Los resultados del 25M han cambiado muchas perspectivas entre ‘las gentes de izquierdas’ que andaban dando vueltas a la cuestión de la gobernabilidad. Quizá una de las más interesantes sea que para ‘ganar’ hacen falta muchas dosis de generosidad, de trabajo riguroso y de audacia. Cuestiones que no parecían estar entre las prioridades de buena […]
Los resultados del 25M han cambiado muchas perspectivas entre ‘las gentes de izquierdas’ que andaban dando vueltas a la cuestión de la gobernabilidad. Quizá una de las más interesantes sea que para ‘ganar’ hacen falta muchas dosis de generosidad, de trabajo riguroso y de audacia. Cuestiones que no parecían estar entre las prioridades de buena parte de las iniciativas que desde hace un tiempo gravitaban en torno a lo que podríamos llamar la ‘cuestión electoral’. Muy al contrario, la sensación que algunos teníamos es que, en la construcción de un posible cuerpo común, cada uno quería salir mejor que el de al lado en la fotografía. Cuestiones de ego aparte, lo cierto es que así era imposible llegar a algo que no fuera ocupar el lugar simbólico de opositor recurrente.
Pero la ilusión difusa por las perspectivas de futuro que se abren tras los resultados de Podemos en el 25M, también de IU y de Primavera Europea, así como los porcentajes que señalan algunas encuestas para convocatorias futuras, han movido el tablero institucional, también dentro de las filas de las propuestas electoralistas más apegadas a la calle. Más allá de la fotografía final y la colocación de siglas y puestos, parece que la centralidad del debate debería ser -o eso creemos nosotros- el proyecto que se quiere proponer a la ciudadanía. Cuestión que no es menor, al contrario, es indispensable para transformar el sumidero al que nos ha arrastrado el Partido Popular en sus casi 30 años de gobierno en Madrid, dando vida entre todos a la posibilidad de construir una ciudad viva, dinámica, ecológica, sugerente, abierta y activa. Dicho esto sin colorantes ni edulcorantes, tampoco con mochilas cargadas de ideología.
Pero también será importante hablar de dónde se colocan los movimientos sociales respecto a estas propuestas, por eso de no repetir sinfonías conocidas de clientelismo y aniquilación del tejido reivindicativo. Parece probable que en Madrid, como en Barcelona, surja una iniciativa que pueda, desde la movilización democrática y desde las urnas, favorecer un cambio político. Parece también que hay sinergias para que los distintos actores políticos no pongan como prioridad llegar el primero sino llegar juntos. Suena como posible, y creíble, que la generosidad y el respeto sean los elementos que presidan esas iniciativas, que el común se imponga sobre las particularidades de cada familia, grupo y tribu. Se escuchan con fuerza conceptos que además se presuponen como nuevos atractivos a la hora de proponer esta cooperación política: servir y no servirse, construir y no destruir, proponer y no imponer, bajar y no subir… En definitiva, mandar obedeciendo. Cuestiones que no deberían ser palabrería, sino que tienen que formalizarse y articularse. Existen ejemplos de cómo se puede gobernar de otra forma desde lo local que no están «ni en montañas lejanas ni en desiertos remotos».
Ciudadanía organizada
Los procesos de confluencia y encuentro que están en marcha son positivos en buena medida en tanto que favorezcan procesos de fortalecimiento del tejido social y su autonomía. Si no fuera así y la perspectiva de la gestión del poder institucional, al nivel que sea, amenaza o entra en contradicción clara con el fortalecimiento de los movimientos sociales ajenos a la administración, estaremos retrocediendo enormemente. Fruto del 15M, uno de los valores indiscutibles de estos tiempos que vivimos es la afortunada presencia de activismos sociales fuertes y de una ciudadanía cada vez más y mejor organizada. El que opciones favorables a la transformación democrática de la sociedad gobiernen es importantísimo, pero no para delegar en esos gobiernos la responsabilidad de cambiar las cosas, sino para usarlos como herramientas de cambio.
Habrá que articular espacios de participación de ida y vuelta, pero también de autogobierno: puesta en marcha de proyectos concretos, articulación de redes locales de cooperación y solidaridad… Algunos ya existen y otros habrá que plantearlos. No tenemos que esperar para poner en marcha un proceso constituyente desde abajo. Está en juego la posibilidad de alcanzar la democracia, nada menos, que en Madrid. Como dicen los zapatistas: «¿Tomar el poder? Apenas algo más difícil, construir un mundo nuevo».
Ángel Luis Lara, Nacho Murgui y Jacobo Rivero son sociólogo, participante en el movimiento vecinal y periodista respectivamente.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/23532-pensar-madrid.html