Permítame si me dirijo a usted saltándome el protocolo. La verdad, no sé si nombrarle alteza o majestad. Sinceramente prefiero tratarle de conciudadano a sabiendas de que nuestras realidades son muy distintas. No tengo nada personal contra usted. Como ciudadano de este estado lo considero igual a mí, con los mismos derechos y obligaciones. O […]
Permítame si me dirijo a usted saltándome el protocolo. La verdad, no sé si nombrarle alteza o majestad. Sinceramente prefiero tratarle de conciudadano a sabiendas de que nuestras realidades son muy distintas.
No tengo nada personal contra usted. Como ciudadano de este estado lo considero igual a mí, con los mismos derechos y obligaciones. O al menos, eso dice una Constitución que no tuve el honor de poder votar, aunque por otro lado (controversias de la vida) resulte que por ser hijo de quien es, usted en esa misma Constitución tenga otros derechos y también otras obligaciones.
Sé que es duro ver cómo los padres de uno se hacen mayores. Que la edad les pasa factura en todos los sentidos. Es ley de vida. Es el camino familiar que se aprende andando y que arrastra muchas tristezas.
Su padre, que fue una pieza clave en la transición española, ha decidido jubilarse y cederle el mando como Jefe de Estado. Es muy noble de una persona saber hasta dónde llegan sus limitaciones y saber delegar. Eso le honra.
Estoy convencido que usted se siente orgulloso de recibir de su propio padre la responsabilidad de ser Jefe de Estado y no dudo de que esté preparado para ello, ya que le han preparado desde su infancia para este momento. Pero me gustaría que al menos tuviera en consideración las razones por las cuales muchos, como yo, creemos que el futuro de la monarquía en España debería ser consultado a sus ciudadanos y ciudadanas.
Nos hayamos en un momento político y social muy difícil, en el que la clase política y la Casa Real están en entredicho. El despilfarro, la corrupción y la mala gestión nos ha llevado a una crisis galopante donde una gran parte de los españoles y españolas están en una situación económica y social muy grave. No solo hay crisis económica sino también social e ideológica.
Y si bien el país se rompe por un lado, coincidirá conmigo en que, por otro lado, ciudadanas y ciudadanos desde un pensamiento constructivo se están organizando para buscar soluciones. Parece ser que una parte de la ciudadanía ha llegado a la mayoría de edad política y plantea una democracia más directa y participativa. Este hecho debe llenarnos de ilusión y de esperanzas. Hay, al fin, ideas y propuestas para salir de esta situación.
Este conjunto de personas de todo tipo proponemos decidir sobre todos aquellos aspectos que atañen a nuestra vida diaria. Queremos decidir qué leyes comunes debemos tener, qué ley electoral, qué energía consumir, qué educación dar a nuestros hijos, qué derechos sociales tener, que decisiones tomar para salir de esta crisis, qué organización territorial tener, qué constitución y por supuesto cuál es el régimen que nos debe regir.
Usted, y no otro, como príncipe heredero tiene ahora la oportunidad de dar a los españoles y las españolas la voz para que decidan en todos estos aspectos y abrir así un proceso de evolución democrática a nuestro país.
Hacerlo le honrará. Y dará un motivo de peso para que la monarquía tenga nuevas razones de existencia. Para ello deberá incluso dará a la ciudadanía el derecho a decidir sobre su idoneidad o no como nuevo Jefe de Estado.
Los motivos son claros. Como usted ya sabe el restablecimiento de la monarquía fue una imposición del régimen de Franco que se materializo en la Constitución como clave del consenso. Su padre supo con sus aciertos y errores hacer el duro papel de mediador de esa no fácil transición.
Pero el tiempo pasa y los tiempos cambian y ahora nos encontramos que esa Constitución no fue votada por la mayoría de españoles que como yo y usted en esa época no teníamos la edad de votar.
Muchos españoles queremos ser consultados sobre ello, ya que no pudimos en el pasado. No sobre el hecho de que vaya a ser Rey de España (que tiene igual derecho como lo va a ser de Cerdeña, las Dos Sicilias y Jerusalén), si no sobre el hecho de que esa figura implique ser también Jefe del Estado.
En breve, los dos partidos mayoritarios del gobierno aprobaran en el Parlamento el proceso que lo llevara a tomar el relevo de su padre. Ambos partidos descartan la celebración de una consulta a la ciudadanía, alegando que ellos ya representan a la mayoría de la población.
Pero, ¿por qué no realizarlo? Si la sociedad dijera sí, imagínese lo que representaría para usted ser nombrado Jefe de Estado no sólo por mandato constitucional o por mayoría parlamentaria, sino además, por el voto directo de la mayoría de españoles.
Si bien su padre asumió el papel que le tocó en la difícil transición a la democracia, yo le emplazo a usted que apueste por esta evolución democrática que la ciudadanía reivindica y empiece por dejar que la gente decida sobre la continuidad o no de la institución monárquica.
En sus manos está. Si propone un referéndum y gana, estará más legitimado que nunca para ser el jefe del estado, y si pierde solo por el simple hecho de prestarse a realizar un referéndum habrá ganado igualmente la confianza de todos en sus honestas intenciones de servir al país.
Estoy seguro que sea cual sea el resultado, dando la voz a la ciudadanía usted, su familia y el resto de los españoles saldremos ganando.
Espero como ciudadano una seria reflexión y una reacción valiente y decidida por su parte a favor de la democracia.
Eduard de Vilar i Permanyer. Conciudadano
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