Para Carme Conill. In memoriam et ad honorem Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar. -Es posible […]
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián y solicita que le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Es posible -dice el portero-, pero no ahora.
La puerta que da a la ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se ríe y le dice:
-Si tanto es tu deseo, haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderosos que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su aspecto.
Franz Kafka, «Ante la ley».
El tema es casi inagotable, habrá que volver una y otra vez. Estamos ante una reconstrucción de la historia de Cataluña y del resto de Sefarad-España, la de estos últimos 40 años como mínimo. Una enmienda a la totalidad, una falsación sin potenciales epiciclos defensores como tal vez diría sir Karl. 23 años de presidencia y 11 como ex president con muchísimo mando en plaza (político, cultural, económico, histórico) dan para mucho. Una cosmovisión -no sólo un programa político, una finalidad estratégica o un partido de clase- triunfadora, dominante, indiscutida, fuertemente hegemónica, casi un postulado more geométrico para ser considerado propiamente catalán en algunos momentos, una concepción del mundo más que extendida (incluso en sectores de la izquierda [1] o grupos afines y no afines [2]), una concepción del mundo, decía, en el país de Mas-Colell, Isidre Fainé, Víctor Grífols, Artur Mas, Duran i Lleida y Felip Puig está herida de muerte a pesar de algunos «argumentos» («humanistas», «comprensivos», desde una «perspectiva más global») esgrimidos ya por algunos intelectuales orgánicos muy bien ubicados del régimen (el término es más que pertinente) catalán, el de casa nostra, el de «fer país» i fer també uns estalvis pel futur.
Un ejemplo que enseña. La aproximación de una persona más que relevante, durante décadas, en la sociedad catalana y en el ámbito de la izquierda marxista: Josep Fontana [JF]. «L’ENVILIMENT DE LA GOVERNANÇA», no hace falta traducción, es el título de un artículo suyo, de principios de agosto publicado en El Periódico. Nueve fragmentos en total.
En el primero de ellos, JF señala que «el descubrimiento de las fechorías económicas de la familia Pujol ha producido una lógica consternación en Cataluña, sobre todo entre los que sentían respeto por la gestión que Jordi Pujol desarrolló al frente de la Generalitat durante 23 años». Aunque la verdad, prosigue el historiador de la UPF, «es que la sociedad catalana tiene una gran parte de culpa por haber cerrado los ojos ante indicios anteriores de lo que ahora aparece a la luz, y muy en especial después del caso Palau de la Música, que puso al descubierto la trama de mentiras y complicidades en que se asentaba nuestra vida pública.»
Consternación lógica entre los que sentían respeto por la gestión del ex gran-jefe de Banca Catalana y, aún más o también, entre los que no sentíamos ese respeto. La manipulación y el engaño permanentes desde instancias nucleares del poder catalán, con innegable éxito, ha sido inconmensurable. Jordi Pujol, su gestión, su hacer, su dirección y compromisos políticos, su honestidad, su ética, han sido defendidos en determinados momentos por personas o colectivos de izquierda («Ha defensat sempre a Catalunya, per sobre de tot!»). Basta recordar las declaraciones de principios de los noventa del siglo pasado de Julio Anguita (se refirió a los atributos reales, no los inventados por sus cortesanos, de la burguesía catalana) y la reacción de los sectores «ilustrados» y de izquierda del país.
No han sido sólo 23 años por lo demás. Hay que sumar también los 11 años de ex presidencia. El molt ex honorable no ha dejado nunca de dar consejos poliéticos y marcar directrices y finalidades estratégicas, estando siempre por supuesto en todos los entresijos y tramas del poder, sin olvidar su etapa previa antes de ser president donde apoyó, en los años de la Inmaculada transición-transacción, todas las causas que favorecían la salida no rupturista [2]. Hay que sumar, además, su faceta de gran financiero. La Generalitat de Cataluña, a veces se olvida, ha tenido durante 23 años como presidente a un banquero, al máximo responsable de Banca Catalana. Algo así, como si Mario Conde hubiera sido primer ministro español durante dos décadas.
Propiamente hablando, la sociedad catalana no ha cerrado los ojos «ante indicios anteriores de lo que ahora aparece a la luz». Una parte sustantiva de esa sociedad, la más acomodada y mejor ubicada y relacionada, probablamente sí. Estaba vinculada en numerosos casos a la «crema catalana» como diría Rafa Burgos. La pela es la pela. Muy en especial, señala Fontana, después del caso Palau de la Música, «que puso al descubierto la trama de mentiras y complicidades en que se asentaba nuestra vida pública.» Pero, claro está, ha habido muchos otros casos anteriores donde la evidencia de corrupción era tan clara como la luna llena y el agua clara. No era necesario esperar al caso Palau. El expolio al que han sometido convergentes y acompañantes a la sanidad pública catalana era más que conocido. Las hazañas «emprendedoras» de íntimos del ex honorable (Prenafeta, Alavedra), las conexiones reales de otros próximos (Miquel Roca), eran y son de dominio público. Por no referirnos al caso Banca Catalana y la querella de dos fiscales cuya altura poliética y coraje cívico siguen aumentando día tras día: Josep Maria Mena y Carlos Jiménez Villarejo.
Sea como fuere, tras la anterior obertura crítica, Fontana cambia de tercio y señala: «Lo que no es tan lógico es el efecto que ha producido la noticia al resto de España si nos guiamos por lo que se ha leído y oído en los medios de comunicación», cosa -basarse en esos medios- que como él mismo nos ha enseñado en mil y una ocasiones nunca es del todo conveniente. Los medios de comunicación suelen ser medios de intoxicación. También aquí desde luego TV3 es un ejemplo destacado. No es el único. Catalunya Ràdio está a su altura.
Las tertulias, añade JF, que «han sido tomadas de una especie de alucinación colectiva: ahora estaba claro que las quejas sobre una financiación insuficiente eran erróneas»; dinero que siguen faltando para mantener escuelas y hospitales públicos en Cataluña «son los que se ha llevado la familia Pujol». A esto se añade, prosigue, «la convicción de que, después de este desengaño sobre la naturaleza del nacionalismo, se puede esperar que los catalanes se dejen de tonterías y vuelvan al redil, comenzando con una campaña de educación en el arte de la tauromaquia, de acuerdo con el consejo de Esperanza Aguirre, que sostiene que ‘los toros simbolizan mejor que nada la esencia misma de nuestro ser español».
Dejo lo del dinero del clan Pujol-Ferrusola y la financiación de la educación, la sanidad o la ayuda a sectores vulnerables para otra ocasión, apuntando brevemente que la cosa no permite un ataque tan enérgico y rápido como el esgrimido por nuestro historiador. Basta calcular importes ilegales y legales ingresados y acumulados en las cuentas del clan mientras se practicaban recortes sociales a personas muy desfavorecidas por un gobierno de su santo y seña.
El recurso a la señora condesa es fácil-demasiado-fácil y, si se me permite, no está a la altura de la inteligencia de JF. No es necesario recordar que millones de ciudadanos que se sienten españoles están alejados años-luz de cualquier afición taurina, como tampoco parece justo olvidar los millones de ciudadanos catalanes que sienten esa fiesta, en mi opinión inadmisible desde un punto de vista ético no antropocéntrico, en sus venas y en la mayoría de sus arterias. Es obvio, por otra parte, que Fontana no está criticando a «España» sino a la derecha extrema y fascistoide de la sociedad española, que en absoluto es una característica de esa sociedad digan lo que digan algunos sectores nacionalistas catalanes. España es también el país de María Teresa León, Cernuda, García Lorca, Antonio Machado, Sampedro e Ibárruri. De la misma forma que Cataluña, sin ser eso esencialmente, es también el país de Cambó, Plà, Porcioles y Samaranch, fascistas o amigos de fascistas.
Lo que resulta inaceptable en cambio, prosigue JF, «es la sorpresa que muchos muestran ante este episodio, no sé si por ingenuidad o por hipocresía, como si se tratara de algo excepcional». ¿Por qué? Porque no hay que olvidar, señala, «que según el último listado de Transparency International, que corresponde al 2013, España figura en el número 40, entre Polonia y Cabo Verde, en el ranking inverso de la corrupción». Esta ubicación «implica un notable agravamiento desde 2008, cuando figuraba en el 28, y es una muestra palpable de que no sólo somos un país corrupto, sino que seguimos avanzando firmemente por este camino.»
¿»País corrupto» a qué país refiere? ¿Al país de países que solemos llamar España-Sefarad? De acuerdo. Ninguna nota distintiva entonces entre Cataluña y el resto de nuestro país de países aunque a veces, también aquí, se hayan señalado otras tesis sobre el comportamiento de los gestores políticos de casa nostra.
Sólo sería necesario, prosigue JF, «que los escandalizados se preguntaran de dónde han salido las fortunas que hoy disfrutan viejos dirigentes que estuvieron muchos años al frente del poder (o de donde salió otra que The New York Times evaluaba en 2.300 millones de dólares)». Nuestro admirable historiador recuerda un caso muy distinto. «Tuve un amigo, Ernest Lluch, que cuando terminó su gestión al frente del Ministerio de Sanidad recibió propuestas para integrarse en consejos de administración de empresas farmacéuticas. Ernest las rechazó, volvió a su trabajo en la universidad y prefirió vivir modestamente». Un caso excepcional desde luego. «El fenómeno de la puerta giratoria, que conduce los políticos cesantes a puestos bien remunerados en consejos de administración en pago por los servicios prestados y también como anticipo de los que seguirán prestando, es un hecho habitual entre nosotros.» «Nosotros» refiere de nuevo a todos nosotros, es decir, a la gran mayoría de políticos que han ejercido poder institucional en el gobierno o en la oposición. Otro ejemplo a destacar que transita por la misma senda que Lluch: Julio Anguita. Y hay más por supuesto. No todos han formado parte ni forman parte de la casta.
Por lo demás, lo denunciado no es característica singular española o catalana, señala JF. «Es bien conocido el caso del Dokken Kokka o estado de construcción de Japón, nombre con que se denomina la época en que los políticos invirtieron los recursos del país en encargos a las compañías constructoras y cubrieron el Japón de cemento (se construyeron 97 aeropuertos y se obligó Japan Airlines a volar en todos, y eso arruinó la compañía)». Los políticos nipones canalizaban el gasto público «hacia empresas que los aseguraban, además de beneficios inmediatos, un jugoso retiro a sus consejos de administración». Resultado (acaso con otros motivos complemenarios): «20 años de estancamiento de la economía japonesa.»
A España, comenta JF, 32 años de gobierno monopolizado por dos partidos que se alternen han tenido como resultado «la consolidación de una estructura política corrompida de arriba abajo». ¿Incluye «España» esta vez a Cataluña? ¿El monopolio del poder en Cataluña no ha sido en todo caso más acentuado? ¿Cuántos años de gobierno convergente y unionista (u otros con prácticas más que similares) desde 1980?
Las consecuencias de todo ello «las estamos pagando en forma de un descenso generalizado de nuestro nivel de vida, con desempleo crónico, salarios bajos y trabajo flexible, y con la pérdida progresiva de unos servicios sociales en vías de privatización, en una situación que empeora en la misma medida que nos siguen arrebatando aquellos derechos que nos permitirían ejercer algún control, incluyendo el de la protesta pública». El próximo asalto, conjetura nuestro historiador, pretenderá asegurarse «el dominio de los ayuntamientos» (con resistencias de todos conocidas).
Así que, esta parece ser la conclusión del artículo de JF, «si el caso Pujol les ha escandalizado, empiecen a mirar a su alrededor, porque hay abundantes ejemplares de la misma fauna, y mucho peores, como los responsables de la estafa de las preferentes, que siguen prosperando gracias a la nuestra tolerancia colectiva.» ¿Y eso que hace que sea menos grave el caso Pujol? ¿No hay en esa forma de decir una disminución de la estada y engaño pujolistas?
Por lo demás, en el escándalo de las preferentes, como es sabido, algunos bancos-ex-caixes catalanes, molt catalanes, tienen posición privilegiada. No está claro que estos casos sean peores que el comentado en el artículo. No lo son desde el punto de vista de la racionalidad pública. ¿Alguien desconoce a estas alturas de nuestras vidas que los bancos son instrumentos autorizados de robo, falsedad y expolio permanente? ¿Qué podemos esperar de ellos? ¿No cabe esperar otros comportamientos de un político institucional que ha impartido numerosas conferencias sobre la necesidad de la ética y la honradez en la acción política?
En síntesis: corroborado que en España hay corrupción (sin excepciones nacionales), que Esperanza Aguirre es una política que genera arcadas, que muchos medios de comunicación españoles son medios de intoxicación cultural, que la política institucional es un desastre sin paliativos, que la derecha fascistoide es profundamente españolista (y antiespañola a un tiempo), ¿no sería conveniente que nuestro gran y admirado historiador nos explicara con algo más de detalle el caso Pujol y lo que esta inmensa estafa significa en la política catalana, en la política española en general, en la cosmovisión nacionalista y en la destrucción del mito diseñado en la transición política? ¿Nos ponemos todos en ello?
PS: Es casi imposible no citar un paso de un artículo del historiador Andreu Mayayo publicado en la edición catalana de El País del lunes 18 de agosto: «Os presentamos al general Franco», escrito por Jordi Pujol y mecanografiado por Marta Ferrusola, en el marco de la campaña de protesta ante la visita del dictador a Barcelona en la primavera de 1960 y que, la estupidez franquista, daría pie a los llamados Fets del Palau, origen épico del pujolismo. Pujol afirmaba: «El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha elegido como instrumento de gobierno la corrupción. Sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido por hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre servil. Por esta razón el Régimen ha fomentado la inmoralidad en la vida pública y económica. Como sucede en ciertas profesiones indignas, el Régimen procura que todo el mundo se ensucie las manos y esté comprometido. El hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de un opresor, es un corruptor».
Como han leído. El comentario de Mayayo:
«Represión y corrupción eran las dos caras de la misma moneda del Caudillo, por la gracia de Dios. Al terror franquista que heló la sangre de las clases populares, cabía añadir la complicidad de propietarios y burgueses en la corrupción institucionalizada por la Dictadura. En este sentido, Jordi Pujol ponía el dedo en la llaga de su propia clase social, que consideró al franquismo un regalo del cielo (bendecido por el clero) para sus negocios y patrimonios hasta que la necesidad de incorporarse en el Mercado Común les empujó a soltar el lastre casposo de la democracia orgánica.»
Evidente, elemental, conocido, más que sabido, corroborado, pero que resulta necesario recordar en momentos como éste.
Notas:
[1] Santos Juliá, a quien también debería aplicársele el excelente procedimiento de las hemerotecas, señala algunas de las aproximaciones de gentes de izquierda al caso Pujol de los años 80: http://elpais.com/elpais/2014/08/15/opinion/1408111755_308644.html, y recuerda, por supuesto, aquel «Obiols [entonces secretario general del PSC], cabró, som una nació!».
[2] Un ejemplo de estas consideraciones: «Jordi Pujol Soley
[3] Lo que no implica olvidar sus acciones antifranquistas (nada que ver desde luego con trayectorias como las de Miguel Núñez, Manuel Sacristán o Francisco Fernández Buey por ejemplo), acciones mitificadas hasta la caricatura por sus interesados aduladores.
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