«Nadie ataca al león cuando el campo está lleno de ovejas» George Bernard Shaw Resulta que el 90% del IRPF que recauda anualmente el Estado español proviene de los asalariados, parece evidente pues, que son éstos los que sostienen la economía del Estado, son los asalariados quienes pagan la eduacación, la sanidad, las pensiones, el […]
George Bernard Shaw
Resulta que el 90% del IRPF que recauda anualmente el Estado español proviene de los asalariados, parece evidente pues, que son éstos los que sostienen la economía del Estado, son los asalariados quienes pagan la eduacación, la sanidad, las pensiones, el desempleo, la policía y los bomberos, incluso los abominables sueldos y pensiones de nuestra execrable clase política. Sería lógico pensar entonces que son un colectivo estimado y protegido por los diferentes Gobiernos; pero nada más lejos de la realidad, pués los asalariados, además de ser la base de la economía estatal, también son el colectivo más precario, más inerme y más desprotegido del país, convitiéndose de forma sistemática en el principal objetivo de los ataques de las políticas neoliberales.
Hace ya demasiado tiempo que observamos con estupor que regateando cualquier atisbo de ética, todas las medidas de austeridad están diseñadas para atacar persistentemente al más débil. Vemos diariamente como se embiste sin piedad al enfermo subiéndole el coste de las medicinas, obligándole a pagar las consultas médicas o atemorizándolo con una reforma laboral que contempla un despido procedente por el mero lance de estar enfermo. Escuchamos con horror que políticos sin escrúpulos cargan constantemente contra los desempleados haciéndoles culpables de su situación, recortándoles la prestación para «incentivar la busqueda activa de trabajo» o incluso otorgando a las ETT, rostro de la precariedad y el esclavismo, máquinas insaciables de beneficio, la potestad de privar al desempleado de su prestación solamente por rechazar sus explotadoras ofertas de empleo. Contemplo estremecida que muchos estudiantes tienen que abandonar sus estudios por culpa del incremento de las tasas universitarias y la limitación del acceso a las becas. Es indignante que después de toda una vida trabajando sean los pensionistas los que miran impotentes cómo congelan o reducen sus miserables pensiones, los que descubren consternados que se aleja cada vez más la tan importante ley de dependencia o que ahora tienen que afrontar el pago de una medicación que en la mayoría de los casos es de por vida. Acomenten sin clemencia contra los funcionarios, esos malditos funcionarios, eternamente estigmatizados, marcados y señalados, son siempre el foco de las iras cuando hay que recuadar unos millones para las arcas del estado.
Los gobiernos neoliberales son cobardes, es cobarde atacar siempre al más débil, y es inmoral. Es indecente subir impuestos y a la vez hacer una amnistía fiscal, es injusto retrasar la edad de jubilación y a la vez garantizar la pensión máxima a los diputados con solo siete años cotizados, es deshonesto precarizar la educación y mantener los privilegios de la Iglesia, hay que ser un bribón para subir las tasas de las matrículas y subvencionar las corridas de toros. Es realmente vergonzoso que 1.400 personas controlen el 80% del PIB, es impúdico que el 2% de la población controle el 50% de la tierra cultivable. Es bochornoso que haya cien mil millones de euros para los bancos, responsables de la crisis, los desahucios, las preferentes… y no haya 200 para los mineros.
Lo que sí sería valiente sería cargar una vez contra el león, sería valeroso quitar las malditas SICAV, sería bravo recuperar el impuesto sobre el patrimonio, sería audaz aplicar correctamente el impuesto de sociedades, sería imprescindible dotar a los técnicos de hacienda de medios para combatir el fraude fiscal, sería justo aplicar los recortes a la clase política… pero para ello necesitamos una revolución, la revolución de todos.
Como dijo Karl Marx «Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar».
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rCR