A Juana Rivas no se la juzga (ni social ni, al parecer, judicialmente) por haber sustraído a sus hijos Gabriel y Daniel, sino por haber pecado contra la paternidad.
Hagan un ejercicio, miren atrás y traten de recordar el nombre de un hombre que haya actuado contra la madre a través de sus hijos, incluso asesinándolos, y vean si la respuesta social y judicial en forma de comentarios y opiniones es tan dura y continuada en el tiempo como lo es con Juana Rivas. ¿Alguien recuerda el nombre de alguno de los padres que años atrás asesinaron a sus hijos e hijas, alguno de los cuales ya estará fuera de prisión? Nadie se acuerda del padre que mató a sus dos hijas en Castellón en septiembre de 2018, ni del que asesinó a su hijo a golpes con una pala en A Coruña en mayo de 2017, ni de tantos otros… se los juzgó o enterró cuando se suicidaron, y se acabó el tema. Parece que con recordar a José Bretón como un “monstruo”, no como un padre asesino, es suficiente.
A los hombres los juzgan por los hechos que realizan, a las mujeres por lo que son.
Esa es la razón por la que el nombre de Juana Rivas se conoce en cualquier lugar, y ella lleva viviendo la condena paralela de la crítica desde que decidió poner en manos de la justicia la denuncia por violencia de género antes que la entrega de sus hijos. Porque Juana Rivas no huyó de la justicia, acudió y confió en ella con el criterio que consideró más urgente. Se pudo equivocar en su decisión, de hecho ha sido condenada, pero a ella no se la juzga por su error, sino por la carga de intencionalidad que se le da a su decisión, que no ven como el intento (equivocado o no) de proteger a sus hijos, sino como una forma de hacer daño a su exmarido y padre de los niños.
La cultura androcéntrica no es la consecuencia de lo que los siglos han ido modelando a partir del barro inicial de los tiempos, sino el molde original que da forma y sentido a todo para que las piezas encajen dentro de su modelo con independencia del momento histórico.
Por eso lo de “dios creó al hombre” resume muy bien de dónde venimos y dónde estamos. Ni siquiera la tan valorada maternidad, que es presentada como la esencia de la identidad de las mujeres y pilar de nuestra familia, es considerada como algo directamente relacionada con lo divino. A la hora de la verdad, quien crea es el dios hombre de los hombres para dar un sentido de propiedad a lo creado.
De ahí que, puestos a crear, lo primero que se hizo fue un hombre, que es lo importante. Luego vendría lo demás, es decir, la mujer, para eso están las 24 costillas, por lo que una más o una menos daba igual. Podrían haber utilizado una falange, que tenemos 56, pero ya vieron que eso de “la falange” podía hacer falta en el futuro para otras cosas.
Por eso el dios hombre crea un hombre, es decir, a “uno de los nuestros”, y establece esa referencia como mandato de la masculinidad y de la cultura. Y luego los hombres todopoderosos, después de hablar entre ellos, crean a una mujer para que engendren lo de los hombres, que siempre les pertenecerá por copyright.
Bajo esa idea la maternidad es presentada como una especie de “corta y pega” de la paternidad, que fue la primera creadora. Quien ve la maternidad bajo esas referencias piensa que es un mal plagio de una paternidad creadora, capaz de hacer una persona en un instante y a partir de algo tan extraño como una costilla o un puñado de barro.
Y Juana Rivas osó enfrentarse a esa paternidad divina, de ahí la reacción que todavía la acompaña y la dureza de quienes utilizan la justicia, no para aplicar el derecho, sino para expresar sus opiniones e ideas. Lo vimos en la sentencia condenatoria cuando, literalmente, se decía para insinuar que la denuncia de Juana por violencia de género era falsa, “no es extraño, como muestra la práctica, que en algunos casos, se recurra a esta vía como medio de obtener ventajas procesales”, todo ello a pesar de que lo que dice la “práctica” por medio de la FGE es que las denuncias falsas no llegan al 1%. Y del mismo modo, para justificar que su exmarido no era un maltratador, recoge: “la experiencia en este tipo de sucesos, muestra que los maltratadores habituales, que, efectivamente desarrollan una forma de tortura, suelen ser personas de mente atávica y primigenia, con escasos mecanismos de autocontrol y empatía, que contagian todo su entorno con un hábito de causar daño que no pueden controlar”. O sea, que si un hombre no tiene una mente “atávica y primitiva” no es un maltratador.
Si un alumno o alumna pusiese eso en un examen sobre violencia de género respecto a los agresores estaría suspenso, pero en cambio, sí se puede poner entre los argumentos de una sentencia para dejar sin libertad y sin hijos a una mujer durante años.
Pero la cosa no acabó ahí. La situación continúa ahora cuando en los motivos utilizados para rechazar la suspensión de la condena de Juana, se la sigue presentando como una mala madre, y el juez se permite recuperar una situación sucedida en marzo de 2017 que ya entonces se demostró que no tenía nada que ver con unos abusos sexuales.
El procedimiento seguido en el Tribunal Ordinario de Cagliari con el número 8072/2016 lo explica perfectamente. En él se recoge que el hijo de Juana fue llevado al pediatra por presentar dolor de estómago y molestias en la zona perianal. La exploración del pediatra determinó desde el primer momento que se trataba de un cuadro de estreñimiento que producía esas molestias, y que las heces endurecidas por el problema del tránsito intestinal, al llegar a la zona perianal ocasionaban una ligera dilatación. Aún así, ante el dato objetivo de la dilatación, se puso en marcha el protocolo establecido para descartar la posibilidad de que se tratara de un abuso sexual.
Ojalá se actuara del mismo modo ante las denuncias que interponen las madres por abusos sexuales.
En cualquier caso, el estudio físico y psicológico que se realizó descartaron los abusos.
Cuando un juez trae a colación este argumento en 2021, ¿qué es lo que quiere decir?, ¿que quienes actuaron en 2017 prevaricaron? ¿No dice nada para que se tomen medidas contra el hombre que pudo llevar a cabo el abuso sexual sobre el hijo de Juana¿, ¿sólo se la cuestiona a ella?
El veredicto está claro: Juana Rivas es culpable, tanto por lo que ha hecho como por lo que no ha hecho.
Para el machismo las mujeres podrán engendrar y parir, pero sólo los hombres pueden crear a través de su paternidad divina, por eso ellos, además de padres se presentan como dueños.
Y Juana ha osado enfrentarse a esa paternidad divina públicamente, y de paso ha puesto de manifiesto todo lo que el sistema tiene preparado para defenderla y mantener la injusticia social del machismo.
Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2021/12/12/la-paternidad-y-juana-rivas/