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Entrevista a Luis Ernesto Sabini Fernández

“El capitalismo generó mucha voracidad”

Fuentes: Rebelión

Uruguayo nacido y criado, de 82 años, Luis Ernesto Sabini Fernández es escritor especializado en temas ecológicos y sobre el conflicto palestino-israelí, problemáticas sobre las que publicó numerosos artículos y varios libros. Se desempeña además como editor, corrector y traductor. En esta conversación mantenida con él se abordan diversos temas que aparecen en su obra Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario, una compilación de textos en los que desarrolla tópicos que van desde el imperio del plástico en nuestras sociedades de consumo y la generación de basura en proporciones jamás conocidas, hasta la cuestión alimentaria y el calentamiento global, entre otros.

Foto: Ana Victoria Espinoza

1.  Es la mañana del sábado. Luis Sabini está en el patio de su casa, en Piriápolis, revisando un pequeño dispositivo de riego para ponerlo a funcionar. Mientras conversamos, observa el parral en el que van asomando los primeros racimos de uvas, y por el que, a través de sus hojas, se contempla fragmentariamente el cielo desembarazado de nubes. Verlo allí, al lado de las uvas, me lleva a evocar el pasaje que Eduardo Galeano, su compañero de trabajo en los tiempos de la revista Crisis, en Buenos Aires, escribió sobre él luego de que fuera detenido-desaparecido. Era diciembre de 1975:

“Luis Sabini, jefe de producción de la revista, ha desaparecido. Tenemos la esperanza de que esté preso, pero la policía lo niega. Fico [Vogelius] y Anibal [Ford] han revuelto cielo y tierra. Hace más de una semana y no tenemos novedades.

A veces, por las noches, después del trabajo, Luis se demoraba hablándome del padre, que había llegado a Montevideo desde una aldea de Parma que tenía cien casas y una iglesia.

Cuando Luis era chiquito, hacían vino en su casa de Montevideo. Aplastaban las uvas con los pies descalzos, y el mosto les llegaba hasta los muslos. Se emborrachaban todos por culpa de los vapores. La luna decidía cuándo se hacía el trasiego entre las bordalesas de roble.

Cada vino tenía un nombre. Bésame y verás era el rosado fuerte; Negro loco, el vino de mesa; Grignolino, el tinto, tan espeso que metías una cucharita y se quedaba clavada”.[3]

Corrían, por entonces, los tiempos vertiginosos y violentos en los que los grupos de tareas de las dictaduras en América Latina imponían, a sangre y fuego, la pedagogía de la muerte como piedra de toque para contrarrestar la lucha de las organizaciones y sectores políticos, obrero-estudiantiles, intelectuales y populares que intentaban bregar por un mundo distinto frente a la hostilidad del capitalismo imperialista y sus complicidades existentes al interior de cada país.

Años después, ese modus operandi que configuró la “miseria planificada” en estas latitudes fue denunciado tempranamente, entre otros, por Rodolfo Walsh, en su Carta abierta a la junta militar.[4]

Luis finalmente fue legalizado y expulsado de la Argentina en 1977, iniciando los tiempos del exilio en Suecia, junto a la socióloga Marta Fraga, su compañera.

2. Actualmente tiene 82 años, es escritor especializado en temas ecológicos y sobre el conflicto palestino-israelí, problemáticas sobre las que publicó numerosos artículos y varios libros. Se desempeña además como editor, corrector y traductor. Estudió filosofía en sus años mozos en la Universidad de La República, en su país natal, hasta que la dictadura en el Uruguay lo forzó a cruzar el charco. Colaboró en los Cuadernos de Marcha, en Brecha, y en las revistas Humor, El Porteño y Crisis, además de otras colaboraciones efectuadas en medios escandinavos y de otros lugares de Europa. También en Buenos Aires editó trece números de una revista que llamó Futuros del planeta, la sociedad, y cada uno, y formó parte de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la UBA, junto a Osvaldo Bayer.

En el fondo, Luis Ernesto Sabini Fernández es un interesado por la dimensión política a la que llega a través de disímiles derroteros temáticos. Un poco movido por la coyuntura actual, es inexorable anclar nuestra conversación en una de sus obras: “Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario”[5], una compilación de textos suyos en los que desarrolla tópicos que van desde el imperio del plástico en nuestras sociedades de consumo y la generación de basura en proporciones jamás conocidas, la cuestión alimentaria, los transgénicos, la minería, el despliegue tecnocientífico y el calentamiento global.

3. Le preguntamos cómo comenzó a interesarse por los temas ecológicos, medioambientales, por la cuestión alimentaria…El interrogante le trae reminiscencias de su temprana juventud:

“Un dato que creo podría ser significativo al respecto es que en casa trabajábamos todos a partir de que mi viejo traía envases para sal y adminículos plásticos, por ejemplo espadines para copetín para embolsar, para algunas empresas. Eran cajas enormes y la mano de obra era familiar, mis viejos mi hermana y yo. Y con los espadines sucedía que cuando eran verdes me quedaban las yemas de los dedos verdes, cuando eran rojos me quedaban rojos y además ligeramente aceitosos…; esos pequeños objetos plásticos largaban una sustancia y un color… Y después se usaban para comer, se los ponían en la boca, me parecía terrible”.

Otra experiencia que también lo marcó al respecto es la que narra en su libro, en una nota al pie:

“A punto de tomar un café con leche caliente en la época en que todavía consumía dulces en envases plásticos, al interrumpir el teléfono, no tuve mejor ocurrencia que tapar mi taza humeante con la tapa de poliestireno de un dulce de leche. Cuando vuelvo, un par de minutos después, el olor desagradabilísimo a plástico “quemado” me reveló el festín de moléculas de PES que debían andar por el aire, fuera de la taza, hasta mi nariz, y dentro de la taza…”[6]

La cuestión es que Luis le tomó una resistencia enorme a esa manipulación de los plásticos vinculada con los alimentos, con la comida. En ese temprano interés por dichos temas también influyó su amor a la naturaleza, a los animales, y a la humanidad, más allá de las complejidades y contradicciones que la caracterizan.

4. Ocho años después de la aparición de “Futuros…” ¿qué análisis hacés de la situación actual en torno a los asuntos que abordás en ese libro?

“Por un lado la cuestión ecológica está cada vez más presente y además insoslayable porque me parece que ya no hay forma de ignorarlo, puesto que está latente de distintas formas, por todos lados. Fijate que la palabra que más se empezó a usar hace algunos meses es “microplásticos”, cuando en realidad los microplásticos están hace décadas en el agua, haciendo un daño absolutamente desconocido, no sabemos cuál es su dimensión…

Hace unos años hubo un experimento realizado con anchoas por parte de un equipo investigador coordinado por Matthew Savoca[7] que se plantearon probar si el olor a plástico tenía o no algún tipo de efecto en el comportamiento de los peces. Dividieron un plantel de anchoas en cuatro estanques; el primero con agua salada natural y los otros tres con diversos estímulos de prueba: agua con plástico recién incorporado, agua con plástico con larga permanencia en el agua y finalmente, el cuarto, agua con krill; un manjar para anchoas. Por cierto en el cuarto estanque, las anchoas se desesperaban estimuladas por el perfume de krill. Era previsible. En el primer estanque, el comportamiento de las anchoas fue normal; en el segundo estanque, con plástico recién incorporado al agua, “no pasaba nada”, pero en el tercero, con plástico con larga estadía en el agua, las anchoas reaccionaban con similar vehemencia que con el agua “con”  krill.

Econtraron que la diferencia con el plástico instalado en el agua durante cierto tiempo es que se había recubierto con pequeños microorganismos oceánicos en un proceso conocido como biofouling. Los plásticos viejos que están semanas, meses o años en el agua generan esa atracción mediante  la adherencia de microorganismos que son atractivos para las anchoas.

Todo eso tiene efectos perniciosos incalculables: es todo el mar océano, todo el planeta que está así… Después lo que hay es un intento del sistema establecido de minimizar la cuestión o de decir ´la solución está acá´, en cualquier atajo…

Pienso que la problemática de la contaminación está cada vez más presente y eso es positivo. Por otro lado, y para seguir con el ejemplo, sucede que no es tan sencillo hacer un análisis al respecto porque si bien los efectos de la acumulación de plástico y sus consecuencias en materia de daño ecológico son inocultables e incalculables, también es cierto que las sociedades han encontrado “mejoras” con la implementación del plástico. De modo que no se trata de sostener que todo es blanco o todo es negro, que es lo que quieren algunos… Fijate el caso de Trump y los tipos que están con él que dicen que no existe el cambio climático, que no existe el calentamiento global…es insostenible esa perspectiva.

Curiosamente desde izquierda algunas veces se hacen este tipo de planteos señalando, pongamos por caso, que el calentamiento global no es nada más que una coartada para permitir a los grandes núcleos de poder, que indudablemente existen en el planeta, de controlar a la población y achicarla. Como somos demasiados tenemos que ser menos. Es delicado sostener eso, es como tomar dos problemas y juntarlos y plantear que uno es la solución del otro. Son dos grandes problemas, pero no están así tan relacionados como se intenta señalar en este caso.

El calentamiento global es producto de un manejo muy irresponsable y bastante agresivo contra la naturaleza de parte del capitalismo en auge”.

5. En varias ocasiones Sabini planteó que durante mucho tiempo, bien entrado el siglo pasado, la temática ecológica y los efectos de la contaminación fueron totalmente pasados por alto en las agendas de los principales aspectos a atender por parte de los países y sus políticas. Yuxtapuesto a esto la generación de basura en las sociedades actuales ha llegado a un punto sin precedentes en la historia de la humanidad. Señaló también que, a su juicio, no se está abordando el núcleo del problema que está vinculado al paradigma productivo dentro de la lógica capitalista, que lleva la cultura del consumo al paroxismo.

Frente a estas apreciaciones es urgente plantearse una pregunta: ¿cómo transformar esta matriz productiva que implica nada más ni nada menos que contrarrestar el corazón mismo de esta racionalidad capitalista?

Sabini:

“con la modernización vinieron un montón de ventajas enormes pero vinieron una serie de secuelas más o menos impensadas…; durante mucho tiempo se las negó, se las ignoró, no se las dimensionó… Hoy en día ya es imposible eso… Y bueno, frente a esto están los que quieren acelerar la tecnocratización para solucionarlo todo, que es lo que llamaría el “optimismo tecnológico” –mucha gente de izquierda tiene este planteo y gente de derecha también-; los suecos, por ejemplo, han llegado a la conclusión de que la basura es buena porque la pueden convertir en energía. Han logrado seguramente muy buenos filtros porque el gran problema con la combustión era el estropicio en el aire.

Yo estuve en Alemania en la década del 80´cuando se empezó a hacer plantas de energía para tratar la basura y, realmente, más vale convenía vivir muy lejos de ahí porque era una cosa dantesca, todo alrededor del establecimiento era una especie de enorme campana de aire rojo a raíz de la incineración y las emisiones de gases y componentes tóxicos que se emanaban, era brutal… Veías eso y pensabas que esa gente en pocos años están con cáncer… Era perceptible a la vista. Pues bien, ese proceso habrá mejorado muchísimo para que no se escapen ni siquiera nanogramos de dioxinas y de compuestos químicos tóxicos, tratando de envenenar cada vez menos.

Pero el tema es que esa es una solución dentro de la misma idea del desarrollo tecnológico. La pregunta es si el planeta es viable con este tipo de soluciones.

Yo lo que veo es que la vida del planeta, lo que vendría a ser la biosfera está muy debilitada, está muy arruinada a causa del avance exacerbadamente irresponsable de la tecnoesfera. El estado de la naturaleza es terrible… ¿Puede aguantar el planeta así? Para Andrew Kimbrell  entre la biosfera y la tecnosfera está la sociosfera el desarrollo histórico de la sociedad humana y, entiende que, con la tecnocratizaciòn galopante, no sólo está disminuyendo la biosfera sino también la sociosfera, lo cual significa que nuestra tecnosfera se asienta sobre bases que están desapareciendo…”

Se me viene a la memoria ese pasaje de Mahatma Gandhi que citás en la introducción de tu libro: “la tierra provee lo necesario para atender las necesidades de todos los seres humanos, pero no para su voracidad”, y que viene a cuento a propósito de tus observaciones sobre lo que señalás como el “despilfarro planetario…”

“Ciertamente… El capitalismo generó mucha voracidad… Hay otro filósofo, Lynn White[8], que sostiene que el paganismo tenía una unión enorme con la naturaleza y el cristianismo rompe con eso. Un ejemplo de ello puede observarse en los procesos de colonización, por ejemplo de América, pero podría ser en otro continente, donde las distintas etnias, pueblos, tenían una relación íntima entrelazada con todo lo viviente; los árboles, los animales, con la naturaleza, contraria, en general, a la perspectiva de los colonizadores que mandaban a levantar sus templos derribando árboles y demás para construirlos, lo que implicaba establecer una relación de dominación, de manipulación de la naturaleza, por ejemplo… Entonces el paganismo era el mal para el cristianismo pero a la vez era el amor a la naturaleza.

Y con el ingreso al capitalismo, grosso modo, se produce la pérdida de ese amor… no hay amor: vamos al despojo. Y se nota mucho no solo sobre la naturaleza, sino también sobre los pueblos colonizados, sobre los otros”.

Recuerdo también tu tesis sobre que lo que se ha ganado en avance técnico en las sociedades modernas se perdió en sentido común, y esta constatación de que la sociedad industrial ha posibilitado tornar perceptible determinados fenómenos, procesos o problemáticas que eran lejanas o difíciles de escudriñar, pero nos encegueció en otros aspectos más bien cercanos, de sentido práctico que las sociedades tradicionales si los consideraban…

“Exacto… ese es el problema…”

6. A lo largo de tu obra se evidencia un esfuerzo, un intento de contribuir  en problematizar todos estos aspectos e intentar aportar hacia un cambio de paradigma, tratando de no renunciar a un mundo mejor… ¿qué ejemplos te parecen significativos a tu modo de ver, que intentan contrarrestar este estado de cosas donde está imperando la política de la muerte, la destrucción del planeta, de lo viviente…

“Todos los intentos de agroecología, de cultura orgánica, por ejemplo, van tratando de hacer otra cosa, muchas veces de manera reactiva. Me parece muy importante lo que se generó en Argentina con la red de médicos de pueblos fumigados, pero es cierto que se generó sobre la base de un hecho terrible, los pueblos fumigados… no obstante hay una reacción contra eso, y esa reacción genera cosas nuevas, genera otras actitudes.

Yo me pongo muy contento cuando me encuentro aquí en el Uruguay con algunos agricultores orgánicos… y en Argentina lo mismo; me he encontrado con tipos que son apicultores y tienen problemas porque cada vez que hay fumigaciones se quedan sin abejas… ¿sabés lo que es eso?, tenés que empezar otra vez… es un mito de Sísifo terrible…

Es una lucha muy brava, pero yo he encontrado gente y espacios colectivos en los que se trata de hacer las cosas muy tenazmente y de manera distinta”.

Luis Sabini mantiene su confianza en torno a las acciones populares colectivas y desde abajo, frente a la evidencia de que los gobiernos tanto del Uruguay o de la Argentina no se han mostrado demasiado interesados en abordar las problemáticas socio-ambientales y ecológicas con seriedad.

A propósito, en la introducción de “Futuros…”  evoca una observación del grupo Ecos de Saladillos quienes plantean lo siguiente: “Si los que se llaman líderes del mundo no han logrado acuerdos significativos que disminuyan los riesgos de catástrofes ambientales para la humanidad toda, es porque los pueblos, desde abajo, aún no hemos plasmado en organización nuestra aspiración de un mundo sano y saludable”.[9]

En uno de sus últimos artículos[10] vuelve a incursionar en varios de los temas que aparecen en “Futuros…”, poniendo en evidencia una vez más y entre otras cosas los riesgos del negocio agroindustrial, la contaminación, el calentamiento global y el afán de lucro descarnado que encuentra en el auge del veganismo una vía para legitimar sus propuestas y productos, basados en la cultura de la góndola y que, como consecuencia, configura un escenario cada vez más lúgubre de un mundo mercantilizado hasta en sus más impensadas dimensiones, en medio de colosales catástrofes ambientales. Valga explicitar un fragmento:

 “…Si alguna prueba necesitábamos de la peligrosidad de las góndolas, del mundo servido en bandeja y con trabajo escondido, altamente automatizado, las estamos teniendo por doquier: la generación de alimentos mediante una agricultura basada en venenos; la contaminación de todo el mar océano planetario con los plásticos; la presencia cada vez más amenazadora de los incendios, antes en California, Portugal o Brasil, ahora en Australia (…)” [11]

Y concluye diciendo: “La mesa está servida. Pero con la guerra en el plato”[12]

Notas:

[3] Galeano, Eduardo (1984) Días y noches de amor y de guerra. Buenos Aires: Catálogos. p. 98. El agregado entre paréntesis es nuestro.

[4] Walsh, Rodolfo. ([1977] 2015) “Carta abierta de Rodolfo Walsh a la junta militar”. En: Walsh, R. El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977). Buenos Aires: Ediciones de la flor; pp. 429-438.

[5] Con prólogo de Osvaldo Bayer, fue editado por CICCUS, en 2012.

[6] Sabini Fernández, Luis E. “La pesadilla que la industria petroquímica sigue viendo maravilla”. En Sabini Fernández, Luis E (2012) Futuros: contra una visión autoindulgente del desastre planetario. Buenos Aires: CICCUS; p. 145.

[7] Véase, al respecto: Rogers, Kaleigh: «Estamos comiendo pescado, que está comiendo plástico, que huele a comida». Publicada originariamente en inglès en: «Motherboard»,  15 agosto 2017. Disponible en: https://www.vice.com/en_us/article/kzzw93/were-eating-fish-that-are-eating-plastic-that-smells-like-food

[8] Al respecto, Véase: “Historical Roots of our ecological crisis”, Science, N°3767, 1967.

[9]  Sabini Fernandez, Luis E., op cit, p. 12. 

[10] Sabini Fernandez Luis, E.: “Agroindustria, contaminación generalizada, alimentación vegana, lucro y calentamiento global: un plato indigesto”. Disponible en: https://revistafuturos.noblogs.org/ 19 enero, 2020.       

[11]  Idem.

[12] Idem.

Alexis Rasftopolo es doctor en Comunicación Social. Docente. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Misiones (FHCS-UNaM).

Ana Victoria Espinoza es licenciada en Comunicación Social. Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Realizadora Audiovisual.