La sanción al crack del Liverpool pareciera no guardar la necesaria proporción con la falta cometida. Suárez no dio una patada, no lesionó a un jugador. La víctima salió ilesa y jugará sin problemas el próximo partido, pero él será suspendido por diez fechas. ¿Por qué se castiga una mordisco más que una plancha que […]
La sanción al crack del Liverpool pareciera no guardar la necesaria proporción con la falta cometida. Suárez no dio una patada, no lesionó a un jugador. La víctima salió ilesa y jugará sin problemas el próximo partido, pero él será suspendido por diez fechas. ¿Por qué se castiga una mordisco más que una plancha que quiebra a un jugador? Son variadas las causas que impulsan esta decisión, pero comparten un rasgo común: todas son absolutamente extradeportivas.
1- La FIFA es una empresa que establece leyes que no pueden alterar siquiera los Estados más poderosos. Cualquier Estado que pretenda inmiscuirse en cualquier decisión de esta trasnacional generaría la inmediata desafiliación del país que representa. El poder de la FIFA es tal, que si fuera una economía estaría situada en el número 19 del ranking, y en ascenso, pues sus mercados se expanden constantemente, y particularmente cada cuatro años. Los ingresos de la FIFA superan los ingresos de toda Suiza, de toda Arabia Saudita, o de toda Suecia, Bélgica o Argentina. Sólo por derechos de televisación del último mundial recaudó 2.640 millones de dólares, un 30% más que en el 2006. Pero su poder no se mide exclusivamente por los miles de millones de dólares que recauda, si no por gobernar con mano de hierro el deporte rey, y desde esa posición, y desde lo que realmente se está simbolizando en ese deporte, por su posibilidad de normar la sociedad. Ni la carrera de los cien metros en las Olimpiadas, ni la asunción del papa, ni la caída de la Torres Gemelas, nada, absolutamente nada en el mundo reúne tanta gente en un mismo tiempo bajo una misma actividad, como una final de la copa del mundo.
Una trasnacional de esta jerarquía, al igual que otras trasnacionales de igual poderío como la Iglesia Católica, deben constantemente responder a acusaciones de todo tenor, y deben diseñar una estrategia para mantener una imagen lo más transparente posible en un mundo plagado de tentaciones. No hace siete días que renunció el presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, Nicolás Leoz, miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA y del Comité Organizador del Mundial de Brasil 2014, justo antes que se expidiera el Comité de Ética por las acusaciones de corrupción que lo involucraban. Dentro del plan propagandístico de la trasnacional, los responsables de su imagen pública han diseñado campeonatos cuyo lema es la lucha contra el racismo y cualquier forma de discriminación, la lucha contra las drogas, y en suma, contra cualquiera de los males que nos azotan. Especialmente preocupados en mantener esa imagen, aprovechan cualquier ocasión que se les brinda para mostrar, por la contraria, la limpieza de sus propósitos. Cualquier jugador que viole las normas permitirá a la FIFA lanzar su ofensiva moral. No les importa en absoluto que Suárez muerda un bistec o un jugador, les importa sobremanera esta ocasión para posicionarse, y junto a ella, y detrás de ella, le interesa a otros factores del poder, como el Primer Ministro Británico: «Como padre y como ser humano, ¿creo que deberíamos tener penas más duras cuando futbolistas se comportan de esta manera? Sí, creo que deberíamos», y agregó: «Tengo un hijo de siete años que adora el fútbol, adora ver fútbol y cuando los jugadores se comportan de esta manera, dan el ejemplo más vergonzoso a los jóvenes de nuestro país», dicho por alguien acaso más preocupado por su hijo que por su hija, a quien olvidó el año pasado en un pub.
A medida que la violencia se extiende por las calles, se hace más violento el violento discurso contra la violencia, y se buscan causas donde no existen y se atacan consecuencias situadas arbitrariamente en el lugar de las causas.
2- Más de un lector se estará preguntando si el articulista justifica a Suárez impulsado por el viento del nacionalismo. Nosotros le preguntamos al lector si no le asombra que se sancione a los jugadores que se quitan la camiseta festejando un gol, o a los que se trepan al alambrado festejando con sus hinchas. ¿No es extraño? ¿Qué le puede importar a los obesos que dirigen el fútbol que aquellos jóvenes muestren su cuerpo, al igual que un nadador o un boxeador?
Aquí, en este castigo, se está expresando un miedo que acompaña al hombre desde sus inicios. Lo que asusta en un jugador no es un puñetazo o una patada que quiebre al rival y lo imposibilite de jugar para siempre, lo que asusta es la entrada en juego de las uñas, esas garras disminuidas de los humanos, y los dientes. La exagerada sanción desde el punto de vista deportivo, ya no resulta tan exagerada si la vemos desde la necesidad de normar nuestro ser animal.
Este conflicto entre el instinto y la razón, el conflicto con el animal, es el conflicto fundacional de la humanidad. Las religiones han intentado solucionarlo aplacando una de las partes, al igual que los Estados y sus sistemas de educación, prevención y sanción, y al igual que las empresas, como la que estamos estudiando, que tiene la posibilidad de normar las conductas precisamente por el interés que ponemos en aquello que nos vende. El segundo de publicidad durante el fútbol no sólo vale por la audiencia reunida, si no también por las cosas que se ponen en juego en tanto dos equipos se enfrentan convenientemente uniformados, con cánticos que los caracterizan, con hinchadas que parecen poblaciones que defienden a sus representantes, en un territorio que se ha elegido como campo de batalla.
3- La FIFA, a través de su filial inglesa (1), actuó expresando el sentir de su público, que reclama, y no sólo el público inglés, una sanción contra el ser anómalo, de igual forma que las hormigas sancionan, atacándola, a la hormiga blanca. La ubicación del rebelde Suárez como chivo expiatorio viene de tiempo atrás, de un partido en que el juez pita un faul inexistente, que deviene en una pelota que no entra al arco por la mano de Suárez. Fue una jugada que a la postre sacó a África de su mundial. Luego vendrá el enfrentamiento con Evrá, y la negativa a disculparse con su rival, y las simulaciones que tantos artículos han generado, esa peligrosa jugada en que se pretende burlar la autoridad. El rechazo al inadaptado fue expresado por el público inglés durante las olimpiadas, silbando al atleta con el deliberado propósito de perjudicarlo. Según un principio de nuestro derecho, todos somos iguales ante la ley, pero a la hora de aplicar la ley suelen tener los jueces tan amplio margen que desdibujan, hasta negarlo, el principio elemental.
Maradona fue correctamente sancionado, mas la pena no fue del mismo tenor que la aplicada en casos similares. No es la primera vez que un jugador muerde a otro, mas nunca la pena había sido tan severa. El problema aquí no es sólo la falta y la reincidencia, si no quién la comete y qué cosas simboliza. Maradona no sólo había eliminado a los ingleses con la mano de Dios, se enfrentaba a la FIFA como pocos jugadores habían hecho. Aunque sin el discurso de Maradona, Luis Suárez, con su accionar, se ha convertido en un símbolo de algo diferente, anómalo, digno de ser sancionado. Toda su carrera estará salpicada de problemas. Existen grandes jugadores como Pelé, Messi y Forlán, correctos y hábiles declarantes, y existen otros como Pepe Sasía, Maradona y Suárez, siempre polémicos y al filo de la ley. En todo mito de la creación se manifiesta, junto al dios ordenador, el dios del desequilibrio. En todo período histórico deslumbran en la escena principal los artistas consagrados, en tanto en un rincón del cuadro conspiran los artistas malditos. El genio creador es genio precisamente porque traspasa los límites. Por eso lo reconocemos no sólamente por sus grandes aciertos, si no también por sus enormes fracasos.
Mas la vida, querido lector, como si girara en círculos, da revancha, y el fútbol, esa maravillosa representación de la vida, también, y ya veremos al Pistolero Suárez, como dijera el poeta, quebrando la cintura y la razón, posesionado por ese espíritu burlón que le ha tomado de tal manera el gusto al dribbling, que gusta tanto de dribblear al rival, como de dribblear al que sanciona la falta, y con él, a todos aquellos que se encuentran detrás de quien sanciona la falta.
Notas:
(1) El único mundial ganado por Inglaterra pasó a la historia por haber sido una de las mayores estafas en la historia del deporte. En cuartos de final Uruguay se enfrentaría con Alemania, y Argentina con Inglaterra. Un juez inglés arbitraría el primer partido y uno alemán el segundo, con sonados fallos arbitrales que permitieron que avanzaran a la final los cuadros europeos. Esta elegante estafa sólo se equipara con la estafa burda del mundial del 34, ganado en Italia por los italianos bajo la severa mirada de Benito Mussolini.
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