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ETA, el revisionismo histórico y el diario global e imperial

Fuentes: Rebelión

Fernando Reinares es uno de los expertos españoles en terrorismo. Es altamente probable que haya aconsejado -e incluso haya colaborado- a más de un gobierno PSOE-PP en diseñar políticas «antiterrroristas». Catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, ha aparecido recientemente la séptima -¡la séptima!- edición de su libro […]

Fernando Reinares es uno de los expertos españoles en terrorismo. Es altamente probable que haya aconsejado -e incluso haya colaborado- a más de un gobierno PSOE-PP en diseñar políticas «antiterrroristas». Catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, ha aparecido recientemente la séptima -¡la séptima!- edición de su libro Patriotas de la muerte. Por qué han militado en ETA y cuándo abandonan (Taurus, Madrid). Como tiene importancia para lo que luego se comentará, la edición original del ensayo es de 2001 y es muy probable que el trabajo de campo realizado -las entrevistas, vamos- esté fechado a finales del siglo XX. Presupongo que en las futuras ediciones del libro no hay trabajo empírico complementario pero admito que no he le comprobado.

El objetivo político del artículo que el miércoles 13 de junio publicó FR en el diario global-imperial [1], que no es el tema central de esta nota, puede resumirse así: ¡más leña al mono y nada de concesiones! La ubicación del autor: en la derecha más extrema, en el sector hooligang del PP, al lado y cogido de la mano de Mayor Oreja, y abonando las -digamos- tesis de UPyD, eso sí con ínfulas y con aire intelectual sofisticado. Digamos que dándoselas

El paso final del artículo como fundamento de la consideración anterior:

Sea como fuere, señala Reinares, si arrepentimiento es pesar de haber hecho algo, «entre las decenas y decenas de antiguos militantes de ETA que tuve ocasión de entrevistar a fondo durante años no conocí ninguno que se mostrase arrepentido de haberlo sido». Al día de hoy, asegura sin poder asegurarlo, «los arrepentidos de haber formado parte de los patriotas de la muerte, al margen del modo en que optaron por salir de aquella banda armada, constituyen una minoría numéricamente muy exigua». No sostengo lo contrario, pero ¿cómo puede afirmar lo que afirma basándose en entrevistas y análisis de hace más de 10 años? Añade FR la guinda a su pastel: «Desde luego, que a ETA le esté resultando fácil presentar su evidente derrota policial como una transformación decidida por la propia organización terrorista, al margen de la forzosa ruina a que había sido abocada, no estimula que haya más etarras arrepentidos». ¿Está claro? Está claro: la política del gobierno -del PP, de Fernández Díaz- es una política de concesiones, un senderio que no debe transitarse. ¡Más caña!

Dejémoslo aquí.

Importa destacar dos puntos que corroboran el revisionismo histórico cada vez más presente entre determinados ámbitos de la intelectualidad española servil al sistema y a su cosmovisión más manida. El primero:

Señala FR que algunos de los militantes etarras implicados en actividades (terroristas» añade él y la palabra no es inocente desde luego) durante los años finales del franquismo, «introducen en su razonamiento ciertos matices diferenciales relativos al contexto político y al significado que atribuyen a esa forma de violencia colectiva», pero, vuelve a lo suyo, «sin por ello expresar arrepentimiento». Pone el ejemplo de un ex miembro de ETA que optó por terminar su pertenencia a ETA hacia finales de los setenta, tres o cuatro años después -o acaso un poco antes- de la muerte del general asesino africanista. Las palabras del militante antifranquista: «Yo arrepentirme no me arrepiento. Ten en cuenta que mi militancia fue en la época franquista. Y las muertes que anduvimos cerca nosotros pues era gente que había reprimido, reprimido mucho. Entonces ese cargo de conciencia no existe».

¿Alguna pega, alguna crítica poliética? ¿Algo que objetar? Un luchador antifranquista que habla las condiciones de la lucha en aquellos años y recuerda el pasado represivo, criminal en muchos casos, de personas que sufrieron las acciones de ETA. Por si faltara algo añade este ex militante de ETA: «Aunque pienso que quizá en este momento no hay justificaciones para acabar con una vida». Ni por el nacionalismo ni por ningún ideal. ¿Queda claro? Queda clarísimo.

Pues bien, comentario del señor catedrático de la Juan Carlos I (¡qué nombre para una Universidad!) sobre el caso anterior: «Incluso los antiguos integrantes de ETA que no niegan expresamente estar arrepentidos suelen sin embargo referirse a su pasado como miembros de la banda armada etnonacionalista utilizando vocablos que distan de mostrar un sentimiento del ánimo que se le parezca». Dejando aparte lo de banda armada etnonacionalista (¡qué hallazgo conceptual!), ¿qué sentimiento de ánimo debería mostrar este ex militante? ¿De qué debería arrepentirse? ¿De hacer participado, por ejemplo, si fuera el caso que seguro que no lo es, en el atentado contra Carrero Blanco o contra Melitón Manzanas, uno de los grandes torturadores del régimen (no de este, del régimen franquista quiero decir)? ¿De eso debería arrepentirse?

La segunda nota

F. Reinares señala al inicio de su artículo que no duda que haya algunos «etarras arrepentidos». Su número -asegura sin ninguna prueba- es tan reducido que «ni siquiera resulta estadísticamente significativo». Muchos son, prosigue, «los pistoleros etnonacionalistas que decidieron salir de la organización terrorista después de haber apreciado cambios en las condiciones políticas y las reacciones de la sociedad vasca, tras mantener desavenencias con la propia organización terrorista, al ver alterados sus órdenes personales de preferencias o debido a alguna combinación variable de estas tres categorías de factores». Unos, concluye, dejaron atrás su pertenencia a ETA pero no se desradicalizaron; otros abandonaron la organización y se desradicalizaron, y apenas unos pocos podrían ser considerados etarras arrepentidos.

Dejemos lo de que algunos pocos podrían ser considerados «etarras arrepentidos» (¿quién les otorga esa etiqueta»?), no entremos en el disparate del lo dejaron pero no se desradicalizaron (¿y por qué se tendrían que desradicalizar?) que presupone un uso publicístico y pueril del término radical, la cuestión esencial es: ¿cómo es posible que alguien supuestamente tan sensible al arrepentimiento de ciudadanos que han militado en lo que él llama «organizaciones terroristas», no ponga un punto ni tan solo sea capaz de apuntar formulación crítica alguna dirigida a los centenares de miles de ciudadanos españoles franquistas o neofranquistas (y sus herederos directos -no todos desde luego- que cultivaron la misma herencia) que militaron en organizaciones terroristas asesinado -o aplaudiendo a cuatro manos y con sonrisa Prodifén-, bajo palio o sin él, o en los templos del nacional-catolicismo, el asesinato de miles y miles, de decenas de miles de ciudadanos? ¿No tienen de qué arrepentirse? ¿No formaron parte, estos sí, de organizaciones o instituciones fascistas y terroristas? ¿Por qué no les exige arrepentimiento el señor catedrático? ¿No fueron en numerosos casos estos terroristas de palabras y hechos etnonacionalistas españoles del ¡viva España!, ¡mejor roja que rota! y del ¡muera a la inteligencia y olé que aprieto la garganta!

¿Preguntas sin respuesta? Hay una que ha sido apuntada anteriormente: no importa la verdad, ni la perspectiva histórica ni la lucha contra el revisionismo de nuestra historia reciente. Lo que importa, ese es el punto, es que el mono «etnonacionalista» reciba leña, que es lo suyo. Y con urgencia: hay datos para creer sin ensolación que el futuro lehendakari del País Vasco, a diferencia del señor Correa por ejemplo, sigue a día de hoy en la cárcel. ¡Es la venganza del Estado que aparece abonar tan fiel y servilmente el catedrático de la Juan Carlos I!

Nota:

[1] Fernando Reinares, «¿Etarras arrepentidos?». El País, 13 de junio de 2012, p. 29.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.