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La atribulada historia de un doble agente al servicio del Partido Popular

La biografía innédita y nada inocente del «pequeño Nicolás»

Fuentes: Canarias-semanal.org

Tal y como se había previsto, algunos de los auténticos perfiles del joven Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, bautizado hoy con el complaciente apodo de «el pequeño Nicolás», empiezan a emerger poco a poco, después de que a la biografía oficial, construida ex profeso para el joven malandro, se empiecen a agregar datos de fuentes más veraces […]

Tal y como se había previsto, algunos de los auténticos perfiles del joven Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, bautizado hoy con el complaciente apodo de «el pequeño Nicolás», empiezan a emerger poco a poco, después de que a la biografía oficial, construida ex profeso para el joven malandro, se empiecen a agregar datos de fuentes más veraces y menos oficiosas.

Lejos de la imagen aventurera y cinematográfica con la que los medios nos presentaban al «inocente estafador», comparándolo incluso con el personaje encarnado por Leonardo DiCaprio en el film «Atrápame si puedes», la auténtica personalidad del jovencísimo y enigmático militante del Partido Popular dista mucho de ese arquetipo mediático, y parece aproximarse más a la de un agente de los servicios de inteligencia españoles, adscrito a una de las múltiples facciones que fragmentan a ese Cuerpo.

En efecto, tal y como anunciamos hace unas fechas ya son abundantes los datos que se conocen sobre los vínculos del «pequeño Nicolás» con los servicios de inteligencia españoles y con los sectores más ultraderechistas del Partido en el gobierno.

Resulta evidente que la frecuencia con la que Nicolás Gómez-Iglesias se relacionaba con las más altas instancias del Estado y con personajes claves de la cúpula política y empresarial no es una mera casualidad. Tales contactos eran parte de las misiones que tenía específicamente asignadas.

Las secuencias que hoy conocemos de sus correrías por las cloacas de la política institucional aparecen siempre relacionadas con misiones muy determinadas. Todas ellas enlazadas con áreas muy sensibles de la actualidad más candente que está viviendo el país, como el procesamiento de la hija del ex monarca, la infanta Cristina, y de su esposo Urdangarín; o la batalla subterránea que se está librando para intentar minar el proceso autodeterminista catalán, entre otras.

El conjunto de las misiones que protagonizó el «pequeño Nicolás» fue realizado con el acompañamiento de un extraordinario despliegue humano y material, cuya escenificación hubiera resultado absolutamente imposible realizar a un impostor de medio pelo, como nos lo han querido presentar. Posiblemente, el inusual y contradictorio hermetismo con el que los servicios de inteligencia han rodeado este caso nos impida conocer los entresijos de una trama de intrigas, pactos y chantajes cuyo protagonista principal fue insólitamente este joven querubín. Estos y otros aspectos del anecdotario conocido de las tribulaciones de Gómez- Iglesias han sido deliberadamente convertidos por la mayoría de los medios de comunicacion en una trivial aventura personal de un joven atrevido, pero cautivadoramente ingenioso.

Es cierto que las aventuras protagonizadas por el «pequeño Nicolás», de acuerdo con lo que cuentan los que las vivieron o sufrieron, están siempre acompañadas del exhibicionismo y la chulería. Sin embargo, ello no debe extrañar. No se trata de una peculiaridad exclusiva de este joven impertinente. ¿O es que acaso no ha sido ese uno de los rasgos más notorios de quienes forman parte de ese tipo de servicios heredados de la dictadura? Considerarse por encima del resto de los mortales y exhibir chulescamente esa supuesta condición es una marca propia de esos cuerpos especiales. Y si no, ahí quedan todavía los miles de testimonios de aquellos que, para su desgracia, tuvieron que ver con ellos antes y después del franquismo.

DE CASTA LE VIENE AL GALGO

Como ya informamos en un reportaje anterior sobre el tema publicado en Canarias Semanal, Francisco Nicolás Gómez-Iglesias es nieto de uno de los oficiales golpistas del 23 febrero de 1981. Aunque la genealogía no sea suficiente para explicar la adscripción ideológica de los individuos, en el caso de Nicolás la cuestión parece estar clara. Si, en un principio, una parte de los medios de comunicación han tratado de presentar a este personaje como a un joven perteneciente a una modesta familia de asalariados, la realidad parece ser muy diferente.

De acuerdo con las informaciones aparecidas en la prensa, el joven Nicolás no vivía con sus padres en la Glorieta de Cuatro Caminos, sino que desde los 14 años residía en un complejo de viviendas para militares con su abuela, la esposa del ex capitán de la Guardia Civil, Vicente Gómez Iglesias, condenado en un Consejo de Guerra a seis años de prisión por su participación en la tentativa ultraderechista del 23 febrero de 1981.

El ex capitán Vicente Gómez – de casta le viene al galgo – se encontraba destinado en aquellos aciagos días de febrero en la Unidad Operativa de Misiones Especiales de los Servicios de Inteligencia españoles (CESID). Durante la intentona ultraderechista, los militares golpistas otorgaron a Gómez-Iglesias la misión esencial de mediar entre los mandos del CESID y el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina. Como puede constatarse, el «pequeño Nicolás» heredó de su abuelo no solo la ideología sino también su capacidad para «mediar» y moverse en el escurridizo entorno de los servicios de inteligencia.

EL «DULCE» NICOLÁS: «TE PEGO DOS TIROS AHORA MISMO Y NO ME PASA NADA»

Pero, ¿cuál es realmente el pensamiento ideológico de este barbilampiño personaje? El talante fascista y los puntos de vista políticos del joven correveidile del establishment monárquico quedaron muy claros en una conversación que reprodujo «El Espejo Público» y que tuvo lugar entre Nicolás y un taxista de la ciudad de Barcelona. El escalofriante relato del taxista no deja lugar a dudas acerca de cuál es la personalidad de este pijo con cara de idiota, al que no pocos comentaristas de la radio, prensa y TV españolas le han reído estos días su supuesta «gracieta».

«Recogí a Nicolás – cuenta el atribulado taxista – y a un hombre de unos 50 años en la puerta del Hotel Majestic. Me preguntó que qué me parecía el proceso soberanista. Le contesté que a mí me parecía bien que se pudiese hacer la consulta, para que la gente pudiera expresar lo que piensa, porque democráticamente esto era muy bueno. Y me empezó a hablar de la unidad de España, algo por lo que había que luchar. Le dije, medio en broma: «¿Tú eres un poco facha, no’? Y Nicolás se puso como loco».

La ingenua pregunta del conductor fue contestada de manera fulminante, acompañada de una cascada de improperios por el «pequeño Nicolás»: «A ver, yo me cago en la puta, ¿tú a mí me estás llamando facha? Yo a ti te pego dos tiros ahora mismo y a mí no me pasa absolutamente nada, es que me quedo tan ancho».

Según relata el taxista barcelonés que fue protagonista involuntario de esta truculenta historia, el acompañante de Nicolás, siguiendo su juego, le amenazó con que le harían una foto a la matrícula del taxi, y de esa forma, a partir de ese momento, lo tendrían controlado. El «pequeño Nicolás» realizó una llamada con la intención de que el taxista tuviera claro la importancia de con quién se estaba tropezando.

«Puso el manos libres y escuché a un señor con voz muy seria al que le dio mi matrícula, y luego le devolvió la llamada y dijo que ‘todo en orden’. Se pusieron a hablar el acompañante y él y me decía que ya me enteraría de quiénes eran ellos. Continuaron hablando y nombraron, incluso, el caso Bárcenas, aunque yo no escuchaba mucho».

«¿Qué, te has achicado no?»- le preguntó desafiante Nicolás al conductor. «Bueno, pues piensa una cosa, que aquí metemos nosotros al Ejército y todos los catalanes se van a achicar como tú, y se os acaba rápidamente la tontería, y en dos días tenemos todo esto controlado». Y, evocando a otros tiempos, el «simpatiquísimo» Nicolás le espetó amenazante al acojonado conductor: «Y ahora vas a gritar conmigo ‘Arriba España’ y ‘Viva Franco'».

El relato del taxista concluye cuando llegó a su destino y el acompañante de mayor edad le dijo al «pequeño Nicolás»: «Tiene cara de buen chaval». Y dirigiéndose al taxista, le advirtió de forma amenazadora: «De lo que ha pasado hoy aquí, olvídate, como si no hubiera pasado absolutamente nada. Y ahora te vamos a enseñar de dónde venimos», y le mostró una carpeta blanca, con la bandera de España y las letras del CNI.

Según cuenta el mismo taxista, acobardado y con los testículos colocados en el lugar que ocupa la corbata, ni tan siquiera fue capaz de cobrarles la carrera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.