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Dos años después (VI)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Mercedes iglesias Serrano, que le llamaba siempre el día de su cumpleaños. Estábamos en la entrevista que hice a Francisco Fernández Buey a propósito de Por una Universidad democrática (Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2009), en la pregunta sobre los PNN. Dedicaba varios capítulos al movimiento de los PNN, de los profesores no universitarios […]

Para Mercedes iglesias Serrano, que le llamaba siempre el día de su cumpleaños.

Estábamos en la entrevista que hice a Francisco Fernández Buey a propósito de Por una Universidad democrática (Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2009), en la pregunta sobre los PNN.

Dedicaba varios capítulos al movimiento de los PNN, de los profesores no universitarios españoles, le recordé. ¿Quiénes formaron parte de aquel movimiento (él fue uno de ellos por supuesto)?, ¿cuáles fueron los principales objetivos de aquel movimiento de profesores universitarios?

El movimiento de profesores no-numerarios, comentó FFB, fue importante sobre todo entre los años 1972 y 1984. Tanto lo fue, recordaba con ironía, que el término «penene» había llegado a entrar en el lenguaje político institucional.

«No-numerarios eran todos los docentes universitarios sin cátedra, o sea, todos los no-funcionarios. Y en aquellos años representaban entre el 70 y 80%, según las universidades, del total del profesorado. Teníamos sueldos de miseria, contratos administrativos precarios o leoninos, y al principio ni siquiera seguridad social. Nos considerábamos trabajadores de la enseñanza y reivindicábamos, en consecuencia, un contrato laboral.»

Muchas de las personas más activas en el movimiento lo habían sido también antes en los sindicatos democráticos de estudiantes o en los comités de acción que surgieron en las universidades en 1968. La relación era más que directa. El mismo era un ejemplo de ello, ejemplo que, desde luego, FFB no señaló.

«Se puede decir que el objetivo central del movimiento de penenes era de carácter sindical, pero al hacer historia de esos años no hay que olvidar que, junto a eso, estaba siempre la reivindicación político-social de una universidad democrática en una sociedad democrática. Y cuando hablábamos de democracia entonces pensábamos casi siempre en una democracia material. Así que hasta 1977 al menos, el movimiento de profesores no-numerarios tenía que ser, por necesidad, radicalmente antifranquista.»

«Democracia material» era un forma más que razonable de entender la democracia que sin despreciar elecciones, libertades políticas, leyes, derechos de expresión y manifestación o instituciones, aspiraba también, y sin contradicción, a garantizar el bienestar de los sectores más desfavorecidos, a introducir procedimientos y controles democráticos en fábricas, empresas, en posibilitar un ejercicio real de la ciudadanía a sectores sociales convertidos, esencialmente, en «mano de obra» marginada, sin tiempo (sin vida propiamente) y explotada.

En el curso 1974-1975, le pregunté, yo entonces era alumno de segundo de Filosofía en la UB, hubo una larguísima huelga de profesores no numerarios que acabó, entre otras cosas, con su expulsión de la Universidad y con la expulsión de Miguel Candel (mi profesor de historia de la filosofía antigua). La huelga había durado casi un año, todo un curso. ¿Cómo fue posible, cómo pudieron aguantar, cómo pudieron sostener y alimentar una lucha tan prolongada?

El curso 1974-1975 fue excepcional, me respondió FFB: era ya de dominio público que el dictador golpista se estaba muriendo y, como era natural, las expectativas de un cambio político eran muy grandes. ¡Al fin!

«El régimen franquista estaba dando los últimos coletazos y algunos de esos coletazos fueron especialmente bárbaros. Así que, en general, las huelgas se multiplicaron y había una tendencia a la prolongación de las mismas. En ese contexto no es extraño lo que pasó en la universidad.»

En las universidades de Barcelona, no sólo en la UB, la huelga de los no-numerarios fue, en efecto, particularmente larga: la reivindicación del contrato laboral estaba en primer plano.

«Pero, además, algunos, creo que bastantes profesores, pensábamos que era posible enlazar nuestra huelga con una huelga general en la enseñanza y con las huelgas obreras en curso, de manera que todo eso junto significara el impulso definitivo para acabar con la dictadura. Como es notorio no fue así, y no voy a entrar aquí en las causas, pero algunos (insisto: bastantes) hicimos lo que estaba en nuestras manos para intentar el engarce entre los varios movimientos antifranquistas de la época.»

Perdimos, reconocía FFB, y a varios «nos echaron temporalmente de la universidad, como dices, pero por poco tiempo porque casi nada más morirse Franco nos readmitieron». Otros, no olvidaba FFB otras circunstancias menos positivas, en otras universidades no tuvieron tanta suerte…

Insistí de nuevo en el tema: ¿qué papel jugaron en estos movimientos universitarios las personas organizadas en partidos u organizaciones comunistas? ¿El SDEUB no fue realmente un movimiento levantado básicamente por el PSUC? ¿Los PNN existieron porque el PCE y otras fuerzas de izquierda comunista se pusieron en pie de lucha y organización?

Vayamos por partes me respondió FFB. En la creación, organización y desarrollo del SDEUB el PSUC jugó un papel central. Sin discusión.

«Eso es conocido y no seré yo quien lo ponga en duda. El porcentaje de afiliados al PSUC fue muy alto entre los delegados y consejeros de las facultades y escuelas universitarias. Y también, aunque no tanto, entre los profesores que ayudaban, inspiraban o cubrían a los estudiantes rebeldes. Dicho eso hay que añadir que el SDEUB no habría sido posible sin la colaboración activa, en la universidad, de estudiantes de otras organizaciones menores, socialistas, libertarias, cristiano-demócratas y catalanistas, y, fuera de la universidad, sin el apoyo constante de personalidades del mundo de la cultura y de un montón de curas declaradamente antifranquistas.»

Lo que decía valía para Barcelona; no valía (o sólo parcialmente) para otras muchas universidades españolas. Pero después de 1968 la cosa cambió:

«[…] en el movimiento estudiantil posterior a esa fecha jugaron ya un papel relevante otras organizaciones comunistas, socialistas y anarquistas que se situaban a la izquierda del PSUC y del PCE.»

La sopa de siglas fue muy densa. No entro en ella por no olvidarme de ningún grupo. Yo estuve, por ejemplo, en la FUDE del PCE (m-l) y en el MCC. FFB proseguía:

«En el caso del movimiento de los profesores no-numerarios el PSUC y el PCE volvieron a jugar un papel casi hegemónico, pero el espectro político-ideológico entre los docentes más activos era muy amplio. Una de las diferencias entre 1966 y 1975 es que en el SDEUB, por lo general y por abajo, no se sabía si tal o cual delegado o consejero estaba afiliado a un partido (por las normas estrictas de la clandestinidad), mientras que en el movimiento de profesores no-numerarios, incluso antes de la muerte de Franco, era habitual declarar la afiliación.»

Algunos habían sostenido, volví sobre el tema, que en todas esas luchas la Universidad importaba poco, que era más bien una excusa, a nadie le importaba de hecho o primordialmente que los claustros fueran más o menos democráticos. De lo que se trataba era de herir, de atacar, de acabar con el franquismo e incluso con el capitalismo. ¿Había sido así en su opinión?

Como era lógico, respondía FFB, él no podía hablar por todos. Cuando era joven, como delegado en el SDEUB o en la coordinadora estatal del movimiento de profesores no-numerarios, intentaba hablar en nombre de los que le habían elegido. Ahora que era viejo, recojo sus palabras con dolor, al hacer historia, «no sé siquiera si vale la pena que hable de eso por mí mismo».

Valía la pena.

«Pero, en fin, a la gente que yo conocí y con los que estuve en asambleas y manifestaciones les importaba tanto que los claustros fueran democráticos como acabar con el franquismo. Las dos cosas iban juntas: democratización de la universidad y democratización de la sociedad. Siempre ha habido instrumentalizadores y manipuladores de lo que hacen los demás, sobre todo a posteriori, después de los hechos, pero, salvo que yo no haya aprendido nada en todos estos años (que podría ser), mi opinión es que quienes sostienen tal cosa, o sea, los que tratan de instrumentalizar, manipular e incluso «encauzar» lo que se hizo, para hacerlo cuadrar con lo que vino después, no pintaban gran cosa en aquellos movimientos».

Tal vez pintaban en otros ágoras menos públicos, pero no allí, señalaba FFB

La siguiente pregunta de la entrevista versaba sobre la función de la Universidad, reflexionando a propósito de los análisis de Ortega y Sacristán.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.