Adolfo Suárez se marchó del Gobierno en 1981 con una mano delante y otra detrás, sin apenas dinero, pero con notas relevantes que tomó a mano en las que relató su experiencia política y su relación con el Rey antes y después del golpe de Estado del 23-F. El expresidente se había comprometido con el […]
Adolfo Suárez se marchó del Gobierno en 1981 con una mano delante y otra detrás, sin apenas dinero, pero con notas relevantes que tomó a mano en las que relató su experiencia política y su relación con el Rey antes y después del golpe de Estado del 23-F. El expresidente se había comprometido con el monarca a no publicar sus memorias mientras él viviera.
Antes de que el expresidente perdiera la memoria por culpa del alzheimer y se retirara de escena en 2003, coincidiendo con la candidatura de su hijo Adolfo a la presidencia de Castilla-La Mancha, comentó a un reducido grupo de amigos que había tomado abundantes notas de lo que había sido su experiencia política en la UCD y, sobre todo, de cómo vivió él en primera persona los sucesos que rodearon al golpe de Estado de Tejero. Eran, en su opinión, notas muy relevantes en las que se describía también la actuación del rey Juan Carlos durante estos episodios. Y, quizás, lo más importante que reveló era que había llegado a un compromiso verbal con el monarca de que esas notas nunca saldrían a la luz antes de su muerte.
Suárez confesó antes de contraer alzheimer
Suárez respetó a rajatabla el compromiso, entre otras razones, según fuentes muy allegadas, porque su prioridad era su familia. No quería poner en aprietos, en modo alguno, a sus más allegados ni tampoco interrumpir bruscamente la carrera política de su hijo, al que acompañó a uno de los mítines que dio como candidato del PP y en el que el expresidente hizo algunas bromas con los primeros síntomas del alzheimer. Un año antes, José María Aznar le había integrado en la ejecutiva de su partido.
Los hijos del expresidente conocen estas notas. Mariam, la mayor, fallecida a causa de un cáncer hace diez años después de una larga lucha contra la enfermedad, llegó a comentar a personas de su confianza que «eran la bomba». En aquel entonces, la familia confió a algunas amistades que el expresidente había tomado todas las medidas de seguridad imaginables para proteger sus manuscritos e, incluso, que había decidido depositarlos en la caja de seguridad de un banco suizo. La caja de los secretos llegó, incluso, a oídos de una editorial americana, que ofreció al expresidente hasta dos millones de dólares por convertir sus apuntes en memorias. La oferta fue rechazada, a pesar de los problemas económicos que al principio encontró Suárez para seguir manteniendo un nivel de vida parecido al que había disfrutado con su familia desde que en 1977 desertó del franquismo para pilotar la Transición a la democracia.
Algunas de las vivencias personales de Adolfo Suárez antes y después del 23-F fueron relatadas por él mismo a algunos de los que fueron sus hombres de confianza, aunque de forma un tanto deslavazada. Ninguno de ellos parece interesado tampoco en reescribir la historia, entre otras razones porque la historia puede volverse contra ellos si la familia Suárez desempolva, allí donde esté, la caja de los truenos. Algunos protagonistas de la época- Rodolfo Martín Villa, Jaime Lamo, José Pedro Pérez Llorca…– están dispuestos a mantener los secretos en vida y otros – Sabino Fernández Campo, Chus Viana o el general Manuel Gutiérrez Mellado– se fueron con ellos a la tumba. En las notas de Suárez se describen las discrepancias que mantuvo con don Juan Carlos por los destinos reservados a algunos militares.
Algunas de estas confidencias, quizás las menos comprometidas, se han ido filtrando y ahora, 34 años después, adquieren una relevancia especial al reconsiderarse el papel que pudo tener don Juan Carlos en el 23-F. Las más importantes, quizás, guardan relación con las discrepancias que el monarca mantuvo con Suárez en los destinos reservados a algunos generales, más allá del traslado de Alfonso Armada a Madrid.
Anécdotas como éstas hay muchas y, posiblemente, forman parte de las notas manuscritas de Suárez y no de los papeles de los servicios secretos, el entonces CESID, que Cayo Lara (IU) ha reclamado ahora desclasificar. Estos documentos, la mayoría de ellos digitalizados, reposan en los sótanos del edificio donde ahora se asienta el Centro Nacional de Inteligencia, en la carretera de La Coruña, y allí seguirán durante muchos años a buen recaudo salvo que el Gobierno, del color que sea, se decida algún día a cambiar la ley de Secretos Oficiales, algo que ahora se considera altamente improbable.
Adolfo Suárez Illana, huérfano de su padre y del ducado que éste ostentaba, no ha atendido a las llamadas de Vozpópuli para contrastar opiniones y facilitar su versión sobre la etapa histórica que le tocó vivir a él y a su familia.