Se celebró en el teatro de la Universidad Laboral de Gijón el «Gran Concierto Lírico» de los Tres Tenores junto con la Orquesta Sinfónica de Radio Nacional de Kiev, todo ello presentado por la empresa «concerlíria, s.l.», como así reza en el escueta media octavilla informativa del concierto. Vaya por delante que la entrada costaba […]
Se celebró en el teatro de la Universidad Laboral de Gijón el «Gran Concierto Lírico» de los Tres Tenores junto con la Orquesta Sinfónica de Radio Nacional de Kiev, todo ello presentado por la empresa «concerlíria, s.l.», como así reza en el escueta media octavilla informativa del concierto.
Vaya por delante que la entrada costaba 35 euros (30 en las escasas localidades de lo más alto) y que los devotos de lo lírico (además de pudientes) que asistieron al concierto no llegarían ni a 300, a penas el 20% del aforo. Y es que 35 euros y sin autobús hasta el teatro no es ningún precio popular. Si los precios fueran la mitad o incluso un tercio, es posible que el teatro se llenara, no el primer día ni en el primer concierto, pero sí con un poco de paciencia y, sobre todo, de buena voluntad en el sentido de fomentar la afición al arte y la cultura. Pero este no es el caso, ni de esta corporación municipal a la que acusan de derechas ni tampoco de la anterior que se auto denominaba de izquierdas.
Pero no sólo se vive de arte o de cultura, por lo menos no lo ven así las autoridades municipales y autonómicas. En los últimos años estas autoridades han hecho de la Laboral una víctima más del negocio fácil y sin objeto ni fin conocido que no sea el del ladrillo como medio para la especulación. En esto que ahora han convenido en denominar «Laboral ciudad de la cultura», decenas de millones de euros se evaporaron en múltiples obras sin más estudio previo que la obra en sí misma. Después de años de abandono, que llegó hasta la ruina de las instalaciones, surgió el grandonismo del clan Tiniarecista con el que se realizaron obras con proyectos nada transparentes, ni en la ejecución ni mucho menos en cuanto a su justificación. Pero esto no es óbice para que en el vestíbulo del teatro figure una placa con los nombres de sus promotores: el presidente de Asturias, Álvarez Areces, el del ministro de cultura de turno, o algo así, y el de la alcaldesa de Gijón, Fernández Felgueroso.
La predisposición hacia el fomento de la cultura y del arte por parte de las «autoridades» se queda en un intento de proyectar el negocio de las inversiones cuantiosas pero no en mover los escenarios y, mucho menos, en llenar las butacas. Concretamente, en este concierto, si las 300 entradas las multiplicamos por 35 euros, nos da una recaudación de 10.500 euros, una ruina de taquilla, y, sobre todo, una ruina social y un desperdicio de recursos culturales. Creo que no es disparatado pensar que con un precio de 10 o de 15 euros se podrían multiplicar los asistentes por tres o por cuatro, además de obtener una mayor recaudación. Pero, aunque así no fuera, por lo menos se habría mejorado el nivel cultural de los ciudadanos por muy poco dinero si lo comparamos con lo invertido en tanta obra y remodelación que, vistos los resultados, está sirviendo para muy poco por no decir que para nada.
Aunque esta vez ha tocado hacer referencia a la lírica, el asunto de la cultura no escapa a las grandes directrices que, de un modo o de otro, establecen los políticos de turno cuando la conciben como cultura espectáculo -más espectáculo que otra cosa- o como cultura refinada para consumo de la elite pero, en ambos casos, como trampolín político. Todo lo anterior en medio de gastos y de presupuestos administrados, como siempre, por organizaciones o empresas elegidas digitalmente por estas autoridades políticas.
En Asturias, seguramente como en tantos otros sitios, millones y millones de euros gastados en obras magnificas, o no tan magníficas, para que después una vez cada no sé cuanto tiempo se haga uso de tan grandiosa inversión y, cuando se hace, establecen unos precios que superan el 5% del salario mínimo o el sueldo diario de un mileurista.
Hasta aquí y así hemos llegado de la mano y bajo la tutela del ex presidente Areces -ahora senador, con lo que sigue manteniendo la inmunidad- que para mejor controlar la «Laboral ciudad de la cultura» se montó un espléndido despacho presidencial dentro del recinto de la Laboral -nadie sabe bien para qué- y, recientemente, pretendió auto nombrarse presidente honorífico del Centro Niemeyer (este sería otro gran tema), aunque esto último se chafó porque el socialismo al que representaba pifió en las últimas elecciones, algo impensable para quien habiendo estado 12 años como alcalde de Gijón y otros 12 como presidente de Asturias -24 años de amo y señor- seguramente se creía un Borbón más.
De todo este magnífico tinglado pseudo cultural montado sobre costosas obras -crisis y especulación a parte- que ahora resulta que no están sirviendo para nada, no son ajenas el conjunto de las autoridades del socialismo asturiano, como tampoco lo son sus socios de gobierno, todos ellos cobraban su sueldo como responsables del gobierno y, ahora, a pesar de todo, ninguno de ellos está en el paro, sino todo lo contrario, viento en popa y medrando. Las consecuencias de este despilfarro (y de tantos otros) son 90.000 parados en Asturias, además de los recortes en todas las prestaciones sociales. Aunque sí hay responsables, de hecho, es como si no los hubiera.
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