De nuevo Amancio Ortega está en boca de toda la población española por la donación de 280 millones de euros que deben ser empleados en la adquisición de 10 equipos de protonterapia, tecnología para tratar determinados cánceres con protones.
La donación “es de Amancio Ortega pero no es de Amancio Ortega”, ya que la adelanta el Gobierno de España, aunque supone, desde ya mismo, un marketing publicitario de primer orden para el magnate.
Pedro Sánchez ha dado alta relevancia a la firma de este convenio de colaboración público-privada, rubricado en un solemne acto en el palacio de la Moncloa, entre una parte del gobierno de España (con el Presidente Sánchez) y los vicepresidentes de Inditex Flora Pérez y José Arnau (sin Amancio Ortega).
José Arnau pasó de presidir la hacienda pública de Galicia a la hacienda privada de Amancio Ortega, muy vinculada a paraísos fiscales para eludir cientos de millones de euros anuales que permitirían mejorar nuestros servicios públicos y potenciar nuestra atención Primaria (AP), que se ha quedado tiritando tras la pandemia, lo que está provocando un fuerte incremento de la mortalidad evitable de pacientes que llegan demasiado tarde para ser rescatados.
Sin embargo, los 280 millones de euros no se van a emplear en disminuir las listas de espera ni en mejorar la AP y dotarla de más médicos, enfermeras, psicólogos o fisioterapeutas, sino en comprar nada menos que 10 costosos equipos de una tecnología de la que solo están instalados 24 en el resto de Europa. Tras esta adquisición, España dispondrá de 12 equipos de protonterapia, 1 de cada 3 de los existentes en Europa.
Según el informe de la agencia de evaluación de tecnologías sanitarias de España, aunque la protonterapia mostró mejores resultados en algunos cánceres, sobre todo cerebrales infantiles, no fue un tratamiento más eficaz, efectivo, coste-efectivo y seguro que la terapia fotónica o la terapia de iones para la mayoría de tipos tumorales.
Según la estrategia del cáncer del SNS aprobada en el Consejo Interterritorial de Sanidad en enero de 2021, el cáncer está aumentando por el empeoramiento de nuestros hábitos de vida, la obesidad, el tabaquismo y los tóxicos ambientales, además de por la realización de cribados, no siempre con el respaldo científico suficiente, que incrementan el diagnóstico de cánceres inexistentes. En las dos últimas décadas la incidencia de cáncer de mama y de cáncer de próstata ha crecido por encima del 100% en España, mientras que la mortalidad ha disminuido solo discretamente. Porque, no nos engañemos, no son equipos de protonterapia nuestra necesidad prioritaria, sino programas de promoción de la salud que permitan disminuir la carga de enfermedad creciente y mejorar la calidad de vida de nuestra población.
En los últimos años cada vez es más evidente que el incremento de gasto en fármacos y tecnologías no se acompaña de un aumento en la salud ni en la calidad de vida de la población, sino que por el contrario esta está empeorando. Según el informe sobre la salud en el mundo de la OCDE, tras décadas de aumento de la supervivencia de la población esta comienza a descender, especialmente en países desarrollados, lo que se evidenció claramente entre los años 2014 y 2015, con una pérdida de esperanza de vida en España de casi 5 meses de media. La tendencia 2015-2019 es similar (el informe no incluye la pandemia Covid). Por otra parte, la gestión empresarial de la sanidad pública, centrada en fármacos y tecnologías, no en la promoción de la salud, incrementa los años de vida en pacientes con determinadas enfermedades, pero vividos con mala salud.
Los medios de comunicación que han informado hora a hora de la pandemia no dedican ni un minuto a la lucha contra el tabaquismo, la primera causa de muerte evitable en España, debido a las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades respiratorias y el cáncer (el tabaquismo es causa directa de 15 cánceres). Sin embargo, muchos de nuestros jóvenes se inician muy pronto en el hábito de fumar y sigue aumentando el tabaquismo en las mujeres españolas, con una mortalidad por cáncer de pulmón que se ha más que triplicado en 2 décadas.
Lo cierto es que los fármacos y las tecnologías sanitarias innovadoras suponen un nicho de negocio de interés para los magnates. Amancio Ortega, a través de José Arnau, participa en la gestión de la investigación sanitaria pública en Galicia a través de la Fundación Kaertor y del Instituto de Investigación sanitaria del Hospital Público de A Coruña, y en estas cuestiones no es buena política mezclar peras con manzanas, sobre todo desde la óptica de los pacientes y de la sanidad pública.
La Xunta de Feijóo adquirió recientemente siete equipos robot Da Vinci, uno para cada hospital público, a pesar de las advertencias de la FDA sobre la utilización de esta tecnología en cirugías de cáncer y del incremento de las recaídas de tumores pélvicos según investigaciones realizadas. A pesar de la grave situación de la atención primaria y de la salud pública tras la pandemia, la Xunta utilizó 20,5 millones de los fondos Covid para esta adquisición.
Un gobierno progresista no se debería dejar guiar por cantos de sirena. Lo mismo que las decisiones sobre Inditex las toman Ortega y los directivos de Inditex, las decisiones sobre el SNS se deben de tomar desde dentro del SNS, por parte de la administración sanitaria y de los profesionales del sistema público, ya que tienen implicaciones en el sistema más allá del coste de determinado equipo. Las generalización de innovaciones tecnológicas pueden suponer peores resultados en salud, sobre todo si se adquieren tecnologías nuevas pendientes de más estudios de evaluación, como es el caso de la protonterapia, y suponen la ocupación de espacios y gasto en material y personal sanitario que podrían utilizarse para actuaciones más beneficiosas para la salud de nuestra población.
Luisa Lores, miembro de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública.