Ana Messuti nació en Buenos Aires. Inició su carrera docente en la Universidad de su ciudad natal, se especializó en filosofía del derecho en la Universidad de Roma y fue funcionaria de las Naciones Unidas. Actualmente es profesora invitada en diversas universidades de América Latina y Europa. Presentó su tesis doctoral en Salamanca, una investigación […]
Ana Messuti nació en Buenos Aires. Inició su carrera docente en la Universidad de su ciudad natal, se especializó en filosofía del derecho en la Universidad de Roma y fue funcionaria de las Naciones Unidas. Actualmente es profesora invitada en diversas universidades de América Latina y Europa. Presentó su tesis doctoral en Salamanca, una investigación en la que argumentó sobre la obligación de los Estados de perseguir penalmente los crímenes contra la humanidad.
Ha publicado libros y artículos sobre filosofía penal en revistas especializadas de derecho penal y de filosofía. Cito dos de sus libros: El tiempo como pena y La justicia deconstruida, con un excelente prólogo de Gianni Vattimo y Santiago Zabala.
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Se está hablando, cada día con más fuerza y en lugares más diversos, de la querella criminal contra el franquismo que se ha abierto en Argentina. ¿Nos puede explicar cómo surgió la idea?
La idea surgió a raíz de lo que sucedía con el Juez Garzón a fines de 2008. Se veía ya la imposibilidad de que en España las víctimas del franquismo fueran oídas en la justicia, y de que se persiguieran los crímenes y sus autores. Al mismo tiempo, la justicia argentina estaba juzgando a los criminales, y las consecuencias sociales de esos juicios eran muy positivas. Pero el detonante fue la determinación de Darío Rivas de reclamar justicia a los tribunales argentinos por el asesinato de su padre. Darío ha sido el primer querellante.
¿Darío Rivas?
Es una persona que reside en Argentina desde los 9 años de edad, cuando fusilaron a su padre, el alcalde republicano de Lugo, y sus tíos lo enviaron a nuestro país.
¿Qué se pretende con la iniciativa? La mayoría de los responsables de aquella infamia fascista han fallecido. ¿Es acaso la venganza en este caso el motor de esta historia?
Son dos preguntas que tendrán dos respuestas: no sé si la mayoría, pero es cierto que una gran parte han fallecido: pero no todos. Hay una dimensión que se suele olvidar de la tragedia que vivieron los españoles: que esa tragedia duró hasta pasada incluso la muerte del dictador. Son muchos los represaliados en la década del 70. Muchos que han sido torturados no sólo viven aún sino que tienen entre 50 y 70 años. Y recuerdan que sus verdugos, en muchos casos, eran más jóvenes que ellos…
Lo eran efectivamente.
No se puede abandonar una investigación penal (porque de eso se trata) dando por sentado que están muertos los culpables. Y he mencionado la palabra justicia: la justicia viene, en la historia del derecho, a sustituir a la venganza. La venganza es la reacción sin atenerse a normas, procesos, plazos. Si buscamos justicia es porque no buscamos venganza. Porque la primera es la única forma de evitar la segunda y restablecer el derecho.
¿Quién es la magistrada máximamente responsable de la querella? ¿Tiene algún interés en el tema?
La jueza María Romilda Servini de Cubría. Por supuesto que se ha interesado en el tema. Incluso en la Argentina se ha ocupado de casos de niños sustraídos a las madres (luego asesinadas) durante la dictadura militar. Pero ha sido el azar que le ha asignado el caso. Los jueces no eligen los casos que le tocan.
¿Y por qué Argentina? ¿No sería más bien España el país que debería abrir un proceso de estas características?
Por supuesto, pero la jurisdicción universal, cuyo objetivo es evitar la impunidad, puede ser ejercida por cualquier país del mundo y principalmente cuando el país del territorio (donde se cometieron los crímenes) no puede o no quiere juzgar. Ha sido Argentina pero podría ser cualquier otro país. Le he explicado en la primera respuesta por qué se inició el proceso en Argentina. Lo curioso es que no se haya iniciado aún en otros países que no ignoran lo sucedido en España.
Tiene toda la razón. Es muy curioso y muy significativo.
Cuando se habla en España de aquellos años -tan lejanos y tan cercanos a un tiempo- se suele esgrimir la ley de Amnistía de 1977, una especie de ley de punto final. Ya está, se dice, se perdonó todo, se borró todo, no se puede, no podemos volver la vista atrás. ¿Es el caso? ¿Todo está (jurídicamente) atado y bien atado?
La ley de amnistía ha cumplido su papel en determinado momento. Las leyes han de ser interpretadas. La interpretación que se hace de esa ley en el sentido de que han quedado amnistiados los crímenes cometidos durante la dictadura es una interpretación de quienes desean el olvido. Por eso, dada la posibilidad de interpretar la ley de manera tal que queden amnistiados los crímenes más graves (cosa intolerable para un Estado de derecho y para la comunidad internacional), las Naciones Unidas, en repetidas recomendaciones, han pedido a España que la derogue.
Cosa que no ha hecho.
Otro argumento que suele usarse en ocasiones es el de la apertura de heridas que estaban cerradas o semicerradas. Qué sentido tiene volverlas a abrir, se señala. ¿Qué opina de esta consideración?
La respuesta no por varias veces reiterada pierde valor: el que decide si la herida está cerrada o no es el herido. Y las asociaciones de víctimas, las voces de las víctimas demuestran claramente que sus heridas no están cerradas. Y sin duda es mejor curar una herida abierta que dejar que se cierre una herida con la infección dentro…
¿Qué apoyos han recibido hasta el momento? ¿Pueden sumarse otros países a la iniciativa?
Los apoyos que hemos recibido, de orden jurídico y moral, son muchos: casi todas las asociaciones de derechos humanos argentinas se han incorporado a la querella como querellantes. Y en España muchas asociaciones de la memoria (la Asociación por la recuperación de la memoria histórica ha sido la primera asociación incorporada a la querella), así como otras entidades, incluso sindicatos, también se han unido. Además hemos recibido cientos y cientos de cartas de apoyo.
Sí, otros países pueden, pero no sumarse, sino emprender juicios similares. Hay concurrencia de jurisdicciones en el plano internacional. Pueden juzgar varios países un mismo crimen al mismo tiempo.
¿La ciudadanía popular argentina conoce la iniciativa? ¿La apoya, la siente como suya?
Creo que ya le he respondido en la respuesta anterior.
Los familiares de luchadores republicanos de diverso signo que fueron «paseados» o fusilados tras procesos judiciales militares fascistas, mi caso por ejemplo, ¿cómo podemos sumarnos a la querella si así lo estimamos?
Distribuimos un texto con las instrucciones pertinentes.
Hay que extender un poder notarial como allí se indica y luego adjuntar documentos de identidad y que acrediten el parentesco y todas las pruebas de que se disponga.
Luego nos lo envían a los abogados, que elaboramos la querella.
¿Cree que se tendrán fuerzas para alcanzar algún punto de no retorno o todo quedará como hasta ahora, en silencio y con rabia e impotencia acumuladas?
Si no creyera… (hay una canción, creo de Silvio Rodríguez) no estaría todo el día dedicada a redactar las querellas y a atender a las personas interesadas… si no creyera… no puede hacerse nada si uno no cree que va a poder conseguirlo.
Una pregunta algo personal: ¿cuál es su papel en el proceso jurídico que se ha abierto? Usted es más bien, si no ando errado, una magistrada, una profesora, una especialista en filosofía del derecho, una gran académica si me permite lo que desea ser un cumplido.
En este proceso soy una de las abogadas del equipo de abogados que patrocina a los querellantes.
Abre usted un libro suyo, La justicia deconstruida, con una cita de Pierre Aubenque de La prudencia en Aristóteles. La copio: «El mundo redescubre hoy lo que los griegos sospechaban hace más de dos mil años: que las grandes palabras provocan las grandes desgracias (Sófocles, Antígona), que el hombre, esa cosa extraña entre todas las cosas (de nuevo Antígona), no es aquello que debe ser superado, sino preservado, y en primer lugar contra sí mismo; que el superhombre es lo que más se parece a lo inhumano; que el bien puede ser enemigo de lo mejor; que lo racional no siempre es razonable y que la tentación de lo absoluto.. es la fuente siempre resurgente de la desgracia humana». Usted añade: «Una de esas «grandes palabras» es «justicia». ¿Cómo podremos evitar que esta gran palabra provoque una gran desgracia?
Esta es la gran pregunta que deberían plantearse todos los juristas, en particular los jueces. Me aventuraría a responder: intentando tener presente todo lo que dice Aubenque después de esa primera alerta respecto de las grandes palabras.
¿Quiere añadir algo más?
Muchas gracias por este espacio de libertad.
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