado. En Lizarra-Garazi, puso freno cuando vio la potencialidad con la que contaba el proceso para hacer el camino hacia la independencia.
Además de la posición de cada parte, en todos los procesos la izquierda abertzale ha extraído una conclusión común: que no ha profundizado suficientemente en la activación popular. El pueblo debe ser el protagonista. Sólo el pueblo puede garantizar el desarrollo del proceso.
¿Y por qué va a ser en esta ocasión diferente?
No se puede saber cómo será en esta ocasión. El final está sin escribir. La ciudadanía vasca y, en especial, los miembros de la izquierda abertzale deben tenerlo muy presente. Se puede tener la tentación de pensar que todo está atado. que se resolverá no se sabe en qué mesa. No. La ciudadanía debe construir el proceso y los miembros de la izquierda abertzale tienen una gran responsabilidad. Nadie nos dará nada, lo tenemos que ganar nosotros, con el trabajo y lucha diaria.
La izquierda abertzale ha entrado con determinación. Además, la decisión de ETA fortalece esa disposición. Después, el proceso se puede alargar en el tiempo, en función del comportamiento de los estados y de la madurez de las fuerzas políticas. Pero no hay otra alternativa que no sea el propio proceso. El pueblo lo tiene que alimentar para llevarlo hasta el final.
Resulta evidente que para llegar a esta coyuntura histórica ha tenido mucha influencia la reflexión, el debate y las decisiones de la izquierda abertzale. La resolución «Zutik Euskal Herria» se aprobó a comienzos de 2010. Visto desde hoy en día, ¿qué valoración hace ETA de aquel proceso?
Quisiéramos realizar un primer apunte. Muchas veces se relaciona la actual situación con aquel debate. Tiene su importancia, en la medida en que se realizó un ejercicio para el cambio de estrategia. Pero, en nuestra opinión, por decirlo de alguna manera, no nos encontramos en el segundo o tercer año de la apuesta política, sino en el 52º. Seguramente podríamos ir más atrás. Este punto de vista es fundamental en la reflexión de la izquierda abertzale, para recordar de dónde venimos y a dónde vamos.
En todo caso, la izquierda abertzale acertó de pleno en su reflexión. Hizo una lectura adecuada del momento histórico del proceso de liberación y de la estrategia de los estados. Estableció una estrategia eficaz para superar el parón en el proceso de liberación y entrar en la fase decisiva sobre las condiciones gestadas por años de lucha. Aunque la idoneidad de esta estrategia habrá que juzgarla a largo plazo, en comparación con la situación de hace un par de años -viendo dónde estábamos y dónde estamos-, su trayectoria ha demostrado ya, pese a todas sus deficiencias, la fertilidad del camino abierto y la viabilidad del proceso.
En todo caso, en ese proceso es evidente que no hubo una sintonía plena en la lectura sobre la fase política, o eso es, al menos, lo que ha trascendido…
Sí, es verdad. Hubo diferentes lectura, y eso influyó en el debate de los diferentes aspectos de la estrategia: respecto al momento de abrir el proceso, a su caracterización o a la función de la propia lucha armada. En otros casos, aun estando de acuerdo con la estrategia, las divergencias estuvieron en sus concreciones. Y más allá de las lecturas diferentes, hubo otros problemas, sobre todo sobre la forma de abrir y desarrollar el debate. Aunque fue una discusión fructífera, dejó heridas y dudas. ETA, atendiendo a su responsabilidad, ha hecho autocrítica, porque en ese momento no cumplió debidamente la función que le correspondía hacia la izquierda abertzale.
En esa situación, el Estado español realizó un gran esfuerzo por auspiciar la escisión en la izquierda abertzale. Pero no lo logró, porque la izquierda abertzale ha demostrado una gran madurez y responsabilidad. Se dispusieron los medios para gestionar las contradicciones y unificar criterios, aceptando siempre que pueden existir diferentes visiones y que ello es lícito. Hoy podemos decir con orgullo que existe una fuerte cohesión interna en la izquierda abertzale, a diferencia de lo que pasa en otras muchas fuerzas.
Diferentes responsables y representantes políticos han concedido gran trascendencia al «relato» del conflicto. Al parecer, debe quedar claro que el origen principal del problema es ETA. ¿Qué es lo que dice ETA ante ello?
El relato del conflicto habrá que hacerlo al encauzar la resolución del propio conflicto. Nosotros queremos que sea el relato de cuando Euskal Herria recuperó la paz y la libertad, para que sea la historia que alguna vez se estudie sobre la constitución del Estado Vasco. Y quisiéramos que fuera un ejercicio colectivo, en el que cada cual escriba el apartado que le corresponde.
Sin embargo, quienes quieren escribir ahora el relato desean dejar para siempre al pueblo vasco en la situación de imposición actual. Por eso quieren colocar a ETA como origen del problema, en contra de toda lógica. El conflicto no comenzó con el surgimiento de ETA y no ha terminado cuando ETA ha anunciado el final de su actividad armada, tal y como demuestran, con suficiente claridad, las reivindicaciones de solución de la sociedad vasca.
ÁMBITO DE NEGOCIACIÓN
ETA-GOBIERNO
Se muestran dispuestos a sentarse en una mesa para abordar y dar una solución a las consecuencias del conflicto. Uno de los temas principales es el de los presos. En opinión de ETA, ¿de qué forma, en qué términos, hay que encararlo? ¿Dónde se sitúan los mínimos en esta cuestión?
En primer lugar, hay que darle una respuesta en términos políticos y generales. Cuando hablamos de cerrar un ciclo, la solución debe ser colectiva. En segundo lugar, el proceso debe traer consigo la vuelta a casa de todos los presos y presas vascos. Cualquier otra opción sólo puede plantearse desde propósitos de venganza o por intereses políticos particulares, pero no si se pretende construir una solución firme y duradera. ¿Alguien puede imaginarse la paz con las cárceles de España y Francia llenas de presos políticos vascos? Otra cosa, importante también, es cómo se lleva a cabo eso. Es lo que hay que hablar y acordar en la mesa de diálogo.
El tiempo también tiene su importancia. Debería resolverse cuanto antes, tanto por el aspecto político como por el humano. Eso daría al proceso una gran fortaleza y credibilidad.
¿Y los exiliados? Puede haber situaciones muy dispares en ese colectivo.
Hay situaciones diferentes, sí, y la salida a algunas de ellas no debería retrasarse mucho. El propio Colectivo de Exiliados ya ha tomado la iniciativa con anterioridad, a modo de iniciativa política. Por lo demás, también en este caso sirve lo manifestado respecto a los presos políticos. Todos los exiliados vascos deben estar en casa.
¿ETA pretende representar a todos ellos, o esos colectivos deben tener voz propia?
Esos colectivos tienen voz propia y deben seguir teniéndola, sin duda alguna. En la medida en que son agentes políticos, tienen derecho a participar en el proceso. Para construir un escenario de paz y libertad, constituyen uno de los activos políticos principales de Euskal Herria, y creemos que les corresponde una función importante a la hora de impulsar y reforzar el proceso.
En el ámbito negociador, en la medida en que deben superarse las consecuencias del conflicto en su globalidad, ETA asume la gestión de esos aspectos. No lo haría si no contara con la autorización de ambos colectivos. Además, de cara a la negociación, ETA ha adoptado un compromiso concreto: no tomará ninguna decisión que afecte a los presos y exiliados vascos sin contar con su aprobación.
La cuestión de las víctimas creará gran expectación y, quizá, mucha polémica. ¿Cuál será la posición de ETA?
En este tema existe una gran utilización política y manipulación. La principal víctima del conflicto es Euskal Herria, un pueblo que han pretendido hacer desaparecer y que ha sido continuamente agredido. Un pueblo que no ha podido construir su futuro desde la libertad. Las principales víctimas han sido las vascas y los vascos. No hay generación que haya conocido la paz y la libertad. ¿Quién mide el daño y el sufrimiento que ha provocado esa realidad? Se menciona el sufrimiento de estos últimos 43 años, ¿pero quién pone el límite? También podríamos retrotraernos más en el tiempo. Podríamos citar las matanzas sufridas por el pueblo vasco en el último siglo. ¿O es que la actual confrontación armada no prendió de los rescoldos que dejó el bombardeo de Gernika?
La confrontación armada de las últimas décadas ha causado mucho sufrimiento, sin duda. También las acciones de ETA. No somos insensibles.
Hemos conocido el sufrimiento en nuestras propias carnes. Sabemos lo que es perder compañeros de lucha, qué es el dolor, qué supone no tener al lado a los seres queridos. Pero no podemos estar de acuerdo con esa lectura que pretende hacer olvidar las claves del conflicto. No podemos estar de acuerdo con ese propósito de condenar la lucha por la libertad. No podemos estar de acuerdo con esa única realidad que pretenden presentarnos, y tampoco con esa actitud fascista y la sed de venganza que se está alimentando en los últimos años en España.
ETA tiene un compromiso absoluto con el proceso de resolución. Hay que solucionar definitivamente el conflicto, en su globalidad, superando todas las violencias y abordando las raíces del mismo. Ése es el único camino para construir un escenario de paz real y duradero y para garantizar que el conflicto no provocará más sufrimiento.
Junto a ello, hay que trabajar la memoria histórica. Se habla mucho del reconocimiento del sufrimiento y de las víctimas. Es importante. Y hay múltiples víctimas y sufrimientos generados por la violencia de los estados que siguen sin ser reconocidos: el terrorismo de estado, la tortura, los asesinatos de militantes de ETA, la violencia de las fuerzas policiales… En la mayoría de los casos, incluso se niega que haya ocurrido.
Euskal Herria está repleta de fuerzas policiales. ¿El proceso debe influir en esta situación?
El proceso debe conllevar la desmilitarización de Euskal Herria, sin duda alguna. El final de la confrontación armada no podría entenderse si Euskal Herria permanece llena de fuerzas armadas. Porque ¿cuál sería su objetivo si no es la amenaza de conculcar la voluntad de la ciudadanía vasca? ¿Cuál sería su función si no es la persecución de la actividad política del independentismo? Si la solución debe ser democrática, no debe estar bajo la amenaza de fuerzas armadas.
Además, es un paso fundamental también para cerrar las heridas que ha dejado el conflicto. Los distintos cuerpos armados han causado mucho dolor en este pueblo. Las páginas más oscuras de ese relato que hemos mencionado las ha escrito la Guardia Civil. Supondría un paso de gran importancia para la conciencia colectiva de la ciudadanía vasca.
¿Están dispuestos a hablar de desarme? ¿Han hablado de ello, por ejemplo, con la Comisión de Verificación?
La cuestión de las armas está incluida en la agenda de la negociación entre ETA y el Estado, y estamos dispuestos a hablar de ello y también a adoptar compromisos, en la lógica de la solución de todas las consecuencias del conflicto.
En cuanto a la segunda pregunta, no; no hemos tratado sobre ello con la Comisión de Verificación. Seguramente podría jugar un papel, pero hay que ir paso a paso.
¿Qué modelo negociador prevén? ¿Dónde, cómo, quién, ante quién…?
Hay que configurar un modelo negociador fuerte y efectivo. Para ello, hay que emprender conversaciones directas entre ETA y los estados español y francés, con la dinamización de algún agente internacional que ayude al proceso. Creemos también fundamental la participación de observadores internacionales para hacer seguimiento del desarrollo de los acuerdos que se adopten y, por tanto, como garantía del cumplimiento de esos acuerdos.
Respecto a la agenda negociadora, en nuestra opinión, hay tres temas principales: la vuelta a casa de todos los presos y exiliados políticos vascos, la inutilización de las armas de ETA y la desmilitarización de Euskal Herria. En la mesa de negociación hay que acordar las fórmulas para desarrollar todo eso, y se puede prever que será necesaria la ayuda de asesores.
El modelo está bastante asentado según la experiencia de anteriores procesos. Y ETA está dispuesta. Por lo tanto, el proceso de diálogo podría iniciarse mañana mismo si los gobiernos dan una respuesta positiva.
¿Y si los estados no están dispuestos a dar ningún paso significativo?
Puede que lo intenten, con la convicción de que bloqueando este carril frenarán el proceso político. O que lo hagan porque, simplemente, no quieren ninguna solución. Observando anteriores experiencias, no hay ninguna razón para confiar en la voluntad de los estados.
Eso dificultaría la situación, en la medida en que el proceso requiere de la participación de los estados. ¿Cómo se le podría hacer frente? Asumiendo el reto. Hay que actuar con paciencia, sin resignarse, prosiguiendo con la lucha y el trabajo diario, agrupando nuevas fuerzas, dando mayor eficacia a las ya existentes… El proceso no se va a desarrollar sólo en la mesa negociadora. La reivindicación y la presión popular tienen una función decisiva. Además, la decisión de ETA ha dado una responsabilidad añadida a toda la ciudadanía, y especialmente a la base social de la izquierda abertzale. Son tiempos de compromiso. Y resulta fundamental ser conscientes de ello.
SOLUCIÓN POLÍTICA
Que el conflicto político requiere una solución política es una convicción extendida en Euskal Herria. Además, cada vez son más las voces que abogan por una nueva estructura jurídico-política. El derecho a decidir también es una referencia. ¿Cómo observa ETA el desarrollo del ámbito de la resolución política?
La resolución política debe responder a las claves del conflicto para que en Euskal Herria se instale una situación democrática. El primer paso es el proceso de diálogo que debe desarrollarse entre los agentes políticos y sociales vascos. Evidentemente, este proceso tendrá que llevarse a cabo sin ningún tipo de violencia ni de injerencia. El objetivo de las negociaciones debería ser un acuerdo democrático en el que se recoja una formulación pactada del reconocimiento de Euskal Herria y del derecho a decidir. De esa manera, todos los proyectos políticos serían materializables, incluida la independencia.
El acuerdo democrático debería recibir el respaldo legitimador de la ciudadanía vasca, en forma de ratificación en una consulta popular. A partir de ahí, debería abrirse un proceso de negociación entre los estados y una representación de los agentes políticos y sociales de Euskal Herria. No sobre el contenido del acuerdo, porque eso sólo les corresponde a los agentes vascos, y a los ciudadanos y ciudadanas vascos; el objetivo de esas negociaciones sería la aplicación de ese acuerdo democrático.
¿Detrás de estas opiniones existe una voluntad de tutelaje sobre la resolución política? Se trata de una de las acusaciones que siempre se ha repetido contra ETA.
ETA nunca será una amenaza para ese proceso, como ya ha quedado bien claro. Nunca lo ha sido. ETA tiene su opinión y hace sus reflexiones. Eso es lo que estamos haciendo. Pero ETA no estará sentada en la mesa de la negociación política. La que represente en esa mesa a la izquierda abertzale en su conjunto será la unidad popular, principal referencia política de la izquierda abertzale.
Las fuerzas favorables a España y Francia deberían participar por medio de los representantes que esos partidos tienen en Euskal Herria. Es necesario. Pero a partir de ahí, el proceso no debe sufrir ningún tipo de amenaza o injerencia exterior. Ni de los estados ni de nadie. Debe ser un proceso caracterizado por la voluntad y el deseo de la ciudadanía vasca; basado en su palabra y en su decisión.
También en otras ocasiones han manifestado que la voluntad de la ciudadanía constituye la base y la referencia. ¿Creen que se ha avanzado lo suficiente para que eso sea posible?
Se ha avanzado en lo que concierne a la conciencia y la madurez política de la ciudadanía vasca. Los ciudadanos y ciudadanas vascos quieren tomar la palabra, tanto en el proceso democrático como en el día a día de la vida política y social.
Por lo que respecta a las fuerzas favorables a España y Francia, aún no han hecho ese ejercicio democrático. Si pueden imponer su proyecto por la fuerza, no les importa la voluntad popular. No hay más que ver la arrogancia del Gobierno de Gasteiz, aun consciente de que carece de legitimidad democrática. De todas formas, no les será fácil dar la espalda a las demandas de la ciudadanía.
¿Tendrán las fuerzas políticas la suficiente madurez para materializar un acuerdo político que responda a la raíz del conflicto?
La sociedad vasca no aceptaría otra cosa. Desgraciadamente, en algunos sectores aún no se percibe suficiente madurez. Temen perder la privilegiada posición que les han otorgado la división de Euskal Herria y la imposición. Por eso ven el proceso como una amenaza, cuando debería ser una oportunidad para todos.
Creemos que se equivocan, porque el pueblo vasco no acepta por más tiempo ofertas políticas basadas en la imposición. También ellos están haciendo esa reflexión. Esos partidos saben que, en la situación que se ha abierto en Euskal Herria, tienen que reconsiderar sus posiciones si no quieren alejarse demasiado de la sociedad vasca. Pero está por ver si los resultados de esa reflexión les llevan a sumergirse en el proceso democrático. Por eso, la llave la tiene la sociedad vasca. El proceso se acelerará desde la exigencia y activación popular.
Surgen muchas dudas en torno a la forma de resolver la cuestión de la territorialidad.
Es una de las cuestiones clave del proceso. España y Francia han levantado su primera trinchera en la división territorial. Y con una situación de imposición de muchos años, han cavado un profundo agujero. Pero la resolución del conflicto político debe abordar al conjunto de Euskal Herria. En los diálogos entre los agentes políticos y sociales vascos debe buscarse una formulación concreta para el reconocimiento de la realidad nacional de Euskal Herria; teniendo en cuenta la actual realidad institucional, pero sin que la profundidad de ese agujero se convierta en un problema insalvable.
Es evidente que los ritmos serán diferentes. ¿Ven opciones de que en Ipar Euskal Herria se produzcan también cambios significativos?
Está claro que la confrontación con los dos estados ha tenido una evolución diferente y que la percepción de la sociedad y la evolución del nacionalismo tampoco ha sido la misma. Eso debe tenerse en cuenta, y puede influir en los ritmos y las formas. Pero en cuanto a los contenidos, siendo el conflicto político el mismo, las claves también son parecidas: reconocimiento y derecho de decisión. En Lapurdi, Baxe Nafarroa y Zuberoa existe una importante conciencia sobre eso, y desde sectores muy amplios se reivindica una institución propia que recoja el reconocimiento de Euskal Herria y que dote de los recursos necesarios para responder a sus necesidades. El reto es estructurar todo ello, con el objetivo de alcanzar el acuerdo democrático. La evolución de todo el proceso y la Conferencia Internacional pueden suponer un impulso.
PROYECTO POLÍTICO
¿Cuál podría ser la primera meta del proceso que se ha abierto en Euskal Herria? Históricamente la izquierda abertzale ha realizado propuestas concretas de cara a un marco democrático. ¿Se puede llegar a ese nivel? A priori, este proceso no lo garantiza, ¿verdad?
Además de superar las consecuencias del conflicto, se necesita el acuerdo democrático que ponga en vías de solución el conflicto político y que sitúe el suelo democrático. Ese es el primer objetivo del proceso: el reconocimiento de Euskal Herria y del derecho a decidir. Una vez instalado ese jalón, cada fuerza política tendrá la opción de presentar su propuesta. Será entonces cuando la izquierda abertzale haga la suya. Como usted dice, no hay garantía de que vaya a salir adelante. Eso depende del nivel de adhesión que sea capaz de recabar cada propuesta.
Siempre se han marcado como objetivo un Estado Vasco independiente. Después del paso histórico que acaban de dar, ¿cómo puede ser el camino hacia ese estadio?
Estamos recorriendo el camino hacia la independencia. Estamos estructurando el independentismo para que cuente con la referencialidad y el protagonismo que debe tener en la vida política de Euskal Herria. Hemos dado pasos importantes y hemos recibido el respaldo de muchos ciudadanos. Pero en este nuevo ciclo que acabamos de abrir, la izquierda abertzale tiene que prepararse para recorrer el camino hasta el final. Con una perspectiva a largo plazo, para reforzar las alianzas y recabar la adhesión de la mayoría de la ciudadanía. Y no sólo eso: debemos crear los mecanismos que nos permitan llegar a ser Estado; un Estado que esté al servicio de la ciudadanía y garantice la justicia social.
La construcción nacional debe ser el cimiento fundamental de la estrategia independentista. Y eso exige dar un salto importante en la organización, fortalecer la principal referencia política de la izquierda abertzale, de carácter independentista y socialista. Además, a medida que el proceso avance, deberán liberarse nuevas energías para la estrategia independentista, como las que hasta ahora han tenido otras funciones relacionadas con el conflicto. La izquierda abertzale se encuentra ante un gran reto, tan difícil como hermoso.
En lo que respecta a las fases, prevemos un proceso largo y escalonado mientras se crean las condiciones necesarias para dar el salto a la independencia. La primera batalla principal estará centrada en conseguir el reconocimiento de Euskal Herria y del derecho de decisión. Posteriormente, se puede prever la apertura de una fase de transición entre el reconocimiento del derecho de autodeterminación y su aplicación. Para esa fase de transición, la izquierda abertzale deberá hacer su propuesta táctica de cara a la consecución de la unidad territorial y a hacerse con nuevos recursos para profundizar en la construcción nacional. No se puede saber cuánto se prolongará esa fase; dependerá de las condiciones que seamos capaces de crear y del nivel de adhesión que recabe el proyecto independentista.
La crisis económica ha puesto en solfa todo el modelo. La izquierda abertzale, además del cambio político, asegura que también se necesita un cambio social. ¿Este proceso puede aportar algo en ese ámbito?
Tiene que hacerlo, sin duda. El proceso es integral y con muchas variables; entre otras, la del modelo social y económico. Euskal Herria necesita de mecanismos para responder a la situación actual, instrumentos que satisfagan las necesidades de la ciudadanía vasca. Y eso está estrechamente vinculado con el reconocimiento de Euskal Herria y del derecho a decidir. Incluso más en este momento en el que, desde el punto de vista económico, la dependencia respecto a España y Francia se está convirtiendo en un lastre.
¿Cuentan los estados con una oferta política para los vascos? El español, concretamente, sufre una profunda crisis. ¿Qué puede conllevar esa situación?
Los estados no tienen oferta política para Euskal Herria. El modelo que nos imponen no satisface los deseos de la ciudadanía vasca y no tiene respuestas para las demandas del pueblo vasco.
Ha citado la crisis del Estado español, y es cierto. Además de la económica, vive una profunda crisis política e institucional. El modelo autonómico creado a partir de la reforma política se tambalea. Y las disputas entre los poderes del Estado son constantes. A eso habría que añadir esa cultura política que se ha instalado en España por la que la disputa entre los partidos se desarrolla de forma agresiva y desmedida. El resultado es una inestabilidad estructural.
Sin oferta política y con la crisis estructural que padece, España es consciente de su debilidad estratégica en lo referente al proceso de Euskal Herria; de que en esa situación, el proceso va más allá de la resolución democrática y que adopta una dimensión estratégica. En el proceso no sólo está en juego el reconocimiento de los derechos de Euskal Herria, sino los escenarios que puedan abrirse con los siguientes pasos. Es una confrontación entre proyectos.
Por esa razón, se puede prever que el Estado español, consciente de su debilidad estratégica, tratará por todos los medios de entorpecer y embarrar el proceso político. El Estado no será un interlocutor fiable; nunca lo ha sido, pero menos ahora. Es posible que, a causa de ello, el proceso se bloquee. Y habrá que responder con iniciativas unilaterales, con reivindicaciones soberanistas unilaterales. Ahora más que nunca, el futuro es del pueblo.