A los 92 años falleció Pilar Soler, tras una vida de militancia republicana, comunista y sobre todo feminista. Su compromiso empezó de muy joven: ya con 18 años (en 1932), fue detenida cuando participaba en una huelga general en Valencia; y acabó sus días también militando, enrolada en el movimiento feminista (donde de un modo […]
A los 92 años falleció Pilar Soler, tras una vida de militancia republicana, comunista y sobre todo feminista. Su compromiso empezó de muy joven: ya con 18 años (en 1932), fue detenida cuando participaba en una huelga general en Valencia; y acabó sus días también militando, enrolada en el movimiento feminista (donde de un modo u otro estuvo siempre) y asistiendo a todo tipo de movilizaciones, foros y actos reivindicativos. La periodista Emília Bolinches recoge este legado de compromiso y coherencia en el libro «Pilar Soler: rebelde con causas», editado por Publicacions de la Universitat de València (PUV).
«Fue una mujer de carácter fuerte, poco amiga de pamplinas e intransigente con las desigualdades, las injusticias y las luchas sin más por el poder», ha explicado Emília Bolinches durante la presentación del libro en la Universitat de València. Trenzar la semblanza de alguien (en este caso, Pilar Soler) da pie a caracterizarla y exponer, con conocimiento de causa, los rasgos de su carácter. También a dar cuenta de sus filias y fobias: «No podía soportar que hubiera mujeres sometidas a la violencia de género; y en sentido contrario, admiró mucho y estudió con pasión a las sufragistas», agrega la periodista.
El libro tuvo un parto muy largo por diversas circunstancias (empezó a gestarse en 1998 y se ha publicado 15 años después). En la decisión de empeñarse en la tarea influyó mucho, según reconoce la autora, otra veterana periodista, Rosa Solbes. Pero el arduo trabajo ha rendido frutos y ahora el lector interesado tiene la oportunidad de conocer a esta mujer de ideas rotundas: «Pilar Soler no era una intelectual ni una teórica, sino una activista y una rebelde por la legalidad republicana y el feminismo; llevó, además, una vida llena de coraje y riesgo», explica Emília Bolinches.
Esta biografía novelada (así la define su autora) no tiene un desarrollo convencional. No arranca en el nacimiento de Pilar (como obligaría el tópico), sino por el parto en la prisión de su hija, y finaliza con su salida de la prisión. «No se trata de un libro para especialistas ni académicos; al contrario, he pretendido que sea de lectura ligera, como una novela, pero que también incite a la reflexión y a la crítica», apunta Emília Bolinches. En el libro, además, aparece adecuadamente dibujado el contexto de la II República, el franquismo y la transición, «lo que ayuda a entender mucho mejor a la protagonista y cómo vivió su época».
Más que un relato lineal y monocorde, «Pilar Soler: Rebelde con causas» es un «fresco» vital, una mirada calidoscópica elaborada a partir de conversaciones y entrevistas con la biografiada, textos escritos por Pilar Soler y los testimonios de familiares, amigos y camaradas. Para desarrollar este trabajo, Emília Bolinches confiesa que tuvo que andarse con tacto, ya que Pilar Soler era «una mujer muy pudorosa y celosa de su intimidad; nunca hablamos desde la desinhibición».
En una entrevista televisiva, esta admiradora de la «Pasionaria» (a quien consideraba una «maestra revolucionaria») reconocía muchos años después que su condición de hija de madre soltera («un pecado muy grande para la época») influyó sobremanera en la decisión de abrazar el feminismo (su padre, no reconocido, fue el periodista y diputado blasquista, Félix Azzati). Pilar Soler siempre consideró la lucha como algo fundamental. Ingresó en el Partido Comunista, y en la década de los 30 contribuyó decisivamente a crear la Agrupación de Mujeres Antifascistas de Valencia (junto a Manuela Ballester y Agustina Sánchez), que agrupaba a comunistas, socialistas y republicanas; durante la guerra civil desempeñó el cargo de delegada provincial de «Mujeres Antifascistas» y se implicó con ardor durante la guerra civil en la defensa de la legalidad republicana. Impulsó, asimismo, con Manuela Ballester la Revista de las Mujeres Antifascistas.
Muchos años después, Pilar recordaba en la citada entrevista de televisión cómo los jóvenes de la época manifestaban su entusiasmo por la revolución soviética; «por sus grandes triunfos, como la emancipación de la mujer y también por los escritos de personas como Alexandra Kollontai». «Queríamos ser como ellas», evocaba. En ese contexto liberador, la militante feminista recuerda uno de los principios que sostuvo durante toda su vida: «una mujer puede realizarse sin necesidad de tener hijos».
En mayo de 1939 Pilar fue detenida en Valencia junto a su madre, Ángeles Soler. Empezó entonces una época de calvario y penosa resistencia en la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia y en el Convento de Santa Clara. Permaneció con sus huesos en la cárcel entre 1939 y 1944, donde dio a luz en condiciones infrahumanas. Poco después del parto, pasó más de un mes con grandes fiebres, de la que se curó sin medicamentos («como los animales», evoca). Nada más salir de la prisión, en 1944, se enroló en la resistencia, en la lucha clandestina. Formó parte, ya en Madrid, de la estructura del Partido Comunista en el interior, pero de nuevo resultó detenida y salvajemente torturada. Es algo, afirmaba más tarde, que sólo puede superarse «con las ideas muy claras y con mucha fuerza».
Llegaron después 25 años de exilio en Francia (1946-1971), donde Pilar permaneció con identidad falsa. En el país vecino ocupó un puesto en la dirección de la Unión de Mujeres Españolas, que se dedicaba a ayudar a las presas de su país. Asistió, asimismo, al Primer Congreso de la Federación Democrática Internacional de Mujeres en París (FDIM). La vida en Francia no resulto sencilla. Pilar fue sometida a tres interrogatorios policiales por razón de su identidad falsa. Hasta que en 1971, tras 25 años de extrañamiento y destierro, regresó del severo exilio. Se asentó en Valencia y (no podía ser de otro modo) volvió a encadenar nuevas militancias. A mediados de los 70 participaba en el Movimiento Democrático de Mujeres, y en 1979 accedió a un puesto en el Comité Central del Partit Comunista del País Valencià (PCPV-PCE), como responsable del Comité per l’Alliberament de la Dona.
Antes, en 1975, fundó el Movimiento Democrático de Mujeres y, tras su disolución, formó parte de la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas. Un incansable activismo y un ejemplo de coherencia. En un siglo de vida que da para mucho y también permite hacer un equilibrado balance de logros y derrotas. Pilar Soler pensaba que se habían alcanzado en el estado español grandes avances sociales, por ejemplo, con la generalización de los métodos anticonceptivos. También, con el retrovisor puesto, recordaba cómo en 1977 las mujeres feministas españolas aún luchaban contra el adulterio: «llegamos a esconder a una mujer de Alzira sobre quien pesaba una orden de arresto».
Esta mujer comprometida se definía como «librepensadora». Durante muchos años militó en el PCE. «Entonces te jugabas la vida», recuerda. Pero también apunta que nunca deseó cargos y, por eso, cuando vio que el partido se embarcaba en peleas intestinas por ambiciones personales, lo abandonó y continuó la actividad política en otros frentes. Empeñó así Pilar Soler casi un siglo de biografía al compromiso político y a la militancia feminista. Llegado el momento de hacer resumen y de preguntarse por su legado, ¿qué cabría resaltar? «la defensa de los feminismos, de todos ellos y en toda su diversidad», concluye su biógrafa.
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