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Mujeres en Nuestra América y Nuestra América en las mujeres

Fuentes: Rebelión

La idea de establecer el ocho de marzo como Día Internacional de la Mujer, surgió durante la II Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague hace más de un siglo, por 1910. La propuesta vino de la revolucionaria alemana Clara Zetkin y contó con la aprobación de más de 100 delegadas provenientes de 17 países, […]

La idea de establecer el ocho de marzo como Día Internacional de la Mujer, surgió durante la II Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague hace más de un siglo, por 1910. La propuesta vino de la revolucionaria alemana Clara Zetkin y contó con la aprobación de más de 100 delegadas provenientes de 17 países, que allí se reunieron. El propósito no consistía en elegir un momento para celebrar la belleza, gracia o sensibilidad femeninas, sino en movilizar a las mujeres de todo el mundo contra la opresión y discriminación que padecían… y todavía padecemos. Aunque entonces se insistiera bastante en buscar la igualdad de género con el derecho universal al voto, la lucha trascendió ese reclamo concreto y determinó la emancipación de la mujer en todas sus dimensiones como horizonte. Porque el movimiento organizado en torno a la ideología feminista supo comprender que las expresiones de la dominación varían con las épocas y culturas, que no basta con ganar el visto bueno para montar bicicleta, usar pantalones, conducir o trabajar en la calle, si la concepción de que somos el sexo débil, y por tanto inferior, persiste, se acomoda y moderniza sus maneras de oprimir.

Fue teniendo en cuenta esta historia de luchas de las mujeres, que el pasado 16 de marzo, en la Casa del ALBA, jóvenes de América Latina -de Cuba, Colombia, Perú, Chile, Bolivia- convocamos al encuentro Mujer y Emancipación en Nuestra América, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer y resaltar su sentido político liberador, que a veces se pierde entre tantas postales, flores y poemas. Nos motivaban, especialmente, las mujeres latinoamericanas que pelearon y pelean en las causas revolucionarias e independentistas de la región, tanto las que podemos recordar por sus nombres y rostros, como las marginadas de los libros de historia; que aunque a muchas no las identifiquemos como feministas, sí podemos identificarlas como defensoras de la dignidad, que no es distinto.

Sin embargo, la fecha también representaba un escenario oportuno para echar a andar el Proyecto Nuestra América, en el que venimos trabajando desde hace unos meses, aunque su historia comenzó antes de que recibiera un nombre, como una especie de voluntad compartida por crear un espacio político donde convergieran las juventudes latinoamericanas. Un espacio de diálogo, intercambio de experiencias y culturas, construcción de sentidos liberadores, de conocer nuestras realidades y conflictos, de mostrar los rostros de nuestros países, conectar nuestros pueblos a partir de la razón y los sentimientos, y acercarnos unas y otros. Pero un espacio de convergencia orientado a un fin: contribuir a la formación política del sujeto emancipador nuestroamericano. Por ello, el Proyecto Nuestra América trabaja en colaboración con la Casa del ALBA de La Habana, dado que comparte con el Proyecto ALBA una misma utopía.

Así, la jornada del 16 de marzo significó el primer paso público de Nuestra América, que comenzó su marcha con pie de mujer.

Con el encuentro, el propósito era propiciar el intercambio de experiencias entre personas de diversos lugares y culturas, mediante la reflexión y debate en colectivo sobre temáticas como la participación femenina en los procesos liberadores, la complejidad del patriarcado como sistema de dominación y las contribuciones del movimiento feminista a las emancipaciones de Latinoamérica y el mundo.

En lo referente al feminismo, nos interesaba resaltar su carácter radical y revolucionario al buscar la transformación de las relaciones sociales basadas en la subordinación de un género al otro y promoviendo la liberación de la mujer en cada espacio de la vida: en la sexualidad, el trabajo, el hogar, el barrio, la educación, el arte, el lenguaje, las comunicaciones… A nuestro criterio, ese pensamiento estratégico de hacer político lo cotidiano y cotidiana la política, combatiendo sin condescendencias cuantas expresiones del patriarcado se detecten y renovando las demandas según se renueven las injusticias, constituye uno de los aportes más relevantes del movimiento feminista.

De ahí que, partiendo de ese aprendizaje, en el evento intentamos aludir a la cotidianidad colocando en la instalación objetos comúnmente asociados a la feminidad, como útiles de cocina, vestidos, tacones, un espejo, maquillajes, entre otros, que visibilizaban la noción occidental de mujer que más comercializa el mercado capitalista, y que generaron, por suerte, varias reacciones en contra de ese ideal.

De igual manera, la mística inicial, valiéndose de pañoletas de colores con las que los participantes nos cubrimos la boca, representó otra de las problemáticas que enfrentamos las mujeres, que es el silenciamiento de nuestras voces, pensamientos y opiniones, de lo que somos, sentimos y deseamos; silenciamiento que, en ocasiones, es consentido y no nos atrevemos a romper. Pero para el debate, la invitación fue a quitarse las pañoletas, a dejar salir nuestras palabras y a hablar con total sinceridad; siempre en el respeto a los criterios de cada quien.

La metodología que seguimos tratamos de que fuera lo más horizontal posible. Por eso prescindimos de conferencistas que conferenciaran sobre el tema, por más información que pudieran presentar, y apostamos al diálogo en igualdad de condiciones entre las y los participantes, sin jerarquizar entre estudiantes e investigadores y menos por generaciones. Aunque llegaron varios especialistas que por lo general se les invita a los eventos como ponentes para ser escuchados, en este caso todas y todos nos escuchamos y tuvimos las mismas oportunidades para expresarnos y compartir nuestros conocimientos y vivencias.

Así, sentadas y sentados en el suelo y formando un círculo, iniciamos el debate a partir de una pregunta, quizás inevitable: ¿qué significa la mujer en el proceso emancipatorio de América Latina?

Paula, la joven cubana que moderaba, empezó apuntando que, en ocasiones, cuando hablamos de las mujeres en las luchas revolucionarias, las vemos como el apoyo, el aliento detrás de las luchas, cuando la mujer ha sido una parte esencial de ellas y siempre ha estado al frente.

Sin embargo, otra joven cubana precisó luego que en América Latina las luchas de las mujeres son muy distintas a las existentes en cualquier otra parte del mundo, porque son otras las necesidades, realidades, urgencias, culturas.

«Aquí la lucha es más por la supervivencia -agregó- por derechos tan elementales como el agua, el alimento, la vivienda, y no tanto por el reconocimiento de las mujeres como tal».

Por su parte, Johan, de Colombia, afirmó que hoy las más excluidas dentro del sistema son las mujeres, y que en América Latina son quienes más sufren los estragos del capitalismo.

«Hay un gran porcentaje de mujeres en la guerra, esclavizadas y en cárceles, que ni siquiera son feministas, pero son luchadoras sociales que demandan equidad, que buscan tener un techo y poder darle de comer a sus hijos y hoy son condenadas por un sistema».

Por su parte, Laura, estudiante cubana, haciendo referencia a los elementos colgados en el espacio, puntualizó que existen tantos feminismos como feminidades, pero que si se continúan reproduciendo los mismos patrones de que las mujeres estamos para fregar, lavar, usar tacones y vestidos, se continuarán reproduciendo las lógicas de la dominación.

En este sentido, Claudia, de México, insistió en que es necesario retomar el tema de la dominación para entender que existen distintas maneras de ser mujer y de ser dominadas.

«La dominación abarca tantas cosas que no nos damos cuenta cuando estamos siendo dominadas -afirmaba-. Y yo porque tengo 20 años y no me maquillo, no tengo ningún problema con los platos y no crecí en el lavar y planchar, pareciera que no soy dominada y sí lo soy, pero de otras maneras, en ese mundo donde existen distintas maneras de ser mujer».

En otro momento, una muchacha cubana explicó que «el patriarcado está tan presente y tan interiorizado en nuestra cotidianidad y en lo que somos y hacemos, que a veces cosas que nos parecen muy insignificantes son actitudes y comportamientos que están reproduciendo esas relaciones patriarcales, que están dominando a la mujer y obligándola a asumir una determinada posición de la que no se puede salir».

De ahí que varias de las y los feministas presentes, resaltaran la importancia del feminismo para subvertir el patriarcado, como movimiento antisistémico que busca la creación de relaciones justas entre mujeres y hombres, sin caer en los estereotipos y prejuicios que lo reducen a reclamos concretos.

La cantante cubana Rochy, quien se declara feminista, subrayó que «el feminismo no se trata de hembrismo, se trata de equidad entre el hombre y la mujer, y es inclusivo para los hombres».

Mientras, el historiador Julio César, especializado en estos temas, comentó que existe una estructura patriarcal donde participamos hombres y mujeres que es necesario desmontar.

También Evelyn, peruana trabajadora de la UNICEF, destacó que cuando hablamos de generar procesos de cambios es esencial considerar la educación, y luego se refirió a la educación para el desarrollo como un pensamiento que entiende a las personas en interdependencia.

«Todos dependemos de todos, hombres, mujeres, profesores, enfermeras, madres del hogar, todos somos un gran engranaje y vamos en la misma vía», dijo.

El tema de la familia y la formación de hijas e hijos fue otro de los puntos discutidos, pues los roles de género y mentalidades comienzan a definirse desde la infancia, por lo que las transformaciones tienen que impulsarse además desde la familia y la educación.

Por otra parte, Fredy, filósofo y educador popular colombiano, destacó que hoy es necesario un diálogo entre identidades, más que la confrontación de una identidad con otra, y pensar sobre todo en la identidad de los oprimidos.

Y Miriela, del Centro Memorial Dr. Martin Luther King, indicó que las subjetividades de las mujeres latinoamericanas son muy diversas y deben tenerse en cuenta en los procesos de cambios del feminismo.

Igualmente, Gilberto, investigador del Grupo América Latina: Filosofía Social y Axiología (GALFISA), advirtió que a veces asumir el feminismo no significa asumir una actitud consecuente contra el patriarcado, y recordó que «al inicio de la Revolución Cubana se desarrollaron estrategias antipatriarcales, aunque no se les llamaran así ni nos autodefinirnos como feministas».

En el desafío al que estamos avocados hoy en Cuba, que implica una actualización del modelo económico, la política, la cultura, los discursos, las organizaciones y las formas asociativas, el feminismo emancipatorio puede aportar mucho; añadió.

Y Yohanka, también de GALFISA, subrayó que «en un horizonte emancipatorio no puede estar ausente la lucha feminista», y que el problema del patriarcado es que se sostiene en la división sexual del trabajo, que dice cuáles son las funciones del hombre y la mujer, influyendo en la construcción de lo femenino y masculino».

De igual manera, una profesora de la Universidad de La Habana, puntualizó que el feminismo en Cuba no es igual al de otros lugares.

«Nuestra lucha no ha sido contra los hombres sino contra maneras estereotipadas que nos han dividido con respecto al género».

Muchas otras fueron las intervenciones y pensamientos que surgieron en la hora y media (aproximadamente) que duró el debate. Pero el encuentro no consistió solo en debatir, sino que se combinaron otras maneras de expresión, como la música, la danza y el audiovisual, que también crean y comunican sentidos políticos.

Además, la concepción política y de la política del Proyecto Nuestra América, parte de considerar la vida en su complejidad, sin fragmentar en político, económico, social, cultural, artístico, científico, racional o emotivo, sino integrando todos los espacios de relacionamiento humano, de interpretación y reproducción del mundo.

Mónica Baró. Estudiante de Periodismo en la Universidad de La Habana

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.