La caza de elefantes expresa los extremos a los que el mercado puede llevar a las sociedades. Por eso uno de los argumentos deslizados para atenuar la responsabilidad del Rey de España, es que en ciertos países la caza de elefantes o de otras especies es legal a través de un pago. Si pues, también […]
La caza de elefantes expresa los extremos a los que el mercado puede llevar a las sociedades. Por eso uno de los argumentos deslizados para atenuar la responsabilidad del Rey de España, es que en ciertos países la caza de elefantes o de otras especies es legal a través de un pago. Si pues, también es legal apedrear mujeres hasta matarlas en Afganistán o llevar a la horca a homosexuales en Irán, y la esclavitud fue un asunto de mercado hasta hace décadas en ciertas partes del mundo. Es decir, el fundamentalismo de mercado se vale de la legalidad para ponerle precio a la vida, a la naturaleza.
Por otro lado está la enorme desorientación de la persona que representa a un país tan importante como España; este safari refleja la forma en que Juan Carlos debe haber concebido su función a lo largo de su reinado. Si en medio de la gran crisis que atraviesa su país el Rey decide dedicarse a actividades tan relacionadas con el destino de sus ciudadanos, pues es obvio que la situación le va y le viene.
Pero más complicado resulta que el representante de una nación no tenga en consideración que sus juegos afectan la orientación global construida en las últimas décadas en el sentido de proteger a las especies en peligro de extinción: elefantes, osos, tigres, jabalíes y sabe Dios qué otros animales fueron asesinados por el monarca.
El mensaje es penoso: el Rey de España que anda por medio mundo con poses de respeto e iniciativas diversas, suelta el billete y desenfunda el arma para matar impunemente. Este señor, ni nadie que tenga como distracción matar, jamás estará a en condiciones de representar a una sociedad idóneamente.
Por eso la muerte por placer pagada con dinero, no debe ni puede ser pasada por alto. Las obligadas, apresuradas y ligeras disculpas (5 segundos) del Rey admitiendo que se equivocó son un acto vacío, que abre con mayor fuerza el debate sobre la conformación de una República en España.
Si bien la tradición en ciertos países puede llevar a aceptar a la realeza, esto resulta un albur, ya que es imposible determinar qué clase de ser humano llegará al mundo producto de un embarazo real. A ello se suma la legitimidad política de los reyes o reinas, que en el caso de Juan Carlos está cuestionada al haber sido engendrada por el propio Francisco Franco, el fascista que retuvo décadas el poder en Iberia.
Mientras tanto los elefantes hoy se han convertido en los abanderados de la lucha y búsqueda de un mundo que supere el fundamentalismo de mercado, ese que ahora sopla con toda su irá sobre Argentina por haber recuperado lo suyo. Así como la desorientación del Rey lo lleva de safari sin que su razón se oponga al exterminio animal, el extremista Rajoy sostiene que no existe razón económica para que YPF vuelva a ser conducida por sus legítimos beneficiarios. Con ese par de chavales el destino inmediato de España anda a la deriva.
Le haría bien al planeta y a la sociedad mundial que los que estén en peligro de extinción sean los juan carlos, los rajoy y demás agentes del neoliberalismo, pero ellos mas bien están en la etapa de negación de la realidad, permitiendo que la degeneración de su especie los lleve al aislamiento. No reconocen además los neoliberales que el planeta y la vida adecuada no son viables, como lo ha recordado el MIT hace poco, con un modelo como el que ellos defienden con lugares comunes y frases vacías que contrastadas con la realidad son papel mojado.
Así, la torpeza del safari de Juan Carlos y la incapacidad de comprender la realidad de Rajoy, se hermanan en uno de los momentos más bochornosos que España debe enfrentar. Mientras su pueblo es estrangulado económicamente para pagar las deudas producto del pésimo manejo de los grandes capitales, el señor se va a matar y el Presidente del Gobierno defiende a una empresa con más del 50% de accionariado no español, en lugar de juntos hacer algo para que sus ciudadanos tengan trabajo, protección en salud, jubilación, seguridad. Juan Carlos y Rajoy, cada uno extingue la vida a su modo.
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