Durante sus años en el Senado, Obama se mostró como un hombre idealista, partidario de promover un cambio en Estados Unidos. Con ese espíritu se lanzó a la carrera por la Casa Blanca, asistido por un núcleo intelectual al que preocupaba el declive del liderazgo global como resultado del manejo demente de la administración Bush en materia de política exterior y su lenta reacción ante la crisis de 2008.
Tres personalidades tendieron la mano a Obama: Zbigniew Brzezinski, compañero de claustro en la Universidad de Columbia; Joseph S. Nye, director para América del Norte de la Comisión Trilateral y teórico del soft power (poder blando); y George Soros; los tres defendían un replanteamiento de las concepciones de Estados Unidos tanto en política externa como doméstica.
En su discurso de investidura Obama prometió la salida ordenada de las tropas en Iraq y encomió los métodos de la Guerra Fría. Cuatro años antes de asumir la presidencia, abogó por levantar el bloqueo contra la Isla; pero una vez asentado en el Despacho Oval no tocó el tema y continuaron en curso los proyectos del “Programa Cuba” de la USAID diseñados por su predecesor.
En el primer semestre de 2009 Gross instaló las terminales proyectadas por la USAID (La Habana, Camagüey y Santiago de Cuba). Fue arrestado el 3 de diciembre en su quinto y último viaje, cuando intentó instalar una nueva tarjeta de seguridad al centro capitalino. Lo sentenciaron a 15 años de prisión por el delito de “Actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado”.
Entretanto, operativos de la USAID al margen de Gross introducían BGAN para crear nuevos “puntos calientes” con terminales wifi fuera de control. También estaba en curso una operación de Inteligencia encaminada a multiplicar la capacidad de identificación y control del potencial de sus actividades de influencia en el país —uno de los puntos del “Anexo Secreto” del Plan Bush—.
El día de la detención de Gross se hallaba en La Habana un importante contratista de la USAID: el peruano-norteamericano Marc Wachtenheim, operativo conectado con la CIA y sectores de línea dura de la emigración cubana en Washington. Con el ascenso de Bush en enero de 2001, Wachtenheim fue llamado a dirigir la “Iniciativa de Desarrollo para Cuba” de la Fundación Panamericana para el Desarrollo, institución creada por la OEA en 1962 para administrar un programa multimillonario de democracia, derechos humanos y gobernabilidad en interés del gobierno de Estados Unidos con fondos de la USAID, la NED, el Banco Mundial, Chevron Corporation, Citigroup y Phillip Morris International.
Wachtenheim salió del país a la carrera. Años atrás había subcontratado a Gross para dos misiones de abastecimiento y temió correr su suerte. Otro peligro mayor lo acechaba: tenía como responsabilidad atender en La Habana a dos agentes reclutados por la CIA y a uno de ellos le entregó un BGAN para garantizar la seguridad de las comunicaciones. No imaginó que ambos casos trabajaban para la Contrainteligencia cubana. Entre sus prioridades estaba sostener al contrarrevolucionario Dagoberto Valdés y su revista Vitral; y potenciar a Gorky Águila, líder del grupo de música punk Porno para Ricardo, clave —según decía— para movilizar a un segmento juvenil en un diseño de “golpe blando”.
Tenía como obsesión organizar un programa de influencia para académicos y universitarios —sobre todo en el área de ciencias sociales— mediante becas de pre y posgrado. Querían identificar a los descontentos, trabajar sobre los errores de las instituciones cubanas para avivar la inconformidad y sembrar la duda. Los becarios pasarían de 6 meses a un año en universidades de Estados Unidos, con la exigencia de regresar a Cuba al concluir su formación. “Hay mucha gente interesada en que ese proyecto funcione, mucha plata por medio […], confesó un miembro del equipo de Wachtenheim en la FPD (Capote, 2011: 144 y 169).
Frente al descalabro sufrido por la USAID en La Habana se desató un debate acerca de los programas de cambio de régimen y se detuvo la introducción de los BGAN. En el Congreso se abogó por crear un puesto de “asistencia” en el Consejo de Seguridad Nacional y un nuevo departamento no adscripto al Departamento de Estado, que integrara los programas comprendidos en el campo de acción de la USAID, la NED y de otros departamentos del ejecutivo. No faltó quien sugiriera regresar esta responsabilidad al aparato clandestino de la CIA.
El 10 de febrero de 2010 Wachtenheim publicó el artículo: “La verdadera revolución en América Latina”, en el que ponderó el empleo de las redes sociales de Internet. Narró una conversación suya con Jack Dorsey, creador de Twitter, a quien preguntó si en algún instante había imaginado que su invento contribuiría “a tumbar regímenes políticos”. Y apuntó: “su respuesta fue igual de breve: ‘¡Sí!’”. Resaltó la Alliance of Youth Movements (Alianza de Movimientos Juveniles), iniciativa generada por Jared Cohen, el miembro más joven del equipo de planeamiento de políticas del Departamento de Estado. Precisó que los teléfonos móviles se habían convertido en portales al mundo de la red global y creaban sus propios lazos de interconexión. En Venezuela los opositores se organizaban por Blackberry Messenger; en Cuba Yoani Sánchez —a quien presentó como una activista sin compromiso con Estados Unidos y la ultraderecha— con su blog Generación Y había conseguido “…desarticular la antigua política oficial de censura estatal de su gobierno, encapsulada en la ahora célebre frase de Fidel Castro: ‘Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada’”. ¿Qué significa todo esto para el libre flujo de información en el futuro?, se preguntó:
…seremos testigos de un cambio histórico en el posicionamiento del campo de la batalla. […]. También se preservarán los viejos campos de batalla: la plaza pública, la imprenta y la torre de emisión. Pero en los próximos años, cuando en América Latina haya más cuentas de Youtube que cuentas bancarias, serán el proveedor de internet, el personal digital assistant y la red de minúsculos cables de fibra óptica los que mejor simbolizarán el teatro de operaciones de la batalla por venir (Wachtenheim, 2010).
¿Era la activista cubana independiente? La propia tergiversación por parte de Wachtenheim de la frase de Fidel —lo que en verdad dijo fue: “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada”)— pone de manifiesto qué había detrás del personaje: Yoani Sánchez creó en 2007 el blog Generación Y con servidor alojado en Alemania a nombre de Josep Biechele, proveedor de Cronos AG Regensburg, una firma denunciada por el partido de Los Verdes debido a que también alojaba páginas web de ultraderecha y neonazis. El patrocinador fue IGFM, empresa que recibió asistencia millonaria por parte de Estados Unidos en la administración Bush. Registró su dominio a través de la empresa estadounidense GoDady y dispuso de copyright: “© 2009 Generación Y – All Rights Reserved”, privilegios vedados al resto de la blogosfera de la Mayor de las Antillas por causa de la Ley Helms-Burton; sus artículos estaban disponibles en 19 idiomas (inglés, francés, español, italiano, alemán, portugués, ruso, esloveno, polaco, chino, japonés, lituano, checo, búlgaro, holandés, finlandés, húngaro, coreano y griego).
Con un año de existencia y nada novedoso que mostrar, en 2008 recibió el Premio de Periodismo Ortega y Gasset (15 000 euros) otorgado por el Grupo Prisa; Generación Y fue incluido en la lista de los 25 mejores del mundo por la cadena televisiva CNN y la revista Time la presentó como una de las 100 personas más influyentes del planeta, junto a George W. Bush, el Dalai Lama y Hu Jintao. Para no quedarse atrás, El País la incluyó en su lista de las 100 personalidades hispanoamericanas más influyentes del año y Foreign Policy entre los 10 intelectuales más importantes del año. Dos meses después del artículo de Marc Wachtenheim, la Universidad de Columbia le confirió una mención especial del Premio María Moors Cabot, cuya Medalla de Oro ganaron tres articulistas de USA Today, The New York Times y O Globo. Fue el camino escogido por el gobierno de Estados Unidos para encubrir el financiamiento; en total recibió 250 000 euros en metálico —sin contar el salario devengado como corresponsal de El País y como vicepresidenta regional de la Sociedad Interamericana de Prensa, una organización conservadora bajo control de Estados Unidos—.
El 19 de abril de 2010 el Centro Presidencial George W. Bush organizó la conferencia “Ciberdisidentes: éxitos y desafíos”, copatrocinada por Freedom House, cuyo “Programa para fortalecer a los líderes de la oposición cubana dentro de los artistas, músicos, blogueros y comunidad negra” dispuso de 900 mil dólares de la USAID ese año. Se celebró en el Southern Methodist de la Universidad de Dallas y acompañaron a Bush en la presidencia Daniel B. Baer, subsecretario de Estado adjunto del Buró de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo; Stephen Hadley, exasesor de Seguridad Nacional durante las administraciones de George H. W. Bush y George W. Bush; Jeffrey Gedmin, director ejecutivo de Radio Europa Libre/Radio Libertad; Jennifer L. Windsor, directora ejecutiva de Freedom House y exdirectora del Centro para la Gobernación de la USAID durante la administración Clinton; y varios embajadores.
Esta élite acudió para discutir con seis “grandes voces antigubernamentales” de China, Rusia, Irán, Siria, Venezuela y Cuba, acerca del uso de la web en “aras de la libertad”. ¿Quién fue el “tenor” cubano? Ernesto Hernández Busto, un bloguero residente en Cataluña que el 30 de agosto de 2008 —con Bush desesperado porque en febrero Fidel anunció que no regresaría a la dirección del país y no conseguía doblegar la Revolución— escribió en su bitácora Penúltimos días que la intervención militar de Estados Unidos “…sería la manera más rápida y productiva de acabar con el castrismo. Pero esa es una certeza personal, y no intento obligar a nadie a que la comparta” (Pérez, 2010).
Durante el debate se enmarcó “…a Internet no como el generador automático de libertad que una vez prometió ser, sino como otro campo de batalla en la lucha contra la tiranía”. Bush declaró que no se trataba solo de intercambiar historias de guerra, “sino de trazar un plan de acción”. No podían perder tiempo: “Una de las cosas que me pone nervioso acerca de un grupo de expertos es que todo lo que hacemos es que la gente venga aquí y se siente a pensar. Creo que es importante no solo que la gente se acerque y piense, y que los expertos escriban y opinen, sino también que descubran cómo actuar”, proclamó; mientras Jennifer Windsor se manifestó “…‘muy decepcionada’ por el enfoque tímido del sector privado hacia la libertad en línea contra los gobiernos autoritarios” (Michels, 2010).
La embestida iba en serio y el 15 de junio de 2010 Obama nombró como administrador asistente del Buró de Latinoamérica y el Caribe de la USAID a Mark Feierstein. Tenía una hoja de servicios impecable: coordinador de programas de la NED para derrocar al Frente Sandinista en 1990 y asesor del embajador en la OEA durante la administración Clinton; experto en guerra de cuarta generación (desinformación) y propietario de la consultora Greenberg Quinlan Rosner, que asesoró la campaña de Gonzalo Sánchez de Lozada —hoy prófugo de la justicia— en las elecciones a la presidencia de Bolivia en 2002.
Poco después, en septiembre, Marc Wachtenheim abandonó la Fundación Panamericana para el Desarrollo y creó la firma consultora W International, LLC, que durante el próximo año asesoraría al Centro Presidencial George W. Bush en materia de iniciativas de “libertad humana” para América Latina, y comenzó a impartir conferencias a jóvenes de todo el mundo dentro del Programa de Liderazgo para la Competitividad Global en la Universidad de Georgetown.
¿Podría contar el mundo con un libre flujo de información? ¿Estaba Estados Unidos en disposición de favorecer la democratización de la gobernanza global? ¿Tomaría distancia Obama de las políticas de su predecesor?
En octubre de 2010 se constituyó el Cibercomando de Fort Meade, Maryland, con unos cien mil efectivos y un presupuesto de 90 mil millones de dólares. Al frente fue nombrado el jefe de la NSA, el general Keith Alexander. Meses más tarde entró en ejercicio la estación en Luisiana del Comando del Ciberespacio de la Fuerza Aérea. “El cambio cultural es que vamos a tratar a Internet como un campo de guerra y vamos a concentrarnos en él y darle prioridad para acciones en el ciberespacio y acompañarlas, si es necesario, con acciones en el espacio aéreo y terrestre. Vamos a desarrollar, junto con las universidades, guerreros ciberespaciales […]”, declaró el general (retirado) Robert J. Elder Jr., experto en Inteligencia y profesor de la Universidad George Mason (Francis, 2011).
Mientras la USAID alimentaba a la contrarrevolución cubana, en octubre de 2011 la secretaria de Estado Hillary Clinton intentó que el director general de Unicef le hiciera un desaire a “La Colmenita” durante su visita a Nueva York.
Contrasta esa actitud con la operación de relaciones públicas montada por la NED en 2013, para presentar a Yoani Sánchez como celebridad mundial. Ni lauros ni propaganda lograron hacerla creíble; menos convertirla en líder en Cuba. Visitó una decena de países en un periplo de 80 días, que terminó por desinflarla. Todas las pompas las recibió de sectores de ultraderecha. Desde el inicio en Brasil mostró no tener nada que decir y el globo estalló; donde quiera fue rechazada por la izquierda. En Estados Unidos la cortejaron Ileana Ros-Lehtinen, Marcos Rubio y Lincoln Díaz-Balart. Bochornoso resultó el banquete en la Torre de la Libertad de Coral Gables, en el corazón de Miami, en el que la FNCA cobró a 100 dólares el cubierto. Allí fue vitoreada por una jauría en la que resaltaron connotados terroristas y mercenarios de la Brigada 2506. “Se nos dijo que los cubanos que se habían ido eran los enemigos. En este viaje he aprendido que no. Siento en el aire y en la gente un montón de respeto y libertad. Me siento como en Cuba, pero libre. Esto es como Cuba, pero con democracia”, dijo (BBC News, 2013).
La apuesta por “intervenciones limitadas” de cambio de régimen por parte de Obama devinieron graves complicaciones para su administración. A 13 años de la invasión a Afganistán, permanecían allí 54 000 soldados y las bajas se elevaban a 21 477 (2 143 muertos y 19 334 heridos); entre ese conflicto y la guerra en Iraq, el Pentágono había gastado dos billones de dólares. La incursión en Libia puso en práctica la concepción del smart power (poder inteligente) —definido por Hillary Clinton como la combinación del hard power (poder duro o uso de la fuerza) y el soft power—, lo que incluyó el asesinato de Muammar Al Gadafi y generó una conmoción tal en esa nación árabe, que aún hoy resulta ingobernable. Hacia el otoño de 2014, con un índice de popularidad que no rebasaba el 40% y un 65% de desaprobación de su gestión, las principales encuestadoras nacionales lo ubicaban entre los presidentes con peor imagen después de la II Guerra Mundial.
Ávido de mostrar un resultado que le diera un respiro interno y le permitiera acercarse a su “patio trasero” —donde el influjo del ALBA amenazaba los intereses geopolíticos yanquis en la región—, tras dos años de negociaciones secretas Obama optó por un nuevo curso en las relaciones con Cuba, iniciado tras el anuncio simultáneo de la apertura de relaciones diplomáticas y de un proceso gradual tendente a la normalización. Poco después —demasiado poco para que fuese casual—, declaró a la República Bolivariana de Venezuela como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Con todo lo que dijo o hizo en lo adelante, puso de manifiesto que se trataba de un cambio de táctica y continuó sobre la premisa de socavar las bases que sostienen el socialismo cubano desde su seno. Para ello resultaba vital liquidar a la Revolución venezolana; al tiempo que trabajaban en la subversión del Cono Sur a través de la Alianza para el Pacífico, que serviría para relanzar la derecha neoliberal al poder.
Diversos sectores de la sociedad estadounidense abogaban —y abogan— por avanzar hacia un intercambio con Cuba y la eliminación del bloqueo para incorporar el capital norteamericano a la dinámica de desarrollo de la Isla, pero entre el establishment se mantuvo el rechazo al sistema político cubano; apostaron a demolerlo por implosión. “Nuestro anterior enfoque a las relaciones con Cuba, de hace más de medio siglo, aunque enraizado en la mejor de las intenciones, fracasó al no empoderar al pueblo cubano y nos aisló a nosotros de nuestros asociados democráticos en este hemisferio y en el mundo. […]”, declaró el 3 de febrero de 2015 ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado la secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, Roberta S. Jacobson. “Las iniciativas del presidente miran adelante y están diseñadas para impulsar cambios […] que impulsen nuestros intereses nacionales” (Jacobson, 2015).
A tres semanas de que John Kerry presidiera en La Habana la ceremonia oficial de inauguración de la embajada, en Madrid el subsecretario de Estado, Anthony Blinken —Biden lo nominó ahora como secretario de Estado—, fue más explícito:
El embargo tenía buena intención. […]. Pero no ha sido eficaz en lograr sus objetivos. Lo lógico es intentar algo diferente. Creemos que abrir la relación es la mejor manera de alcanzar los objetivos que tenían aquellos que apoyaban el embargo. Esto permitirá al pueblo cubano, a la clase media, tener más contacto con el mundo y con Estados Unidos. Esto nos permitirá extender nuestros contactos en la sociedad cubana (Blinken, 2015).
El inicio de un curso tendente a la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos generó gran acogida en Cuba, justificada en la práctica con la directiva presidencial emitida por Obama durante el proceso (PPD-43). Por primera vez un documento oficial de la Casa Blanca reconoció la independencia, soberanía y autodeterminación de Cuba, y la legitimidad de su gobierno; al tiempo que conceptuó el bloqueo como una herramienta obsoleta y abogó por una mayor interconexión económica que permitiera a las compañías norteñas acceder a los mercados cubanos. La PPD-43 instituyó los acuerdos no vinculantes alcanzados —en un clima de respeto e igualdad de condiciones— por la Comisión Bilateral que trabajó en temas medioambientales, áreas marinas protegidas, salud pública e investigación biomédica, agricultura, hidrografía, enfrentamiento al narcotráfico, seguridad de los viajes y el comercio, aviación civil y transporte directo de correo, cuyos resultados llenaron de optimismo al más escéptico de los analistas políticos.
La PPD-43, sin embargo, no eludió el carácter injerencista que la condicionó. Con Obama se concertaron los primeros acuerdos comerciales en más de cinco décadas, pero su directiva interpretó los cambios promovidos por Cuba para perfeccionar el modelo de desarrollo socialista como una oportunidad para hacer avanzar los intereses hegemónicos de Estados Unidos. Y en la consecución de ese propósito implementó un programa de cambio de régimen que apostó al mejoramiento de las comunicaciones y acceso a Internet —bajo control de transnacionales norteamericanas—, con la manipulación del denominado intercambio “pueblo a pueblo”; mientras trabajaba en la formación y estructuración de un segmento neoplattista entre los sectores intelectuales y maquinaba el crecimiento como clase media —y aliado táctico— de un empresariado privado, dos ejes esenciales del Caballo de Troya que buscaron plantar en el seno de la Revolución para socavar su ordenamiento político, económico y social.
En su visita a La Habana, Obama borró cualquier duda que pudiera quedar al respecto: llamó a olvidar la historia y apostó a un nuevo curso signado por la confrontación de ideas, que opera en el campo de la lucha ideológica —el “abrazo de la muerte”—; mientras las instituciones de la subversión proyectaban operaciones de influencia sobre ciertos sectores del país, que se consideraron capaces de movilizar hacia los intereses políticos de Estados Unidos.
Este nuevo contexto significó un desafío crucial: a lo largo de la historia no pocos cubanos miraron hacia el Norte en la concreción de sus aspiraciones individuales, y el anexionismo —derrotado como corriente ideológica en el siglo XIX— siempre ha contado con adeptos. Y no me refiero a quienes portan la bandera de Estados Unidos o alguno de sus símbolos en prendas de vestir o autos, sino a otros que velan su rostro con máscaras y exhiben el retrato del Apóstol dibujado durante la República burguesa por una élite antinacional que nunca honró su memoria. No tienen reparo en descontextualizar el pensamiento del hombre que echó su suerte con los pobres de la tierra e hizo profesión de fe del antimperialismo, como confesó a su amigo Manuel Mercado en vísperas de su caída en combate.
Perdió entonces primacía la oposición interna organizada en grupúsculos, por carecer de proyecciones y respaldo popular. El 15 de abril de 2009 Jonathan D. Farrar, jefe de la Sección de Intereses (2008-2011), se había quejado al Departamento de Estado sobre el mercenarismo y la división prevalecientes entre ella: “Con la búsqueda de recursos como principal preocupación, su siguiente prioridad parece limitarse a marginar de las actividades a sus antiguos aliados, para preservar así el poder y los escasos recursos”. ¿Qué solución presentó en este memorándum con copias a la CIA, el Comando Sur, el Consejo de Seguridad Nacional y la Oficina de Inteligencia Naval de la base en Guantánamo?: “…tendremos que buscar en otra parte, incluso dentro del propio gobierno, para identificar a los sucesores más probables del régimen de Castro” (Farrar, 2009).
No era una novedad para el artífice intelectual del nuevo diseño: Ricardo Zúñiga, un diplomático de carrera nacido en Honduras que trabajó en la Sección de Intereses en La Habana (2002 y 2004) y Obama designó como asesor para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional. Para Zúñiga lo más importante era mostrar que la administración estaba enfocada en el bienestar del cubano de a pie, y no completamente enfocada en castigar a su gobierno. Y en una axiomática jugada de control de daños, dimitió Rajiv Shah, administrador general de la USAID entre 2009 y 2015 —como adelantó a la prensa el mismo 17 de diciembre luego que Obama anunciara el cambio de política.
¿Cómo encarar el problema del financiamiento? Hasta en el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes se sugirió transferir a la NED la mayor parte de los fondos destinados a los programas de cambio de régimen. Vale subrayar que muchas de las figuras del aparato clandestino de la CIA han formado parte en algún momento del Consejo Administrativo o la directiva de la NED —se reclamaba esa pericia en el trabajo encubierto—; mientras que las instituciones comprometidas con la NED en las operaciones de influencia tenían ya sobrada experiencia en escenarios de desestabilización.
Lo experimentado en Yugoslavia les dejó una metodología. La OTAN pugnaba por los Balcanes y en el 2000 Estados Unidos consideró que el impacto del bloqueo y la propaganda tenían al presidente Slobodan Milosevic contra las cuerdas. Como preparación artillera resolvieron aplicar las concepciones de guerra blanda recogidas en el manual de Gene Sharp. Caballo de Troya fue utilizada Otpor (Resistencia), una organización constituida espontáneamente en 1998 por estudiantes universitarios, que tras un incidente de brutalidad policial tenía inflamada a una parte de la masa juvenil inconforme con el gobierno.
La NED junto a Open Society, Freedom House, el Instituto Nacional Demócrata, el Instituto Nacional Republicano y el Committee on the Present Danger (ligado a José María Aznar y Vaclav Havel), canalizaron más de tres mil millones de dólares para desatar el caos. El embajador Juan Sánchez Monroe narra cómo estos fondos se emplearon para movilizar y adiestrar en centros clandestinos de entrenamiento a una masa de jóvenes y adolescentes pobres —sin posibilidad de estudios o desempleados—. Y cuando tras el bombardeo de la OTAN cayó Milosevic, Otpor asistió la creación de “Pora”, en Ucrania; “Kmara”, en Georgia; y “Zubr”, en Bielorrusia. Luego se extendió a Zimbabue y Venezuela, donde en 2002 —año del golpe de Estado contra Chávez— organizó el movimiento JAVU, del que procede Juan Guaidó. ¿Cuál fue el resultado de esta metodología?
La Yugoslavia donde nació Otpor no existe: Montenegro se separó de Serbia y a esta le arrancaron Kosovo, cuna de su identidad. Tampoco existe la Ucrania de “Pora”: devorada por los conflictos étnicos perdió Crimea y aún se mantiene en guerra con sus regiones del este; ni la Georgia de “Kmara”: la guerra de 2008 le separó Abjasia y Osetia del Norte. En ninguno de los espacios donde triunfaron las llamadas revoluciones de color ha vuelto a reinar la paz y la estabilidad (Monroe, 2020).
Resulta válido reconocer que el diálogo gubernamental entre Cuba y Estados Unidos estuvo signado por el respeto y se abordaron los más diversos temas de forma recíproca y en pie de igualdad soberana. Este clima bilateral condicionó que la conjunción de recursos a favor del cambio de régimen, tuviera que sumergirse en una narrativa menos beligerante y métodos más creativos. “Las medidas que estamos tomando reforzarán a la clase media de Cuba. Este es el mejor instrumento para obtener lo que todos queremos […]”, confesó en la citada entrevista en Madrid el subsecretario de Estado, Anthony Blinken (Blinken, 2015).
Continuará…
Bibliografía:
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Fuente: http://www.lajiribilla.cu/articulo/de-patria-y-cultura-en-tiempos-de-revolucion-ii