En una economía no planificada y del libre mercado, los instrumentos con que cuenta un gobierno para incidir en la economía son básicamente dos, la política monetaria y la política fiscal. Por medio de la política monetaria puede inyectar o retirar el dinero de la economía según le interese potenciar el consumo y la producción […]
En una economía no planificada y del libre mercado, los instrumentos con que cuenta un gobierno para incidir en la economía son básicamente dos, la política monetaria y la política fiscal. Por medio de la política monetaria puede inyectar o retirar el dinero de la economía según le interese potenciar el consumo y la producción o, por el contrario, controlar la inflación. La política fiscal, tiene que ver con el control de los ingresos que tiene el Estado para cubrir sus obligaciones con la ciudadanía (sanidad, educación, servicios sociales, etc.), en ese supuesto de una economía de libre mercado en que el estado no asume un rol productivo, su fuente de ingresos fundamental son los impuestos, además del posible financiamiento a través de contraer deuda para pagar a futuro. Es una obviedad, pero vale la pena decir que ambas, la política fiscal y la monetaria, están estrechamente relacionadas y requieren de un alto grado de coherencia entre una y la otra.
La creación del euro como moneda única de los países de la Unión Europea, se dio sobre la base de que los Estados mantuvieron control sobre su política fiscal, pero cedieron completamente su soberanía sobre la política monetaria que es regida desde el Banco Central Europeo. Esta situación llevaba implícita desde su creación, una bomba de relojería al generar desde el principio un desequilibrio que, con el paso del tiempo se iría reflejando en una brecha cada vez más grande entre las políticas monetarias emanadas desde Europa y la política fiscal diversa y muchas veces contradictoria de los países de la zona euro.
Ahora que la crisis global del capital se traduce en una incontrolada crisis de la deuda, se comienza a demostrar la gravedad de esta incompatibilidad entre lo monetario y lo fiscal. Es así que el Estado español, sin ningún control sobre la política monetaria, sin la capacidad por tanto de emitir dinero que dinamice el mercado, para financiarse está preso de la colocación de bonos de deuda en los mercados financieros en los que, los especuladores financieros ganan muchísimo dinero, apostando a la baja de la deuda española y obligando al pago de intereses cada vez más altos que ya rondan el 7% y que los hace definitivamente insostenibles. Por otra parte ante la presión de solventar esta deuda cara y creciente, en política fiscal se ha decidido por el camino de, por una parte subir los impuestos, fundamentalmente los que más afectan a las familias tal es el caso del IRPF o el IVA y, además incumplir flagrantemente obligaciones en materia sanitaria, educativa y de servicios sociales por el camino de brutales recortes que ponen en peligro la sostenibilidad de sistemas que se asume, son responsabilidad del Estado. En una política impuesta evidentemente desde Europa, pero que va más allá inclusive de las tesis del ultraliberalismo de Friedman, al combinar perversamente la privatización de todo lo público con la subida de impuestos.
Por otra parte la Unión Europea y sus instituciones, en particular el Banco Central Europeo, que no es más que un complejo lobby de banqueros y especuladores financieros de élite, han decidido que la compatibilización de los monetario y lo fiscal pasan directamente por la abierta imposición de políticas fiscales a los países que van, dados los intereses a los que responden dichas instituciones, por el camino de obligar a los estados a que prioricen el pago de la deuda por encima de las obligaciones sociales, imponiendo políticas de austeridad y control del déficit público que ahogan a los sectores productivos, ahondan la recesión económica y finalmente empobrecen a la población a pasos agigantados.
El proyecto de la Europa autoritaria
El asunto, visto desde la óptica de la Unión Europea, sus instituciones y los poderes a los que responden, tiene una única salida, el control desde el centro del poder europeo tanto de la política monetaria como fiscal de toda la zona Euro en una confluencia hacia un estado europeo único. Esto y solamente esto puede hacer pervivir el euro como moneda, no obstante, es imposible una unidad europea basada en principios mínimamente democráticos dada la diversidad de pueblos y pensamientos que coexisten en dichos territorios. Es así que, la tendencia clara y cada vez más acelerada es hacia la construcción de una Gran Dictadura Financiera Europea que, en virtud de mantener el orden económico pulverice, no solamente los derechos sociales y laborales que ya están en franco deterioro, sino las más mínimas libertades democráticas. Una combinación de ultraliberalismo económico, sumisión absoluta a los designios del capital financiero y un fascismo político de cuño duro que reprima con violencia la oposición a estas políticas. La respuesta cada vez más violenta y coercitiva hacia el descontento social desde los cuerpos represivos en los diversos estados, sumada al auge de las extremas derechas que conviven y, en muchos casos cogobiernan con los grupos conservadores en los países europeos confirman esta tendencia.
Ante esta realidad que se impone día a día, queda claro que la pregunta acerca de si la población está a favor o no del Euro que frecuentemente se le realiza a la población en diversos estudios demoscópicos, es simplista y en tanto no da luz sobre nada. Lo que realmente deberíamos preguntarnos todos y todas es ¿Cuánto estamos dispuestos a ceder de nuestra calidad de vida, derechos sociales, laborales, justicia y libertad para mantener el euro?
En momentos en que se le exige a la población grandes sacrificios a favor de algo tan abstracto como «la economía» conviene preguntarse si no debería ser al revés y la economía debiera ser una ciencia al servicio de la generación y distribución de la riqueza en beneficio de las personas. Algo tan obvio como esto encierra el fondo del tema, los sacrificios que se nos exigen como trabajadores son en realidad a favor de los intereses económicos de esa pequeña élite financiera (banqueros, especuladores financieros y grandes empresarios) que gobiernan Europa abiertamente desde la presión que ejercen con su dinero en las bolsas de valores y encubiertamente a través de instituciones como el Banco Mundial, el FMI o el Banco Central Europeo. Este tipo de discurso es claramente engañoso porque oculta intereses particulares de una minoría, haciéndolos pasar por los intereses de la mayoría y dando la impresión de que no queda otra alternativa que la elegida por los mercados y que «salvar el euro» es poco menos que «salvar el mundo».
Existen alternativas, pero no son sencillas
Existen alternativas a la crisis y la gestión perversa que se realiza de ella, pero no son alternativas sencillas ni van de la mano de pequeños gestos intrascendentes como los que ensaya de tiempo en tiempo la desgastada y poco imaginativa social democracia europea, que intenta mantener la primacía de los mercaderes financieros y la moneda única que es su buque insignia, intentando compatibilizarla con ciertas políticas sociales y aflojando un poco la rígida cuerda de la austeridad y el control del déficit. No obstante y el tiempo lo acaba corroborando, cuando las contradicciones entre los intereses de las mayorías y el poder económico los obliga a elegir, con fingido dolor y alegorías a su pasado social acaban decantándose por sus verdaderos amos que lamentablemente no somos los trabajadores y trabajadoras.
Existen alternativas pero pasan por quebrar con el euro y recuperar soberanía sobre la política monetaria, pasan por negarse a pagar deudas ilegítimas y antiéticas contraídas por banqueros y gobiernos corruptos pero endosadas a las espaldas de la clase trabajadora, pasan por un quiebre abierto con la económica especulativa y la vuelta a una de matriz productiva donde los trabajadores y trabajadoras que son finalmente quienes generan la riqueza, sean quienes la gestionen y las disfruten.
Por supuesto que existe salida a la crisis, pero pasa por tener el valor, finalmente, de romper con un sistema llamado capitalismo y con todos sus instrumentos de control, desigualdad y opresión. Porque finalmente y como hubiera dicho la poeta feminista Audre Lorde «las herramientas del amo, nunca desmontarán la casa del amo».
René Behoteguy Chávez es miembro del Secretariado Confederal Nacional de Intersindical Canaria
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