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Entrevista a Francisco Báez Baquet sobre Amianto: un genocidio impune (XIV)

«Soy partidario de que siempre haya un levantamiento del velo societario; que, como en los estrenos teatrales, podamos reclamar que salga el autor»

Fuentes: Rebelión

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra este industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las […]

Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra este industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de Rebelión.org).

***

Recuperamos el capítulo 1, en el apartado 1.3. Antes le pregunto sobre una octavilla leída y distribuida el 25 de junio de 2014 en Ginebra, en la manifestación contra la impunidad de las transnacionales y a favor de las víctimas del amianto. Creo que fue escrita y distribuida por el «el Comité de ayuda y orientación a las víctimas del amianto CAOVA- Suiza. ¿Conoce ese comité? ¿Quiénes lo forman? ¿Forma usted o ha formado parte de ese comité?

CAOVA es una asociación suiza de víctimas del amianto; por consiguiente, a ella pertenecen sólo quienes, con esa nacionalidad, inciden en esa condición. Mis contactos epistolares con la misma, los canalizo a través de François Iselin, a quien nuestro común amigo y editor de mi libro, Paco Puche le obsequió con un ejemplar del mismo.

Los multimillonarios codiciosos que saquean el planeta y privan a millones de hombres y mujeres de sus recursos vitales, se afirma en el texto, esconden su identidad detrás de los nombres pomposos de sus transnacionales: Eternit, Holcim, Chevron, Glencore, etc, lo que les permite seguir haciendo estragos con impunidad porque la justicia no puede condenar a sus empresas criminales… Sin embargo, algunos de ellos, pagados de sí mismos, tienen la audacia de aparecer bajo su nombre real y en forma jactanciosa. Este es el caso especialmente de dos hijos de una poderosa familia suiza, los Schmidheiny; Thomas, el fabricante de cemento de Holcim y Stephan, el envenenador con el amianto de Eternit.» ¿Es correcto lo que se afirma?

Sí, porque no se refieren meramente al amianto, sino que también lo hacen respecto a otras cuestiones asimismo relacionadas con el medio ambiente y con las condiciones de sostenibilidad de las economías y de los hábitats locales; cuestiones relativas a la contaminación mediante descargas salvajes de residuos, a la deforestación, al desalojo de las poblaciones aborígenes, a las maniobras tendentes a acaparar la tierra cultivable -maniobras que bordean la ilegalidad o que abiertamente la conculcan-, y todo ello a través del instrumento de sus empresas transnacionales.

Ellos son muy conscientes de los estragos, se afirma también, que causan al medio ambiente, a sus empleados y a las poblaciones. ¿Usted cree que son realmente conscientes de ello?

Es que es materialmente imposible que no puedan serlo. Si, por ejemplo, se tienen que marchar, levantando su negocio, porque dejaron la tierra esquilmada e inservible ¿cómo va a ser que todo ello haya sucedido sin su previo conocimiento y aquiescencia? Y con el caso del amianto, sucede otro tanto: no se puede haber estado maniobrando activamente, y recurriendo a métodos nada éticos, durante décadas, y al propio tiempo haber sido inconscientes de todo ello.

Nosotros debemos en lo sucesivo, prosiguen los amigos de CAOVA, designar por su nombre y apellidos y artimañas a todos los que siembran el viento de los desastres sin que necesariamente cosechar las tormentas de la reparación. Es necesario en lo sucesivo juzgarlos a todos, uno a uno, por sus crímenes. Esto no va con la preocupación de la venganza sino de rendir justicia a las víctimas y especialmente para impedir definitivamente más perjudicados. ¿Esta es también su posición? ¿Juzgarlos uno a uno por sus crímenes? ¿Por la supervivencia de la humanidad?

Yo soy un decidido partidario de que siempre haya un levantamiento del velo societario; que, al igual que en el final de los estrenos de los éxitos teatrales, podamos reclamar «que salga el autor».

Hemos hablado un poco de ello anteriormente. El envenenador del amianto, Stephan Schmidheiny acaba de ser condenado por el Tribunal de Turín, a 18 años de cárcel y a unos pocos millones de dólares que se necesitan para reparar algunos daños que ha causado en todo el mundo, Suiza, Italia, Sudáfrica, Nicaragua, Brasil, Líbano, Japón… la lista es larga!». ¿Es correcta la lista expuesta? ¿Brasil, Japón, Italia, Suiza también?

Son las naciones en las que se han asentado las fábricas de productos de amianto-cemento, de las multinacionales integradas en SAIAC, o que son filiales del Grupo Etex/Eternit, condición en la que incurrirán simultáneamente no pocas de ellas, si no es que todas.

Estos daños, se sostiene en el manifiesto, no se limitan a la hecatombe de los trabajadores Eternit en sus cuatro plantas italianas y las personas que viven en sus alrededores. Son decenas de otras fábricas de Eternit que, por el mundo han amenazado la vida de muchos miles de esclavos asalariados y en los que el amianto se ha incrustado en sus pulmones y el medio ambiente les amenazará aún por decenios. ¡Es esto lo que usted no cesa de decirnos y enseñarnos!

Un paso más: «El proceso ejemplar de Turín debe constituir un precedente de futuras acciones de la justicia, no solo de los asbestos asesinos sino de todos los otros cancerígenos, mutágenos, tóxicos y radiactivos que secretamente las industrias nucleares, minera, agroquímicas y de armas emiten para el solo beneficio de algunos déspotas codiciosos y de sus politicastros a sueldo.». ¿Politicastros es palabra ajustada?

Bueno, es un término despectivo que refleja el estado de ánimo de quienes así se pronuncian, aunque yo no lo usaría, ya que suelo ser algo más retorcido e irónico en mis denostaciones, como cuando, hablando de los dirigentes de los sindicatos pro-crisotilo, los defino como «magníficos catadores de letrinas», ¿se lo imagina?

Me lo puedo imaginar. Y no está nada mal su definición. El proceso de Turín, se sostiene finalmente, abre la vía de una ofensiva jurídica fundada sobre la defensa de los derechos humanos a la vida, a la salud y a la preservación de su medio amenazado. ¿Es así en su opinión? ¿Abre esa vía?

Hay que aguardar a que la sentencia sea definitiva, en el próximo mes de noviembre. En cualquier caso, e incluso aun cuando hubiera absolución, el proceso judicial ha marcado un hito importante, aunque sólo sea por la documentación empresarial sacada a la luz pública, al igual que ya había ocurrido con anterioridad, en otros litigios planteados frente a otras empresas demandadas por amianto.

Ahora sí, vuelvo al 1.3. «El suero de la mentira: desinformación» es el título. Yo no tengo la sensación de que usted esté desinformado. Tampoco nuestro amigo común Paco Puche o Pedro Costa Morata por ejemplo. ¿Quiénes están desinformados en su opinión?

Hagamos una prueba: interroguemos a varios aprendices o peones de aquellos oficios con riesgo de exposición laboral al amianto, como es el caso de albañiles, fontaneros, electricistas, etc., para poder evaluar su grado de conocimiento de ese riesgo, de sus potenciales consecuencias mortales, y de las precauciones necesarias para afrontarlo. Sacarlos de esa probable situación de ignorancia, es una tarea que nunca debe cesar, mientras que exista amianto instalado, susceptible de acceder, por obsolescencia o por manejo inadecuado, a la condición de friabilidad sobrevenida, en la que las fibras de asbesto quedan libres de poder ser inhaladas.

A ciertos jueces, si hemos de suponerles honestidad, alternativamente tenemos que considerarlos como desinformados, a la vista de algunas de sus resoluciones sobre amianto, y de cómo las fundamentan.

También hemos hablado un poco de ello pero vuelvo a insistir. ¿Quiénes amparan, quiénes dirigen, quiénes dirigen la conspiración del silencio a la que usted alude?

Les basta con coordinarse entre sí, lo cual es facilísimo, dada la comunidad de sus intereses económicos. En cualquier caso, tanto las reuniones bianuales de la AIA, como las periódicas del cartel SAIAC, han sido suficientes para ello, por no citar a sus intercambios de paquetes accionariales y sus asientos compartidos en los respectivos Consejos de Administración de las empresas del amianto, por parte de unos mismos individuos.

La desinformación, le copio, corresponde a veces, en cierta medida, a una generosa dosis de autoengaño. ¿De quiénes? ¿Por qué?

Se auto-engañan, por ejemplo, quienes, por temor a perder el puesto de trabajo, se acogen de forma acrítica al mantra patronal del pretendido uso seguro y controlado del crisotilo. Se auto-engañan igualmente, quienes, con tal de no ver perjudicadas en sus intereses económicos a sus empresas, de las cuales son sus directivos, asumen que «no será para tanto», a despecho de las palmarias evidencias de todo lo contrario.

Es una auto-defensa psicológica, para «ir tirando», y para aguardar a que, con algo de suerte, las encrespadas aguas sindicales, del ecologismo, y de los expertos honestos, se encalmen entre la saturación, el cansancio, el relevo generacional, etc.

Me voy para volver más tarde: le cito de nuevo: «.. resta por saber si artículos rechazados [por grandes revistas científicas] debieron de haber sido admitidos (de lo cual, la historia de la Ciencia, aporta también notables ejemplos).» ¿Nos da usted alguno de estos ejemplos?

Bueno, eso es algo que le ocurrió incluso al mismísimo Einstein, pero si hemos de atenernos al campo de nuestro interés, el amianto, podemos aducir igualmente el caso del doctor Wagner, con su trabajo sobre el nexo causal entre amianto y mesotelioma, que no consiguió publicar en su país, Sudáfrica, por la presión de las compañías mineras, y que tuvo que llevar personalmente al Reino Unido, para, finalmente, y con notable retraso, conseguir que su artículo fuera admitido para la publicación. En Astronomía, en Geología, en Física, en Biología, en Medicina, en Matemáticas, etc., eso ha ocurrido reiteradamente, si no con la misma causa, sí con el mismo efecto. A veces por unos aparentemente muy buenos motivos, que luego resultaron no ser tales, y a veces por otros inconfesables, como ocurrió en el citado caso del doctor Wagner.

Usted no está haciendo, perdone la pregunta, seguramente innecesaria, que todos los artículos rechazados por los comités científicos de control lo sean por motivos espurios. Hay rechazos y rechazos diríamos Usted está hablando de determinados casos en determinados ámbitos científicos, de rechazos por motivos no razonables, que nada tienen que ver con el conocimiento y la ciencia contrastada e independiente. ¿Es eso?

Para responderle, me vuelvo a auto-citar. Situaciones como la siguiente es a lo que yo me he querido referir:

«Gerrit Schepers, un estudiante de Sudáfrica, estaba examinando los registros de uno de los expertos de los Estados Unidos en enfermedades pulmonares -el Dr. Gardner- en 1946, tres años después de que éste hubiera fallecido, cuando se tropezó con algunos datos que le resultaron preocupantes. Una serie de diapositivas, de 11 de los ratones expuestos al polvo de amianto, mostraban a 9 con cáncer. Al propio tiempo, también pudo localizar y acceder a un archivo titulado: «Quebec Asbestos Workers», en el que figuraban nueve mineros y trabajadores de los molinos, con cáncer de pulmón, y otros dos más, con mesotelioma. Tras hacer estos descubrimientos en el Laboratorio Saranac, en Nueva York, viajó a Canadá, e informó de sus descubrimientos a los directores médicos del gigante de la industria del amianto, la empresa «Johns-Manville», uno de los patrocinadores de los estudios médico-experimentales del fallecido Dr. Gardner. Cuando, al regreso de su viaje, se reincorporó al Laboratorio Saranac, su director, Arthur Vorwald, le dijo que había sido regañado por sus patrocinadores, por no haberle dicho a Schepers que mantuviera la información en silencio. Bien pronto, las diapositivas de los ratones cancerosos desaparecieron de los archivos que volvían a ser consultados por Schepers, el cual, entonces estudiante de doctorado de la Universidad de Nueva York, escribió sobre sus descubrimientos en su tesis, que también envió al gobierno de Sudáfrica. Cuando hizo una presentación oral de su tesis, Gerrit Schepers cuestionó el hermetismo, la opacidad, la «conspiración de silencio», en suma, que rodeaban a los estudios que se practicaban en el Laboratorio Saranac. Cuando lo hizo, Schepers fue apartado por el Dr. Anthony Lanza, un representante oficial de la Universidad de Nueva York, que se había retirado solamente de su vinculación con la compañía aseguradora «Metropolitan Life Insurance Co.» y que aún colaboraría durante varios años con el Laboratorio Saranac. Lanza llevó a Schepers a la oficina de Vandiver Brown, el jefe de abogados de «Johns-Manville». Brown, con una copia de la tesis de Schepers en sus manos, le exigió que retirase toda alusión al asunto. Schepers dijo que no, y que él ya había enviado una copia a su gobierno, a Johannesburgo. Brown voló de inmediato a Sudáfrica, a rescatar el informe que Schepers había escrito. Cuando, en 1951, la investigación practicada sobre ratones se publicó, el informe no hacía referencia alguna a la tasa del 82% de cáncer de pulmón, entre los 11 ratones».

Habla usted de Nahariya. ¿Qué record mundial ostenta? ¿Y cómo es que es así? ¿Israel no es un país que cuida la situación de sus propios trabajadores?

Nahariya ostenta, según algunas fuentes, el récord mundial en tasa de mesotelioma, junto con Génova, y digo según algunas fuentes, porque según otras, ese pésimo título habría que atribuírselo a otros lugares, también con una alta contaminación por asbesto.

En cuanto a lo que me indica respecto de la situación de los trabajadores en ese país, juzgue por usted mismo, si le informo de que el estudio de la contaminación de los terrenos en los que se asentaba un parque infantil, y sobre los que antes se había edificado una industria del amianto, fue acometido examinando las lesiones permanentes generadas en la población de ratones de campo que habitaban en esos terrenos.

Habla usted también de un mito, el de la fibra corta. Conozco algunos mitos pero nunca me habían hablado de este. ¿Nos lo explica por favor?

Es la hipótesis, que ciertas evidencias desmienten, de que las fibras de una longitud igual o inferior a las cinco micras, carecen de nocividad. Incluso hay algunos casos, en los que esas evidencias apuntan a todo lo contrario: a que son precisamente esas fibras más cortas las que resultan ser más nocivas, en relación a alguna patología específicamente asociada, como es el caso, notoriamente, del mesotelioma. Sin embargo, la asunción de esta hipótesis ha calado tan hondo, que no son pocas las legislaciones que mencionan ese límite dimensional, para referir a él los recuentos de fibras que miden el grado de polución por amianto en el medio laboral, dejando fuera de contaje a todas las que no alcanzan a esa longitud mínima, y que incluso pueden constituir la mayoría de todas las que resultarían detectables al microscopio electrónico. Además, en la exposición laboral, esas legislaciones habitualmente preconizan el uso exclusivo de la microscopía óptica (más barata y de implementación más sencilla), pero que deja en la invisibilidad a la inmensa mayoría de las fibras realmente presentes en la muestra. Ésta es una dura batalla, que resta por librar y por ganar.

Cual si los trabajadores fueran una suerte de ciudadanos de segunda clase, en los mismos países en los que la legislación laboral establece esas cortapisas, al propio tiempo sus leyes medioambientales establecen el empleo de la microscopía electrónica para las mediciones no ocupacionales en exteriores, para las que, para resultar fiables, y por la acción aleatoria del viento, deben de ser efectuadas utilizando sonda isodinámica.

En la microscopía electrónica de barrido, además, la activación de radiación X mediante spot de electrones, permite analizar la naturaleza química de la fibra observada en cada ocasión, pudiéndose confirmar si se trata de asbesto, y además, en tal caso, identificando de qué variedad del mismo se trata (antofilita, tremolita, amosita, crocidolita, crisotilo, o actinolita).

Hace también referencia en este apartado que comentamos a la acción de los lobbys. Pero concretamente, ¿cómo actúan? ¿Sobornan, mienten, compran periodistas, responsables políticos y económicos? ¿Cómo se organizan?

Como se decía en el chiste del fraile al que le ofrecieron a escoger entre varios platos de diversas viandas: «todo mezclado».

Le citaré un caso verdaderamente extremo: el del abogado Dr. Vinicio Escobar Zurita, representante legal del llamado «Movimiento Ecologista Camino Verde» -MOVECAV-, que mantenía una pugna legal con la empresa ecuatoriana TUBASEC, dedicada a la fabricación de amianto-cemento, y creada en su día por el grupo Uralita; a ese abogado le explotó una bomba en su domicilio particular, causando grandes destrozos, en coincidencia temporal con esa pugna legal y de denuncia pública. Obviamente, nadie reivindicó la autoría.

No se suelen reivindicar en estos casos. ¿Y eso de las modas de exoneración de qué va?

Son sucesivos intentos de desviar la etiología hacia supuestos factores, distintos pero acompañantes del amianto, para intentar descargar de esa responsabilidad al verdadero culpable. Como a la larga eso no se sostiene, puesto que se demuestra, mediante los pertinentes experimentos, que no hay tal etiología exótica, de ello se deriva la necesidad, para estos corruptores de la actividad científica, de pasar a enarbolar otros candidatos distintos al mismo rol espurio, en sucesivas sustituciones, y es por eso por lo que yo hablo de «modas de exoneración». Identifico, aproximadamente, a una de esas «modas», por cada década transcurrida. Los que así actúan, saben cuál ha de ser necesariamente el destino final de cada una de esas pseudo-hipótesis, pero no les importa, porque lo que buscan es, meramente, su encadenamiento sucesivo y la consiguiente inactividad de las autoridades; es lo que se ha dado en llamar, «la parálisis por el análisis».

Le pregunto ahora por el aceite de palma.

Cuando quiera.

[*] Las anteriores partes de esta entrevista pueden verse también en Rebelión.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.